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martes, 20 de mayo de 2008

Evangelio del Día Comentado: Martes 20 de mayo


EVANGELIO
Marcos 9, 30-37

30Se marcharon de allí y fueron atravesando Galilea; no quería que nadie se enterase, 31porque iba enseñando a su s discípulos. Les decía:
-Al Hombre lo van a entregar en manos de ciertos hombres, y lo matarán; pero, después que lo maten, a los tres días resucitará.
32Pero ellos no entendían aquel dicho y les daba miedo preguntarle.
33ªY llegaron a Cafarnaún.
33bCuando llegó a la casa, les pregunto:
-¿De qué hablabais por el camino?
34Ellos guardaron. silencio, pues en el camino habían discutido entre ellos quién era el más grande 35Jesús se sentó; llamó a los Doce y les dijo:
-Si uno quiere ser primero, ha de ser último de todos y servidor de todos.
36 Después llamó a un niño, lo colocó en medio de ellos, lo acarició y les dijo:
37-El que acoge a un chiquillo de éstos como si fuera a mí mismo, me acoge a mí; y el que me acoge a mi, no es a mí a quien acoge, sino al que me ha enviado.

COMENTARIOS

I

vv. 30-31 Se marcharon de allí y fueron atravesando Galilea; no quería que nadie se enterase, porque iba enseñando a sus discípulos. Les decía: «Al Hijo del hombre lo van a entregar en manos de ciertos hombres, y lo mataran; pero, aun¬que lo maten, a los tres días resucitará».
Viaje hasta Cafarnaún. Mientras caminan a través de Galilea, el inte¬rés de Jesús está centrado en los discípulos. Ante la incomprensión que éstos siguen mostrando, Jesús reitera la enseñanza sobre el destino del Hijo del hombre (8,31), término que lo designa a él y, tras él, a sus segui¬dores. La enseñanza se hace más genérica que en 8,31: el anuncio de la entrega, muerte y resurrección del Hijo del hombre carece de todo deta¬lle que las vincule a un pueblo o agente determinado; esa hostilidad a muerte puede darse en cualquier cultura.
Se establece por primera vez la oposición entre «el Hijo del hombre», el Hombre en su plenitud, y «hombres» que no la conocen ni aspiran a ella. Se insiste en el hecho de la muerte (lo matarán. . aunque lo maten), pero para vaciarla de su contenido, haciendo resaltar la resurrección, la continuidad de la vida. Jesús quiere calmar la angustia de sus discípulos ante la perspectiva de una muerte sin combate ni gloria, inculcándoles que ésta no es una amenaza ni un fracaso, porque no es el final.

vv. 32-33a Pero ellos no entendían aquel dicho y les daba miedo preguntarle. Y llegaron a Cafarnaún.
La incomprensión de los discípulos es total, son refractarios a esa enseñanza. Tienen miedo de preguntar a Jesús, porque vislumbran que la explicación no correspondería a su expectativa de triunfo. No ven sen¬tido en una vida después de la muerte. Llegan a Cafarnaún.

v. 33b Cuando llegó a la casa, les preguntó: « ¿ De qué hablabais por el camino?»
La casa/hogar (gr. oikia) en Cafarnaún es figura de la comunidad de Jesús, que integra a los dos grupos de seguidores, como apareció en 2,15 (discípulos y «pecadores»), cuando fue mencionada por primera vez. Jesús hace a los discípulos una pregunta que va a resultarles emba¬razosa.

v. 34 Ellos guardaron silencio, pues en el camino habían discutido entre ellos quién era el mas grande.
El silencio de ellos revela su obcecación (3,4: de los fariseos; cf. 7,25: «espíritu mudo y sordo») y lo improcedente del tema que han discutido: quién tenía rango superior o mayor categoría en el grupo. Domina en ellos la ambición de preeminencia, a la que incita el sistema jerárquico judío, radicalmente opuesta a la enseñanza anterior de Jesús (9,31).

v. 35 Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: «Si uno quiere ser primero, ha de ser último de todos y servidor de todos».
Jesús se sentó, porque esta casa/comunidad es su morada estable; si, estando en la misma casa, tiene que llamar a los Doce (los mismos discí¬pulos en cuanto constituyen el Israel mesiánico) es porque están distan¬ciados de él, aunque no físicamente; su lejanía está causada por su resis¬tencia a aceptar el destino del Hijo del hombre (9,31-32); Jesús va a recordarles lo que significa «estar con él», primera finalidad de su consti¬tución como grupo (3,14).
En primer lugar, los corrige: tienen que renunciar a toda pretensión de rango. Usa para ello la oposición ser primero-ser último de todos y servi¬dor de todos. Quien se hace último de todos y servidor de todos tiene la misma actitud de Jesús y se coloca a la cabeza de los demás (primero), es decir, sigue a Jesús más de cerca. «Hacerse último y servidor» equivale a «renegar de sí mismo» renunciando a toda ambición egoísta, primera condición del seguimiento (8,34). Este dicho da pie a la escena siguiente.

v. 37 "El que acoge a un chiquillo de éstos como si fuera a mí mismo, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no es a mí a quien acoge, sino al que me ha enviado".
Cuando son enviados (el que acoge, cf. 6,11), estos seguidores llevan consigo la presencia de Jesús y del Padre.


II

Un requisito para actuar inteligentemente como cristianos ante las dificultades que salen a nuestro encuentro desde la mañana hasta el anochecer, es proceder con humildad; con aquella actitud que llevó al Hijo del Padre a escalar la cruz.
La humildad es una actitud interior que se aprende en la renuncia y en el discernimiento que se haga cada día por vivir con lo necesario. La humildad brota de un corazón agradecido y de una existencia que se sabe necesitada de los demás para seguir adelante; que no tiene la última palabra y que lo que ofrece lo da sin mirar la recompensa. Ser humildes es una exigencia inevitable para ser cristianos; de lo contrario, la cruz de Cristo es locura, fracaso, contradicción, mentira para el ser humano.
Es necesario, como nos exige el evangelio de san Marcos en este día, ser los últimos para ser los primeros. A Dios lo que menos le interesa de cada uno de nosotros sus amados hijos e hijas, son los títulos y posiciones sociales. A él le interesa lo que somos en la desnudad realidad de nuestra persona, el escenario por excelencia donde él habla y nosotros escuchamos; donde él escucha y nosotros nos comunicamos con él

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