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sábado, 30 de julio de 2011

XVIII Domingo del T.O. (Mt 14, 13-21 ) - Ciclo A: Bendecir la mesa


Primero tendríamos que preguntarnos si ya nos sentamos juntos a la mesa para compartir el pan. Los horarios tan diferentes han transformado nuestros hábitos. Hoy la ponchera ha suplido a la mesa. Hoy tendríamos que “bendecir la ponchera”. O “la comida rápida, al paso”. Porque cuántas veces se reúne a la semana la familia para comer juntos. No faltará alguno que se escapa con su plato a comer viendo el partido de fútbol o la telenovela.

Y sin embargo, qué importante era y sigue siendo la mesa. Porque comer no es solo alimentar el estómago; es también alimentar la relación personal de los miembros de la familia. La comida tiene un sentido de comunión, de encuentro, de distensión de las tensiones. Recuerdo el consejo que daba un psicólogo hablando a los jóvenes: “Cuando alguno quiera pedirle algo a su padre, no lo haga a media mañana o a media tarde. Háganlo después de que haya comido y bebido y tomado su cafecito. Y verán cómo está de mejor humor y más disponible y asequible”.

Comer implica compañía. Muchas veces en mi vida he tenido reuniones o encuentros con parejas por la noche mientras cenaba la comunidad. Cuando subía a cenar y me sentía solo, apenas comía sino una fruta o cualquier tontería que encontraba. Sentía que algo me faltaba, hasta el apetito.

Además tiene un sentido particular sentarnos a la mesa bendiciendo primero el pan y la comida. Cuando los discípulos le presentaron los cinco panes y los dos peces, dice el Evangelio que Jesús “tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a sus discípulos; los discípulos se los dieron a la gente” “recostada sobre la hierba”.

La bendición del pan tiene un profundo significado. Da el verdadero sentido al pan como “el pan nuestro de cada día” que nos regala papá del cielo. Y lo convierte en una especie de eucaristía familiar.
Es el pan “nuestro” y no solo el pan “mío”.
Es el pan que alguien nos reparte para que también nosotros podamos repartirlo.
Es reconocer que el pan que comemos es de todos y para todos.
Es reconocer que, antes de pensar en nosotros mismos, estamos llamados a dar de comer a los que tienen hambre.
Es reconocer que la mejor manera de que nunca nos falte el pan en la mesa es compartirlo con los hermanos que tienen el estómago vacío.

Eran cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños que también tienen hambre y también comen. Y sin embargo cinco panes, a pan por mil hombres, aparte las mujeres y niños, es suficiente para todos. Es suficiente para que comieran todos hasta quedar satisfechos y aun así recogieron doce cestos llenos de sobras.
Quienes no tenía más que cinco panes ahora tenían pan para todo el mes, solo que se pondría ya muy duro.

Le bendición es una actitud de reconocimiento, de agradecimiento y solidaridad.
La bendición nos hace reconocer el sentido social y universal del pan.
La bendición nos hace recordar a todos aquellos que tienen hambre pero no tienen pan.
Todos conocemos la frase de Gandhi cuando decía: “Todo lo que comes sin necesidad lo estás robando al estómago de los pobres”.

Por eso compartir la misma mesa y el mismo pan y la misma bendición se convierte en eucaristía familiar.
“Somos uno solo porque todos comemos del mismo pan” escribía Pablo.
La unidad de la familia.
La comunión de la familia.
La conciencia familiar de las necesidades de los que están al otro lado de nuestra puerta.
La conciencia familiar de que, como el pan de la Eucaristía, es el pan “que será entregado por vosotros”.Y por tanto nuestro pan también tiene que ser “entregado y compartido”.

Recién llegado a Lima una familia amiga me invitó una tarde a tomar el “lonche” en su casa. Puestos a la mesa, el papá pidió al niño pequeño que la bendijese. Nunca olvidaré aquel lindo momento por su sencillez y simplicidad. El chiquito, miró primero a la mesa y luego dice: “Señor, bendice los panqueques que hizo mami, la Coca Cola que trajo papi, y el que esté hoy con nosotros… (cómo se llama, pregunta al hermano) el cura Clemente”. Luego me explicaron. “Aquí en casa, bendecimos la mesa por turno”.

Benedicto XVII en su Encíclica “Caritas in Veritate”, en el capítulo cinco, modificó eso que hoy llamamos “globalización” y prefirió utilizar unos términos mucho más humanos “familia humana”. Globalización suena mucho a ordenamiento y sentido economicista de la vida, en tanto que “familia humana” nos sabe más a fraternidad, a solidaridad, a compartir. La globalización hace que sobre el pan en el mundo, pero lo dejamos endurecer o se lo damos a los chanchos. La “familia humana” hace que abunde el pan, pero sin que se pierda nada, porque otros lo necesitan.

Clemente Sobrado C. P.
www.iglesiaquecamina.com

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