Por Jesús Peláez
Dios entre nosotros. Este ha sido el deseo de Dios. La mayoría de los profesionales de lo religioso han dicho siempre que la mayor aspiración del hombre debía ser subir al cielo. Y, mientras tanto, Dios ha decidido bajar a la tierra. Pero..., a pesar de que celebremos cada año el nacimiento del Emmanuel, Dios-con/entre-nosotros, cada vez resulta más difícil comprender que Dios habite en este mundo.
¡ALEGRIA! ¿ALEGRIA?
Dentro de unos días vamos a celebrar la Navidad, el nacimiento del hombre en el que Dios se hace presente en el mundo de los hombres. Un año más, villancicos, regalos, fiesta, alegría... ¿ Alegría?
¿ Realmente lo que sentimos en estos días es alegría, o todo se reduce a unos días de juerga en los que nos olvidamos de los problemas, de las angustias, de las insatisfacciones del testo del año?
¿Y los que no pueden celebrar nada estos días?
Según ponen de manifiesto las estadísticas, en estas fechas aumenta el número de suicidios. Y la explicación que dan los entendidos a este hecho es que los que tienen algún problema lo sufren con mayor intensidad ahora, cuando el ambiente es -en realidad o en apariencia- más alegre.
Porque... también se sufre en Navidad. Si, los que sufren hambre, la sufren también en Navidad, los presos siguen en las cárceles, los desaparecidos no aparecen tampoco en estas fechas, las fábricas de armas siguen construyendo sus productos para la muerte, los traficantes de droga siguen enriqueciéndose a costa de la vida de los jóvenes, los marginados siguen olvidados de nuestra sociedad, los opulentos derrochan aún con más descaro... Y la soledad es más soledad, el miedo más hondo y la necesidad de amor se siente a flor de piel...
¿Dios entre nosotros?
Dios-entre-nosotros... ¡eso es mentira! A Dios lo hemos expulsado o quizá ni siquiera lo hemos dejado entrar en nuestro mundo. Porque si Dios habitara en esta tierra, esta tierra seria el cielo. ¡Y si esto es el cielo...!
Dios-entre-nosotros... ¡eso es mentira! ¡Si los países que se llaman cristianos están entre los más injustos de la tierra!
JESUS (= SALVADOR)
«Así nació Jesús el Mesías: María, su madre, estaba desposada con José, y antes de vivir juntos, resultó que esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo».
José debía estar aturdido. ¿Cómo estaba su mujer encinta si no habían mantenido relaciones? ¿Que era cosa de Dios? Y entonces, ¿qué pintaba él en todo aquello? Y quiso salirse de escena: «Su esposo, José, que era justo y no quería infamaría, decidió repudiarla en secreto». Pero Dios le había reservado una tarea.
Y él aceptó colaborar para que se hiciera realidad la utopía de que estuviera Dios entre nosotros.
La tarea que Dios le encomendó fue darle nombre a su Hijo: «Dará a luz un hijo, y le pondrás de nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados.»
Hasta entonces había habido muchos salvadores en Israel: Moisés, Josué (el que introdujo al pueblo en la tierra prometida, y que se llamaba casi igual que el que iba a nacer)... y tantos otros. Pero el pueblo estaba todavía necesitado de salvación porque vivía en una sociedad injusta (pecadora) y necesitaba salir (salvarse) de esa injusticia que tanto sufrimiento producía. Para ello no bastaba con cambiar a los dirigentes, aunque fueran ellos los máximos culpables de esa situación. Ya habían cambiado muchas veces, pero todo volvía a ser igual. Y es que, en mayor o menor medida, todos eran o culpables o cómplices de la injusticia; todos aceptaban como buenos los valores de aquella sociedad y aspiraban a conseguirlos: el dinero, el poder, los honores. Y cuando se buscan estos valores, la injusticia sólo estorba al que la sufre en carne propia. De esos pecados nos viene a salvar Jesús ofreciéndonos otros valores que nos permitirán vivir como hermanos.
DIOS-ENTRE-NOSOTROS
De nosotros depende. Dios ya ha bajado. Pero sólo se queda allí donde lo dejen estar, esto es, allí donde lo importante es el hombre y no el poder, compartir en lugar de acumular, construir la fraternidad en vez del ansia de subir y escalar puestos; allí está Dios-entre-nosotros, allí cada día es Navidad, y volverán a realizarse las palabras del profeta: «Mirad: la virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá de nombre Emmanuel, que significa 'Dios con nosotros'».
¡ALEGRIA! ¿ALEGRIA?
Dentro de unos días vamos a celebrar la Navidad, el nacimiento del hombre en el que Dios se hace presente en el mundo de los hombres. Un año más, villancicos, regalos, fiesta, alegría... ¿ Alegría?
¿ Realmente lo que sentimos en estos días es alegría, o todo se reduce a unos días de juerga en los que nos olvidamos de los problemas, de las angustias, de las insatisfacciones del testo del año?
¿Y los que no pueden celebrar nada estos días?
Según ponen de manifiesto las estadísticas, en estas fechas aumenta el número de suicidios. Y la explicación que dan los entendidos a este hecho es que los que tienen algún problema lo sufren con mayor intensidad ahora, cuando el ambiente es -en realidad o en apariencia- más alegre.
Porque... también se sufre en Navidad. Si, los que sufren hambre, la sufren también en Navidad, los presos siguen en las cárceles, los desaparecidos no aparecen tampoco en estas fechas, las fábricas de armas siguen construyendo sus productos para la muerte, los traficantes de droga siguen enriqueciéndose a costa de la vida de los jóvenes, los marginados siguen olvidados de nuestra sociedad, los opulentos derrochan aún con más descaro... Y la soledad es más soledad, el miedo más hondo y la necesidad de amor se siente a flor de piel...
¿Dios entre nosotros?
Dios-entre-nosotros... ¡eso es mentira! A Dios lo hemos expulsado o quizá ni siquiera lo hemos dejado entrar en nuestro mundo. Porque si Dios habitara en esta tierra, esta tierra seria el cielo. ¡Y si esto es el cielo...!
Dios-entre-nosotros... ¡eso es mentira! ¡Si los países que se llaman cristianos están entre los más injustos de la tierra!
JESUS (= SALVADOR)
«Así nació Jesús el Mesías: María, su madre, estaba desposada con José, y antes de vivir juntos, resultó que esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo».
José debía estar aturdido. ¿Cómo estaba su mujer encinta si no habían mantenido relaciones? ¿Que era cosa de Dios? Y entonces, ¿qué pintaba él en todo aquello? Y quiso salirse de escena: «Su esposo, José, que era justo y no quería infamaría, decidió repudiarla en secreto». Pero Dios le había reservado una tarea.
Y él aceptó colaborar para que se hiciera realidad la utopía de que estuviera Dios entre nosotros.
La tarea que Dios le encomendó fue darle nombre a su Hijo: «Dará a luz un hijo, y le pondrás de nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados.»
Hasta entonces había habido muchos salvadores en Israel: Moisés, Josué (el que introdujo al pueblo en la tierra prometida, y que se llamaba casi igual que el que iba a nacer)... y tantos otros. Pero el pueblo estaba todavía necesitado de salvación porque vivía en una sociedad injusta (pecadora) y necesitaba salir (salvarse) de esa injusticia que tanto sufrimiento producía. Para ello no bastaba con cambiar a los dirigentes, aunque fueran ellos los máximos culpables de esa situación. Ya habían cambiado muchas veces, pero todo volvía a ser igual. Y es que, en mayor o menor medida, todos eran o culpables o cómplices de la injusticia; todos aceptaban como buenos los valores de aquella sociedad y aspiraban a conseguirlos: el dinero, el poder, los honores. Y cuando se buscan estos valores, la injusticia sólo estorba al que la sufre en carne propia. De esos pecados nos viene a salvar Jesús ofreciéndonos otros valores que nos permitirán vivir como hermanos.
DIOS-ENTRE-NOSOTROS
De nosotros depende. Dios ya ha bajado. Pero sólo se queda allí donde lo dejen estar, esto es, allí donde lo importante es el hombre y no el poder, compartir en lugar de acumular, construir la fraternidad en vez del ansia de subir y escalar puestos; allí está Dios-entre-nosotros, allí cada día es Navidad, y volverán a realizarse las palabras del profeta: «Mirad: la virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá de nombre Emmanuel, que significa 'Dios con nosotros'».
No hay comentarios:
Publicar un comentario