“aguantar tu ausencia, sin dudar de tu venida.
Aguantar tu silencio y aún así, cantar.
Alguien ha de hacer esto siempre
con todos los otros y por ellos.
Y alguien ha de cantar, Señor, cuando tú llegues,
ese es nuestro quehacer;
verte llegar, y cantar, porque eres Dios.
porque haces unos prodigios
que ningún otro hace, fuera de ti.
Y porque eres formidable
y maravilloso como ninguno.
¡Ven, Señor!
Detrás de nuestros muros, río abajo,
te espera la ciudad. Amén”.
Aguantar tu silencio y aún así, cantar.
Alguien ha de hacer esto siempre
con todos los otros y por ellos.
Y alguien ha de cantar, Señor, cuando tú llegues,
ese es nuestro quehacer;
verte llegar, y cantar, porque eres Dios.
porque haces unos prodigios
que ningún otro hace, fuera de ti.
Y porque eres formidable
y maravilloso como ninguno.
¡Ven, Señor!
Detrás de nuestros muros, río abajo,
te espera la ciudad. Amén”.
(Silja Walter, benedictina, 1981)
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