La escena que nos propone el evangelio de mañana contiene el episodio del rico Epulón y el pobre Lázaro. Muchas veces nos puede el orgullo, el creernos por encima de los demás. Nos gusta ser "epulones" pero es más complicado arrastrarse con dignidad que pavonear ante Dios.
Guíame, Señor, mi luz,
en las tinieblas que me rodean,
¡guíame hacia delante!
La noche es oscura y estoy lejos de casa:
¡Guíame tú!
¡Dirige Tú mis pasos!
No te pido ver claramente el horizonte lejano:
me basta con avanzar un poco...
No siempre he sido así,
no siempre Te pedí que me guiases Tú.
Me gustaba elegir yo mismo y organizar mi vida...
pero ahora, ¡guíame Tú!
Me gustaban las luces deslumbrantes
y, despreciando todo temor,
el orgullo guiaba mi voluntad:
Señor, no recuerdes los años pasados...
Durante mucho tiempo tu paciencia me ha esperado:
sin duda, Tú me guiarás por desiertos y pantanos,
por montes y torrentes
hasta que la noche dé paso al amanecer
y me sonría al alba el rostro de Dios:
¡tu Rostro, Señor!
Henry Newmann
en las tinieblas que me rodean,
¡guíame hacia delante!
La noche es oscura y estoy lejos de casa:
¡Guíame tú!
¡Dirige Tú mis pasos!
No te pido ver claramente el horizonte lejano:
me basta con avanzar un poco...
No siempre he sido así,
no siempre Te pedí que me guiases Tú.
Me gustaba elegir yo mismo y organizar mi vida...
pero ahora, ¡guíame Tú!
Me gustaban las luces deslumbrantes
y, despreciando todo temor,
el orgullo guiaba mi voluntad:
Señor, no recuerdes los años pasados...
Durante mucho tiempo tu paciencia me ha esperado:
sin duda, Tú me guiarás por desiertos y pantanos,
por montes y torrentes
hasta que la noche dé paso al amanecer
y me sonría al alba el rostro de Dios:
¡tu Rostro, Señor!
Henry Newmann
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