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domingo, 18 de julio de 2010

Domingo XVI del Tiempo Ordinario: Dar un rodeo


Publicado por Entra y Veras

La rutina de cada día de vez en cuando se interrumpe por uno de esos días en los que estamos deseando que llegue el siguiente cuanto antes. Es en esos días cuando tenemos que aprender a "dar un rodeo".

De vez en cuando en medio del mar de nuestros días aparece un islote que hace que todo se nos tuerza. El típico día en el que decimos que parece que nos hemos levantado con el pie izquierdo, que nada nos sale como nos gustaría, que se estropea esto, que discuto con aquel, que llego tarde a… bueno todas estas cosas de las que creo todos tenemos experiencia. Imaginad que en medio de uno de esos días, alguien repitiese con voz dulce nuestro nombre y dijese: “solo una cosa es importante”. ¿Cómo nos quedaríamos? ¿Cuál sería nuestra reacción?

En el evangelio, Jesús, sin avisar, llega a casa de Marta y María. Ambas representan dos clases de seguidores: Marta se deshace en atenciones, está inquieta en las tareas de la casa, nerviosa por que todo esté a punto. Es lo que le correspondía a la mujer en aquella sociedad. Su cometido: cocer el pan, cocinar, servir al varón, limpiarle los pies, estar al servicio de todos. Sin embargo María está a los pies de Jesús, escuchando sus enseñanzas y aquí tenemos un elemento sorprendente o contradictorio pues los maestros de Israel no aceptaban mujeres entre sus discípulos. Ante la queja de Marta, Jesús le habla con simpatía repitiendo cariñosamente su nombre. No duda del valor y la importancia de lo que está haciendo, pero no quiere ver a las mujeres absorbidas por las faenas de la casa: «Marta, Marta: andas inquieta y nerviosa con tantas cosas. Sólo una es necesaria»: escuchar la palabra de Dios, que es lo que ha decido hacer María. Pero cuidado, no contrapone acción y contemplación. Solo afirma que una es mejor que otra.

Hay una continuidad con el evangelio del domingo pasado. Lucas toma ejemplos extremos: la semana pasada el samaritano frente al levita y el sacerdote; hoy la importancia de escuchar la palabra representada por una mujer a los pies de Jesús escuchando sus enseñanzas. Jesús le da un buen golpe a la injusticia del machismo, tanto al de las tareas de la casa como al del seguimiento. Todos debemos servir, en casa y en la Iglesia.Nosotros en este verano quizá estemos ansiando más que nunca ser como María, disfrutar de las vacaciones, del descanso, de la familia, de la paz y de la alegría. Lo importante, creo, es que nos acordemos de ello a la vuelta, cuando empecemos de nuevo con las prisas y el ajetreo, cuando nuestros pies y nuestras manos se hagan grandes por la actividad y nuestras orejas se empequeñezcan un poco y nos alejemos de lo necesario, el permanecer atentos a la escucha, no sólo de la palabra de Dios sino de las distintas maneras en que él nos habla: a través de la familia, de las inquietudes de los hijos, de los compañeros de trabajo o de estudio, que quizá tienen dificultades, de los pequeños detalles. Entonces sí habremos elegido la mejor parte que nadie podrá quitarnos, pues estaremos viviendo nuestra vida en plenitud y ese, sin lugar a dudas, es el mayor regalo que Dios nos ha dado.

Tenemos que aprender a escuchar sin empeñarnos en atender a diez asuntos a la vez, sin acelerarnos, sin pretender llegar a todo, sino poniendo las cosas una detrás de otra y encontrando espacios de sosiego con más frecuencia, dejándonos mirar y acariciar por ese Alguien que no acosa, ni exige, ni reclama nada a pesar de que también tiene prisa por que todos nos enteremos de que podemos llamarle Padre y Madre; la de su pasión por que se cumpla su sueño que no es otro que el de un mundo de hijos y hermanos reconciliados; la de contagiarnos la urgencia de que el pan y los bienes lleguen a todos, pues en eso consiste lo que Él llama Reino.

Dice un proverbio chino que “si tienes mucha prisa, da un rodeo para que puedas pensar mejor”. En esos días torcidos quizá nuestro rodeo sea un profundo suspiro y un intentar ver lo positivo de las cosas y ver que lo verdaderamente importante está en tener los oídos del corazón abiertos a tantos que nos quieren y queremos, empezando por Dios, y que a veces la prisa nos impide demostrárselo, regalándoles aunque sólo sea un minuto. Dejemos, pues resonar la Palabra en sus mil formas y que la prisa de Dios sea nuestra verdadera prisa como cristianos y seguidores de Jesús.

Roberto Sayalero Sanz, agustino recoleto. Colegio San Agustín (Valladolid, España)

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