Por Oscar Mateos
Los últimos días de agosto nos han dejado varias noticias espeluznantes. En el norte de México, los cuerpos de 72 personas (54 hombres y 18 mujeres) fueron halladas por el ejército mexicano cerca de la frontera con EEUU. Todos eran migrantes procedentes de Brasil, Honduras, Ecuador y El Salvador que buscaban alcanzar el paso fronterizo para probar fortuna en EEUU. Fueron asesinados por una banda de Los Zetas, al parecer, por negarse a convertirse en sicarios. Este episodio pone de relieve algo que Amnistía Internacional lleva mucho tiempo denunciando: la desprotección total y el abuso, violaciones, palizas, secuestros, detenciones y extorsiones a los que los migrantes latinos se ven sometidos a su paso por México, donde las bandas del narcotráfico han encontrado en los migrantes un objetivo fácil y constante. Según un informe de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, sólo entre septiembre de 2008 a febrero de 2009, fueron secuestrados 9.758 migrantes, cerca de 1.600 por mes.
Ya en Europa, en Francia, el Gobierno Sarkozy nos ha dejado también una imborrable fotografía del millar de personas de etnia gitana que han sido expulsadas a Rumanía. Temerosa Europa del incremento en los últimos años de la extrema derecha encabezada por Le Pen, ahora resulta que se ha infiltrado en el mismo seno del Ejecutivo francés. El discurso del odio y del miedo que Sarkozy y su círculo más estrecho manejan desde hace tiempo, ha tenido algunas reacciones. Algunos sectores del propio Gobierno y los sectores de izquierda franceses han denunciado la deriva xenófoba emprendida con la decisión, la Comisión Europea está evaluando la posibilidad de emprender acciones y, en Rumanía, líderes gitanos han exhortado a emprender un boicot contra los productos franceses. A principios de agosto, 190 adultos y 49 niños inmigrados fueron también desalojados a la fuerza por la policía francesa de sus apartamentos en un barrio de París, en unas imágenes también imborrables.
Finalmente, en España, recientemente ha sido desarticulada una red de prostitución masculina que explotaba a 80 brasileños, los cuales habían sido engañados con el reclamo de obtener a su llegada un trabajo de modelo o de bailarín. Vivían hacinados en pequeños pisos y eran obligados a ejercer jornadas de trabajo interminables y a consumir estupefacientes y pastillas para mantener el ritmo de encuentros sexuales. Esta es la primera red de prostitución masculina que se ha desarticulado en España. En los últimos años, sin embargo, han sido numerosas las noticias relatando la existencia de redes de prostitución, en este caso, femeninas, que explotan de manera sistemática a mujeres que son engañadas con algún falso reclamo y que son obligadas a prostituirse.
Las tres noticias hablan de la explotación, violación y maltrato de unos seres humanos contra otros, de personas que obtienen beneficios económicos a costa de la humillación de otras, de la anulación absoluta de su dignidad. Las tres historias dejan vidas que no existen, que han sido negadas para que otras vivan por encima de sus posibilidades: unos, enriqueciéndose; otros, dibujando una ideología y un modelo de sociedad en la que muchos no caben; algunos, aprovechándose de una realidad que lejos de ser ajena, les convierte en cómplices, legitimando como usuarios la prostitución, por ejemplo. Es el mundo ‘patas arriba’ del que habla Eduardo Galeano, en el que lo humano y lo inhumano se mezclan con demasiada facilidad.
Ya en Europa, en Francia, el Gobierno Sarkozy nos ha dejado también una imborrable fotografía del millar de personas de etnia gitana que han sido expulsadas a Rumanía. Temerosa Europa del incremento en los últimos años de la extrema derecha encabezada por Le Pen, ahora resulta que se ha infiltrado en el mismo seno del Ejecutivo francés. El discurso del odio y del miedo que Sarkozy y su círculo más estrecho manejan desde hace tiempo, ha tenido algunas reacciones. Algunos sectores del propio Gobierno y los sectores de izquierda franceses han denunciado la deriva xenófoba emprendida con la decisión, la Comisión Europea está evaluando la posibilidad de emprender acciones y, en Rumanía, líderes gitanos han exhortado a emprender un boicot contra los productos franceses. A principios de agosto, 190 adultos y 49 niños inmigrados fueron también desalojados a la fuerza por la policía francesa de sus apartamentos en un barrio de París, en unas imágenes también imborrables.
Finalmente, en España, recientemente ha sido desarticulada una red de prostitución masculina que explotaba a 80 brasileños, los cuales habían sido engañados con el reclamo de obtener a su llegada un trabajo de modelo o de bailarín. Vivían hacinados en pequeños pisos y eran obligados a ejercer jornadas de trabajo interminables y a consumir estupefacientes y pastillas para mantener el ritmo de encuentros sexuales. Esta es la primera red de prostitución masculina que se ha desarticulado en España. En los últimos años, sin embargo, han sido numerosas las noticias relatando la existencia de redes de prostitución, en este caso, femeninas, que explotan de manera sistemática a mujeres que son engañadas con algún falso reclamo y que son obligadas a prostituirse.
Las tres noticias hablan de la explotación, violación y maltrato de unos seres humanos contra otros, de personas que obtienen beneficios económicos a costa de la humillación de otras, de la anulación absoluta de su dignidad. Las tres historias dejan vidas que no existen, que han sido negadas para que otras vivan por encima de sus posibilidades: unos, enriqueciéndose; otros, dibujando una ideología y un modelo de sociedad en la que muchos no caben; algunos, aprovechándose de una realidad que lejos de ser ajena, les convierte en cómplices, legitimando como usuarios la prostitución, por ejemplo. Es el mundo ‘patas arriba’ del que habla Eduardo Galeano, en el que lo humano y lo inhumano se mezclan con demasiada facilidad.
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