Han pasado ya veinte siglos desde que Dios, Padre, se nos ha manifestado en su Hijo, se nos ha revelado como amigo, como hermano, como Amor, y aún seguimos teniéndole miedo; seguimos pensando que es un Jefe autoritario o un Juez que castiga nuestros fallos y debilidades.
Todo el empeño de Jesús fue mostrarnos el rostro amable y sonriente de Dios, que es Padre y nosotros seguimos empeñados en tratarle de Usted, no por respeto, sino por miedo.
Por eso, esta parábola es totalmente actual para nosotros. La invitación a la fiesta, al banquete, a la alegría, a la felicidad es una constante por parte de Dios a sus hijos.
Hay una cosa en la que coincidimos todos: el deseo de ser felices. Y Dios nos dice que también El quiere, desea y busca nuestra felicidad, con el mismo empeño que cualquiera de nosotros.
No hemos comprendido aún casi nada del Evangelio, cuando creemos que Dios es enemigo de la alegría y la felicidad de sus hijos.
Los cristianos no hemos de distinguirnos por nuestra seriedad, nuestra tristeza, nuestros sacrificios; sino por nuestra felicidad al saber que Dios nos ama por encima de todas nuestras miserias.
Lo primero que nos dice el Evangelio, no es que tenemos que ser buenos; sino que Dios es bueno para todos nosotros y que desborda amor por los cuatro costados. Esto es la Buena Noticia del Evangelio y por eso es Buena Noticia el Evangelio.
El no pide nada a cambio de su amor. Dios no exige nada por su amor. Le basta con que seamos agradecidos y sepamos disfrutar de su amor y comunicarlo a los demás con el testimonio de nuestras vidas.
El amor de Dios, como todo amor verdadero, no pide nada a cambio. En realidad se nos invita a una fiesta con Dios, una comunión con El, a convivir con El. Somos invitados por amistad a vivir una amistad.
La última parte de la parábola nos habla del vestido de boda. Esto es lo que ha llevado a una falsa interpretación de toda ella. Se nos habla del vestido que es preciso llevar. Ese vestido nos lo proporciona el mismo Dios: es la nueva vida a la que estamos invitados.
Se trata simplemente de actuar como Dios actúa. A los cristianos se nos tiene que distinguir por nuestro comportamiento externo, ese es el único vestido que se nos pide, ese comportamiento será la señal de identidad para los demás que nos vean.
Todo el empeño de Jesús fue mostrarnos el rostro amable y sonriente de Dios, que es Padre y nosotros seguimos empeñados en tratarle de Usted, no por respeto, sino por miedo.
Por eso, esta parábola es totalmente actual para nosotros. La invitación a la fiesta, al banquete, a la alegría, a la felicidad es una constante por parte de Dios a sus hijos.
Hay una cosa en la que coincidimos todos: el deseo de ser felices. Y Dios nos dice que también El quiere, desea y busca nuestra felicidad, con el mismo empeño que cualquiera de nosotros.
No hemos comprendido aún casi nada del Evangelio, cuando creemos que Dios es enemigo de la alegría y la felicidad de sus hijos.
Los cristianos no hemos de distinguirnos por nuestra seriedad, nuestra tristeza, nuestros sacrificios; sino por nuestra felicidad al saber que Dios nos ama por encima de todas nuestras miserias.
Lo primero que nos dice el Evangelio, no es que tenemos que ser buenos; sino que Dios es bueno para todos nosotros y que desborda amor por los cuatro costados. Esto es la Buena Noticia del Evangelio y por eso es Buena Noticia el Evangelio.
El no pide nada a cambio de su amor. Dios no exige nada por su amor. Le basta con que seamos agradecidos y sepamos disfrutar de su amor y comunicarlo a los demás con el testimonio de nuestras vidas.
El amor de Dios, como todo amor verdadero, no pide nada a cambio. En realidad se nos invita a una fiesta con Dios, una comunión con El, a convivir con El. Somos invitados por amistad a vivir una amistad.
La última parte de la parábola nos habla del vestido de boda. Esto es lo que ha llevado a una falsa interpretación de toda ella. Se nos habla del vestido que es preciso llevar. Ese vestido nos lo proporciona el mismo Dios: es la nueva vida a la que estamos invitados.
Se trata simplemente de actuar como Dios actúa. A los cristianos se nos tiene que distinguir por nuestro comportamiento externo, ese es el único vestido que se nos pide, ese comportamiento será la señal de identidad para los demás que nos vean.
XXVIII Domingo del T.O. (Mt 22, 1-14) - Ciclo A
Publicado por Antena Misionera Blog
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