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domingo, 26 de junio de 2011

Domingo del Corpus Christi (Jn 6. 51-58) - Ciclo A: En todas partes



¡Solemnidad del Corpus! Una de las fiestas más entrañables celebrada por nuestros pueblos.
Y, para empezar, se me ocurre una página encendida de Santa Elisabeth Seton, la primera Santa norteamericana, la estupenda esposa y madre de familia, que, una vez convertida al catolicismo, sentía una devoción muy singular y tierna a la Sagrada Eucaristía. Ya católica, escribía emocionada:
* ¡Jesús! Yo lo encuentro en todas partes, hasta en el aire que respiro. Sí, lo encuentro en todas partes, pero sobre todo en el Santísimo Sacramento, sobre el altar en que se hace actual y realmente presente, igual que mi alma lo está a mi cuerpo...
Jesús está ahí, adonde nosotros podemos ir y donde lo podemos recibir, ¡porque Jesús nos pertenece, es nuestro! ¡Está aquí! ¡Oh pensamiento celestial, oh verdad certísima! Igual que el pan material sacia mi hambre, así este Pan de los ángeles suaviza mis penas, colma mis deseos, me reanima, me alegra, me hace rebosar de felicidad y renueva todo mi ser...
¡Jesús! ¡Jesús! ¡Jesús! Lo digo por los que invocan este Nombre adorable, pero no quieren llamar a Jesús allí donde Él se encuentra realmente. ¡Pobres de ellos! Lo llaman de lejos, y no lo buscan donde Él mora, en su santo altar.
Quien ha gustado lo dulce que es el Señor en este Sacramento..., quien ha encontrado el Pan que alimenta su alma..., y ha hallado en la Santa Hostia el perdón, la acción de gracias, su esperanza y su refugio..., ése no puede sino entristecerse al contemplar un culto fundado en solo palabras, mientras que nosotros gozamos de Jesús en su propio ser dentro de lo más íntimo de nuestros corazones...*
Yo no sé si encontraríamos palabras más bellas que las de la convertida Santa Elisabeth Seton, una seglar como nosotros, para pensar, meditar y orar en este día del Corpus Christi. Nuestro pueblo cristiano lo celebra con un ardor inusitado. ¡Cómo alfombra las calles para el paso de la Custodia! ¡Con qué entusiasmo que canta al Amor de los amores! ¡Cómo deja deshechos los jardines, despojándoles de sus flores más galanas, para deshojarlas ante el Altar!...
Y todo lo hace porque nuestro pueblo está convencido de la presencia real de Jesucristo entre nosotros. Sabe que esas palabras de Jesús en la Ultima Cena Tomad, comed, que esto es mi Cuerpo, no son un simbolismo, no son una figura, no son un recuerdo del Señor, sino que son la realidad del Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Jesús, y por eso va cantando con pasión divina: ¡Dios está aquí!...
La fiesta del Corpus nos trae una vez más en la celebración de la Misa el Evangelio aquel tan patético, cuando Jesús hubo de enfrentarse con sus oyentes en la sinagoga de Cafarnaúm. No había manera de que se fiaran de Jesús y aceptaran sus palabras tan categóricas y tan serias:
- Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo. Quien come de este pan vivirá eternamente. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.
Ignorando el poder de Dios, y sobre todo su amor, no les cabía en la cabeza una promesa tan solemne: - ¡Qué duro es todo esto! ¿Y quién le puede creer?... ¡Ahí se quede solo!... Y solo que se quedó Jesús. Porque los mismos discípulos están preocupados, de modo que Jesús les dice triste:
- ¿También vosotros me queréis dejar?...
Menos mal que Pedro viene con su confesión de fe a resolver una situación tan embarazosa:
- Señor, ¿y a quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna.
Aquí vemos delineadas las posturas que van a seguir a lo largo de los siglos en torno a la Eucaristía.
* Para unos, esto de que Jesús esté realmente presente en el Sacramento es un imposible. Es una utopía. No pasa de una bonita invención de la Iglesia Primitiva. Así piensan los modernistas, según los cuales aquellos primeros cristianos se imaginaron presente a Jesús en la Fracción del Pan, de lo cual pasaron a creer que allí estaba el Señor...
* Para otros, no es un imposible, porque Dios lo puede todo. Pudo hacerlo, pero no lo hizo: se contentó con dejar el pan como un recuerdo. Así piensan nuestros hermanos separados en las Iglesias protestantes, que aceptan el Sacramento como una memoria del Señor, pero no como una presencia real.
* Para otros para nosotros, católicos, las palabras de Jesús no admiten discusión: lo dijo, lo podía hacer, y lo hizo. De este modo, la Iglesia Católica no cambia nunca de parecer, y dice cuando canta: ¡Dios está aquí! Venid, adoradores, adoremos a Cristo Redentor!... Nosotros cantamos así porque creemos firmemente que Jesucristo está aquí en toda la realidad de su ser divino: con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad.
¡Señor Jesucristo, Señor Sacramentado! Hoy nos tienes postrados a tus pies. Aquí eres la Víctima del Calvario, que, sin sufrir ni morir de nuevo, nos aplicas todos los frutos de la Redención!
Eres el Pan bajado del Cielo, que nutres nuestra vida de la gracia. Eres en el Sagrario, más que en ninguna otra parte, el Dios-con-nosotros que nunca nos dejas.
Eres para tu Iglesia el lazo más fuerte del amor entre los hermanos, que nos hacemos un solo cuerpo cuando comemos tu Cuerpo y bebemos tu Sangre. ¡Señor Jesucristo, creemos que estás aquí, por los que no creen! ¡Señor Jesucristo, te adoramos! ¡Señor Jesucristo, te amamos! ¡Señor Jesucristo, rodeamos tu mesa para llenarnos de tu vida, cuando comemos tu Pan!
Señor Jesucristo, ¿cuándo comeremos juntos tu Pan todos los que creemos en ti?...

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