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sábado, 2 de agosto de 2008

XVIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO A: Poca cosa para tanta necesidad

Publicado por Cristo Rey

Hemos escuchado la Palabra de Dios en este domingo que hace el número diez y ocho del tiempo ordinario. La primera lectura la hemos tomado del profeta Isaías. Se dirige a los desterrados que vuelven a la Patria y les invita a buscar al Señor porque sólo en Él está la felicidad que buscan. Quizás porque veía cómo muchos buscaban esa felicidad en otros sitios y lugares, les hace estas preguntas ¿Por qué gastáis dinero en lo que no alimenta? ¿Y el salario en lo que no da hartura? o, lo que es lo mismo, estáis buscando la felicidad donde no está, en las personas y en las cosas que no os la pueden dar. Sólo el Señor es la fuente de esa felicidad que buscáis.

Hoy nosotros escuchamos estas palabras y nos preguntamos ¿Dónde buscamos nosotros la felicidad? ¿A qué dedicamos más esfuerzo, más tiempo? ¿Donde está el centro de nuestro interés? En plenas vacaciones, con tiempo para la reflexión, pensemos de verdad si Dios es la fuente de nuestra felicidad o si, por el contrario, la buscamos en cosas y en personas que no nos la pueden dar. Ya lo decía San Agustín: “Nos has hecho Señor para Ti e inquieto ha de estar nuestro corazón hasta que algún día pueda descansar en Ti”. Somos buscadores de la felicidad porque así nos hizo el Padre Dios, pero de una felicidad tan grande que no puede ser colmada por nada ni por nadie, sólo por Él. Pidámosle que nos ayude a verlo así.

La segunda lectura la hemos tomado de una carta que San Pablo escribió a la comunidad de cristianos de Roma. Es un texto precioso que solemos leer en las misas de difuntos. Los cristianos de esta comunidad comenzaban a ser perseguidos y la duda y la incertidumbre se apoderaba de sus corazones. Ese Jesús en quien hemos puesto nuestra esperanza ¿estará con nosotros en las horas difíciles de la persecución, del hambre, del peligro, de la espada? El apóstol les escribe para reconfortarles. Nada podrá separarles del amor que les tiene Jesús. Él seguirá estando a su lado, de una forma mucho más cercana si cabe, cuando lleguen las horas de la prueba.

También para nosotros fueron escritas estas palabras. Hoy no tenemos persecuciones, no vamos a ser encarcelados a causa de nuestra fe, pero sí que hay muchas cosas que hacen crecer la duda y la incertidumbre en nuestro corazón: muertes de seres queridos, problemas, dificultades, situaciones difíciles que nos llevan a preguntarnos también, como aquellos cristianos del siglo 1º si Jesús está a nuestro lado o si el Padre Dios se ha olvidado de nosotros. “Nada podrá apartarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús” nos recuerda San Pablo. Palabras que pueden llenarnos de consuelo y de esperanza. En las horas difíciles de esa prueba en forma de dolor, de muerte, de sufrimiento, de problemas sin aparente solución, tengamos la certeza de la presencia cercana de ese Padre Dios que nos estrecha, con más fuerza si cabe, contra su pecho.

El evangelio nos ha recordado el episodio de la multiplicación de lo panes y de los peces. Tuvo lugar después de conocerse la noticia de la muerte de Juan el Bautista que, al parecer, causó una profunda impresión en Jesús. A partir de ese momento su vida pública se hizo más discreta y quiso retirarse a un despoblado. Pero, la insistencia de gente venida de todas partes, hizo que les dedicara todo su tiempo y que, llegado el momento, multiplicara para ellos el pan. Hay una frase de Jesús que nos debe hacer pensar: “Dadles vosotros de comer” les dice a los discípulos. “Dadles vosotros de comer” nos dice también a nosotros. A los hambrientos de pan, de amor, de felicidad. A los que están solos y abandonados, a los que sufren dadles vosotros de comer. Quizás sólo tengamos, como aquel muchacho, cinco panes y dos peces. Poca cosa para tanta necesidad. Pero si los aportamos, Jesús hará también el milagro. Pensémoslo.

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