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domingo, 5 de septiembre de 2010

Domingo XXIII del tiempo de ordinario: Desde un K2 diferente

Publicado por Entra y Verás

En el evangelio de hoy Jesús establece las condiciones del seguimiento. No es algo reservado a un grupo de héroes, de "galácticos". pero exige un compromiso individual y de fidelidad.

Dicen que desde los alto del K2 se experimenta una sensación inigualable de inmensidad, de libertad. Se contempla el horizonte y uno parece el “amo” del mundo. De igual manera, en cristiano, podríamos decir que el seguimiento de Jesús supone llegar a una sensación inigualable de libertad. Si para ascender hasta el K2 hay que tener una preparación específica tanto física como mental, Jesús también establece cuatro condiciones para seguirle: Renunciar a la familia, en cuanto institución cerrada y cuna de injusticias, como era la de su época; negarse a sí mismo; cargar con su cruz y despojarse de todos los bienes. Con ellas se consigue ser discípulo de Jesús. Creo que es importante no interpretar estas renuncias desde el punto de vista ascético pues nos puede llevar a ver a los discípulos como un grupo de selectos, de elegidos. Como una elite. Aceptar el mensaje del Reino, y por tanto el seguimiento de Jesús, es lo mismo que renunciar a todo elitismo, a toda preferencia o distinción frente a los demás, por más que esa selección provenga de una estricta ascesis. Recordemos si no el evangelio del domingo pasado, cuando Jesús nos invitaba a ocupar los últimos puestos sin buscar en ningún momento el honor o el privilegio.

Más allá de las renuncias me gustaría que nos fijásemos en este domingo en dos dimensiones fundamentales del seguimiento, que están representadas en los ejemplos propuestos por Jesús en el evangelio. Por una lado, la dimensión personal, individual, y por otro la fidelidad. Respecto a la primera, quizá con los nuevos tiempos y el ocaso de la sociedad de cristiandad, nos vamos dando cuenta de una vez por todas que la vivencia del seguimiento de Jesús, que la respuesta a la llamada que a todos nos hace, es algo personal. Cada uno de nosotros tiene que sentarse a reflexionar y ver en qué medida va poco a poco comprometiéndose. Qué es lo que trae consigo el darle un sí a Dios. Esto no es ni mucho menos el ocaso de la religión que algunos han augurado, sino vivir consecuentemente y contar como seguidores exclusivamente a aquellos que lo son en verdad. Aquellos que han dado un sí firme y viven su fe con madurez y coherencia, sin la amenaza de la condena mitigada con morfina de cumplimiento, misa dominical y fervorín piadoso.

La otra dimensión, la de la fidelidad, viene expresada hoy por la tan traída y llevada frase de “cargar con la cruz”. Digamos que era algo muy gráfico para las gentes de aquella época, pues habían sido testigos de las ejecuciones practicadas por los romanos. No tenía nada que ver, pues con la religión, la espiritualidad, el heroísmo, la generosidad, el masoquismo… sino que significaba alinearse con los últimos y en nombre de la libertad, frente a todas la injusticias, luchar por el reino sin perder del horizonte la posibilidad de acabar en la cruz, como Jesús, que no murió por que le gustase sufrir sino porque era la consecuencia lógica a su comportamiento.

Por tanto, el seguimiento de Jesús debemos entenderlo desde el empeño por conseguir que la gente viva más feliz. Nuestra dificultad a la hora de entender todo esto es que quizá hemos moralizado demasiado este tema del seguimiento. Pues parece que lo primero que se exige es dominar y vencer las pasiones y los vicios, comunes a toda la humanidad. Pero lo determinante del seguimiento no es una moralidad intachable sino la identificación con lo débil y esto no significa rebajar la exigencia sino poner tales exigencias en su lugar, porque si somos sinceros lo más costoso en esta vida no es llevar una vida irreprochable sino el despojarse de toda pretensión de poder o dignidad. Como decía Bernanos: “Es una gracia poder aceptarse a sí mismo, pero la gracia de todas las gracias es poder olvidarse de sí, pues la verdadera libertad está en amar sin egoísmo”. Hemos de intentar ser fieles seguidores de Jesús para escribir nuestros nombres no en lo alto del K2 si no en la arena de la vida, donde solo el tiempo se ocupará de borrar nuestro rastro por las vidas de los otros.

Roberto Sayalero Sanz, agustino recoleto. Colegio San Agustín (Valladolid, España)

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