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domingo, 18 de julio de 2010

De la iglesia-casa (Marta-María) a la iglesia-catedral (obispos patriarcales)

Publicado por El Blog de X. Pikaza

Presenté ayer, con cierta longitud, el texto de Marta y María, que es parte de un posible comentario a Lucas, que quiero escribir, si me queda tiempo. Como habrá visto, quien lo haya leído, el evangelio presenta el modelo de una iglesia-casa donde se guarda la memoria de Jesús y se dividen las funciones principales de la comunidad entre dos mujeres. Quiero insistir en ese motivo, retomando el texto de mi “esquema” para una mesa redonda de la UIPM:

1. El pasaje de Marta-María es una “parábola” eclesial, lo que indica que, más que un recuerdo de la historia de Jesús (que es posible) recoge un ideario-programa de organización eclesial: una iglesia-casa. Las representantes de esa Iglesia son dos mujeres-hermanas, con funciones distintas, pero sin jerarquía interna (aunque pueden darse tensiones entre ellas, unas tensiones en las que el Jesús pascual apela a la independencia y dignidad de María, mujer discípula-maestra).

2. La iglesia posterior no mantuvo ese modelo de Iglesia, sino que creó una iglesia-catedral, con los valores y riesgos que ello implica. Ese paso se dio en cien años, del 80-90 en que escribe Lucas al 180-190, en que tenemos ya iglesias patriarcales puras, sin mujeres en la “organización”, con obispos “de cátedra”, de tipo sacerdotal, patriarcal y jerárquico.

3. Los organizadores del curso de la UIPM (cuyo esquema presenté ayer) nos preguntaron, al Prof. Antonio Piñero (de Madrid), a la Prof. Diana Rocco (del ISEDET de Buenos Aires) y a un servidor, si ese gran cambio, en menos de un siglo, nos parecía inevitable (y bueno), o si se podía haber evitado. Como buenos historiadores, Piñero y Rocco dijeron que esa pregunta carece de sentido: las cosas fueron lo que fueron, aunque hoy pueden volverse distintas.

4. Yo ofrecí un “paper” para la discusión y quiero hoy presentarlo a mis lectores. Digo lo que fue, cómo de hecho, una iglesia que podría haber sido doméstica y abierta a varones y mujeres (con administración intensa de mujeres) se hizo de hecho patriarcal. Dije allí que las cosas podrían haber sido algo distintas, quizá….; pero que hoy deben hacerse distintas, de hecho, y sin vacilaciones, por fidelidad al movimiento de Jesús (al texto-programa de Marta-María) y pues empieza (ha empezado) un tiempo social nuevo, con paridad entre varones y mujeres.

5. Las discusiones y diálogos de la UIPM no las puedo presentar aquí, pues se los llevó la brisa marina. Pero puedo y quiero abrir un momento de reflexión, con estas posibles preguntas:

a) ¿Fue inevitable el proceso de patriarcalización de la Iglesia?

b) ¿Respondió a lo que quiso Jesús y fue bueno, como dice gran parte de la jerarquía actual de la Iglesia Católica?

c) ¿Fue quizá bueno en aquel tiempo (siglo II), pero hoy debe cambiar?

Con este tema os dejo, hoy día 18, día de mi Santa Patrona, Santa Mariña D' Augas Santas, de la zona de Allariz. Buen día a todos.

1. Punto de partida histórico: del carisma a la jerarquía.

El cristianismo histórico, en su modelo greco-romano, se consolidó en la segunda mitad del II y se fue imponiendo a lo largo del siglo II, dividiendo a los creyentes en dos grupos:

– Surge el clero, es decir, los obispos, presbíteros (con funciones casi episcopales como presidentes de iglesias menores) y diáconos. Ellos forman con el resto de los fieles la única iglesia; pero, al mismo tiempo, aparecen como representantes especiales de Jesús: su autoridad se vuelve signo de Dios sobre la tierra.
– Queda el pueblo, formado por laicos, que escuchan la palabra y reciben los sacramentos del clero, al que sostienen con sus aportaciones económicas. Ciertamente, participan en la elección de los obispos y en algunas cuestiones especiales, pero, en general, se someten a la autoridad del clero.

Esta división ha resultado de algún modo necesaria, pues sólo por ella se pudo estabilizar entonces la iglesia, como organización coherente y eficaz (subsistema sacral) dentro de un imperio que, en principio, los cristianos desacralizaron, apareciendo como religiosa y socialmente ateos: por un lado quedaba el "sistema religioso y político" (Roma); por otro lado ellos, como los grandes disidentes.

Pero, a lo largo de un proceso fascinante (y peligroso) de creatividad social, los cristianos asumieron muchos valores del imperio (y del judaísmo anterior), hasta llegar a sustituir al mismo imperio, de un modo eclesial. Grandes protagonistas de ese proceso fueron los obispos: sin duda, ellos asumieron funciones que provienen de Jesús, como portadores de la tradición apostólica, pero su forma de entender el orden social y su tarea unificadora empezó a incluir elementos de la simbología israelita más antigua (templo) y del entorno greco-romano, que ofrecía las mejores formas y modelos de organización social que había y hubo hasta la actualidad. Estos son algunos de sus rasgos más significativos:

2. Sacralización sacerdotal en clave israelita.

Desde el siglo II (en un proceso cuyo inicio vimos en Did e Ignacio), los cristianos se fueron separando del judaísmo nacional (configurado como Federación de sinagogas), pero retomaron elementos del judaísmo anterior de la Comunidad del templo: la iglesia elabora una visión israelita de los ministerios, de manera que sus obispos, presbíteros y diáconos pueden aparecer (en contra de Hebr) como sucesores del sumo sacerdote, sacerdotes y levitas de Jerusalén. Lógicamente, la iglesia se siente sucesora sacral (universal) de la liturgia y santidad israelita de la Comunidad del templo.

Este ha sido quizá un proceso conveniente para que se explicitara el sentido social del cristianismo, pero se opone a la dinámica y novedad del evangelio: el movimiento mesiánico del Cristo judía, centrado en la apertura a los excluidos y la comunión en igualdad entre todos los humanos, ha tendido a mostrarse como sistema religioso bien organizado, dirigido por especialistas, capaz de responder a la demanda religiosa de una sociedad en crisis .

Actualmente, debemos superar esa configuración sacerdotal del cristianismo, no para rechazar la base y tradición judía de la iglesia, sino para buscar las auténticas raíces israelitas del evangelio, en conexión con el judaísmo posterior que, con la caída del templo (año 70 EC) ha dejado de ser religión sacerdotal. El diálogo con el judaísmo sigue siendo una asignatura pendiente de la iglesia (y el diálogo con la iglesia una asignatura pendiente del judaísmo).

3. Patriarcalización de los ministerios.

Muchos cristianos de la tercera generación, a partir del 80 EC, para adaptarse mejor al entorno, dejando en un segundo plano la libertad (=creatividad) social del mesianismo de Jesús y de la tradición igualitaria de Pablo, han patriarcalizado las funciones de la iglesia, como vimos al tratar de los códigos domésticos en Col, Ef, 1Ped y, sobre todo, en Pastorales: sólo un buen varón, padre de familia, podía ser ministro de la iglesia. Esta visión ha pervivido y se ha expandido desde entonces, tomando (sobre todo en occidente) una forma ascética, vinculada al celibato. Conforme a Pastorales, sólo podían ser ministros los buenos padres de familia.

Pasado un tiempo, sólo podrán serlo los "patriarcas célibes", capaces de cultivar una espiritualidad alejada del amor matrimonial, para así volverse "padres" y guías espirituales de sus fieles. En esta opción ha influido un ritualismo de origen sacerdotal judío (las relaciones sexuales crean un estado de impureza, que impide el acceso a las cosas sagradas) y un espiritualismo de tipo helenista (que considera las relaciones sexuales como propias de un estadio intelectual y emocional más imperfecto). De esa forma, los nuevos sacerdotes célibes han podido acentuar su santidad litúrgica y alzarse sobre el pueblo, como una "clase" jerárquica, sin conexiones genealógicas o familiares que impidan su tarea al servicio de la iglesia. Es evidente que esta patriarcalización (matrimonial o celibataria) de los ministerios es derivada: no proviene de Jesús, ni del principio-principio de la iglesia, de manera que puede y debe adaptarse en cada tiempo, superando toda imposición patriarcalista del tipo que fuere.

El acceso de varones (casados o célibes) y mujeres (igualmente casadas o célibes) a los ministerios evangélicos brota de la entraña del mensaje de Jesús, por encima de todas las instituciones y leyes posteriores de la iglesia, influida por conveniencias y costumbres judías o romanas, medievales o modernas, que deben revisarse desde arriba y desde abajo: desde la vida de las comunidades y su organización jerárquica.

4. Socialización política de la jerarquía.

El tema aparecía ya en 1Clem, cuando comparaba a los ministros cristiana con los funcionarios (soldados) del sistema romano, que ha sido y sigue siendo paradigma de todos los sistemas sociales posteriores. La iglesia ha crecido en aquel contexto imperial, perseguida primero, victoriosa luego, aceptando y desarrollado, a través de su derecho, unas formas de organización y unidad mundial que, en principio, son más romanas que cristianas. Ese proceso de romanización ha tardado casi XX siglos en culminar y se halla unido al despliegue y triunfo de la cultura de occidente; ha sido bueno, quizá necesario, pero ha concluido: la iglesia ha realizado su función sacral y cultural como sistema, ofreciendo modelos de socialización administrativa y unificación legal, pero, al final, en cuanto sistema religioso unificado, ella parece encontrarse y se encuentra vacía.

La iglesia católica tiene buenas instituciones episcopales, extendidas por el mundo entero, un Vaticano, nunciaturas en casi todas las naciones y así aparece más como romana que como "una, santa, católica y apostólica". Muchos pensamos que ese sistema eclesial es ya poco efectivo: se encuentra vacío de agua, resulta anti-evangélico: ha cumplido una función, pero ha tocado techo y se ha vuelto un fósil: ya no alimenta la fe y contemplación de los creyentes, ni sirve para animar la vida de las comunidades; pervivirá por inercia, durante un tiempo no muy largo y al final se derrumbará por sí mismo, a no ser que cambie y se renueve desde el evangelio. En un nivel de organización mundial, el heredero legítimo del imperio romano es ya el sistema económico-administrativo mundial, globalizado. Por eso, la iglesia puede y debe volver a su origen, retomando de manera distinta el impulso de comunión universal del evangelio, no para hacerse sistema o destruirlo, sino para ofrecer su alternativa de gratuidad y comunión personal; por eso es necesaria una reforma (¿refundación?) no jerárquica de la iglesia, en claves de gratuidad, libertad y comunión fraterna

5. Comprensión mística de la obediencia.

Los argumentos de 1Clem e Ignacio de Antioquía, concebían al obispo (o presbítero) como signo de Dios y entendían la verdad cristiana como obediencia y así han podido sostener y fortalecer la iglesia en momentos de crisis, de manera que ella ha podido actuar como principio de unificación sacral, educadora de occidente. Pero hoy, acabado ese ciclo cultural romano, aquellos argumentos no resultan convincentes: hemos descubierto además que no derivan del evangelio, sino de otros abrevaderos filosófico-religiosas distintos del mensaje de Jesús. La vinculación "legal" de la humanidad se realiza hoy siguiendo el modelo del sistema y en ese plano ha de seguir. Pero la fidelidad a Jesús y la recuperación de la fuente israelita del evangelio nos hacen superar el sistema sacral con su obediencia, destacando la libertad y contemplación pascual, la apertura a los excluidos y la comunicación fraterna (como indican, desde su propia perspectiva, los mejores investigadores judíos, de Rosenzweig a Levinas, de Buber a Heschel). Esto nos obliga a superar la filosofía de Platón y un helenismo que interpreta el orden social como jerarquía y la fidelidad humana como sometimiento al todo.

6. Conclusión

Ese proceso de unificación sacral del cristianismo, básicamente definido por la "conversión" del imperio (sistema) romano y la romanización de la iglesia, ha estado influido por una mística filosófica de tipo jerárquico y trasfondo pagano, que sacraliza el Todo y lo presenta como signo de un Dios que aparece centro y culmen del orden religioso.

De esa manea, la Iglesia se ha convertido en un tipo de Totalidad jerárquica, como lo han mostrado siglos más Dionisio Areopagita y aquellos que han expresado (¿traducido, traicionado?) el evangelio en claves de imperio y neoplatonismo: ellos pensaban que la realidad se estructura un orden gradual, que proviene de Dios y a través de las Ideas o mundos intermedios (Logos, Alma), desciende hasta el mundo inferior de la materia, para ascender de nuevo a lo divino. La iglesia está incluida en un sistema estructurado según méritos y honras:

– El obispo posee la ciencia de las Escrituras, en clave de perfección: por eso puede revelar su conocimiento y santidad desde lo alto, siendo signo de tearquía o poder divino, porque está directamente iluminado por Dios.
– Los sacerdotes (presbíteros) reciben la iluminación del obispo y la transmiten a los órdenes inferiores. De esa forman ofrecen los símbolos divinos a los fieles y purifican a los "profanos", haciéndoles nacer a la gracia a través de los sacramentos.
– Los ministros (diáconos) van dirigiendo a los profanos hacia la purificación de los sacerdotes, participando así de la obra divina, dentro de un todo armónico donde el orden y estructura admirable del conjunto constituye una especie de gran canto de misterio (EclHier V, 1).

Todo eso puede ser muy hermoso, pero no recoge la experiencia de fondo del texto Marta y María

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