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sábado, 19 de julio de 2008

XVI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO A: Trigo y cizaña, un campo mezclado

Publicado por El Blog de X. Pikaza

El domingo pasado comenté el tema de la parábola del sembrador (Mt 13, 1-23), siguiendo un texto que, en gran parte, era común también a Marcos (Mc 4). La liturgia presenta hoy el tema de la parábola del trigo y de la cizaña, que pone de relieve la siembra de Dios, destacando también la “mala simiente” que crece en la historia. Vivimos en un campo mezclado, donde el trigo ha de crecer en medio de cizaña. Así es el reino de Dios.

Texto. Mateo 13,24-43

En aquel tiempo, Jesús propuso otra parábola a la gente: "El reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero, mientras la gente dormía, su enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo y se marchó. Cuando empezaba a verdear y se formaba la espiga apareció también la cizaña. Entonces fueron los criados a decirle al amo: "Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde sale la cizaña?" Él les dijo: "Un enemigo lo ha hecho." Los criados le preguntaron: "¿Quieres que vayamos a arrancarla?" Pero él les respondió: "No, que, al arrancar la cizaña, podríais arrancar también el trigo. Dejadlos crecer juntos hasta la siega y, cuando llegue la siega, diré a los segadores: 'Arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo almacenadlo en mi granero.'""
[Les propuso esta otra parábola: "El reino de los cielos se parece a un grano de mostaza que uno siembra en su huerta; aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece es más alta que las hortalizas; se hace un arbusto más alto que las hortalizas, y vienen los pájaros a anidar en sus ramas."
Les dijo otra parábola: "El reino de los cielos se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina, y basta para que todo fermente."
Jesús expuso todo esto a la gente en parábolas y sin parábolas no les exponía nada. Así se cumplió el oráculo del profeta: "Abriré mi boca diciendo parábolas, anunciaré lo secreto desde la fundación del mundo." Luego dejó a la gente y se fue a casa. Los discípulos se le acercaron a decirle: "Acláranos la parábola de la cizaña en el campo." Él les contestó: "El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del reino; la cizaña son los partidarios del Maligno; el enemigo que la siembra es el diablo; la cosecha es el fin del tiempo, y los segadores los ángeles. Lo mismo que se arranca la cizaña y se quema, así será al fin del tiempo: el Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y arrancarán de su reino a todos los corruptores y malvados y los arrojarán al horno encendido; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga."]

Introducción
Mc 4 había dejado el tema en el nivel de la parábola anterior (del sembrador y los campos). Mt lo ha elaborado, ampliando algunos de los elementos que antes se hallaban más velados (la acción del Enemigo de la Palabra o Diablo), desarrollando en este fondo el tema clave del juicio, es decir, del discernimiento final, en función de la palabra. De esta forma introduce, aquí en el centro e su texto, un tema que deberá desarrollar a lo largo de todo su evangelio.
Esta nueva parábola ha de entenderse, como una explicación de la anterior, en clave de conflicto satánico y de juicio escatológico. Para valorarla justamente, dentro de Mt, debemos situarla en el centro de un proceso que comienza en la tentación (Mt 4) y culmina en el juicio final (Mt 25, 31-46). Sus evocaciones son también muy numerosas. Aquí pondremos de relieve las de tipo cristológico, siguiendo el mismo ritmo del texto, construido, como el anterior, en forma de tríptico (a, b, a=). En los extremos hallamos la parábola y su interpretación. En el centro ha introducido Mt dos pequeñas parábolas, que sirven para interpretar la mayor, con una revelación intensa sobre el sentido de la parábola.
2. El Sembrador y su Enemigo (13, 24-30).
Es una nueva versión, en parte más alegorizada, de la parábola anterior (13, 3-9). Las transposiciones y cambios son fáciles de entender desde el mismo contexto mediterráneo en que la imagen se sitúa; ellos nos obligan a entender el tema en un contexto más judío, de división ética y de culminación escatológica. Los motivos resultan suficientemente conocidos dentro de la tradición judía; por eso destacamos las novedades de tipo cristológico:
1. El Reino de los Cielos se parece a un Humano que siembra buena semilla... (13, 24). Ante se decía simplemente que “sembraba” (13, 3). Ahora se añade que siembra buena semilla, introduciendo así en todo el relato la división entre el bien y el mal. Conforme a la simbología agraria del tiempo, la buena semilla será trigo, la mala cizaña (13, 2). Nos encontramos, por lo tanto, ante el Cristo de la buena siembra.
2. El Sembrador y sus siervos. La parábola presenta al Sembrador como un oikodespotes o Amo de casa, que realiza su obra a través de unos siervos o criados, que están a su servicio. De esta forma destaca el carácter eclesial del tema: el Mesías de Dios realiza su obra a través de unos ministros, como vimos en Mt 10 y veremos, de un modo más explícito, en el gran envío misionero de 28, 16-20.
3. El Enemigo del Sembrador. En el caso anterior, ese Enemigo de la siembra estaba simbolizado por los pájaros que comen la semilla o por las preocupaciones y riquezas del mundo, que impiden cultivar esa semilla a los creyentes. Pues bien, ahora se supone que hay un Enemigo/Diablo, que siembra mala semilla en medio de la noche (tiempo de oscuridad, tiempo en que duermen los siervos del Amo). Esa semilla mala (cizaña), lo mismo que la noche (oscuridad) pertenece al mismo riesgo de la Siembra del Mesías sobre el mundo.
4. Dejad que crezcan ambas.... (13, 30) . Los siervos del amo quisieran que el campo estuviera perfectamente limpio, destruyendo (arrancando) por la fuerza a la cizaña. Esta es la tentación de todo mesianismo histórico, que intenta resolver los problemas por la fuerza, empleando en el fondo una táctica más propia del diablo. La respuesta del Amo de Casa es “dejad que crezcan ambas”. Ese Mesías de la siembra acepta la conflictividad histórica: entiende el mundo como campo de batalla; así deja que su semilla crezca y madure su grano en medio de la cizaña. Antes (13, 7-22) se decía que el campo no debe estar lleno de espinas (eran las espinas o zarzas de los mismos creyentes); ahora se añade que debe respetarse la cizaña.
5. Hasta que llegue la siega... (13, 30) . El mismo Sembrador y Guardián aparece, al fin, como Jefe Segador que dirá a los segadores que recojan el trigo y lo guarden, que quemen la cizaña... Para Mt es evidente que la obra mesiánica de gratuidad (de no violencia) sobre el mundo está dirigida hacia un futuro de juicio que supondrá la separación de los humanos.
De esa forma, la parábola de la semilla se convierte en parábola de siembra inicial, la disputa histórica y la decisión final. Así se marcan los tres grandes tiempos históricos. Al principio está la siembra de la buena semilla, en el campo del Amo. En medio está la disputa; el problema no surge solamente de intervención e otros factores más o menos secundarios (pájaros, riqueza) que pueden presentarse como adversarios de la Palabra, sino de la existencia de un Enemigo, que siembra su mala semilla, con toda intención, para oponerse a la Palabra. Este tiempo intermedio está determinado por la confrontación o lucha: las dos semillas crecen, una junto a la otra, de manera que el campo del amo (del Señor de la casa) viene a presentarse como campo mixto, de trigo y cizaña. Al final estará la solución del problema.
2. La alegoría del juicio (13, 36-43).
Consta de dos partes básicas: la primera (13, 36-39) ofrece una especie de vocabulario escatológico y la segunda (13, 40-43) una visión rápida del juicio, entendido como acción del Hijo del Humano. Mt anuncia de esta forma la gran parábola/alegoría del juicio de 25, 31-46. La misma siembra, a través de la separación entre buenos y malos, nos ha llevado a la escena final del juicio donde se anticipa ya la culminación del evangelio.
Mt asume de esta forma la escatología judía de su tiempo, introduciendo en ella la novedad del evangelio entendido como siembra. Ciertamente, el Diablo cumple una función perversa (de mala siembra), pero no aparece como violador impositivo, que destruye desde fuera a los humanos (en la línea de 1 Henoc), sino como sembrador de mala Palabra. Eso significa que estos (los humanos) tienen la capacidad de oponerse al Diablo, de manera que al fin pueden ser juzgados. Lógicamente, frente a la condena y juicio de los ángeles perversos (violadores) de la tradición apócrifa judía, ha presentado Mt la condena de aquellos que rechazan la siembra del Hijo del humano. Teniendo esto en cuenta, podemos presentar ya su vocabulario escatológico consta de seis elementos, contrapuestos de dos en dos:
a. Sembrador: Hijo del Humano. La tradición anterior lo presuponía (cf. Mc 4,14), pero sólo ahora se afirma en palabra de gran valor cristológico: el cuanto Hijo del humano, Jesús es ante todo Sembrador: ofrece la buena semilla a los humanos.
a=. Enemigo: Diablo. No se limita a “comer” la semilla o sus frutos, como los malos pájaros de 13, 19 (o el Dragón de Ap 12, 1-3), sino que imita al Sembrador, oponiendo a la buena la mala semilla, queriendo construir así un reino pervertido.
b. Campo: el Cosmos. La parábola (13, 25) afirmaba que el sembrador siembra “en su campo”. Ahora se afirma que ese campo es el cosmos: el Hijo del humano actúa sobre el conjunto de la realidad, sobre todo lo que existe.
b=. Siega: consumación del Siglo. Del ámbito espacial (cosmos como totalidad de lo que existe) pasamos al temporal, a la synteleia aionos o consumación del Eón (=siglo). El Hijo del humano aparece así como Señor del fin del tiempo.
c. Buena y mala semilla: son los Hijos (=portadores) del Reino y los del Malo, es decir, los representantes del Diablo en el mundo. Ambos grupos viven mezclados en el mundo. La acción del Hijo de hombre se encuentra amenazada.
c=. Segadores: Ángeles, realizan la separación final, como representantes de Dios, portadores de su acción escatológica. La misma división actual de la humanidad viene a presentarse según eso como llamada o promesa de juicio.
Este vocabulario no ha sido después explicitado con detalle por la evocación del juicio (13, 40-43) que sólo reasume y amplía algunos de sus rasgos, reasumiendo elementos de la visión escatológica del Bautista (3, 10) y anticipando la gran escena del juicio final de 25, 31-46. Esa evocación consta de tres momentos: comparación parabólica, acción judicial y conclusión salvadora:
1. Parábola (13, 40a) . Como se recoge la cizaña y se echa al fuego.... No se puede conservar; sólo sirve para hacer fuego y calentar la casa. Además, hay que quemarla para que no se expanda y contamine todo el campo.
2. Acción judicial (13, 40b-42) . Se realiza en la consumación del tiempo y está dirigida por el Hijo del humano, que ya no aparece como Sembrador (en la línea del vocabulario anterior), sino como Realizador del juicio de Dios, a través de sus Ángeles. Antes vimos que el Hijo del humano sembraba en su campo (13, 24: /) es decir, en su propia tierra; ahora descubrimos que esa tierra donde él ha sembrado (tierra que el vocabulario se identificaba con el cosmos: 13, 38) es su propio Reino (13,41/). Más que Aforense@ (como en 25, 31-46), este juicio tiene un carácter de victoria final y liberación: los ángeles del Hijo del humano recogen a los creadores de escandalizadores y obradores de iniquidad) y los arrojan al horno de fuego, es decir, al lugar de la destrucción definitiva.
3. Conclusión salvadora (13, 43) : “entonces los justos brillarán como el Sol en el reino de su Padre” (Padre de ellos: Pasamos así del reino del Hijo del Hombre (vivido en la historia, en medio de contradicciones y lucha entre los buenos y perversos) al Reino del Padre, conforme a un tema que ha sido expuesto de manera clásica por 1 Cor 15, 20-28. Las diferencias son claras, pero también es clara la semejanza: el reino de Jesús, Hijo del humano, está al servicio del Reino universal de Dios.
Mt ha utilizado elementos de la tradición apocalíptica, pero los ha recreado desde su propia visión de la escatología. De la Palabra de Jesús, sembrada como evangelio sobre la tierra de Israel, hemos pasado al campo de la división y juicio universal entre los humanos. Desde una lectura parcial, estos pasajes (tanto el vocabulario como la acción judicial) pueden entenderse en clave de disputa anti-judía y de afirmación eclesial: Mt trataría sólo de aquello que sucede en ámbito de iglesia, conforme a una visión ya evocada en 7, 23. Allí condenaba Jesús a los obradores de iniquidad dentro de la misma iglesia, en pasaje de clara polémica intra-cristiana. Pero aquí el contexto el totalmente distinto, lo mismo que en la segunda mitad de Mt 10: la Palabra de Jesús se amplía, desbordando el contexto del discipulado, en una línea que culminará en 28, 16-20: se supone ya que la palabra de Jesús se ha ampliado al mundo entero, de manera que la obra de la iglesia se vincula a la presencia del Hijo del humano en todo el mundo.
Este contexto universal viene exigido, en otro aspecto, por la misma oposición entre el Diablo que en 4, 8 mostraba como suyos todos los reinos del cosmos y Jesús, vencedor del Diablo que ha sembrado su Palabra en todo el cosmos. Ahora descubrimos la mentira del Diablo, que no es rey del cosmos, porque el auténtico rey es Jesús que siembra la palabra y vence en un camino que culmina en la destrucción de todos los poderes perversos de la historia. Por ahora, dentro de la trama narrativa de Mt, no sabemos cómo ha de ser esa victoria. Tendremos que esperar a la segunda parte del texto, para descubrir que Jesús ha vencido a los poderes del Diablo entregando su vida, en camino gratuito y gratificante de muerte y pascua.

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