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jueves, 31 de julio de 2008

XVIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO A: "Compartir el pan"

Nos encontramos hoy con uno de los relatos evangélicos claves en el proyecto de Jesús redactado en forma de milagro, un género literario muy usado en la época. No todos los relatos bíblicos están en los cuatro evangelistas; algunos se encuentran únicamente en los sinópticos (Mt, Mc y Lc), otros sólo Juan, algunos son propios de cada evangelista y unos pocos relatos están en los cuatro evangelios, entre ellos el relato de Mateo que hoy leemos. Marcos y Mateo lo narran además dos veces cada uno; en total hay 6 narraciones de este mismo acontecimiento. Esto no es casualidad.

Más que un momento puntual en la vida de Jesús, el presente relato abarca toda su vida, su trabajo, el desarrollo de su ministerio público, su dimensión ético social, lo que en filosofía latinoamericana llamamos se llama la praxis histórica.

Jesús buscó un lugar desierto y apartado. A Juan el Bautista lo habían asesinado y no había un buen ambiente para estar a la luz pública; en estos momentos duros de persecución los seres humanos sentimos que ánimos se bajan y es preciso la reflexión y la oración, a fin de llenarnos de la fuerza y la sabiduría de Dios para enfrentar la realidad. La gente, que veía en Jesús una luz de esperanza para sus vidas, lo siguió caminando desde las ciudades. No lo siguieron en carruajes o en caballos, ni siquiera en burro. ¡Se fueron caminando! Se trataba de gente pobre, hambrienta y enferma, no se sabe qué tipo de enfermedad, pero sabemos que la enfermedad representa las fuerzas que no nos permiten vivir en libertad y desarrollarnos con nuestras plenas facultades humanas.

Y dice el texto que Jesús los sanó. Una buena oportunidad para un pantallazo, el escenario perfecto para ganar adeptos vendiendo ilusiones a la gente, como solemos ver cada día tantos oportunistas entre nuestras barriadas.

¡Una imagen vale más que mil palabras! Un pantallazo en tiempo de elecciones vale más que mil razones. No es raro ver a nuestros gobernantes, sobre todo cuando están en campaña, repartir personalmente y ¡claro!, ante las cámaras, bonos de alimentación, becas para estudio de niños pobres, préstamos flexibles para madres cabeza de hogar, dotación para las escuelitas públicas, y otros “regalos”, que lo pudieran hacer los directos encargados de las diferentes dependencias. Así se evitaría tanta aglomeración, confusión y el desplazamiento desde la capital. Pero el impacto en imagen que produce un “Papá Noel” es muy grande, así la alegría dure poco. La escena se repetirá cuando sea necesario otro golpe de opinión. Jesús, dice el texto, actuó movido por la compasión; ese fue el motor que lo impulsó para su predicación y para toda su obra, no actuó para ganar adeptos ni por ovación del respetable público que hoy aplaude y mañana condena.

“Despide la multitud para vayan a las aldeas y compren de comer”, dijeron sus discípulos. Los curas a las sacristías, se le oyó decir hace unos años a un ilustre ministro. A la Iglesia le corresponde lo espiritual y a la gente del mundo lo material pues los sacerdotes son los médicos de las almas, dicen otros despistados. Es más fácil y menos peligroso hablarles de las llamadas verdades eternas: el cielo, el infierno y el purgatorio; de cómo tener unas almas limpias de todo pecado para alcanzar el cielo, y de los dogmas “probados”, seguros e infalibles, que del día a día y nuestro compromiso ético social con la construcción de la historia, donde, como cualquier mortal, nos podemos equivocar y además meter en problemas. Siempre va estar esa tentación de los discípulos: “despide la multitud”, no nos metamos en eso porque puede ser peligroso.

Además, siempre va a estar la tentación monetaria - mercantilista en una sociedad que pretende alcanzarlo todo con dinero: “para que vayan a comprar”. Mucha gente para dar respuesta a las problemas de pobreza, espera un benefactor que ayude a comprar comida para la multitud hambrienta. Mucha gente anhela un estado paternalista que reparta pan, es decir que cubra las necesidades básicas como por arte de magia.

Ante la propuesta evasiva y monetario - mercantilista de los discípulos, Jesús les propuso: “denles ustedes de comer”. Teniendo en cuenta todo el texto, no es una propuesta asistencialista, es la invitación a dar respuesta a las necesidades reales. De ninguna manera se propone tomar las dos espadas: el poder religioso y el poder político, como se interpretó erradamente en los llamados imperios “sacros” durante el oscurantismo medieval.

Como discípulos no podemos evadir las necesidades reales de la gente. Como discípulos no se nos es lícito hacer caso omiso al clamor de los pobres. Como discípulos y discípulas tenemos la responsabilidad ante Dios y ante la humanidad, de generar alternativas para el mejoramiento de nuestra calidad de vida sin ningún “abra cadabra”, pues en el mundo hay los recursos suficientes pero falta organizarnos. Cinco panes y dos peces es lo que se necesita, siete es el lo perfecto. Y esa potencia, esa cantidad de comida estaba dentro de la gente, pero no la habían descubierto, porque no se habían organizado para trabajar juntos, porque se había acumulado tacañamente o porque tenían miedo de ponerla al servicio de la comunidad.

¡No se trata de dar limosnas! Una moneda por amor a Dios, suelen decir los mendigos para manipular las conciencias. Y al dar la moneda, el “benefactor” se siente justificado, a veces sin darse cuenta de que ese acto de caridad ayuda aumentar la mendicidad. Se trata de darlo todo, pero no sólo en términos monetarios. Es la vida misma: nuestras manos, nuestra mente y nuestro espíritu; nuestras cualidades, nuestros trabajos realizados como un apostolado para el Reino, nuestras familias como células básicas para la construcción del nuevo mundo, nuestro espacio para descansar, orar y compartir con los seres queridos, y en todo, nuestra solidaridad para dar, no de lo que nos sobra, sino de lo que hace parte de nuestra mesa.

¡Jesús mandó que la gente se recostara en la hierba! Así comían las personas libres, según la tradición romana, porque los esclavos debían comer de pie. Cuando todo lo que tenemos lo ponemos al servicio del Reino y desarrollamos libremente proyectos de producción, bendecidos por Dios y compartidos solidariamente, alcanza para todos y sobra. Doce canastos representa todo el pueblo, las doce tribus.

Si amamos con el mismo amor que nos amó Cristo y vivimos según como él lo hizo, seremos capaces de desarrollar proyectos para enfrentar las tribulaciones, las angustias, la persecución, el hambre, la desnudez, el peligro, la espada, etc., y en todo, salir victoriosos, gracias a aquel que nos ha amado. (Rom 8,35.37-39 – 2da lect.)

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