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jueves, 2 de septiembre de 2010

XXIII Domingo del Tiempo Ordinario (Lc 14. 25-33) - Ciclo C: Riesgos, renuncias y la cruz.

Por P. Félix Jiménez Tutor, escolapio

Érase una vez una mujer que caminando por las montañas encontró una piedra preciosa en un riachuelo.
Al día siguiente se encontró con un viajero hambriento. Nuestra mujer abrió su bolsa para compartir la comida. El viajero que vio la piedra preciosa, lleno de avaricia, se la pidió y ella se la dio sin más. El viajero siguió su camino feliz, sabía que esa piedra preciosa tenía mucho valor y le iba a proporcionar mucho dinero.
Unos pocos días después, el viajero volvió y le devolvió la piedra a la mujer. He estado pensando y vengo a devolverle su piedra y espero me dé algo mucho mejor. Déme lo que usted lleva dentro y le da el poder de desprenderse, sin más, de esta piedra preciosa.
¿Verdad que esta historia viene a cuento con el evangelio de hoy?
Sí, hay algo más precioso y más valioso que las joyas o las cadenas de oro que se pueden comprar en una joyería.
Lo más valioso está dentro de nosotros, en nuestro corazón:
la libertad frente a las cosas y las personas,
el desprendimiento de las riquezas,
la mirada limpia,
la sabiduría para discernir lo permanente de lo efímero,
el Espíritu Santo que me ayuda a renunciar a todo para seguir a Jesús.
Déme lo que lleva dentro y le da el poder de desprenderse, sin más, de esta piedra preciosa.
Nos dice Lucas: "Caminaban con Jesús grandes multitudes y dirigiéndose a ellos, les dijo: No puede ser mi discípulo el que prefiere a su padre, a su madre… El que no cargue con su cruz. El que no renuncia a todos sus bienes.
En los evangelios y en la predicación hay un Jesús peligroso, un Jesús que nos escandaliza, un Jesús difícil de entender y hay también un Jesús dulce, manso y comprensivo.
Jesús es siempre peligroso. Escucharle y seguirle exige valentía y correr riesgos que el hombre corriente nunca alcanza a comprender.
¿Verdad que usted prefiere a un Jesús hecho de bizcocho que a un Jesús exigente y bravo?
¿Verdad que usted prefiere un Jesús alto, hermoso y amable a un Jesús ensangrentado y crucificado?
Hay cosas que ninguna persona puede imponer a otra.
Nadie le va a imponer o decir: renuncia a tus bienes; le dirá enriquézcase, robe si es necesario, pero hágase rico.
Nadie le va a decir: cargue con su cruz; le dirá más bien, disfrute, goce, beba…
Nadie le dirá: deje a su padre y a su madre…
Sólo Jesús nos lo dice. Sólo Jesús tiene autoridad para exigirlo a los suyos. Sólo Jesús tiene poder para vincularnos a su persona.
Sólo Jesús puede ser el todo de un cristiano.
Sólo Jesús dejó los suyos para predicar el Reino de Dios.
Sólo Jesús cargó con la cruz y murió en la cruz.
Sólo Jesús renunció a todo para hacer la voluntad del Padre.
Sólo Jesús es modelo para nosotros.
Y hoy le escuchamos y nos dice: "No puede ser discípulo mío si…
no vive desprendidamente, no es libre interiormente, no experimenta la liberación de los afectos humanos y de las posesiones humanas, no permite que todo lo suyo sea vivificado por el amor absoluto de Dios.
Tal vez no tenga que renunciar a nada.
Pero como la señora del cuento tiene que estar interiormente tan desprendido que puede darlo todo cuando el Señor Jesús se lo pida. Jesús es peligroso y se lo puede pedir en cualquier momento.
Jesús también nos ha contado hoy dos cuentos.
Érase una vez un hombre que quería construir una casa en su campo y comienza a calcular los gastos…
Jesús nos invita a reflexionar, a calcular los gastos, a aceptar el riesgo, a mantenernos firmes.
Seguir a Jesús no es cuestión de un entusiasmo pasajero, de una súbita emoción, de una conversión superficial.
Jesús no promete a sus discípulos éxito, fama, poder…sino riesgos, renuncias y la cruz.

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