Publicado por Misioneros Monfortanos
(Is 55,1-3; Rom 8,35…39; Mt 14,13-21)

“Oíd, sedientos todos, acudid por agua…” exclamaba Isaías (1ª lectura) para recordar que Dios está siempre dispuesto a satisfacer nuestra hambre y nuestra sed. Siempre ese aviso está de actualidad – y ahora más que nunca -. Pues los hombres y mujeres de hoy, como en tiempos anteriores, conocen también situaciones de hambre y sed, que piden ser colmadas.
. hambre y sed de alimentos materiales, indispensables para no morir;
. hambre y sed de amistad y amor;
. hambre y sed de sentido espiritual que asegura a cada uno lo mínimo para superarse, indispensable para que el hombre pueda vivir – por lo menos un poquito – su condición de hijo de Dios.
En el Evangelio de este día, nos encontramos frente a una multitud que tiene hambre. Para los discípulos el problema es sencillo: basta despedir a toda esa gente a su casa. Pero Jesús les dice: “Dadles vosotros de cmer,”. Este mandato de Jesús vale también para nosotros: en lo profundo de nosotros ¿no esperamos que los demás sean los que se preocupen de las necesidades de nuestros hermanos?
Conforme; como los apóstoles, nosotros no podemos hacer lo imposible, no podemos satisfacer todas las necesidades del mundo… “¡no tenemos más que cinco panes y dos peces!” “Traédmelos” Así que Jesús nos pide de poner lo poco que tenemos a la disposición de los hambrientos. Eso parece insensato; ¡qué son cinco panes para una multitud! ¡De verdad eso no es razonable!
¡Y sin embargo! Es sólo a partir del momento en que los apóstoles han aceptado el partir lo poco que tenían – todo lo que tenían – que el Señor ha hecho lo demás.
En verdad, ¿estamos convencidos, hoy también, que el Señor está dispuesto a hacer milagros para satisfacer las esperanzas de los hombres, si por nuestra parte, hacemos todo lo que nos es posible en el hacer y en el compartir?
Ese “dadles vosotros de comer” ha de resonar en todas las comunidades cristianas, en nuestro tiempo de hoy, como una vibrante llamada a querer y a realizar cada vez mejor compartir todo lo que el Señor nos ha dado…
¿Sabremos escuchar esa llamada?
. hambre y sed de alimentos materiales, indispensables para no morir;
. hambre y sed de amistad y amor;
. hambre y sed de sentido espiritual que asegura a cada uno lo mínimo para superarse, indispensable para que el hombre pueda vivir – por lo menos un poquito – su condición de hijo de Dios.
En el Evangelio de este día, nos encontramos frente a una multitud que tiene hambre. Para los discípulos el problema es sencillo: basta despedir a toda esa gente a su casa. Pero Jesús les dice: “Dadles vosotros de cmer,”. Este mandato de Jesús vale también para nosotros: en lo profundo de nosotros ¿no esperamos que los demás sean los que se preocupen de las necesidades de nuestros hermanos?
Conforme; como los apóstoles, nosotros no podemos hacer lo imposible, no podemos satisfacer todas las necesidades del mundo… “¡no tenemos más que cinco panes y dos peces!” “Traédmelos” Así que Jesús nos pide de poner lo poco que tenemos a la disposición de los hambrientos. Eso parece insensato; ¡qué son cinco panes para una multitud! ¡De verdad eso no es razonable!
¡Y sin embargo! Es sólo a partir del momento en que los apóstoles han aceptado el partir lo poco que tenían – todo lo que tenían – que el Señor ha hecho lo demás.
En verdad, ¿estamos convencidos, hoy también, que el Señor está dispuesto a hacer milagros para satisfacer las esperanzas de los hombres, si por nuestra parte, hacemos todo lo que nos es posible en el hacer y en el compartir?
Ese “dadles vosotros de comer” ha de resonar en todas las comunidades cristianas, en nuestro tiempo de hoy, como una vibrante llamada a querer y a realizar cada vez mejor compartir todo lo que el Señor nos ha dado…
¿Sabremos escuchar esa llamada?
Oración : Dadles vosotros de comer
Somos tu pueblo, Señor, un inmenso gentío
que generación tras generación,
peregrinamos por la tierra, sin detenemos,
caminando exhaustos, agotados, sedientos
por desiertos sin horizonte, en ocasiones terroríficos.
Necesitamos tu palabra, alimentamos de ella,
fortalecernos, y confortamos con sólo verte,
a ti, auténtico buen Pastor de nuestras vidas.
Estamos dispuestos a pasar hambre por escucharte,
ya que sacias el hambre más elevada, la del espíritu;
pero no sólo esta, no, hoy estás espléndido:
panes y peces abundantes para cinco mil hombres
y las mujeres, y los niños -no los olvidas.
Comienzan los banquetes populares, solidarios, festivos
de lo que tú llamas el Reino de Dios,
que es república de todos en Dios, hermandad,
igualdad de tus discípulos y seguidores,
llamados a ser hijos, a dar gracias al Padre,
bien servidos, a tu mesa de la Eucaristía.
Somos tu pueblo, Señor, un inmenso gentío
que generación tras generación,
peregrinamos por la tierra, sin detenemos,
caminando exhaustos, agotados, sedientos
por desiertos sin horizonte, en ocasiones terroríficos.
Necesitamos tu palabra, alimentamos de ella,
fortalecernos, y confortamos con sólo verte,
a ti, auténtico buen Pastor de nuestras vidas.
Estamos dispuestos a pasar hambre por escucharte,
ya que sacias el hambre más elevada, la del espíritu;
pero no sólo esta, no, hoy estás espléndido:
panes y peces abundantes para cinco mil hombres
y las mujeres, y los niños -no los olvidas.
Comienzan los banquetes populares, solidarios, festivos
de lo que tú llamas el Reino de Dios,
que es república de todos en Dios, hermandad,
igualdad de tus discípulos y seguidores,
llamados a ser hijos, a dar gracias al Padre,
bien servidos, a tu mesa de la Eucaristía.




Adelante
Muchos Más Artículos
INICIO
No hay comentarios:
Publicar un comentario