Por José Arregui
¿Qué quiso decir Jesús con la expresión “Hijo del hombre”? Hijo del hombre: éste es el título de Jesús más complicado y discutido.
[Pablo le llama “hijo de mujer” en Gal 4,4, y podía haber valido igualmente como título de Jesús, y sin discusión, pero a los primeros cristianos no les pareció así, y no se difundió, de modo que seguimos con el Hijo del hombre a vueltas].
Nadie niega que Jesús haya utilizado esa expresión, pero a partir de ahí todo se discute. Se discute si en tiempo de Jesús se le designaba así al personaje celeste de los últimos tiempos, y si Jesús se identificó a sí mismo con ese personaje apocalíptico... Se discute si Jesús lo utilizó como perífrasis para decir “yo” o si lo utilizó para decir “ser humano”. Es decir, se discute todo. El título que Jesús se dio a si mismo es el más oscuro de todos los títulos.
1. Una expresión utilizada por Jesús
Hay tres razones fundamentales por las que cabe afirmar con seguridad que Jesús utilizó la expresión “Hijo del hombre”:
1) La frecuencia de la expresión: aparece 84 veces en el Nuevo Testamento y -cosa llamativa- siempre en los evangelios, salvo en algunos casos:
· “Veo los cielos abierto y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios” (discurso de Esteban: Hch 7,56);
· “¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, el hijo del hombre para que te preocupes de él?” (Heb 2,6);
· ...Vi una especie de hijo de hombre figura (Ap 1,13; 14,14).
2) Por otro lado, en los evangelios sólo aparece en boca de Jesús; la expresión tendió, pues, a desaparecer y solamente se recogió en aquellos dichos que se recordaban como dichos de Jesús.
3) La expresión griega (ho huiós tou anthropou) resulta gramaticalmente extraña y sin sentido. Siendo una expresión tan rara e incomprensible, difícilmente la pudieron inventar los evangelistas y difícilmente la hubieran utilizado con tanta frecuencia, de no ser porque provenía de Jesús.
Con ello no se dice de ningún modo que todas las expresiones Hijo del hombre de los evangelios sean auténticas del Jesús histórico; por ejemplo, en los anuncios de la pasión, en opinión de los exégetas, la expresión es pospascual
(Mc 8,31: Jesús empezó a enseñarles que el Hijo del hombre debía padecer mucho...) (9,12.31; 14,41...).
2. “El hijo del hombre” como “ser humano”
Vamos con el significado. El primer significado es sencillamente “ser humano”.
Aquí no hay duda. La fórmula “hijo del hombre” es traducción del arameo bar[e]nasa o del hebreo ben adam, y su primer sentido es precisamente ese: el ser humano, cualquier ser humano, alguien. Así es como se le dirige casi siempre Dios a Ezequiel
(2,1: “Hijo del hombre, levántate...”; hasta 90 veces aparece esa fórmula).
También Jesús utiliza a menudo la locución “hijo del hombre” para decir “ser humano” en general. Por ejemplo:
“El hijo del hombre [el ser humano] tiene poder en la tierra para perdonar los pecados” (Mc 2,10);
“El hijo del hombre [el ser humano] es señor del sábado (Mc 2,28);
“Las zorras tienen madrigueras y los pájaros del cielo nidos; pero el Hijo del hombre [el ser humano] no tiene dónde reclinar la cabeza” (Mt 8,20).
“Ser humano”: ése es seguramente el único título que Jesús se dio a sí mismo.
3. ¿“Hijo del hombre” equivale a “yo”?
Se discute si esa expresión era utilizada en tiempo de Jesús para decir “yo” o “un ser humano como yo.
Es posible que en algunos pasajes evangélicos, la expresión “Hijo del hombre” signifique simplemente “yo”. Por ejemplo:
“¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?” (Mt 16,13) es equivalente a “¿Quién dice la gente que soy yo?”.
Algunos dichos de Jesús se recogen en los evangelios en dos formas distintas: con la expresión “Hijo del hombre” en un lugar y con el pronombre “yo” en otro lugar. He aquí unos ejemplos:
En Lc 19,10: “El Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido” y en Mt 15,24: “Dios me ha enviado sólo a las ovejas perdidas del pueblo de Israel”;
En Lc 6,22: “Dichosos seréis... cuando maldigan vuestro nombre a causa del Hijo del hombre”, y en Mt 5,11: “...Y digan contra vosotros toda clase de calumnias por causa mía”;
En Mc 10,45: “Pues tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por todos”, y en Lc 22,27: “Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve”;
En Lc 12,8: “Si uno se declara a mi favor delante de los hombres, también el Hijo del hombre se declarará a favor suyo delante de los ángeles de Dios”, y en Mt 10,32: “Si alguno se declara a mi favor delante de los hombres, yo también me declararé a su favor delante de mi Padre celestial”.
¿Cuál es la fórmula originaria: Hijo del hombre o yo? Parece que hijo del hombre es la fórmula más vieja, la utilizada por Jesús.
4. ¿“Hijo del hombre” es título del personaje apocalíptico?
A menudo se ha dicho que Hijo del hombre es el título del personaje apocalíptico de los últimos tiempos, y se ha aducido el texto de Dn 7,13-14:
Vi a alguien semejante a un hijo de hombre.
Pero a ese personaje misterioso del futuro no se le da ahí ningún título; es una mera comparación: Daniel ve a un personaje celeste o un ángel, y dice que es semejante a un ser humano, no que sea el Hijo del hombre. Lo mismo sucede en Henoc Etíope 46,1 (escrito de la apocalíptica judía), etc.
En consecuencia, en tiempo de Jesús la apocalíptica judía no conocía ni esperaba a un personaje llamado Hijo del hombre; simplemente esperaban del cielo un ser misterioso semejante a un ser humano.
En cambio, en el Nuevo Testamento (sobre todo en los dichos de Jesús) sí que aparece claramente un personaje con el título de Hijo del hombre. ¿Cuándo se convirtió la mera comparación de Dn 7,13 en título o en denominación de un personaje? ¿Fueron los cristianos los que llevaron a cabo ese cambio? ¿O fue un neologismo introducido por Jesús mismo? Así piensan muchos.
5. ¿Anunció Jesús que el “Hijo del Hombre” iba a venir a juzgar?
En opinión de muchos autores, Jesús utilizó la expresión Hijo del hombre únicamente para decir ser humano, y, por lo tanto, Jesús no anunció la venida del Hijo del hombre como juez de los últimos tiempos.
Otros muchos, por el contrario, piensan que sí, que Jesús anunció la venida de un personaje al que él llamó Hijo del hombre como juez de los últimos tiempos. Creo que esta segunda opinión es más probable.
Pero aquí se plantea otra pregunta: cuando Jesús habla del Hijo del hombre, ¿habla de sí o habla de otro distinto de sí?
6. ¿El “Hijo del hombre” es Jesús mismo u otro?
Jesús habla del Hijo del hombre siempre en tercera persona y, según la opinión mayoritaria, no se refiere a sí mismo, sino a otro. Es decir, Jesús esperaba seguramente que fuera otro el que viniera como Hijo del hombre a llevar a cabo el juicio definitivo.
El hecho de que Jesús no pensara en sí, sino en otro como Hijo del hombre juez de los últimos tiempos, no debe extrañarnos demasiado: Jesús no se ocupó de sí mismo, no se anunció a sí mismo, no se dio títulos a sí mismo.
Y eso no le hace a Jesús más pequeño, sino más grande: dedicó su palabra y su vida al anuncio y al servicio del reino de Dios, y ésa es la única grandeza que cuenta. Ésa es la auténtica divinidad. Y en eso consiste la auténtica humanidad. “Cuanto más humano, más divino” (L Boff); cuanto más humilde, más digno.
Jesús está pensando en esa nueva humanidad cuando anuncia al Hijo del hombre (y de mujer):
· el juicio y la medida de la historia humana y de la humanidad no los dará un ángel celeste, sino el nuevo ser humano que viene de la tierra y del cielo,
· el nuevo ser humano que encarna al mundo y a Dios,
· el ser humano libre, dueño del sábado y de la ley,
· el ser humano pobre y rico que no tiene dónde reclinar la cabeza y es heredero de todos los bienes de Dios,
· el ser humano peregrino que tiene a Dios como origen y meta,
· el ser humano filial, hermano y hermana de todos los otros seres humanos y de todos los seres,
· el ser humano herido y bendito que tiene el reino de Dios como don y promesa.
¿Y quién ha dado la talla del ser humano mejor que el mismo Jesús? Por lo tanto, ¿qué importa que, al hablar del Hijo del hombre (y de mujer), la “conciencia” de Jesús estuviese pensando en sí mismo o en otro?
Empujado por la esperanza de Dios, él habló y actuó a favor del ser humano, y así se convirtió en representante, imagen y mensajero del futuro Hijo del hombre y de la mujer.
Jesús pensaba probablemente que él era el representante terreno de ese futuro Hijo del hombre y de la mujer:
Si uno se avergüenza de mí y de mi mensaje en medo de esta generación infiel y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles” (Mc 8,38).
La humanidad -para los cristianos, la humanidad plena de Jesús- será el criterio del juicio del Hijo del hombre y de la mujer. De modo que es igual que Jesús se identifique o no con el personaje llamado Hijo del hombre.
Jesús espera al ser humano para el fin, y él también espera ser ese nuevo ser humano en el reino de Dios, y espera que lo sean también sus discípulos con él:
“Os aseguro que vosotros, los que me habéis seguido, cuando todo se haga nuevo y el Hijo del hombre se siente en su trono de gloria, os sentaréis también en doce tribus, para juzgar a las doce tribus de Israel” (Mt 19,28).
Así, aunque al hablar del Hijo del hombre se esté refiriendo a otro, puede decirse también que se refiere a sí mismo: de aquello que espera ser.
En cualquier caso, el título más alto de Jesús es el de ser humano, y los cristianos no dudaron en creer que Jesús mismo era el Hijo del hombre anunciado por Jesús como “juez final”.
También nosotros confesamos a Jesús como plenitud humana, como medida y cima de la humanidad.
Dando la plena medida del hombre, Jesús nos manifestó al ser humano, y al Dios lleno de humanidad, y al ser humano lleno de divinidad.
Y por eso lo confesamos Mesías e Hijo de Dios.
[Pablo le llama “hijo de mujer” en Gal 4,4, y podía haber valido igualmente como título de Jesús, y sin discusión, pero a los primeros cristianos no les pareció así, y no se difundió, de modo que seguimos con el Hijo del hombre a vueltas].
Nadie niega que Jesús haya utilizado esa expresión, pero a partir de ahí todo se discute. Se discute si en tiempo de Jesús se le designaba así al personaje celeste de los últimos tiempos, y si Jesús se identificó a sí mismo con ese personaje apocalíptico... Se discute si Jesús lo utilizó como perífrasis para decir “yo” o si lo utilizó para decir “ser humano”. Es decir, se discute todo. El título que Jesús se dio a si mismo es el más oscuro de todos los títulos.
1. Una expresión utilizada por Jesús
Hay tres razones fundamentales por las que cabe afirmar con seguridad que Jesús utilizó la expresión “Hijo del hombre”:
1) La frecuencia de la expresión: aparece 84 veces en el Nuevo Testamento y -cosa llamativa- siempre en los evangelios, salvo en algunos casos:
· “Veo los cielos abierto y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios” (discurso de Esteban: Hch 7,56);
· “¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, el hijo del hombre para que te preocupes de él?” (Heb 2,6);
· ...Vi una especie de hijo de hombre figura (Ap 1,13; 14,14).
2) Por otro lado, en los evangelios sólo aparece en boca de Jesús; la expresión tendió, pues, a desaparecer y solamente se recogió en aquellos dichos que se recordaban como dichos de Jesús.
3) La expresión griega (ho huiós tou anthropou) resulta gramaticalmente extraña y sin sentido. Siendo una expresión tan rara e incomprensible, difícilmente la pudieron inventar los evangelistas y difícilmente la hubieran utilizado con tanta frecuencia, de no ser porque provenía de Jesús.
Con ello no se dice de ningún modo que todas las expresiones Hijo del hombre de los evangelios sean auténticas del Jesús histórico; por ejemplo, en los anuncios de la pasión, en opinión de los exégetas, la expresión es pospascual
(Mc 8,31: Jesús empezó a enseñarles que el Hijo del hombre debía padecer mucho...) (9,12.31; 14,41...).
2. “El hijo del hombre” como “ser humano”
Vamos con el significado. El primer significado es sencillamente “ser humano”.
Aquí no hay duda. La fórmula “hijo del hombre” es traducción del arameo bar[e]nasa o del hebreo ben adam, y su primer sentido es precisamente ese: el ser humano, cualquier ser humano, alguien. Así es como se le dirige casi siempre Dios a Ezequiel
(2,1: “Hijo del hombre, levántate...”; hasta 90 veces aparece esa fórmula).
También Jesús utiliza a menudo la locución “hijo del hombre” para decir “ser humano” en general. Por ejemplo:
“El hijo del hombre [el ser humano] tiene poder en la tierra para perdonar los pecados” (Mc 2,10);
“El hijo del hombre [el ser humano] es señor del sábado (Mc 2,28);
“Las zorras tienen madrigueras y los pájaros del cielo nidos; pero el Hijo del hombre [el ser humano] no tiene dónde reclinar la cabeza” (Mt 8,20).
“Ser humano”: ése es seguramente el único título que Jesús se dio a sí mismo.
3. ¿“Hijo del hombre” equivale a “yo”?
Se discute si esa expresión era utilizada en tiempo de Jesús para decir “yo” o “un ser humano como yo.
Es posible que en algunos pasajes evangélicos, la expresión “Hijo del hombre” signifique simplemente “yo”. Por ejemplo:
“¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?” (Mt 16,13) es equivalente a “¿Quién dice la gente que soy yo?”.
Algunos dichos de Jesús se recogen en los evangelios en dos formas distintas: con la expresión “Hijo del hombre” en un lugar y con el pronombre “yo” en otro lugar. He aquí unos ejemplos:
En Lc 19,10: “El Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido” y en Mt 15,24: “Dios me ha enviado sólo a las ovejas perdidas del pueblo de Israel”;
En Lc 6,22: “Dichosos seréis... cuando maldigan vuestro nombre a causa del Hijo del hombre”, y en Mt 5,11: “...Y digan contra vosotros toda clase de calumnias por causa mía”;
En Mc 10,45: “Pues tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por todos”, y en Lc 22,27: “Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve”;
En Lc 12,8: “Si uno se declara a mi favor delante de los hombres, también el Hijo del hombre se declarará a favor suyo delante de los ángeles de Dios”, y en Mt 10,32: “Si alguno se declara a mi favor delante de los hombres, yo también me declararé a su favor delante de mi Padre celestial”.
¿Cuál es la fórmula originaria: Hijo del hombre o yo? Parece que hijo del hombre es la fórmula más vieja, la utilizada por Jesús.
4. ¿“Hijo del hombre” es título del personaje apocalíptico?
A menudo se ha dicho que Hijo del hombre es el título del personaje apocalíptico de los últimos tiempos, y se ha aducido el texto de Dn 7,13-14:
Vi a alguien semejante a un hijo de hombre.
Pero a ese personaje misterioso del futuro no se le da ahí ningún título; es una mera comparación: Daniel ve a un personaje celeste o un ángel, y dice que es semejante a un ser humano, no que sea el Hijo del hombre. Lo mismo sucede en Henoc Etíope 46,1 (escrito de la apocalíptica judía), etc.
En consecuencia, en tiempo de Jesús la apocalíptica judía no conocía ni esperaba a un personaje llamado Hijo del hombre; simplemente esperaban del cielo un ser misterioso semejante a un ser humano.
En cambio, en el Nuevo Testamento (sobre todo en los dichos de Jesús) sí que aparece claramente un personaje con el título de Hijo del hombre. ¿Cuándo se convirtió la mera comparación de Dn 7,13 en título o en denominación de un personaje? ¿Fueron los cristianos los que llevaron a cabo ese cambio? ¿O fue un neologismo introducido por Jesús mismo? Así piensan muchos.
5. ¿Anunció Jesús que el “Hijo del Hombre” iba a venir a juzgar?
En opinión de muchos autores, Jesús utilizó la expresión Hijo del hombre únicamente para decir ser humano, y, por lo tanto, Jesús no anunció la venida del Hijo del hombre como juez de los últimos tiempos.
Otros muchos, por el contrario, piensan que sí, que Jesús anunció la venida de un personaje al que él llamó Hijo del hombre como juez de los últimos tiempos. Creo que esta segunda opinión es más probable.
Pero aquí se plantea otra pregunta: cuando Jesús habla del Hijo del hombre, ¿habla de sí o habla de otro distinto de sí?
6. ¿El “Hijo del hombre” es Jesús mismo u otro?
Jesús habla del Hijo del hombre siempre en tercera persona y, según la opinión mayoritaria, no se refiere a sí mismo, sino a otro. Es decir, Jesús esperaba seguramente que fuera otro el que viniera como Hijo del hombre a llevar a cabo el juicio definitivo.
El hecho de que Jesús no pensara en sí, sino en otro como Hijo del hombre juez de los últimos tiempos, no debe extrañarnos demasiado: Jesús no se ocupó de sí mismo, no se anunció a sí mismo, no se dio títulos a sí mismo.
Y eso no le hace a Jesús más pequeño, sino más grande: dedicó su palabra y su vida al anuncio y al servicio del reino de Dios, y ésa es la única grandeza que cuenta. Ésa es la auténtica divinidad. Y en eso consiste la auténtica humanidad. “Cuanto más humano, más divino” (L Boff); cuanto más humilde, más digno.
Jesús está pensando en esa nueva humanidad cuando anuncia al Hijo del hombre (y de mujer):
· el juicio y la medida de la historia humana y de la humanidad no los dará un ángel celeste, sino el nuevo ser humano que viene de la tierra y del cielo,
· el nuevo ser humano que encarna al mundo y a Dios,
· el ser humano libre, dueño del sábado y de la ley,
· el ser humano pobre y rico que no tiene dónde reclinar la cabeza y es heredero de todos los bienes de Dios,
· el ser humano peregrino que tiene a Dios como origen y meta,
· el ser humano filial, hermano y hermana de todos los otros seres humanos y de todos los seres,
· el ser humano herido y bendito que tiene el reino de Dios como don y promesa.
¿Y quién ha dado la talla del ser humano mejor que el mismo Jesús? Por lo tanto, ¿qué importa que, al hablar del Hijo del hombre (y de mujer), la “conciencia” de Jesús estuviese pensando en sí mismo o en otro?
Empujado por la esperanza de Dios, él habló y actuó a favor del ser humano, y así se convirtió en representante, imagen y mensajero del futuro Hijo del hombre y de la mujer.
Jesús pensaba probablemente que él era el representante terreno de ese futuro Hijo del hombre y de la mujer:
Si uno se avergüenza de mí y de mi mensaje en medo de esta generación infiel y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles” (Mc 8,38).
La humanidad -para los cristianos, la humanidad plena de Jesús- será el criterio del juicio del Hijo del hombre y de la mujer. De modo que es igual que Jesús se identifique o no con el personaje llamado Hijo del hombre.
Jesús espera al ser humano para el fin, y él también espera ser ese nuevo ser humano en el reino de Dios, y espera que lo sean también sus discípulos con él:
“Os aseguro que vosotros, los que me habéis seguido, cuando todo se haga nuevo y el Hijo del hombre se siente en su trono de gloria, os sentaréis también en doce tribus, para juzgar a las doce tribus de Israel” (Mt 19,28).
Así, aunque al hablar del Hijo del hombre se esté refiriendo a otro, puede decirse también que se refiere a sí mismo: de aquello que espera ser.
En cualquier caso, el título más alto de Jesús es el de ser humano, y los cristianos no dudaron en creer que Jesús mismo era el Hijo del hombre anunciado por Jesús como “juez final”.
También nosotros confesamos a Jesús como plenitud humana, como medida y cima de la humanidad.
Dando la plena medida del hombre, Jesús nos manifestó al ser humano, y al Dios lleno de humanidad, y al ser humano lleno de divinidad.
Y por eso lo confesamos Mesías e Hijo de Dios.
José Arregi
PARA ORAR
Tú, indescriptible, invisible, impalpable, inmóvil,
presente siempre por doquier en todos y llenándolo todo,
a cada momento, por así decirlo, de día y de noche
haciéndote ver y escondiéndote,
yendo y viniendo, invisible y de improviso aparecido,
has ahuyentado de mí paulatinamente las tinieblas,
expulsado la oscuridad, reducido la espesura,
limpiado las legañas de los ojos de la inteligencia,
destapado y abierto los oídos del entendimiento,
suprimido el velo del embotamiento.
En tal hombre me has transformado de este modo,
purificando el cielo de toda tiniebla.
Cuando digo cielo, me refiero al alma purificada
en la cual de manera invisible, no sé cómo ni viniendo de dónde,
te encuentras de repente tú, presente en todas partes,
y te manifiestas cual otro sol.
¡Oh indecible condescendencia!
Tú, indescriptible, invisible, impalpable, inmóvil,
presente siempre por doquier en todos y llenándolo todo,
a cada momento, por así decirlo, de día y de noche
haciéndote ver y escondiéndote,
yendo y viniendo, invisible y de improviso aparecido,
has ahuyentado de mí paulatinamente las tinieblas,
expulsado la oscuridad, reducido la espesura,
limpiado las legañas de los ojos de la inteligencia,
destapado y abierto los oídos del entendimiento,
suprimido el velo del embotamiento.
En tal hombre me has transformado de este modo,
purificando el cielo de toda tiniebla.
Cuando digo cielo, me refiero al alma purificada
en la cual de manera invisible, no sé cómo ni viniendo de dónde,
te encuentras de repente tú, presente en todas partes,
y te manifiestas cual otro sol.
¡Oh indecible condescendencia!
Simeón, el nuevo teólogo
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