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viernes, 28 de mayo de 2010

Trinidad, gozo de Dios, camino abierto (Enchiridion Trinitatis)


Publicado por El Blog de X. Pikaza

Domingo de la Trinidad. Ciclo C. Jn 16, 12-15. Cierro por uno o dos días el “ciclo” del Apocalipsis, con el tema pendiente del 666 y, sobre todo, con la forma de entender la apocalíptica, que, a mi juicio (y a juicio del judaísmo y cristianismo antiguo) no se refiere a las cosas que “pasarán”, sino a la verdad de lo que está pasando; ella no traza un conjunto de pronósticos más o menos fantasiosos sobre el futuro, sino que expone el sentido del presente desde la certeza del Dios “que está viniendo”.

Ése es el Dios de la libertad de los cautivos (primera imagen, icono de la Trinidad Redentora,de San Juan de Mata: Santo Tomás in Formis, Roma), ése es el Dios de la comunión y de la gracia de la mesa compartida (Icono de Rublev, del Monasterio de la Trinidad). Para los cristianos, la imagen "apocalíptica" por excelencia, imagen de libertad y comunión, es la misma Trinidad, el símbolo básico de la fe:

Creo en Dios Padre, creo en Jesucristo su Hijo, creo en el Espíritu Santo;

Gloria al Padre, Gloria a Jesucristo, Gloria al Espíritu de Dios, que es libertad, amor y vida eterna

Por eso, dejo sin dejar, el tema de la apocalíptica y, por coherencia con el estilo de este blog, presento hoy el sentido de la fiesta de la Trinidad, de este domingo después de Pentecostés, que es Fiesta de Dios, en conjunto, y lo hago retomando el prólogo de mi libro Enchiridion Trinitatis. Textos básicos sobre el Dios de los Cristianos (Secretariado Trinitario, Salamanca 2006).

Allí digo y presento lo que, a mi entender, implica el misterio de la Trinidad, después de haber recogido y comentado los textos básicos de la tradición, del magisterio y de la teología sobre el sentido del Dios cristiano. Buen domingo a todos, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu, que son la Trinidad. Y mi felicitación a los hermanos y amigos de la Orden de la Trinidad y de la Redención de Cautivos, en el día de su fiesta, que es mi fiesta. .

1. La Trinidad en sí no es dogma

La Trinidad como palabra o como dogma en sí no aparece en la Biblia ni en el magisterio universal de la Iglesia cristiana. Pero en el centro de la Biblia y de la misma Iglesia se encuentra el Padre Dios, el Hijo Jesús y el Espíritu santo, en su unión y diferencias. Ellos constituyen lo que, con palabra imperfecta, pero quizá imprescindible, llamamos Trinidad, para confesar por ella que el Dios de los hombres es dinamismo de vida y comunión de amor.

Entendida así, la Trinidad constituye, con la Encarnación, el centro del misterio cristiano: por ella sentimos y sabemos que Dios es fuente inagotable y comunión creadora de amor que anima y sostiene la historia de los hombres. No es un concepto, ni es objeto de una posible especulación (tres son uno, uno es tres), sino el descubrimiento único y siempre nuevo de la riqueza de Dios, que para los cristianos se revela por Jesús, a quien ellos han visto y confesado como Hijo de Dios (Hombre verdadero) y Dador del Espíritu, es decir, promotor de nueva Humanidad. Este misterio no es una verdad que ha de añadirse a otras posibles verdades de fe igualmente obligatorias y enigmáticas, sino que ella es el dogma, esto es, el don glorioso, luminoso, jubiloso en que se fundan todos los restantes dones y tareas de la confesión cristiana; es la verdad donde se apoyan y reciben su sentido las afirmaciones del símbolo de fe y la vida de aquellos que confiesan que todo lo que existe es un regalo y comunión de amor en Cristo.

No es un dogma independiente, a nadie se le obliga en la iglesia a confesar "yo creo en la Trinidad", pero a todos se le pide que descubran y digan, con amor gozoso: "yo creo y confío en Dios, creo en Jesús y le amo, recibo su Espíritu". De esa forma lo entendemos de ahora en adelante, como expresión y compendio de la vida de Dios y del amor que es comunión abierta a todos los hombres y mujeres en la historia. Su verdad es ante todo un don, regalo de amor que reciben de manera inmerecida los creyentes; pero ella puede entenderse también como principio de todo saber racional, de todo amor y pensamiento, tesoro que los cristianos ofrecen gozosos a los hombres y mujeres de la tierra, sin imponer ni pedir nada: ¡gratis han recibido, gratis quieren darlo, como portadores del Dios de la Gracia! (cf. Mt 10, 8).

Dicho esto, dejaremos en segundo plano las prevenciones de lenguaje y hablaremos de "creer" en la Trinidad, sabiendo que nos referimos al misterio del amor del Padre, del Hijo-Jesús y del Espíritu-evangélico. Jesús no predicó la Trinidad, pero abrió el camino que conduce al Padre y nos legó su Espíritu. Tampoco argumentaron sobre ella los cristianos más antiguos (ni Pedro, ni Pablo, ni los evangelios, ni siquiera los llamados Padres apostólicos), pero todos hablaron sin cesar del Padre, del Hijo Jesús y del Espíritu. Sólo a finales del siglo II y a principios del III algunos teólogos audaces empezaron a hablar de una Trinidad o Tríada divina y descubrieron que ese nombre era cómodo para referirse al mismo tiempo al Padre, a Jesús y al Espíritu, de manera que empezaron a emplearlo con cierta generosidad. Pero los grandes credos no lo utilizaron, ni el llamada símbolo apostólico, ni el de Nicea-Constantinopla, que siguen siendo oficiales en la iglesia; todos ellos hablan sólo del Padre-Dios, del Hijo-Jesús y del Espíritu Santo.

2. Pero la Trinidad es un esquema o modelo esencial para entender y vivir el misterio del Dios cristiano

Sea como fuere, ese nombre (Trinidad), sin ser en cuanto tal dogma de fe, ha entrado en el lenguaje de la iglesia y así lo emplearemos como signo unitario y "complejo", que nos permite penetrar de alguna forma en el misterio impenetrable de la unidad riquísima de Dios (cosa que otras religiones monoteístas, judaísmo e Islam, no se atreven a hacer). Entendida así, como expresión de la unidad viva de Dios, la Trinidad constituye el corazón y compendio de la experiencia cristiana: es el fundamento (dogma), siendo fuente de toda reflexión y todo amor, un camino abierto hacia el cumplimiento de toda la esperanza.

La Trinidad es, con la encarnación, inseparable de ella, el distintivo central del cristianismo y así nos permite pensar, amar, investigar, como irán señalando los textos que presentamos en forma organizada a lo largo de este libro que hemos llamado Enchiridion Trinitatis, un manual de textos trinitarios, que puede servir para estudiantes y teólogos, para aficionados a la religión y para hombres religiosos, para todos los que quieran tener un acceso de conjunto a los documentos básicos de la vida y experiencia en la que viene a expresarse el Dios de los cristianos.

En el origen de este manual se encuentra el bellísimo libro de Marie-Anne Vannier, La communion trinitaire (Cerf, Paris 1999), que quiso reunir en un texto de bolsillo ochenta breves pasajes sobre la Trinidad, destacando las aportaciones de la patrística y de la reflexión medieval de las iglesias de oriente y occidente. Comencé a escribirlo traduciendo los textos de Vannier, para ofrecerlos en lengua castellana, pues constituyen una aportación esencial al tema de mi estudio. Pero después, recogiendo otros temas y textos, otras experiencias y proyectos, de mis años de profesor de Trinidad (1974-1984) y Teodicea cristiana (1989-2003) en la Facultad de Teología de la Universidad del Episcopado Español, en Salamanca, decidí ampliar el abanico de aquellos testimonios, para elaborar un compendio trinitario más completo y complejo, introduciendo sobre todo cuatro nuevos tipos de textos:

(1) He destacado la aportación del Magisterio, tanto desde la perspectiva cristiana antigua (aceptada por todas las iglesias) como en línea católica moderna (encíclicas papales, documentos del Vaticano).

(2) He puesto de relieve la comunión ecuménica trinitaria, introduciendo algunos textos básicos de la tradición ortodoxa y protestante.

(3) He acentuado la aportación de los teólogos, tanto en línea de diálogo de religiones como de reflexión sobre el misterio, ofreciendo no sólo un florilegio de textos oficiales, sino también de tendencias teológicas, en diálogo con la cultura y religiones de la modernidad.

(4) He insistido en las formulaciones hispanas, no porque ellas sean mejores que las otras (germanas, anglosajonas...), sino porque están más cerca de gran parte de nuestros lectores.

Un manual de Testimonios Trinitarios

De esa forma he querido ofrecer un manual de testimonios trinitarios, una antología pensada para la oración y el gozo (gran parte de los textos que presento forman parte del tesoro poético y orante del cristianismo), pero también para la reflexión y el compromiso cristiano. He pretendido que los diversos pasajes hablen por sí mismos, limitándome a introducirlos y situarlos en su contexto (con una bibliografía muy sencilla) para que el lector menos experto pueda comprenderlos mejor, organizándolos de un modo pedagógico y lógico, aunque es evidente que podría haber otros modelos y esquemas para hacerlo. Una vez que se adentre en el libro, el mismo lector sabrá hacer sus clasificaciones y quedarse con aquellos textos que le hablen de un modo más intenso.

He elaborado así un libro multi-disciplinar, un texto que puede servir para diversos lectores: filósofos y teólogos, estudiosos de la historia de las religiones y simples orantes, que quieren conocer algunos de los textos más bellos sobre Dios que se han escrito, se han orado y se han cantado a lo largo de dos milenios de vida cristiana. Serán precisamente los orantes quienes podrán sacar más provecho de este libro. Me sitúo en una perspectiva católica, es decir, universal, desde la iglesia romana, pero en apertura a las restantes tradiciones (ortodoxa, católica). Lógicamente, por historia y tema, asumo la visión cristiana de Dios y así la desarrollo, pero no para imponerla, sino para ofrecerla a quienes quieran conocerla y/o acogerla, porque los dones y valores de una religión (en concreto la cristiana) no son propiedad de ella, sino que están abiertos a todos los miembros de las restantes religiones, al conjunto de la humanidad. Quiero que cada lector pueda situarse ante los temas, sin sentirse dirigido y manejado por mis interpretaciones.

Este libro pretende ser un complemento de la obra que preparamos juntos, el Prof. Nereo Silanes y yo, Diccionario teológico. El Dios cristiano, STrin, Salamanca 1992, y de un trabajo más teórico sobre lo modelos trinitarios que preparé yo solo: Dios como Espíritu y Persona. Razón humana y misterio trinitario, STrin, Salamanca 1989. Al mismo tiempo, deseo que sirva de introducción para un Tratado de la Trinidad, que llevo preparando hace unos años y que, si Dios me da tiempo y salud, podrá salir en breve. Lo he dedicado a N. Silanes; no hace falta decir lo que le debo. También quiero recordar aquí a los cientos de alumnos, casi todos muy queridos, que durante treinta años han seguido mis cursos sobre Trinidad y Dios Cristiano, sobre Teodicea e Historia de las religiones en la Universidad Pontificia de Salamanca. No he podido despedirles como hubiera querido, en línea académica; pero quisiera permanecer con ellos, en el recuerdo y magisterio-ministerio compartido, a través de este Enquiridion que podrán reconocer el contexto y sentido de muchos de los textos que aquí siguen.

Tú ves la Trinidad cuando ves la caridad

Se dice que un hombre acusó a san Agustín diciendo que no podía ver la Trinidad. Él le contestó:: «¡La ves! Tú ves la Trinidad cuando ves la caridad» (De Trinitate VIII, 8, 12. Citado en este libro en cap 11, núm. 83.2). Su respuesta, tan fulgurante como esclarecedora, nos sitúa en el corazón del misterio de amor ha presidido la creación, se ha centrado en la encarnación y alcanzará su plenitud en la resurrección.

Desde ese fondo he querido destacar el tema de la vida y comunión trinitaria, tomándola como la expresión más adecuada de la vida única, radiante, irradiadora, del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, que son mirándose y mirándose fundan y suscitan todo lo que existe, como lo ha evocado Andrei Rublov y otros muchos pintores ortodoxos. Pero, a fin de que pueda ser comunión, la Trinidad ha de ser dinamismo, esto es, despliegue poderoso de la Vida que se expande en forma de regalo, de manera que cada persona sólo posee como propio aquello que regala, dándose a sí misma. Sin ese dinamismo donde el mismo ser es darse y hacerse, en apertura al mundo y a la vida de los hombres, todo pierde su sentido para los creyentes.

Entendida así, como dinamismo y comunión, como entrega y encuentro, origen, camino y meta de todo lo que existe, la Trinidad expresa el carácter original del evangelio, el monoteísmo cristiano, entendido como despliegue y encuentro de amor del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, como han contemplado y lo han dicho, ente muchos otros, Agustín y Ricardo, Buenaventura y Juan de la Cruz cuando evocan el misterio de Dios, hablando del amante, el amado y el amor .

El niño que quería encerrar la Trinidad en su agujero de playa

Nunca lograremos penetrar del todo en la hondura del misterio, como sabía Gregorio de Nacianzo, a quien los cristianos orientales llaman el Teólogo, pues «todo lo que hasta el momento llega hasta nosotros no es más que una breve 'emanación' y como una irradiación pequeña de la Luz inmensa». Discursos 28, 17, SCh 250, p. 135-137.

Suele recordarse también la bella leyenda del niño que, ante los ojos admirados de Agustín de Hipona, quería meter todo el agua del mar en hoyo cavado en la arena. Agustín quiso decirle que era imposible. El niño respondió: «Más imposible es que tú puedas meter en tu cabeza las profundidades del agua trinitaria» . San Agustín no pretendía comprender la Trinidad partiendo sólo de su razonamiento, pues la especulación, por muy profunda que sea, no logra resolver el misterio trinitario. Antes que la especulación está la fe y la vida emocionada, la oración y la práctica de la caridad, que nos permite beber de la Fuente de Dios, introduciendo su agua en nuestra vida. Cf. H.-I. Marrou, «Saint Augustin et l'ange, une légende médiévale», en Melanges Henri de Lubac, II, Aubier, Paris 1964, 137s.


De ello tratan las cuatro partes de este libro.

(1) Comenzamos con la confesión: ¡Creo en Dios!. Ella se sitúa en el comienzo de la fe de la iglesia, partiendo de los Padres más antiguos y pasando por las imágenes y poemas trinitarios, hasta llegar a las grandes confesiones o símbolos de fe, todos centrados en la Trinidad.

(2) Pasamos después a la reflexión básica, que se expresa a lo largo de la Edad Media en Oriente y occidente y que desemboca en los testimonios de las grandes iglesias cristianas de la Edad Moderna y en el Magisterio oficial del Vaticano.

(3) Destacamos luego el amor trinitario, en línea de comunión eclesial y alabanza, de moral cristiana y de experiencia mística, evocando los textos más gozosos de la tradición cristiana.

(4) Concluimos nuestro manual con unos textos básicos de investigación trinitaria, que son ya más propios para especialistas, en el estudio de las tradiciones religiosas y de la reflexión cristiana.

Un libro para buscar y aprender

Este es un libro para buscar y aprender, pero sobre todo para consultar y disfrutar. No es para leerlo de corrida, pues no tiene un argumento seguido. Pero estoy seguro de que muchos lectores podrán disfrutar con sus páginas. Es un libro "católico", que recoge agradecido el fecundo magisterio de la iglesia de occidente. Pero, quiere ser, al mismo tiempo, un texto cristiano, abierto a todas las confesiones. Por eso, muchos de sus textos pertenecen al tiempo de la iglesia unida de los diez o doce primeros siglos de la historia cristiana, a los que se sumen algunos testimonios posteriores de la ortodoxia y del protestantantismo. Quiere ser también un libro universal, abierto desde el cristianismo hacia todas las religiones y culturas de la humanidad, de manera que, sobre todo en su parte final, ha puesto de relieve la exigencia e importancia del diálogo inter-religioso, precisamente en este campo del despliegue trinitario de la experiencia de Dios, siguiendo el interés que suscitó al final del siglo XX el Jubileo del 2000, cuyo objetivo era «glorificar la Trinidad, de la que todo proviene y a la que todo se orienta en el mundo y en la historia». ( Texto completo en JUAN PABLO II, Tertio Millenio Adveniente, Sígueme, Salamanca 1997).

Un libro abierto

Este es un libro de consulta y estudio, que no quiere resolver los problemas, ni agotar las cuestiones, sino abrirlas y ofrecerlas de forma comprensible. Por eso incluye una brevísima nota bio-bibliográfica de cada autor (de cada tema), para situarlo dentro del contexto de la teología o de la iglesia. Al final hemos querido añadir una bibliografía general, dividida en cuatro apartados:

(1) El Dios de las religiones y la filosofía. Sirve no sólo de encuadre general, sino también de contexto próximo, pues, como podrá ver el lector, sobre todo los capítulos finales de este libro, el tema trinitario se está situando de lleno dentro del espacio del diálogo cultural y religioso de la modernidad.

(2) Dios bíblico, Dios cristiano. Los cristianos creemos que el Dios trinitario ha de entenderse y vivirse como despliegue mesiánico del Dios de Israel (y del mismo Dios del Islam). En esa línea se orientan gran parte de los libros y trabajos citados en la segunda parte de la bibliografía.

(3) Dios trinitario, Padre de Jesús. Entramos de esta manera en el campo específico en el que se despliega el Dios cristiano, entendiendo la Trinidad como expresión y sentido del Dios a quien veneramos como Padre de Jesús y, en Jesús, de todos los hombres.

(4) Dios Espíritu santo (y cristología). Termina la bibliografía y el libro con un apartado sobre el Espíritu Santo, entendido como Espíritu mesiánica, don del Padre por Cristo (o don del mismo Cristo, desde el Padre). Por eso hemos vinculado algunos textos de cristología con los de pneumatología.

He querido ser neutral, dejando que los mismos textos hablen y que puedan entenderse desde diversas perspectivas. Pero es evidente que, tanto en la selección de autores y temas (sobre todo de teólogos modernos), como en las introducciones y notas, he utilizado mi propio criterio, de manera que podrán verse las huellas de mi visión del cristianismo, una visión que quiere ser evangélica y ecuménica, desde el catolicismo romano, una visión abierta al diálogo cultural y religioso, sin defensas ni murallas, sin condenas ni prohibiciones doctrinales, pero citando generosamente el Magisterio cristiano y católico, antiguo y moderno. El Dios trinitario ofrece una casa de vida y pensamiento para todos los que quieran pensar, vivir y esperar dialogando, mientras llega y se expresa la hora del Reino, es decir, la plenitud de una vida que es fuerte y bella, es tensión suprema y distensión emocionada.

No hay tarea más urgente que conocer la Trinidad

«No hay tarea que sea más urgente, ni más ecuménica, ni más misionera que esta: descubrir de nuevo el misterio trinitario como misterio central de la experiencia cristiana y mostrar de qué manera ese misterio de la Trinidad ilumina y transfigura el mundo, a través de la comunión de la Iglesia» (M.-J. LE GUILLOU, «Préface» a A. LE SAUX, Sagesse hindoue et mystique chrétienne, Centurion, Paris 1965, 10).

En esa línea, KARL RAHNER, en el argumento básico de su obra de conjunto, Curso fundamental de la fe, Herder, Barcelona 1979, destacaba que la doctrina de la Trinidad no es un juego sutil de la agudeza teológica, sino un enunciado que no puede eludirse en modo alguno, pues muestra que Dios en cuanto tal, como misterio sagrado permanente, es decir, como fundamento incomprensible de la existencia trascendente del hombre, no es sólo el Dios de la distancia infinita, sino que quiere ser también el Dios de la absoluta cercanía y de la verdadera auto-comunicación, en Dios de todos los hombres religiosos, de todos los hombres que acogen con amor la vida, aunque no hayan oído hablar de Jesús ni de la Trinidad.

De hecho, «toda la existencia cristiana se encuentra penetrada por el misterio trinitario, no sólo
en el plano de la existencia personal, sino también en el plano de la vida eclesial y social. No es por tanto un azar el hecho de que el alejamiento de la Trinidad de la teoría y praxis de los cristianos se haya reflejado en un tipo de "exteriorismo" y juridicismo presentes en la forma de entender la Iglesia y que ello haya tenido consecuencias en el plano socio-político. En consecuencia, el retorno a la "patria trinitaria" se muestra lleno de promesas, no sólo para la eclesiología, sino también para la situación global del cristianismo. Este retorno es quizá el mayor desafío con el que se enfrentan actualmente la Iglesia y la teología como ha indicado entre otros muchos BRUNO FORTE en La Trinidad como historia. Ensayo sobre el Dios cristiano, Sígueme, Salamanca 19969. La Trinidad, misterio de Dios, es el misterio de la existencia humana, de tal forma que los dos se implican, Dios y el hombre, como lo supone la experiencia de la encarnación y del amor.

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