Estamos dentro de los días del Octavario de oración por la unidad de los cristianos (18-25 de enero). Sentimos providente la Palabra de Dios que se proclama este domingo, en resonancia con la llamada a orar por la plena comunión de todos los que reconocemos a Jesucristo como Señor e Hijo de Dios.
Observamos que la Sagrada Escritura se cumple al comprobar la profecía y después la historia de Jesús. La primera lectura dice: “En otro tiempo el Señor humilló el país de Zabulón y el país de Neftalí; ahora ensalzará el camino del mar, al otro lado del Jordán, la Galilea de los gentiles”. Y en el Evangelio leemos: (Jesús) “se retiró a Galilea. Dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaúm, junto al lago, en el territorio de Zabulón y Neftalí. Así se cumplió lo que había dicho el profeta Isaías: «País de Zabulón y país de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles».”
Jesús se establece en la frontera, en la ciudad de Cafarnaúm, junto al Mar de Tiberiades, lugar de tránsito hacia la Decápolis, y hacia Tiro y Sidón. Desde allí su mensaje era llevado a “todas las naciones”.
Jesús llama desde el principio al seguimiento, no desea realizar su proyecto Él solo. Pasando junto al lago de Galilea, vio a dos hermanos, a Simón, al que llaman Pedro, y a Andrés, su hermano, que estaban echando el copo en el lago, pues eran pescadores. Les dijo: -«Venid y seguidme, y os haré pescadores de hombres.»
Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.Y, pasando adelante, vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, que estaban en la barca repasando las redes, con Zebedeo, su padre. Jesús los llamó también. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron.
Cada uno debemos descubrir nuestra propia vocación, a qué nos ha llamado el Señor. Todos tenemos una tarea, todos hemos sido creados para un proyecto divino.
Una llamada apremiante es la comunión eclesial y la unidad de los cristianos: “Os ruego, hermanos, en nombre de nuestro Señor Jesucristo: poneos de acuerdo y no andéis divididos. Estad bien unidos con un mismo pensar y sentir”.
¿Te sientes discípulo de Jesucristo, seguidor suyo? ¿Te domina alguna pertenencia excluyente? ¿Te has refugiado en espacios cálidos, en vez de ponerte como Jesús en el cruce de los caminos? ¿Se puede decir de ti que has abandonado todo aquello que te impide el seguimiento radical del Señor? ¿Cuáles son tus redes, tu barca, la carne y la sangre que debes posponer a Jesucristo?
San Benito dice en su regla: No antepongas nada al amor de Cristo.
Observamos que la Sagrada Escritura se cumple al comprobar la profecía y después la historia de Jesús. La primera lectura dice: “En otro tiempo el Señor humilló el país de Zabulón y el país de Neftalí; ahora ensalzará el camino del mar, al otro lado del Jordán, la Galilea de los gentiles”. Y en el Evangelio leemos: (Jesús) “se retiró a Galilea. Dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaúm, junto al lago, en el territorio de Zabulón y Neftalí. Así se cumplió lo que había dicho el profeta Isaías: «País de Zabulón y país de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles».”
Jesús se establece en la frontera, en la ciudad de Cafarnaúm, junto al Mar de Tiberiades, lugar de tránsito hacia la Decápolis, y hacia Tiro y Sidón. Desde allí su mensaje era llevado a “todas las naciones”.
Jesús llama desde el principio al seguimiento, no desea realizar su proyecto Él solo. Pasando junto al lago de Galilea, vio a dos hermanos, a Simón, al que llaman Pedro, y a Andrés, su hermano, que estaban echando el copo en el lago, pues eran pescadores. Les dijo: -«Venid y seguidme, y os haré pescadores de hombres.»
Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.Y, pasando adelante, vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, que estaban en la barca repasando las redes, con Zebedeo, su padre. Jesús los llamó también. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron.
Cada uno debemos descubrir nuestra propia vocación, a qué nos ha llamado el Señor. Todos tenemos una tarea, todos hemos sido creados para un proyecto divino.
Una llamada apremiante es la comunión eclesial y la unidad de los cristianos: “Os ruego, hermanos, en nombre de nuestro Señor Jesucristo: poneos de acuerdo y no andéis divididos. Estad bien unidos con un mismo pensar y sentir”.
¿Te sientes discípulo de Jesucristo, seguidor suyo? ¿Te domina alguna pertenencia excluyente? ¿Te has refugiado en espacios cálidos, en vez de ponerte como Jesús en el cruce de los caminos? ¿Se puede decir de ti que has abandonado todo aquello que te impide el seguimiento radical del Señor? ¿Cuáles son tus redes, tu barca, la carne y la sangre que debes posponer a Jesucristo?
San Benito dice en su regla: No antepongas nada al amor de Cristo.
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