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miércoles, 30 de julio de 2008

Evangelio Misionero del Día: 31 de Julio de 2008 - San Ignacio de Loyola

Por CAMINO MISIONERO


Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 13, 47-53

Jesús dijo a la multitud: «El Reino de los Cielos se parece a una red que se echa al mar y recoge toda clase de peces. Cuando está llena, los pescadores la sacan a la orilla y, sentándose, recogen lo bueno en canastas y tiran lo que no sirve.
Así sucederá al fin del mundo: vendrán los ángeles y separarán a los malos de entre los justos, para arrojarlos en el horno ardiente. Allí habrá llanto y rechinar de dientes. ¿Comprendieron todo esto?»
«Sí», le respondieron.
Entonces agregó: «Todo escriba convertido en discípulo del Reino de los Cielos se parece a un dueño de casa que saca de sus reservas lo nuevo y lo viejo».

Compartiendo la Palabra

Queridos hermanos, hoy la Iglesia festeja la memoria de uno de los grandes santos que dejaron su imborrable huella en este mundo, San Ignacio de Loyola. Ignacio fue uno de los fundadores de la Compañía de Jesús (Jesuitas) y el alma que nos legó su experiencia de encuentro con el Señor, a través de los Ejercicios Espirituales, hoy patrimonio de toda la Iglesia.
No pretendo en este espacio de meditación realizar una síntesis de su biografía, ya que pueden consultarla en otras entradas en este blog o bien visualizar un video muy profundo de su vida, que también podrán encontrar aquí. Pero si quisiera aprovechar este día para tomar algunos puntos de su historia de conversión y seguimiento, para llevarlos a nuestras vidas, orarlo y poner en práctica, lo que desde allí nos hable el Señor.

Nos adentremos en este momento íntimo con el Señor, con una oración de San Ignacio, pidiendo la gracia de saber escuchar al Señor, para encontrar, aceptar y cumplir su Voluntad.

Enséñame a escuchar
Enséñame a escuchar, oh Dios,
a los que están más cerca,
mi familia, mis amigos, y mis compañeros de trabajo.
Ayúdame a ser consciente de que, cualquiera que sean las
palabras que oiga, el mensaje:
"Acéptame como soy. Escúchame."
Enséñame a escuchar, oh, Dios compasivo, a los que están lejos—
el susurro de los desamparados,
la súplica de los abandonados,
el llanto de los angustiados.
Enséñame a escuchar, oh Dios, oh Madre a mí mismo.
Ayúdame a tener menos miedo
y a confiar en la voz dentro de mí—
en lo más profundo de mí.
Enséñame a escuchar, Espíritu Santo, a tu voz—
en el trabajo y en el aburrimiento,
en la certidumbre y en la duda,
en el ruido y en el silencio.
Enséñame, Señor, a escuchar. Amén

Puntos para la Oración

EL CAMBIO NECESARIO. Ignacio, hombre de ideales fuertes y convicciones rotundas, tenía su vida armada, puesta al servicio de un plan de vida, que hasta el momento creía correcto. Pero Dios tenía puestos sus ojos en Él, y al igual que otros santos, debió ingresar intempestivamente en su vida, para mostrarle su plan de salvación. La gloria y la fama que buscaba en este mundo, fue cambiada por la otra Gloria que hoy está gozando en el Reino.
Sucede frecuentemente en nuestras vidas que nosotros delineamos nuestras vidas, con objetivos, proyectos, planes de acción y demás, pero no tenemos en cuenta a Dios en medio de toda esa vorágine. Pero al Señor, que nunca le ganamos en generosidad, siempre tiene un detalle, algunas veces extremo, dependiendo de nuestra dureza de corazón, para que reaccionemos a tiempo y convertir nuestro corazón a su Amor. A Pablo lo derribó un caballo, a Ignacio una bala de cañón. ¿A ti que te ocurrió? ¿La muerte de un ser querido? ¿Una enfermedad? ¿Problemas matrimoniales? ¿Crisis económicas? Lejos de caer en una victimización debemos discernir y estar atentos a la enseñanza que Dios trae en esos momentos duros, siempre hay un llamado a acudir a su encuentro, para convertirnos en herramientas, que se vuelven útiles en sus manos para servir al mundo.

LIBERTAD Y ESCUCHA. Ignacio postrado y recluido a raíz de las heridas de guerra, que le dejarían marcas permanentes, siente el impulso de conocer más acerca de Jesús, iniciativa que surge como reciprocidad al primer paso que ya dio el Señor en su vida. Totalmente abandonado e inutilizado. Sin nada más que perder, y sin nada que ganar, sus planes destruidos y convertidos en basura. Esa sensación de morir a toda vida pasada y tener que refundarse, le dio total libertad para elegir entre cada cosa que se le abría en el horizonte. Se encontró a si mismo, con sus luchas, temores y lo que el Señor le pedía. Buscó. Escuchó. Se entregó al Maestro.
En la vida de todo cristiano, es necesario que constantemente se renueve la intimidad con el Señor, a través de la oración diaria y la confesión y Eucaristía periódica, pero también ha de buscar otros espacios y momentos más prolongados para encontrar silencio y sosiego para su alma, para que en ese tiempo se disponga enteramente a escuchar la Palabra de Dios en el aquí y ahora, para así disponerse al servicio del Señor.
Si hace mucho que no realizamos ejercicios espirituales, retiros o alguna práctica que nos lleve a la serenidad y liberalidad de encontrarnos con nuestro Creador, hoy es un buen momento para planteárnoslo activamente como propósito a corto plazo. Siempre es bueno hacer un alto para buscar y encontrar la Voluntad del Amor Renovador.

COMPAÑEROS DE CAMINO. El corazón de Ignacio se inundó de la Gracia del Señor y explotó de Amor, para confundirse con cada elemento de la Creación. Esa experiencia de encuentro y unión con Dios, tan inexplicable como particular y magnífica, lo llevó a compartirlo con otros hermanos que, al igual que él, andaban en la búsqueda de algo grande para sus vidas. Sus amigos, sus compañeros de ruta, unieron sus corazones para alabar al Señor y desde allí servir a cada hermano al que puedan llegar. Una utopía realizable desde la fuerza que sacaban de la cercanía al Corazón de Cristo y el apoyo mutuo que se propinaban, incluso a pesar de las distancias. Un solo Amor. Un solo corazón. Una sola misión: Ser Compañeros de Jesús junto a la Cruz. El sello que desde hace 500 años sigue vivo, cual hoguera, para encender a aquellas almas que necesitan del Señor, de su Palabra, de su Compañía, de su Amor.
Nada especial tenía Ignacio y sus compañeros. Sólo se dejaron consumir por el Amor a Jesús. Ese fue el secreto de los primeros compañeros. Hoy podrías ser tú el llamado, al igual que ellos, a conformar una comunidad de Amor que deje la vida por el mensaje de Cristo en la Tierra. Déjate seducir por el Señor. Él guiará tus pasos y los de tus hermanos, que se decidan a dar el paso al vacío en nombre de Jesús, el Salvador y Redentor de toda la humanidad.

EN TODO AMAR Y SERVIR. La contemplación. La escucha. La Palabra. La Eucaristía. La entrega total. Signos en la vida de Ignacio que fueron encarnados para unirse a Dios en lo más íntimo de su esencia. Así, como San Francisco de Asís, encuentra en cada cosa creada al Creador, y por ello, también encuentra en ella, una misión de servicio y amor. Esto explica lo que los unió a Ignacio, a Francisco Javier, a Pedro y el resto, ya que eran muy diferentes, y con misiones muy diversas entre sí, pero compartían ese afán de hallar la Voluntad de Dios y disfrutarlo en cada persona y cada cosa sobre esta Tierra.
Este es un gran llamado para que salgamos de nuestros egoísmos y mezquindades, para que sinceramente nos dejemos ganar por lo que Dios anhela de nosotros y trabajar felices en la tarea que Él nos tiene encomendada.
Pidamos la Gracia, por intercesión de San Ignacio, que nuestras almas se enamoren del Señor y que ese Amor nos arrastre a ofrecer nuestras vidas para ayudarlo a redimir este mundo de hermanos.

Imagen para contemplar

Estamos parados junto a Jesús, que en este momento carga la Cruz de toda la humanidad, nos pide que nos acerquemos a Él.
¿Qué hacemos? ¿Lo ayudamos a cargar la cruz? ¿Nos quedamos inmóviles? ¿Le damos la espalda? ¿Qué nos dice Jesús?

Conclusión

En este día pidamos al Señor, por intercesión de Ignacio, que nos decidamos a ser apóstoles encendidos y entregados totalmente a su Voluntad, para mayor Gloria de Dios.

Toma, Señor y recibe
toda mi libertad;
mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad.
Cuanto tengo y poseo,
Tú me lo diste, y a Tí Señor te lo torno.
Todo es tuyo; dispone de ello según tu voluntad.
Dame tu amor y gracia, que esto me basta sin que te pida otra cosa

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