Publicado por Dominicos.org
“Me ha enviado para dar la buena noticia a los que sufren, para vendar los corazones desgarrados”.
Este tercer domingo de Adviento, la liturgia nos invita a leer qué hay de vida en los “desiertos” de nuestro tiempo. Porque en lugares y momentos difíciles también se pueden abrir paso la confianza en el futuro y la alegría. El desierto puede ser lugar de crisis, pero también de encuentro, donde afloran las debilidades pero también las fortalezas y recursos insospechados. La liturgia nos invita a escuchar las “voces en el desierto” para sintonizar con las voces que hablan de aspiraciones y proyectos que promuevan un gozo sin exclusiones, un gozo fruto de la “vida según el Espíritu”. Al mismo tiempo, el testimonio de los profetas en este domingo, nos estimula a convertirnos en portavoces de los que no tienen voz. No debemos olvidar que muchos ruidos e intereses creados pretenden silenciar la voz de Dios y su Espíritu en la vida pública. Cada encuentro con Jesús resucitado en la eucaristía nos empujar a “no apagar el Espíritu”, a mantenernos constantes en la oración y el combate frente al mal. Dios es alegría y fidelidad. Donde está Dios hay futuro.
Primera lectura: (Isaías 61,1-2a. 10-11)
Marco: La lectura recoge uno de los fragmentos más densos del Trito-Isaías. A una comunidad abatida, abocada a la desesperanza por las circunstancias históricas por las que pasa durante largo tiempo, se le dirigen estas palabras.
Reflexiones
¡El Espíritu de Dios está sobre mí!
El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido... Me ha enviado para dar la buena noticia a los que sufren. El Espíritu presente a lo largo de toda la historia de la salvación, suscitando a los salvadores de Israel para que realizaran proezas liberadoras (Jueces) o impulsando a los profetas para anunciar con firmeza las promesas de Dios y denunciar las graves desviaciones de los reyes y del pueblo, ahora se promete al profeta por antonomasia. El Señor ha ungido a este profeta definitivo (que será Jesús mismo). El Espíritu le acompañará para llevar adelante la salvación de Dios en su etapa final. Dios ha previsto un proceso de salvación irrevocable, destinado a una meta que se alcanzará con toda seguridad. Los signos de la verdadera misión del profeta son que los abatidos, los marginados, los vejados del mundo son los mejores clientes del reino. Este profeta llevará el Evangelio a los pobres, la amnistía a los cautivos y un año de gracia del Señor. Todas estas imágenes describen el alborear de la salvación definitiva. Dios sigue actuando misteriosamente cuando se anuncia la buena noticia a los marginados de este mundo por la causa que sea: social, cultural o religiosa. Aparentemente carecen de motivos de esperanza. Proclamarles el año de gracia del Señor indica la remisión de todas las deudas contraídas, abrir sus vidas a la verdadera esperanza y disfrutar de la verdadera libertad que concede Dios, que anuncia el profeta, y que garantiza el Espíritu.
Segunda lectura: (1 Tesaloniccnses 5,16-24)
Marco: Esta carta es cl primer escrito de Pablo (y de todo el Nuevo testamento), Pablo ha evangelizado a los tesalonicenses en el así llamado segundo viaje misional que le llevó por primera a vez a Europa. Surgió una grave oposición y persecución contra Pablo y sus colaboradores que hubieron de abandonar precipitadamente la ciudad. La enseñanza de los elementos fundamentales del cristianismo no quedó suficientemente afianzada. Es cierto que Pablo insistió en que el Señor volvería pronto, pero era necesario consolidar esta enseñanza. Surgieron dudas serias sobre la vuelta del Señor y cómo integrarla en el cotidiano vivir. La carta se propone responder a este grave problema. La lectura forma parte de la sección (5,12-24) centrada en exhortaciones varias para la vida de la comunidad.
Reflexiones
¡Estad siempre alegres! Que la esperanza os mantenga alegres! (Rm 12,12).
Una manifestación inequívoca de la verdadera esperanza es el clima permanente de alegría que debe ser distintivo de los cristianos. Apoyados en la seguridad de la promesa de Dios que dirige la historia hacia una meta feliz y plenamente humanizadora para el hombre, el creyente tiene motivos para vivir en la alegría. El apóstol ha ofrecido a los creyentes motivos suficientes para estar seguros de la promesa del Señor. Ha completado la enseñanza y ha clarificado la situación. Es necesario volver la mirada a estas afirmaciones que siguen siendo de actualidad hoy. El hombre de hoy necesita el testimonio seguro y alegre de los creyentes y una palabra sobre su futuro seguro y feliz en un mundo hostil, agresivo y difícil. Pero no es una alegría fácil; está amasada con dos elementos fundamentales. Por una parte, la aceptación de las dificultades y sufrimientos propios y de los demás y, por otra, la seguridad de que el plan de Dios en Jesús se realizará cumplidamente. El Evangelio conlleva necesariamente la experiencia humana auténtica y la presencia del Señor que garantiza el sentido de esa experiencia.
Evangelio: (Juan 1,6-8.19-28)
Marco: El evangelio que proclamamos hoy está compuesto de dos fragmentos sobre el Bautista: el primero se encuentra en el prólogo del evangelio joánico; el segundo en la parte donde se recogen diversos testimonios acerca de Jesús. En el prólogo cumple la función de relacionar con la historia esta página admirable sobre la Palabra encarnada. Es muy probable que esto se haya escrito para advertir a la secta que surgió del Bautista que Jesús es siempre y en todo superior a Juan y que sólo Jesús es el verdadero Mesías. Por tanto, sólo la comunidad eclesial fundada por Jesús es la auténtica.
Reflexiones
¡Testigo de la Luz!
Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan... No era él la luz, sino testigo de la luz. Juan es un enviado por Dios. En el evangelio de Juan esta expresión tiene especial presencia. La misión es un hilo conductor de la historia evangélica. Es enviado ahora Juan como testigo; es enviado también Jesús, de tal manera, que se le da frecuentemente el título de Enviado; y al Padre lo llama también con frecuencia el Padre que me ha enviado. Es enviado del Espíritu Santo; y es enviada la Iglesia. De tal manera que en este domingo, a la luz del evangelio de Juan, habría que insistir en la misión. Pero Juan es enviado para una tarea muy concreta: dar testimonio y ser testigo. También el evangelista Juan insiste permanentemente a lo largo de su escrito en la presencia y necesidad del testimonio. El testimonio es necesario porque se trata de realidades necesarias y trascendentes para el hombre.
¿Qué dices de ti mismo? Esta pregunta va dirigida a Juan como final de una serie de preguntas que le plantean los enviados de Jerusalén cuando se encuentra en el cumplimiento de su tarea y misión en el Jordán. Las respuestas de Juan se fueron desgranando en negativas: no soy el Mesías, no soy el Profeta, no soy Elías. Pues ¿quién eres? ¿qué dices de ti mismo? Y contestó, recurriendo a unas palabras de Isaías que oímos el domingo pasado: Yo soy la voz que grita: «En el desierto, allanad el camino del Señor». Esa es mi tarea, mi misión y mi alegría. Soy sólo eso: una voz al servicio de la Palabra, un amigo al servicio del esposo: Vosotros mismos me sois testigos de que dije: «Yo no soy el Cristo, sino que he sido enviado delante de él. El que tiene a la novia es el novio; pero el amigo del novio, el que asiste y le oye, se alegra mucho con la voz del novio. Esta es, pues, mi alegría, que ha alcanzado su plenitud. Es preciso que él crezca y que yo disminuya».
¡Lealtad acrisolada y auténtica!
Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, que existía antes que yo y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia. Comencemos por la última expresión: no soy digno de desatar la correa de la sandalia. Era costumbre en las relaciones entre maestros y discípulos que éstos forcejeasen para ver quién podía tener el honor de llevar el calzado del maestro. Juan no se siente digno ni de este servicio cuando se trata de Jesús. Juan supo mantenerse siempre en su lugar. Pudo aprovecharse de la ignorancia de los que le preguntaban y dejarse aclamar como Mesías. Muchos antes que él y después que él así lo hicieron. Juan sabe su tarea y su misión, y permanece fiel a ella: no es el Mesías, sino un testigo suyo. Estas expresiones le ennoblecen y, a la vez, son una respuesta a sus discípulos para que se integren en la verdadera Iglesia de Jesús. Los liderazgos en la Iglesia no deberían existir, nos enseña Juan. Uno sólo es el Señor y uno sólo es el Maestro. Todos los demás son hermanos.
“Me ha enviado para dar la buena noticia a los que sufren, para vendar los corazones desgarrados”.
¿Quién nos alegrará? ¿A quién y cómo alegraremos? Para alegrar la existencia de tanta gente que nos rodea no siempre se precisa estar contento. De hecho, la alegría llega más deprisa cuando estamos menos pendientes de las propias necesidades y deseos, para ocuparnos de las de los demás. Menos centrados en las quejas y más atentos a las posibilidades de lo real, incluyendo en la realidad la dimensión transcendente o sobrenatural de la existencia. Dar y darse, regalar y regalarse (tiempo, habilidades, oración, etc..) con muy poco podemos alegrar y sanar mucho. Con muy poco podemos recomponer el sentido de nuestra vida.
“Estad siempre alegres”
Como si fuera tan fácil. S. Pablo no habla por hablar puesto que tuvo una vida difícil a causa del Evangelio. Sabe y transmite por experiencia que la alegría no se debe confundir con la euforia. El verdadero gozo se asienta en el interior del discípulo cuando vive en la confianza de la fe, sabe perdonar y pedir perdón, practica la justicia y la compasión. Es el gozo de quienes navegan por la vida teniendo un “puerto” al que dirigirse, un rumbo, una identidad, un proyecto y un mundo de relaciones visibles e invisibles. Hay un gozo en quien lucha por mantenerse fiel a su proyecto de vida encajando desafíos y sacrificios. Es el gozo aprendido junto al pesebre y la cruz, alegría que no es nunca soledad sino comunión con el Dios vivo.
“Para dar testimonio de la luz”
El testimonio de Juan Bautista preparando la venida del Mesías nos confronta. ¿De qué manera nuestra vida tiene una dimensión profética? Permaneciendo fieles a la causa que nos mueve; discerniendo con profundidad los acontecimientos; pronunciando una palabra lúcida que no pretenda ser en sí misma luz, sino testimonio de la luz que es Cristo Resucitado. Esa luz cuyos destellos brillan hoy como ayer, en el Evangelio leído con la Iglesia. El próximo domingo hará 500 años del sermón preparado por una comunidad de frailes dominicos en La Española (Rep. Dominicana). Aquella homilía provocó entre conciencias adormecidas, un tsunami de luz evangélica que llega hasta nuestros días. Hoy como entonces, nuestra época precisa menos “iluminados” y más “testigos de la luz”. De la luz, de la alegría y de la justicia social.
Este tercer domingo de Adviento, la liturgia nos invita a leer qué hay de vida en los “desiertos” de nuestro tiempo. Porque en lugares y momentos difíciles también se pueden abrir paso la confianza en el futuro y la alegría. El desierto puede ser lugar de crisis, pero también de encuentro, donde afloran las debilidades pero también las fortalezas y recursos insospechados. La liturgia nos invita a escuchar las “voces en el desierto” para sintonizar con las voces que hablan de aspiraciones y proyectos que promuevan un gozo sin exclusiones, un gozo fruto de la “vida según el Espíritu”. Al mismo tiempo, el testimonio de los profetas en este domingo, nos estimula a convertirnos en portavoces de los que no tienen voz. No debemos olvidar que muchos ruidos e intereses creados pretenden silenciar la voz de Dios y su Espíritu en la vida pública. Cada encuentro con Jesús resucitado en la eucaristía nos empujar a “no apagar el Espíritu”, a mantenernos constantes en la oración y el combate frente al mal. Dios es alegría y fidelidad. Donde está Dios hay futuro.
Fray Xabier Gómez García
Real Convento de Ntra. Sra. de Atocha (Madrid)
Real Convento de Ntra. Sra. de Atocha (Madrid)
Comentarios Bíblicos
Primera lectura: (Isaías 61,1-2a. 10-11)
Marco: La lectura recoge uno de los fragmentos más densos del Trito-Isaías. A una comunidad abatida, abocada a la desesperanza por las circunstancias históricas por las que pasa durante largo tiempo, se le dirigen estas palabras.
Reflexiones
¡El Espíritu de Dios está sobre mí!
El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido... Me ha enviado para dar la buena noticia a los que sufren. El Espíritu presente a lo largo de toda la historia de la salvación, suscitando a los salvadores de Israel para que realizaran proezas liberadoras (Jueces) o impulsando a los profetas para anunciar con firmeza las promesas de Dios y denunciar las graves desviaciones de los reyes y del pueblo, ahora se promete al profeta por antonomasia. El Señor ha ungido a este profeta definitivo (que será Jesús mismo). El Espíritu le acompañará para llevar adelante la salvación de Dios en su etapa final. Dios ha previsto un proceso de salvación irrevocable, destinado a una meta que se alcanzará con toda seguridad. Los signos de la verdadera misión del profeta son que los abatidos, los marginados, los vejados del mundo son los mejores clientes del reino. Este profeta llevará el Evangelio a los pobres, la amnistía a los cautivos y un año de gracia del Señor. Todas estas imágenes describen el alborear de la salvación definitiva. Dios sigue actuando misteriosamente cuando se anuncia la buena noticia a los marginados de este mundo por la causa que sea: social, cultural o religiosa. Aparentemente carecen de motivos de esperanza. Proclamarles el año de gracia del Señor indica la remisión de todas las deudas contraídas, abrir sus vidas a la verdadera esperanza y disfrutar de la verdadera libertad que concede Dios, que anuncia el profeta, y que garantiza el Espíritu.
Segunda lectura: (1 Tesaloniccnses 5,16-24)
Marco: Esta carta es cl primer escrito de Pablo (y de todo el Nuevo testamento), Pablo ha evangelizado a los tesalonicenses en el así llamado segundo viaje misional que le llevó por primera a vez a Europa. Surgió una grave oposición y persecución contra Pablo y sus colaboradores que hubieron de abandonar precipitadamente la ciudad. La enseñanza de los elementos fundamentales del cristianismo no quedó suficientemente afianzada. Es cierto que Pablo insistió en que el Señor volvería pronto, pero era necesario consolidar esta enseñanza. Surgieron dudas serias sobre la vuelta del Señor y cómo integrarla en el cotidiano vivir. La carta se propone responder a este grave problema. La lectura forma parte de la sección (5,12-24) centrada en exhortaciones varias para la vida de la comunidad.
Reflexiones
¡Estad siempre alegres! Que la esperanza os mantenga alegres! (Rm 12,12).
Una manifestación inequívoca de la verdadera esperanza es el clima permanente de alegría que debe ser distintivo de los cristianos. Apoyados en la seguridad de la promesa de Dios que dirige la historia hacia una meta feliz y plenamente humanizadora para el hombre, el creyente tiene motivos para vivir en la alegría. El apóstol ha ofrecido a los creyentes motivos suficientes para estar seguros de la promesa del Señor. Ha completado la enseñanza y ha clarificado la situación. Es necesario volver la mirada a estas afirmaciones que siguen siendo de actualidad hoy. El hombre de hoy necesita el testimonio seguro y alegre de los creyentes y una palabra sobre su futuro seguro y feliz en un mundo hostil, agresivo y difícil. Pero no es una alegría fácil; está amasada con dos elementos fundamentales. Por una parte, la aceptación de las dificultades y sufrimientos propios y de los demás y, por otra, la seguridad de que el plan de Dios en Jesús se realizará cumplidamente. El Evangelio conlleva necesariamente la experiencia humana auténtica y la presencia del Señor que garantiza el sentido de esa experiencia.
Evangelio: (Juan 1,6-8.19-28)
Marco: El evangelio que proclamamos hoy está compuesto de dos fragmentos sobre el Bautista: el primero se encuentra en el prólogo del evangelio joánico; el segundo en la parte donde se recogen diversos testimonios acerca de Jesús. En el prólogo cumple la función de relacionar con la historia esta página admirable sobre la Palabra encarnada. Es muy probable que esto se haya escrito para advertir a la secta que surgió del Bautista que Jesús es siempre y en todo superior a Juan y que sólo Jesús es el verdadero Mesías. Por tanto, sólo la comunidad eclesial fundada por Jesús es la auténtica.
Reflexiones
¡Testigo de la Luz!
Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan... No era él la luz, sino testigo de la luz. Juan es un enviado por Dios. En el evangelio de Juan esta expresión tiene especial presencia. La misión es un hilo conductor de la historia evangélica. Es enviado ahora Juan como testigo; es enviado también Jesús, de tal manera, que se le da frecuentemente el título de Enviado; y al Padre lo llama también con frecuencia el Padre que me ha enviado. Es enviado del Espíritu Santo; y es enviada la Iglesia. De tal manera que en este domingo, a la luz del evangelio de Juan, habría que insistir en la misión. Pero Juan es enviado para una tarea muy concreta: dar testimonio y ser testigo. También el evangelista Juan insiste permanentemente a lo largo de su escrito en la presencia y necesidad del testimonio. El testimonio es necesario porque se trata de realidades necesarias y trascendentes para el hombre.
¿Qué dices de ti mismo? Esta pregunta va dirigida a Juan como final de una serie de preguntas que le plantean los enviados de Jerusalén cuando se encuentra en el cumplimiento de su tarea y misión en el Jordán. Las respuestas de Juan se fueron desgranando en negativas: no soy el Mesías, no soy el Profeta, no soy Elías. Pues ¿quién eres? ¿qué dices de ti mismo? Y contestó, recurriendo a unas palabras de Isaías que oímos el domingo pasado: Yo soy la voz que grita: «En el desierto, allanad el camino del Señor». Esa es mi tarea, mi misión y mi alegría. Soy sólo eso: una voz al servicio de la Palabra, un amigo al servicio del esposo: Vosotros mismos me sois testigos de que dije: «Yo no soy el Cristo, sino que he sido enviado delante de él. El que tiene a la novia es el novio; pero el amigo del novio, el que asiste y le oye, se alegra mucho con la voz del novio. Esta es, pues, mi alegría, que ha alcanzado su plenitud. Es preciso que él crezca y que yo disminuya».
¡Lealtad acrisolada y auténtica!
Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, que existía antes que yo y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia. Comencemos por la última expresión: no soy digno de desatar la correa de la sandalia. Era costumbre en las relaciones entre maestros y discípulos que éstos forcejeasen para ver quién podía tener el honor de llevar el calzado del maestro. Juan no se siente digno ni de este servicio cuando se trata de Jesús. Juan supo mantenerse siempre en su lugar. Pudo aprovecharse de la ignorancia de los que le preguntaban y dejarse aclamar como Mesías. Muchos antes que él y después que él así lo hicieron. Juan sabe su tarea y su misión, y permanece fiel a ella: no es el Mesías, sino un testigo suyo. Estas expresiones le ennoblecen y, a la vez, son una respuesta a sus discípulos para que se integren en la verdadera Iglesia de Jesús. Los liderazgos en la Iglesia no deberían existir, nos enseña Juan. Uno sólo es el Señor y uno sólo es el Maestro. Todos los demás son hermanos.
Fr. Gerardo Sánchez Mielgo
Convento de Santo Domingo. Torrent (Valencia)
Convento de Santo Domingo. Torrent (Valencia)
Pautas para la homilìa
“Me ha enviado para dar la buena noticia a los que sufren, para vendar los corazones desgarrados”.
¿Quién nos alegrará? ¿A quién y cómo alegraremos? Para alegrar la existencia de tanta gente que nos rodea no siempre se precisa estar contento. De hecho, la alegría llega más deprisa cuando estamos menos pendientes de las propias necesidades y deseos, para ocuparnos de las de los demás. Menos centrados en las quejas y más atentos a las posibilidades de lo real, incluyendo en la realidad la dimensión transcendente o sobrenatural de la existencia. Dar y darse, regalar y regalarse (tiempo, habilidades, oración, etc..) con muy poco podemos alegrar y sanar mucho. Con muy poco podemos recomponer el sentido de nuestra vida.
“Estad siempre alegres”
Como si fuera tan fácil. S. Pablo no habla por hablar puesto que tuvo una vida difícil a causa del Evangelio. Sabe y transmite por experiencia que la alegría no se debe confundir con la euforia. El verdadero gozo se asienta en el interior del discípulo cuando vive en la confianza de la fe, sabe perdonar y pedir perdón, practica la justicia y la compasión. Es el gozo de quienes navegan por la vida teniendo un “puerto” al que dirigirse, un rumbo, una identidad, un proyecto y un mundo de relaciones visibles e invisibles. Hay un gozo en quien lucha por mantenerse fiel a su proyecto de vida encajando desafíos y sacrificios. Es el gozo aprendido junto al pesebre y la cruz, alegría que no es nunca soledad sino comunión con el Dios vivo.
“Para dar testimonio de la luz”
El testimonio de Juan Bautista preparando la venida del Mesías nos confronta. ¿De qué manera nuestra vida tiene una dimensión profética? Permaneciendo fieles a la causa que nos mueve; discerniendo con profundidad los acontecimientos; pronunciando una palabra lúcida que no pretenda ser en sí misma luz, sino testimonio de la luz que es Cristo Resucitado. Esa luz cuyos destellos brillan hoy como ayer, en el Evangelio leído con la Iglesia. El próximo domingo hará 500 años del sermón preparado por una comunidad de frailes dominicos en La Española (Rep. Dominicana). Aquella homilía provocó entre conciencias adormecidas, un tsunami de luz evangélica que llega hasta nuestros días. Hoy como entonces, nuestra época precisa menos “iluminados” y más “testigos de la luz”. De la luz, de la alegría y de la justicia social.
Fray Xabier Gómez García
Real Convento de Ntra. Sra. de Atocha (Madrid)
Real Convento de Ntra. Sra. de Atocha (Madrid)
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