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viernes, 17 de septiembre de 2010

XXV Domingo del Tiempo Ordinario (Lc 16, 1-13) - Ciclo C: El Santo Rosario y la Billetera juntos



Es fácil meter juntos, en el mismo bolsillo, el Santo Rosario y la Billetera. La verdad que no sé qué se dirán los Padre nuestros y las Ave Marías con los billetes. De seguro que en el bolsillo no se hacen mayores líos y problemas. Y hasta me preguntaría cómo se llevan esas ediciones de bolsillo del Evangelio con la Billetera. Porque ahora, como tenemos esas ediciones que unos llaman de “bolsillo” y yo llamo “portátiles”, es muy fácil que en el mismo bolsillo estén juntitos los Evangelios y los Billetes. Y de cuando en vez sacamos los Evangelios y los leemos y de cuando en vez abrimos la Billetera para contar nuestros billetes. Es posible que no se molesten demasiado.

El problema está cuando el Santo Rosario y Billetera, los Evangelios y los Billetes, los guardamos juntitos en el corazón. Ahí es posible que la armonía no sea tan armoniosa. Y que haya peleas entre los unos y los otros. Porque, ¿cómo podemos leer el Evangelio de hoy y que no pase nada? “Ninguno puede servir a dos amos, porque, o bien aborrece a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero”.

Es posible que muchos nos hayamos escandalizado hace unos meses cuando la Televisión nos mostró dos casos: uno, el de un tipo que se compró una de esas ediciones lujosas de la Biblia, la cortó muy bonito por el interior y en el espacio abierto aparecía bien acomodado un paquete de cocaína. El otro era uno de los presos de Piedras Gordas que hizo lo mismito con su gran Biblia, sólo que en vez de cocaína tenía escondido su celular.
Al principio también yo me sentí sorprendido de la agudeza de la gente, pero luego guardé silencio y me puse a pensar. Pero ¿no hacemos todos algo parecido con nuestro corazón? Metemos y llevamos dentro a Dios y al dinero. Y nos sentimos tan felices y contentos. Y les servimos por turno. Cuando necesitamos a Dios le despertamos. Y cuando necesitamos del dinero abrimos el fajo de billetes.

Lo que Jesús pretende es decirnos que “no se puede servir” a los dos. Porque servir es ser esclavo del uno o del otro. Y lo digo por experiencia. No resulta fácil convencernos que tratamos de servir a los dos. Evidente, nadie se atreve a decir que sirve al dinero, al contrario, siempre diremos que servimos a Dios. Pero, en el fondo habrá que preguntarse quién es el verdadero dueño de nuestro corazón. ¿Quién es el que señala y marca la dirección de nuestro corazón? ¿Dios o el dinero?

Confieso que me resulta mucho más fácil abrir el Evangelio y leer piadosamente una de sus páginas, que abrir mi billetera y sacar unos billetes para un hermano que no tiene para comprarse unas medicinas para su hijo enfermo. Hace unas semanas antes de entrar a la radio se me acercó uno de esos necesitados mostrándome la receta. Yo ni quise detenerme para mirarla. Días más tarde me entero de que un periodista de la misma radio, que estoy seguro no va a misa hace tiempo, salvo a la de difuntos o alguna boda, ahí mismo le preguntó cuánto costaban. Metió la mano a la billetera y le dio para que comprase sus medicinas. Creo que la bofetada que recibí todavía me sigue doliendo y me sigo cuestionando: “me resultaría muchísimo más fácil leerle y comentarle una página de mi Evangelio “de bolsillo”, aunque sea este capítulo 16, versículos 15 y 16 del Evangelio de Lucas, que soltarle unos billetitos para aliviar el dolor de un hermano que sufre. Lo que significa que estoy más desprendido del Evangelio que de esos papelitos con timbre y firma del Banco de Reserva o del Banco Central. Las cosas son así.

Jesús no nos quiere divididos ni los unos de los otros, y menos todavía divididos cada uno interiormente. Y cuando somos sinceros con nosotros mismos nos damos cuenta de que en nuestros corazones hay demasiadas fisuras, demasiadas divisiones. “Yo no sirvo al dinero” pero lo guardo en la Caja Fuerte. ¿A alguien se le ocurriría guardar los Evangelios en la Caja de Seguridad? El colmo sería que guardásemos allí billetes y Evangelios, Dios y al dinero, el Santo Rosario y la Billetera.

Jesús nos quiere de una pieza. Jesús nos quiere enteros. Quiere la unidad de nuestro corazón. Digamos, que nos quiere libres y no esclavos de lo que tenemos. Incluso está bien que seamos previsores para lo que pueda suceder más tarde en nuestras vidas. Pero es que hay urgencias que no puede esperar para más tarde, porque el hambre es de hoy, la enfermedad también es de hoy y las necesidades son de hoy.

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