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viernes, 7 de mayo de 2010

VI Domingo de Pascua (Jn 14, 23-29) - Ciclo C: La Palabra no es bla, bla… es alguien

Por P. Félix Jiménez Tutor, escolapio

Jesús era judío, los apóstoles eran judíos, los primeros discípulos eran judíos y Jerusalén era la sede de la primera comunidad cristiana. Su herencia y su cultura eran el Antiguo Testamento y Moisés y el templo y el sábado y la sinagoga y la circuncisión.
A medida que la iglesia crecía por la predicación de los apóstoles, crecía el gozo y la alegría de la conversión, crecía el poder de Dios y su salvación, pero también crecían los problemas y las diferencias.
Los nuevos cristianos tenían otra cultura, otros ritos, otra música, eran otro mundo. Los nuevos cristianos querían ser de Cristo, no querían ser judíos.
Los nuevos cristianos querían ser sellados con el Espíritu de Jesús, no con el espíritu de Moisés.
Los nuevos cristianos querían ser de la nueva iglesia de Jesús, no de la vieja sinagoga.
Y ahí están, en discordia y lucha, entre lo nuevo y lo antiguo, entre judíos y gentiles, entre los de siempre y los recién llegados, entre los obreros de la última hora, entre Jerusalén y Antioquia.
"Vinieron algunos de Judea que enseñaban a los hermanos: ·"Si no os circuncidáis según la ley de Moisés no podéis salvaros".
"Después que Pablo y Bernabé disputaron fuertemente contra ellos sin convencerles resolvieron que Pablo Y Bernabé y algunos de los otros fueran a consultar a los apóstoles y presbíteros de Jerusalén para resolver la cuestión".
El conflicto está servido. Algunos predicadores de segunda mano y sin autoridad celosos de la ley de Moisés y por su cuenta y riesgo quieren imponer su criterio a la comunidad, sembrar la discordia, perturbar la paz y dividir la comunidad.
Para zanjar el conflicto acuden a la autoridad, a los apóstoles y presbíteros de la sede central que está en Jerusalén. Y allí se celebró lo que se conoce como el concilio de Jerusalén para resolver el conflicto entre la ley de Moisés y la fe en Jesús, entre lo nuevo y lo viejo, entre judíos y gentiles.
"Es decisión del Espíritu Santo y nuestra también no imponer ninguna carga innecesaria"… Y triunfó Jesucristo y la fe en Cristo y la nueva ley de Cristo.
La circuncisión de la carne quedó abolida para siempre.
Y ellos y nosotros aprendimos que hay que circuncidar, purificar y renovar cada día el corazón con la conversión a Jesús.
¿Quedaron convencidos esos predicadores de segunda mano?
¿Se sometieron a la decisión del Espíritu Santo y de los apóstoles?
Parece que no. El problema siguió existiendo.
Pero una nueva tradición de respeto y de aceptación de lo nuevo triunfó y las puertas de la comunidad y de la iglesia se abrieron a todos sin necesidad de circuncisión.
Eso pasó hace dos mil años. Y sigue ocurriendo hoy bajo otras formas, con otros nombres, sobre otros ritos y otras realidades, entre otros grupos, entre iglesias cristianas y dentro de la misma comunidad.
Hermanos, qué hermosa lección para todos nosotros..
Buscar siempre la unidad en lo esencial, unidad en lo que afecta al corazón de nuestra fe, unidad en lo que nadie puede quitar ni discutir.
Y lo esencial es Cristo, él es el fundamento de nuestra vida y la piedra angular de nuestra comunidad. Si eliminamos a Cristo todo el edificio se viene abajo. Cristo es la cabeza del cuerpo, de la iglesia, dice San Pablo.
Y nosotros tenemos que celebrar a Cristo en su iglesia, comer a Cristo en su iglesia, recibir el perdón de Cristo en su iglesia, obedecer a Cristo en su iglesia, recibir el Espíritu de Cristo en su iglesia, vivir a Cristo en su iglesia, porque sólo Él es esencial.
Y en lo que no es esencial, dejemos que florezca la diversidad y la pluralidad.
Dejemos que suene el órgano y las guitarras, las trompetas de los Mariachis y las palmas y que suene también el silencio.
Pero no dejemos nunca de invocar a Dios Padre, de amar a Cristo y de obedecer al Espíritu Santo.
Y no permitamos que ningún predicador de segunda mano y sin autoridad venga a enseñarnos: si no os circuncidáis según la ley de Moisés u otra doctrina novedosa.
Si no oran como yo, si no hacen esta novena, si no… no se pueden salvar.
Y Jesús que también supo de conflictos, rechazos y condenas, nos dice hoy en el evangelio de Juan: "El que me ama guarda mi palabra y mi Padre le amará y vendremos a él y habitaremos con él siempre".
¿Qué mejor circuncisión que la presencia amorosa de Dios en nuestro corazón?
Dios es amor y sólo mi respuesta de amor me salva, me santifica, me redime, y me hace casa en la que Dios habita para siempre.
El que me ama, judío o gentil, negro o blanco, el que me ama es fiel, escucha mi palabra, me obedece, se fía de mí me experimenta vivo, presente y eficaz. Ése habitará en mí y yo en él. El que me ama recibirá el don del Espíritu que le enseñará todo lo necesario y lo necesario es amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo.
La herencia que Jesús nos deja es su Espíritu y su paz. De esta herencia tenemos que vivir porque no se agota.
La Palabra no es bla, bla… es alguien, es el Espíritu Santo que hace presente la acción del Padre.
El Espíritu Santo es el maestro de la iglesia, por eso cambia.
El Espíritu Santo es tu maestro, por eso cambias y comprendes más y mejor cada día.
El Espíritu Santo es el maestro de la fidelidad para la iglesia y para cada cristiano.

1 comentario:

Anónimo dijo...

muy bueno