Publicado por El Blog de X. Pikaza
Domingo XXV tiempo ordinario. Mt 20, 1-16. Éste es uno de los textos más significativos del evangelio de Mateo, que se sitúa y nos sitúa ante el tema del trabajo y de la falta de trabajo, y de la gratuidad o el buen salario para todos.
Un mismo salario de gracia y de vida, igual para todos, como seres humanos: Una vida, un trabajo, una humanidad… De eso trata esta parábola escandalosa, que habla de una humanidad dividida y reconciliada.
Desde un punto de vista sindical y de derecho del trabajo puede ser (y es) un texto escandaloso, pues parece que el señor la viña es injusto con los que han trabajado todo el día. Pero también puede ser (y es) escandaloso para los que sólo han trabajado, un momento de la vida, al final de la jornada: ¿por qué no han sido contratados antes?
Éste es un texto escandaloso y esperanzado que puede y debe aplicarse en un tiempo de crisis como el nuestro, a las varias circunstancias de la vida:
1. ¿Por qué hay unos que tienen más trabajo y otros menos? ¿Por qué los de fuera –emigrantes—no tienen trabajo y buscan en las plazas del occidente rico un trabajo duro, que casi nadie quiere?
2. ¿Por qué luchan y se enfrentan en la vida por un poco de trabajo –y de dinero sin trabajo—sindicatos y patronos?
3. Este Señor de la parábola quieren que, al fin, como humanos, todos tengan el mismo salario, el mismo “denario”. ¿No es injusto ese Señor que da el mismo denario a los más y a los menos, a los ricos y a los pobres…? Como se podría organizar una sociedad desde este mismo “denario” para todos?
Éste es pues un texto escandaloso y esperanzado para todos, un texto que nos abre a la experiencia social y laboral de la gratuidad, en un mundo en el que puede haber espacio de vida y trabajo para todos. Esta parábola nos invita a superar el puro mundo salarial, superando la pura justicia (sin negarla), para abrir así un tiempo y espacio de vida para todos, sin ventajas ni derechos superiores de aquellos que se creen primeros, sin revanchas ni resentimientos de los últimos.
¡Un mundo de gracia, en medio del mercado, por encima del mercado! Los más viejos recordamos todavía las plazas de los pueblos donde los jornaleros esperaban la llegada de los capataces para contratarles. En ese espacio de parados y aprovechados, de los que trabajan y de los que no pueden trabajar, en medio de la lucha de la vida, ofrece esta parábola una luz para pensar, para vivir, para soñar. Buen fin de semana para todos, amigos
Texto. Mt 20, 1-16
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:
-- El Reino de los Cielos se parece a un propietario que al amanecer (=hora de prima) salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana (=hora de tercia), vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo: "Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido." Ellos fueron.
Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde (=hora de sexta, hora de nona) e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde (=hora undécima) y encontró a otros, parados, y les dijo: "¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?" Le respondieron: "Nadie nos ha contratado." Él les dijo: "Id también vosotros a mi viña."
Cuando oscureció, el dueño de la viña dijo al capataz: "Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros." Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno.
Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo: "Estos últimos han trabajado sólo una hora, y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno." Él replicó a uno de ellos: "Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?" Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos.
La protesta de los de prima
Son los que han comenzado a trabajar desde el amanecer. Han estado todo el día en la faena. Evidentemente, conforme a las leyes laborales, esperan más que los últimos. En sentido simbólico, pueden ser los judíos que han estado trabajando “para Dios” desde el principio de los tiempos. Pero ahora, ese Dios-Amo les da el mismo salario que a los últimos, que son los gentiles que acaban de entrar en la Iglesia.
¿Pueden tener una ventaja los primeros, por veteranía y por esfuerzo? ¿No sería mejor que los primeros se alegraran porque el Dios-Amo concede lo mismo a los últimos?
¿No estará diciéndonos el texto que debemos superar el sistema salarial, propio de un tipo de mercantilismo (capitalismo), para fundar un sistema no salarial de igualdad, de manera que todos reciban lo mismo, para así vivir dignamente, unos y otros?
¿Quiénes son hoy los de esa primera hora?
¿Los trabajadores ricos de los países ricos? ¿Los dueños de grandes fortunas?
¿Los cristianos de las iglesias tradicionales?
¿Los habitantes de los países “desarrollados?
¿Tienen todos esto derecho a un salario laboral o religioso más grande?
Los de la hora undécima (en un día laboral de doce horas)
La primera pregunta es: ¿por qué no les han contratado? ¿La culpa es del amo, que no les ha visto, o les ha dejado a propósito atrás, porque le han parecido peores?
¿Quién tiene la culpa? ¿Ellos, por no haber trabajado? ¿El amo por no haberles contratado antes? ¿Los trabajadores de la primera hora por haberse adelantado?
¿Han sufrido en la plaza por no haber sido contratados?
¿Tienen derecho al mismo “salario” que los trabajadores de la primera hora?
¿Quiénes son los trabajadores de la hora undécima?
¿Las mujeres? D. Aleixandre escribió sobre el tema un cuaderno emocionante, titulado: Mujeres en la hora undécima, Cuadernos FyS. Ed. Sal Terrae, Santander 1990. Las mujeres que se han sumado a los trabajos administrativos más altos de la iglesia ¿tienen los mismos derechos que los hombres?
Los trabajadores pobres de los países pobres… o los sin trabajo del Congo o Mogadiscio ¿Quién les da el denario? ¿Cómo pueden conseguirlo?
Los trabajadores pobres en los países ricos…: ¿se puede pagar lo mismo en salario y seguridad social a los que vienen pateras, sin papeles, y a los ricos funcionarios del Estado?
¿Qué se hace con los derechos adquiridos, con la antigüedad, la veteranía, los saberes?
Los no contratados, los que no han trabajado ni una hora
Pero la parábola resulta todavía más fuerte si tenemos en cuenta en final que aparece en algunos posibles manuscritos, que dicen así:
«Llegaron al final algunos que no habían trabajado y se pusieron en la cola y le pidieron al amo el salario, a pesar de no haber trabajado: El amor les dijo…».
Poned vosotros el final.
¿Quiénes son esos no-trabajadores?
¿Aquellos a los que nadie ha contratado, ni siquiera al fin de la tarde?
¿Los parados crónicos?
¿Los incapaces de trabajar?
¿Y qué hacemos con los vagos profesionales, los que no quieren trabajar… los que incluso roban a los que trabajan, viviendo de esa forma a costa de los otros?
¿Más allá del sistema salarial?
Parece que la parábola nos lleva más allá del sistema salarial, al nivel de la gratuidad en el trabajo y en la recompensa.
El marxismo clásico (en la línea de Hechos 2, 45) se decía: “cada uno según sus posibilidades; a cada uno según sus necesidades”. ¿Puede funcionar así una sociedad sin el estímulo del sistema salarial?
¿Tiene algún sentido la gratuidad en el trabajo y en la recompensa?
Leído así, este texto sigue siendo escandaloso, en la sociedad civil y en la iglesia donde los méritos cuentan y las horas de trabajo y las condecoraciones....
Un tema de Iglesia
Pero dejemos el mundo laboral, que tiene sus propias leyes... Vengamos a la Iglesia, pues en ella y para ella se ha trasmitido esta palabra de Jesús.
En sentido místico (espiritual), el mensaje de la parábola es evidente: no hay mérito de nadie; ante Dios todos somos iguales y ante el cielo.
Pero en un sentido social, esta parábola ofrece una crítica y marca una exigencia para la Iglesia.
(a) Esta parábola es una crítica contra un cierto tipo de iglesia establecida (quizá la judeo-cristiana) que no ve bien que las "nuevas iglesias" (de los paganos) tengan los mismos derechos y la misma grandeza que tiene ella, como si unos siglos de buen judaísmo no hubieran servido para nada).
(b) En otro sentido, leída desde la actualidad, esta parábola puede entenderse como crítica contra algunos que "nos" creemos superiores con más méritos que otros (porque hemos trabajado quizá más...).
(c) Por otra parte, algunos pueden ver en el fondo de esta parábola una crítica contra un tipo de Iglesia actual que parece ser una de las sociedades más jerarquizadas que existen, con horas de trabajo y salarios "eclesiales" bien medidos...
(d) Finalmente, esta parábola ha sido y sigue siendo una palabra de gozosa esperanza y gracia para todos... pues todos somos, de algún modo, trabajadores de la hora undécima, la última hora de la vida. Dios nos da su "salario" por gracia (un salario que ya no es salario, sino expresión de amor, un amor que debemos compartir todos los hombres y mujeres de la tierra
Un mismo salario de gracia y de vida, igual para todos, como seres humanos: Una vida, un trabajo, una humanidad… De eso trata esta parábola escandalosa, que habla de una humanidad dividida y reconciliada.
Desde un punto de vista sindical y de derecho del trabajo puede ser (y es) un texto escandaloso, pues parece que el señor la viña es injusto con los que han trabajado todo el día. Pero también puede ser (y es) escandaloso para los que sólo han trabajado, un momento de la vida, al final de la jornada: ¿por qué no han sido contratados antes?
Éste es un texto escandaloso y esperanzado que puede y debe aplicarse en un tiempo de crisis como el nuestro, a las varias circunstancias de la vida:
1. ¿Por qué hay unos que tienen más trabajo y otros menos? ¿Por qué los de fuera –emigrantes—no tienen trabajo y buscan en las plazas del occidente rico un trabajo duro, que casi nadie quiere?
2. ¿Por qué luchan y se enfrentan en la vida por un poco de trabajo –y de dinero sin trabajo—sindicatos y patronos?
3. Este Señor de la parábola quieren que, al fin, como humanos, todos tengan el mismo salario, el mismo “denario”. ¿No es injusto ese Señor que da el mismo denario a los más y a los menos, a los ricos y a los pobres…? Como se podría organizar una sociedad desde este mismo “denario” para todos?
Éste es pues un texto escandaloso y esperanzado para todos, un texto que nos abre a la experiencia social y laboral de la gratuidad, en un mundo en el que puede haber espacio de vida y trabajo para todos. Esta parábola nos invita a superar el puro mundo salarial, superando la pura justicia (sin negarla), para abrir así un tiempo y espacio de vida para todos, sin ventajas ni derechos superiores de aquellos que se creen primeros, sin revanchas ni resentimientos de los últimos.
¡Un mundo de gracia, en medio del mercado, por encima del mercado! Los más viejos recordamos todavía las plazas de los pueblos donde los jornaleros esperaban la llegada de los capataces para contratarles. En ese espacio de parados y aprovechados, de los que trabajan y de los que no pueden trabajar, en medio de la lucha de la vida, ofrece esta parábola una luz para pensar, para vivir, para soñar. Buen fin de semana para todos, amigos
Texto. Mt 20, 1-16
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:
-- El Reino de los Cielos se parece a un propietario que al amanecer (=hora de prima) salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana (=hora de tercia), vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo: "Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido." Ellos fueron.
Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde (=hora de sexta, hora de nona) e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde (=hora undécima) y encontró a otros, parados, y les dijo: "¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?" Le respondieron: "Nadie nos ha contratado." Él les dijo: "Id también vosotros a mi viña."
Cuando oscureció, el dueño de la viña dijo al capataz: "Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros." Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno.
Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo: "Estos últimos han trabajado sólo una hora, y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno." Él replicó a uno de ellos: "Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?" Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos.
La protesta de los de prima
Son los que han comenzado a trabajar desde el amanecer. Han estado todo el día en la faena. Evidentemente, conforme a las leyes laborales, esperan más que los últimos. En sentido simbólico, pueden ser los judíos que han estado trabajando “para Dios” desde el principio de los tiempos. Pero ahora, ese Dios-Amo les da el mismo salario que a los últimos, que son los gentiles que acaban de entrar en la Iglesia.
¿Pueden tener una ventaja los primeros, por veteranía y por esfuerzo? ¿No sería mejor que los primeros se alegraran porque el Dios-Amo concede lo mismo a los últimos?
¿No estará diciéndonos el texto que debemos superar el sistema salarial, propio de un tipo de mercantilismo (capitalismo), para fundar un sistema no salarial de igualdad, de manera que todos reciban lo mismo, para así vivir dignamente, unos y otros?
¿Quiénes son hoy los de esa primera hora?
¿Los trabajadores ricos de los países ricos? ¿Los dueños de grandes fortunas?
¿Los cristianos de las iglesias tradicionales?
¿Los habitantes de los países “desarrollados?
¿Tienen todos esto derecho a un salario laboral o religioso más grande?
Los de la hora undécima (en un día laboral de doce horas)
La primera pregunta es: ¿por qué no les han contratado? ¿La culpa es del amo, que no les ha visto, o les ha dejado a propósito atrás, porque le han parecido peores?
¿Quién tiene la culpa? ¿Ellos, por no haber trabajado? ¿El amo por no haberles contratado antes? ¿Los trabajadores de la primera hora por haberse adelantado?
¿Han sufrido en la plaza por no haber sido contratados?
¿Tienen derecho al mismo “salario” que los trabajadores de la primera hora?
¿Quiénes son los trabajadores de la hora undécima?
¿Las mujeres? D. Aleixandre escribió sobre el tema un cuaderno emocionante, titulado: Mujeres en la hora undécima, Cuadernos FyS. Ed. Sal Terrae, Santander 1990. Las mujeres que se han sumado a los trabajos administrativos más altos de la iglesia ¿tienen los mismos derechos que los hombres?
Los trabajadores pobres de los países pobres… o los sin trabajo del Congo o Mogadiscio ¿Quién les da el denario? ¿Cómo pueden conseguirlo?
Los trabajadores pobres en los países ricos…: ¿se puede pagar lo mismo en salario y seguridad social a los que vienen pateras, sin papeles, y a los ricos funcionarios del Estado?
¿Qué se hace con los derechos adquiridos, con la antigüedad, la veteranía, los saberes?
Los no contratados, los que no han trabajado ni una hora
Pero la parábola resulta todavía más fuerte si tenemos en cuenta en final que aparece en algunos posibles manuscritos, que dicen así:
«Llegaron al final algunos que no habían trabajado y se pusieron en la cola y le pidieron al amo el salario, a pesar de no haber trabajado: El amor les dijo…».
Poned vosotros el final.
¿Quiénes son esos no-trabajadores?
¿Aquellos a los que nadie ha contratado, ni siquiera al fin de la tarde?
¿Los parados crónicos?
¿Los incapaces de trabajar?
¿Y qué hacemos con los vagos profesionales, los que no quieren trabajar… los que incluso roban a los que trabajan, viviendo de esa forma a costa de los otros?
¿Más allá del sistema salarial?
Parece que la parábola nos lleva más allá del sistema salarial, al nivel de la gratuidad en el trabajo y en la recompensa.
El marxismo clásico (en la línea de Hechos 2, 45) se decía: “cada uno según sus posibilidades; a cada uno según sus necesidades”. ¿Puede funcionar así una sociedad sin el estímulo del sistema salarial?
¿Tiene algún sentido la gratuidad en el trabajo y en la recompensa?
Leído así, este texto sigue siendo escandaloso, en la sociedad civil y en la iglesia donde los méritos cuentan y las horas de trabajo y las condecoraciones....
Un tema de Iglesia
Pero dejemos el mundo laboral, que tiene sus propias leyes... Vengamos a la Iglesia, pues en ella y para ella se ha trasmitido esta palabra de Jesús.
En sentido místico (espiritual), el mensaje de la parábola es evidente: no hay mérito de nadie; ante Dios todos somos iguales y ante el cielo.
Pero en un sentido social, esta parábola ofrece una crítica y marca una exigencia para la Iglesia.
(a) Esta parábola es una crítica contra un cierto tipo de iglesia establecida (quizá la judeo-cristiana) que no ve bien que las "nuevas iglesias" (de los paganos) tengan los mismos derechos y la misma grandeza que tiene ella, como si unos siglos de buen judaísmo no hubieran servido para nada).
(b) En otro sentido, leída desde la actualidad, esta parábola puede entenderse como crítica contra algunos que "nos" creemos superiores con más méritos que otros (porque hemos trabajado quizá más...).
(c) Por otra parte, algunos pueden ver en el fondo de esta parábola una crítica contra un tipo de Iglesia actual que parece ser una de las sociedades más jerarquizadas que existen, con horas de trabajo y salarios "eclesiales" bien medidos...
(d) Finalmente, esta parábola ha sido y sigue siendo una palabra de gozosa esperanza y gracia para todos... pues todos somos, de algún modo, trabajadores de la hora undécima, la última hora de la vida. Dios nos da su "salario" por gracia (un salario que ya no es salario, sino expresión de amor, un amor que debemos compartir todos los hombres y mujeres de la tierra
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