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jueves, 10 de abril de 2008

Domingo IV de Pascua - Ciclo A: Para el Señor somo únicos, irrepetibles


1.- “Hagámonos pastores, Sancho amigo” le dijo el Quijote en un sentido, y se lo dicen a si mismos todos los que mandan o quieren mandar, para los que tener borregos a su cargo es el ideal. Decidme a mi que son para un político esos miles de gentes que gritan entusiasmados en un mitin, para él no tienen nombre, no tienen cara, ni familia, ni problemas, ni enfermos en casa… son un mero número para las urnas.

Pero hay otros que mandan también en la sociedad, cambia la estación del año, y allí van todos, ellos y ellas, vestidos y adornados exactamente igual (como borregos) y con la sensación de ser muy originales y si es unisex la moda impuesta se pierde la originalidad de ser hombre o mujer para pasar a ser “eso”.

Vienen unos melenudos –o pelados del todo-- a llenarnos de gritos estentóreos nuestros estadios gritando como locos por una música impuesta por los pastores del rebaño.

Se está perdiendo la personalidad de tal manera que ya vosotros y yo no somos más que un número del DNI o del NIF (**) para los que nos mandan y conste que no digo que nos gobiernan.

2.- Jesús, que arrastrado por la tradición del Antiguo Testamento, tuvo un malísimo gusto al llamarse a si mismo pastor, hoy no se hubiera presentando así, pero no se me ocurre como se hubiera presentado.

En su tiempo vio a la gente como ovejas desperdigadas, como ovejas sin pastor, y hoy nos verá buscando un ideal de sinceridad en que las promesas se cumplan; de honradez en que nadie se lleve lo ajeno, y haya hombres que no se vendan al mejor postor; de imparcialidad en que no pesen los carnés políticos, ni las ideas religiosas, ni del color de la piel; de preocupación bien, no solamente de una minoría que usa el rodillo de la apisonadora, sino el de todos y cada uno, porque no se considera a nadie borrego, sino ser humano.

Desde luego que si hoy Jesús se nos presentase así, volvería a repetirse el Viernes Santo, porque hubo un Ghandi y lo mataron, hubo un Kennedy y lo mataron, hubo un Luther King y lo mataron. Y en general la gente honrada no ha triunfado en nuestra sociedad.

3.- Lo que el Señor nos quiere decir es que Él no trabaja en serie, que cada uno de nosotros somos obra de artesanía sin moldes, que sí somos de verdad artículo exclusivo, que para Él no hay más que ése que soy yo.

Que Él nos conoce por nuestro nombre, reconoce de lejos nuestra cara, nos enmarca en nuestras propias circunstancias y se sabe de memoria nuestros problemas, no porque se los hayamos dicho muchas veces, sino porque Él es el único que no nos dice “eso es problema tuyo”, sino que nos dice “tus problemas son mis problemas”.

María Magdalena reconoció a Jesús junto al sepulcro en aquel hombre que ella creía era el jardinero, cuando Jesús la llamó por su nombre: “María”, porque Él sabe nuestros nombres y cuando estamos atentos también nosotros por el tono de voz. Como cuando nos llama por teléfono un amigo y no hace falta que nos diga su nombre porque el timbre de voz le reconocemos. “¡Oye, María!”. ¡Di, sí, Fernando!”. No hace falta nada más.

4.- Para el Señor somos únicos irrepetibles, y tenemos un hueco en su corazón, que nadie puede ocupar, como cada hijo ocupa un lugar en el corazón de los padres y cuando ese hijo muere allí queda siempre vacío ese lugar.

Si es verdad que nadie es indispensable en este mundo, porque siempre habrá otro médico, otro empresario, otro sacerdote, otro Papa, pero como personas somos indispensables para Dios.

El Señor no se sienta a la mesa familiar si no están todos los suyos, para la alegría general cada uno es indispensable.

Hagámonos pastores, Sancho amigo, como lo es el Señor, que cada uno de los que nos rodean sean únicos, indispensables.

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