Lejos de ser un sentimentalismo común, y una mera impulsividad, el amor es una tarea fundamental, sublime e irreemplazable que hoy se torna una necesidad para ser propuesta a una sociedad deshumanizada. Lo ha señalado en dos de sus Encíclicas el Papa Benedicto XVI quien nos recuerda que todo el ascenso de la maravillosa fuerza vitalizadora del amor de deseo del hombre no se completa ni ennoblece ni encuentra su real sentido último sin el Amor como Don que proviene de Dios. Sólo así viviremos nuestros esfuerzos, logros y fracasos con un sentido sólido y refundante, aunque sean mezclados y conflictivos como los de mayo de 1810. Ya conocemos hacia donde nos llevan las pretensiones voraces de poder, la imposición de lo propio como absoluto y la denostación del que opina diferente: al adormecimiento de las conciencias y al abandono. Sólo la mística simple del mandamiento del amor, constante, humilde y sin pretensiones de vanidad pero con firmeza en sus convicciones y en su entrega a los demás podrá salvarnos.
María de Luján, modelo de amor, de amor silencioso y paciente, no dejará de acompañarnos y bendecirnos al pie de nuestra cruz y en la luz de la esperanza.
Buenos Aires, 25 de mayo de 2012
Card. Jorge Mario Bergoglio s.j.
No hay comentarios:
Publicar un comentario