Por P. Rogelio Narváez Martínez
DIOS ES UN PADRE QUE TIENE DOS HIJOS.
1.- Amables amigos:
De nuevo este domingo aparece la viña, y la gente que trabaja en ella. O, por mejor decirlo, que en teoría debería trabajar en ella.
El Evangelio nos informa sobre las dos clases de hijos que tiene Dios. Los del “sí que es no” y los del “no que es sí”. Digamos que se trata de dos hijos arrepentidos.
Humanamente podríamos decir: se nos presenta a un Padre desafortunado. El cual tiene la desgracia de tener un hijo que dice inmediatamente que sí y que resulta inconsistente en su buen propósito. Y pareciera una desgracia mayor encontrarse con otro hijo que le dice en su cara simple y rotundamente: “No quiero”.
Los dos se arrepienten: El primero se arrepiente del sí... “pero no fue”..., y el segundo se arrepiente de su negativa... “pero después se arrepintió y fue”. Jugando con las palabras: hay quien dice “sí” y vive un “no” y hay quien dice que “no” y finalmente vive un “sí”.
2.- Evidentemente lo mejor resultaría que alguien le dijese que sí y que efectivamente hiciese un sí. Pero también es claro que entre el que dice “sí” y no hace, y el que en el “no” no tiene las palabras precisas en la boca pero es capaz de presentar acciones convincentes, la preferencia de Dios se inclina por esta segunda categoría de individuos.
La pregunta de Jesús en el Evangelio nos presenta la intención en la búsqueda de Dios: “¿Cuál de los dos hizo la voluntad del Padre?”
A Dios le interesa que el hombre haga de su voluntad su propia vida: pues se trata de una voluntad que busca el bienestar del hombre.
El Padre sabrá esperar hasta que el corazón del hombre manifieste su verdadera dimensión, que no es precisamente la dimensión de las palabras.
El Padre deja el espacio necesario para que el “sí” de la boca se haga también un “sí” en las acciones.
3.- ¿Sabes? Quizá lo más formidable del Evangelio de este domingo sea el hecho de que el Padre no se haya precipitado en juzgar, y que haya dejado un espacio suficiente de tiempo, de tal manera que un “no” en nuestras palabras pueda cambiarse en un “sí” de conversión.
Por fortuna para nosotros, el Padre tiene muy en cuenta aquello que viene “detrás” del sí o “detrás” del no. Dios tiene la costumbre de estar mirando hacia dónde llevan las palabras, y de fijarse en cómo se emplean nuestras manos después de todos nuestros aplausos...
4.- La parábola de este domingo, más allá del contexto inmediato a que se refiere, nos presenta una rotunda condenación de un cristianismo retórico, de palabrerías, declamatorio, hinchado de palabras, de fórmulas y hasta de profesiones solemnes; del cristianismo de aquellos que pensamos que basta con sólo proclamar la fe, pero que vivimos un vacío de hechos convincentes.
No bastan los aplausos entusiastas para seguir después haciendo lo que uno quiera.
A las palabras deben seguirle los hechos, a los principios debe seguir una conducta coherente, a las enseñanzas debe seguir el ejemplo de la persona, a la profesión con tu boca, con tu corazón y con esa voz hasta gritona debe seguirle una vida que no lo desmienta clamorosamente.
Es indispensable hacer la verdad y no sólo conocerla, pensarla, atesorarla, presumirla y anunciarla.
5.- De acuerdo al Evangelio: El verdadero cristiano no es aquel que confiesa solemnemente con su boca un “sí Señor”, sino aquel que hace con sus manos la voluntad de Dios.
Al final de nuestra jornada en la viña, no se nos juzgará por las palabras ni por proclamaciones, aclamaciones y declamaciones; sino por los hechos.
6.- Quiero invitarte para que no te dejes conducir por el movimiento que se genera por la inercia del pensamiento. No hablemos de un hijo mayor ni de un hijo menor, el Evangelio no lo dice así. Se habla del primero que dice que sí y que no va y del segundo que dice que no y que sí va.
Retomando a ese hijo que es llamado llanamente como el primero de los dos hijos, y revisando qué tanto se identifica con cada uno de nosotros, tenemos que decir que el sí pronunciado por aquellos que no hacemos nada, hoy se ha diversificado enormemente en algunas personas que hasta sacamos de nuestro acervo un verdadero torrente de palabrerías.
Aquellos que no somos coherentes con lo que decimos, solemos querer que todos escuchen nuestras acusaciones: somos aquellos que en nuestra apreciación detectamos los errores cometidos en el cultivo de la viña y que podemos pasarnos horas, días, semanas, meses y años discutiendo, pero que no somos capaces de salir de nuestra mesa de las discusiones.
7.- Hoy en día, aquellos que le decimos que “sí” al Señor, y que ese sí no lo respaldamos realmente con nuestra vida, somos capaces de programar con criterios muy modernos y sumamente eficaces el cultivo de la viña, en dónde las responsabilidades se le delegan a cualquiera, menos a aquellos que pecamos de habladores. Cada método y cada paso lo explicamos detenidamente con una terminología muy especializada, y hasta nos pasamos el tiempo discutiendo sobre precisiones, pero en la realidad ni conocemos ni nos imaginamos aquello que es la viña.
La viña está esperando a que alguien de nosotros la trabaje, y el primer hijo se pasa de los problemas a su solución teórica, del análisis del pasado a las perspectivas para el futuro, conoce las tendencias a diez años sobre los viñedos y sus frutos, pero jamás, jamás ha sido capaz de pasar de las palabras a los hechos, no es capaz de cambiar los discursos por el azadón para hacerle un redondel a la viña.
El hijo que con sus palabras dice continuamente que “sí”, pero que no es capaz de trabajar, ha fijado su residencia en una oficina, y en ocasiones entra en las salas de los debates, aparece en las mesas de las discusiones, escribe en los periódicos con erudición y hasta es el mejor consejero en los programas televisivos, ese hijo se ha ganado la fama entre todos los habitantes de la comarca de ser “un creador de opinión” y hasta da clases en las universidades, en los conventos y en los seminarios. Y no faltan las ocasiones en que aparece en las plazas para prestar su contribución prestigiosa, tomarse una fotografía y recibir los aplausos.
Este primer hijo está enfermo de protagonismo y de exhibicionismo, pero en la viña nunca ha estado, jamás ha puesto un pie en ese lugar, ni siquiera sabe donde está. Le tiene miedo a mancharse ese traje impecable que trae puesto. En ocasiones le andan buscando los que si trabajan, pero él no quiere hablar con ellos, puesto que no quiere perder su tiempo con gente tan insignificante. Esa gente no está a su altura ni es digna de su sabiduría y prestigio. Ellos no tienen la capacidad de entenderlo. Y es que los obreros de una viña no tienen títulos y no poseen ni siquiera un poco de su sobrada inteligencia, ni mucho menos de su capacidad verbal, una capacidad entrenada para decir “sí” de forma indefinida a todas las cosas, pero que no sabe hacer aquellas cosas que parece aceptar con su sí diplomático.
El primero de los hijos se ha especializado en esos “análisis correctos” de las situaciones climatológicas y hasta es el asesor del ministerio de agricultura en el país; se especializa en preparar documentos, en redactar “instancias”, en poner a punto los programas, en discursear con peroratas en la busca de las causas últimas de las situaciones.
Está siempre dispuesto a recoger y a lanzar cualquier especie de desafío a todo mundo. Menos, obviamente, el desafío del trabajo serio y silencioso en la viña. El primer hijo, ese que dice que “sí” y que no hace nada, es aquel que en ocasiones con sus capacidades de sofista encumbrado logra procesar y condenar al mundo entero.
8.- Es el individuo que se ensaña con vehemencia acusando la corrupción dominante en los que pertenecen a otra confesión de fe, y que después te das cuenta, que lleva una vida doble y que no es capaz de resistirse a esa fascinación indiscreta de aquello que él mismo ataca con tanta saña.
Es el moralista hipócrita, siempre dispuesto a denunciar con palabras de fuego el estilo de vida de aquellos que no pertenecen a su congregación, a su grupo de autoproclamados “salvos”. Y apenas lo conoces un poco de cerca, te das cuenta de que él pisotea ciertos valores fundamentales con la mayor desenvoltura. Aunque él tiene la costumbre de no llamarlos escándalos. Los escándalos, ¡qué caramba!, son los que se dan en la casa del vecino.
9.- El primer hijo, aquel que habla y que no hace, es también el pseudo-creyente que rechaza cualquier compromiso cristiano serio, pero que está dispuesto a escandalizarse de la vestimenta y del celibato de los curas o de cualquier defección en el campo religioso. Y exclama teatralmente en sus cultísimas charlas: “¿Cómo se puede seguir creyendo todavía?”. Y lo dice, precisamente aquel que no sabe ni siquiera en dónde está la viña, y que solamente cree en el dinero, en el prestigio, en el protagonismo y en el poder.
Es ese catedrático tan lleno de erudición y que se la pasa criticando la actividad agotadora de una monjita que trabaja desde el amanecer en una difícil, o casi imposible, sala de hospital, de un asilo, de una casa de enfermos terminales o de un orfelinato. Le molesta aquello que ve como insoportable: el asistencialismo, y es que en sus teorías es mejor la promoción humana y la transformación de la realidad,… pero él ni siquiera sabe en dónde está la viña.
10.- Ese primer hijo que dice que sí y que no hace nada suelo ser también yo, quien en ocasiones estoy enfermo de verbalismo, que someto a la discusión todo, y a todos, excepto a mí mismo, infalible acusador de los errores ajenos.
11.- Ese primer hijo sueles ser también tú que en ocasiones dices: “Haría falta”, “es absolutamente necesario”, “es urgente”, “se debería”. Pero jamás sale de tus labios un “debo”, y la viña se queda como está, gracias a nuestras vanas palabras. En nosotros se da el mezquino intento de cubrir con un río de palabras el compromiso fallido.
12.- Y lo peor de todo, es que el primer hijo que no ha hecho nada, en ocasiones tiene la desfachatez hasta de presumir el trabajo ajeno. ¡Claro! Porque todos los logros se le deben a sus eruditos consejos.
Suele ser aquel que muy lejos de trabajar para la viña, trabaja para sí mismo, para su monumento, para su reconocimiento, para su carrera y para su ideología. Y en las reuniones con sus amigos les expresa; ¿Qué haría esta viña del mundo sin nosotros y nuestra aportación?
Hay muchas personas que hacen con su propia sangre y sudor la historia de la viña, hay quienes escriben la historia de la Iglesia con sus sacrificios, hay quienes hacen la vida de una parroquia con su trabajo muchas veces subterráneo y cotidiano,... el primer hijo suele hoy tener una detestable costumbre: presumir, colocar su nombre y su fotografía en las obras que otros hicieron en la viña de Dios.
II - EL SÍ EXIGE LA FIDELIDAD ANTE DIOS.
“En aquel tiempo, Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: “¿Qué opinan de esto? Un hombre que tenía dos hijos se fue a ver al primero y le ordenó: “Hijo, ve a trabajar hoy en la viña”. Él le contestó: “Ya voy, señor”, pero no fue. El padre se dirigió al segundo y le dijo lo mismo. Este le respondió: “No quiero ir”, pero se arrepintió y fue.
1.- Querido amigo:
El Evangelio de este domingo posee dos mensajes inconfundibles: por un lado condena la hipocresía de aquellos que nos quedamos solamente en la pronunciación de buenas palabras y que no hacemos vida lo que prometemos, y por el otro lado resalta esa posibilidad de conversión que tenemos todos los hombres independientemente de nuestras palabras y omisiones. Sin embargo, también nos es útil el Evangelio para que detengamos la mirada sobre esa reflexión interior que debe acompañar nuestras palabras antes de que sean pronunciadas.
Al escuchar sobre un “sí” que fácil, y hasta precipitadamente, se pronuncia, y que pronto se convierte en un “no”, quisiera invitarte a reflexionar sobre la seriedad de esas palabras que pronunciamos al adquirir un compromiso.
Todos nosotros, que un día llegamos a la edad de la madurez, pronunciamos solemnemente un sí ante la presencia de Dios, para comprometernos a trabajar en su viña, a través de una familia, en el sacerdocio o en la vida consagrada. Y, desgraciadamente, somos cada día más todos aquellos que hemos abandonado el azadón en medio de los surcos del viñedo, y que nos hemos alejado de la viña antes de concluir auténticamente con nuestra jornada
Hoy ha proliferado tanto la deserción, por ejemplo en el matrimonio, que en la actualidad, hay tantas hectáreas en las viñas de la familia que se encuentran tan descuidadas, produciendo cardos y espinas, en lugar de producir generosos frutos.
Algunos Viñedos han recibido el trabajo generoso de personas extrañas que, sin duda, recibirán un premio de parte del auténtico dueño de la viña, sí es que en el desinterés total procuran realizar su trabajo inspirados por la bondad del corazón. Lo mejor hubiese sido que aquél o aquella que un día pronunció un sí no hubiese abandonado el trabajo que un día libremente aceptó.
2.- Al recorrer la inmensidad de las parcelas del Señor, nos resulta lamentable encontrarnos con todos esos letreros que penden de una cerca, en los que con tristeza, impotencia y hasta urgencia están garabateadas unas pocas letras: se solicitan viñadores.
Y, gran parte de la responsabilidad sobre esta situación se encuentra en nuestra irreflexión, es decir, en esa incapacidad de tomar nuestra vida con seriedad.
3.- Se trata de esa necedad de muchos padres de familia, que después de una circunstancia deliberadamente indeliberada, en un intento deliberado por maquillar las situaciones,... pero sin comprenden que para que se dé un matrimonio cristiano, hace falta una edad propicia, madurez, conciencia, libertad, discreción de juicio y que haya una verdadera disposición.
Pero,... no se considera lo anterior y no todo se queda ahí, sino que también hay culpabilidad, en esa actitud caprichosa de tantos jóvenes que quieren acelerar procesos o bien quieren evadir situaciones incómodas en la viña paterna, y piensan que lo pueden hacer jugando a ser ellos mismos los viñadores, sin conocer, poseer y sin haber cultivado las virtudes necesarias.
4.- Este domingo, quisiera hablar sobre la importancia que tiene nuestra fidelidad a esas palabras que pronunciamos a veces irreflexivamente ante el dueño de la viña.
“Sí” y “No” son palabras demasiado cortas, pero son aquellas sobre las que más se necesita recapacitar antes de pronunciarlas. Se trata de dos monosílabos; son dos adverbios, uno afirmativo y el otro negativo y que, por lo tanto, como modificadores verbales: afirman o niegan una acción verbal. Sí quiero, sí prometo, sí acepto, sí estoy dispuesto... Se trata de la pronunciación de un “sí”, que transforma toda nuestra vida.
El hombre y la mujer le han dado su palabra al dueño de la viña en un sí pronunciado en un momento importante de la vida conciente, y parece ser que hoy no lo quieren aceptar, lo han olvidado o, por lo menos, no son consecuentes.
Resulta muy fácil, culpar a nuestra inmadurez, al no haberlo pensado bien o a nuestra inexperiencia en los errores que cometemos en nuestra vida. Pero, cuando en los errores se va tu vida, se compromete la vida de los demás o nuestra mismísima vida cristiana, debiéramos ser mucho más analíticos y más cautelosos para tomar nuestras decisiones.
El “sí” que pronunciamos ante Dios nos compromete para siempre. De esta manera, aunque siempre se tengan pretextos que intenten justificar la validez de nuestra infidelidad; recuerda que, lo que nunca tendrá justificación será la traición al compromiso con una persona y, mucho menos, al compromiso que se contrajo en la presencia de Dios.
La palabra pronunciada libre y concientemente ante Dios exige el respeto total de las personas. No juguemos con la vida de aquellos a los que prometimos amar y ser fieles.
Alguien podrá decir que ha desaparecido el afecto, pero nunca podrá decir que ha desaparecido el compromiso. Nuestros acuerdos no se podrán mantener desde una vida que sólo busca sus propias satisfacciones.
Recuerda, que en los momentos difíciles no existen las soluciones fáciles.
Cada persona debe ser responsable de lo que promete, de lo que cree y de aquello que hace.
Ser responsables significa que las personas seamos capaces de dar respuesta de nuestros propios actos, decisiones y actitudes del corazón.
¡Ojalá comprendieran nuestras jóvenes ilusas, que si alguien no ha sido capaz de ser fiel a sus propias responsabilidades, y entre ellas las que se adquieren ante Dios y en donde hay hijos de por medio, no podrá ser responsable de aquello que te está diciendo, aunque sus palabras y sus historias suenen a las de un verdadero mártir!...
5.- Pero,...no nos desviemos del tema. Comprende querido amigo:
Tu “sí” y tu “no”, ante el dueño de la viña, deben pronunciarse después de una reflexión verdaderamente concienzuda.
Los especialistas en lenguaje enseñan que un “sí” y un “no”, en esos momentos de la vida en que nos encontramos premeditadamente ante una presencia especial de Dios y ante dos o más testigos, no pueden ser palabras calificadas sólo como asertivas, sino que se convierten en un lenguaje operativo o performativo.
6.- Y ahora... ¿Qué quiere decir este cura con eso del lenguaje asertivo y el operativo?
Muy sencillo, no podrá nunca ser lo mismo el que alguien te diga: “¡Buenos días!” a que alguien diga: “Detona la granada en la Plaza Melchor Ocampo”. ¡Dios nos libre de otra locura como la que nos ha sucedido! Algunos de los problemas de hoy en día han surgido han tenido su inicio en palabras preformativas: “Se declara la huelga”, “Tiene 72 horas para salir el embajador de nuestra patria”,
La diferencia estriba, en que un “¡Buenos días!” se fonetiza con ese lenguaje que llamamos asertivo y las otras se pronuncian desde el lenguaje llamado operativo o ejecutivo, el cual tiene repercusiones jurídicas, legislativas y judiciales.
Nuestro análisis debiera realizarse no desde una visión solamente humana; pero, ojalá que no perdamos de vista que si las palabras que pronuncian los hombres ante los hombres tienen tanta eficacia, mucha más lo tienen nuestras palabras que pronunciamos ante Dios.
Se trata de un “sí” que nos compromete. Ten mucho cuidado, nos diría don Miguel de Cervantes y Saavedra: “se trata de aquel sí que se pronuncia con dos letras y nos da que llorar durante muchos años”.
7.- Casarse es fácil, permanecer casado es algo muy difícil.
Resulta lamentable la inconsistencia de nuestro tiempo. Debemos educar a nuestros jóvenes, de tal manera que ellos se tomen con seriedad a sí mismos, pero sobre todo, que aprendan a tomar con seriedad a Dios.
¡El amor es ciego!, dicen algunos... Enseñemos a nuestros jóvenes que el amor verdadero no puede ser ciego sino clarividente, puesto que es capaz de elegir entre mil personas a la persona amada y es capaz de descubrir en ella esas cualidades excelsas, ocultas al ojo indiferente del que no ama con sinceridad... El amor no es ciego, el que es ciego es el instinto, el apasionamiento y las solas inclinaciones, que no son capaz de medir el riesgo de contagio, ni la destrucción de una familia, ni la anulación de un futuro, de la propia vida y de la ajena, ni la prostitución de los sentimientos más nobles. Nada detendrá a una persona que se mueva cuesta abajo por el instinto y sin valores, ¡Bueno!, es posible que algo sí lo vaya a detener: la autodestrucción y la soledad.
8.- Yo, como cristiano y como sacerdote, creo en el poder de las palabras. Y creo también que el amor con el paso del tiempo tiene un solo nombre: fidelidad.
9.- El amor es, al mismo tiempo, un momento y es toda nuestra vida.
De allí que lo importante en nuestra vida será siempre mantenernos en la fidelidad.
Acerca de la educación mencionaba Don Miguel de Unamuno que: “Las paredes oyen; oyen todo... Las voces perdidas y muertas resucitarán un día y formarán un coro, un coro inmenso que llene el infinito. ¡Habla y enseña aunque no te oigan!”,… ¿Sabes?, lo mismo podríamos y deberíamos decir del compromiso matrimonial.
¿En dónde están tus testigos? ¿Qué tan fácilmente se les olvidan a las personas las palabras que se pronuncian? ¿Por qué algunos padrinos y testigos prestan los nombres para pretender incurrir en el engaño? Los hombres podrán olvidarse de las palabras, pero no aquellas bancas, no aquellos reclinatorios, no aquellas piedras, no aquel altar,… Y sobre todo, ¡Dios nos toma con seriedad!.
10.- Muchas gracias, queridos amigos:
“Ve a trabajar hoy a la viña”, nos ha dicho el Señor. Les deseo con toda el alma, ¡Que nuestro sí pronunciado ante el dueño de la viña, vaya respaldado por nuestra propia vida!
III - EL SÍ EXIGE LA FIDELIDAD ANTE LOS HOMBRES.
“En aquel tiempo, Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: “¿Qué opinan de esto? Un hombre que tenía dos hijos se fue a ver al primero y le ordenó: “Hijo, ve a trabajar hoy en la viña”. Él le contestó: “Ya voy, señor”,
1.- Muy queridos amigos:
Hace algunos veinte años mientras estudiaba en la Universidad, llegó la Maestra de lengua Francesa, Francoise Besson y nos entregó una serie de textos para que en la traducción obtuviéramos la nota mensual. Recuerdo que a mí me tocó un texto que posee una historia sumamente memorable por su vínculo con una realidad tan sagrada como lo es la familia.
Me tocó en aquel ejercicio traducir un libro de Raoul Foullerou titulado: “Por ti mi amor”. Foullerou fue un periodista que cubría escenas dantescas durante la segunda guerra mundial en el norte de África. Él mismo estuvo en la lista negra de la Gestapo. Todo iba “normal”, hasta que un día se encontró con una de las realidades más crudas que jamás pudo pensar que iba a contemplar: los leprosos que caminaban en las afueras de las aldeas africanas, quienes siendo amados de Dios eran poco amables a la vista de los hombres. “¿Quién los cuida a ellos?” Preguntó a la gente del pueblo. “Nadie”, le respondieron y allí sembraron la inquietud.
Al término de su misión en la cobertura periodística de las escenas de la guerra, Raoul Foullerou decidió dejar el bolígrafo, la libreta de notas y la cámara fotográfica para cuidar a los leprosos y fundó un leprosario en Lambarene, ubicado en Gabaón, en la África ecuatorial, después seguirá el de Adzopé y otros más. Fue a los leprosos a los que les dedicó ese libro que por su sólo título dice tanto de alguien que llegó a amarlos más por motivación que por una intención: “Por ti mi amor”. En él se describen algunas de las escenas que allí vivió, te comparto solamente una que te describiré con mis propias palabras:
“Un leprosario, el sólo hecho de pronunciarlo es algo duro, es algo muy difícil.
Un leprosario es un lugar en el que a la gente está sola,… ¡mejor dicho la gente está abandonada!
Un leprosario es un lugar en el que a la gente camina por su cuarto, dónde la gente camina por el patio, dónde la gente camina por su jaula.
Un leprosario es un lugar en donde a la gente no hace nada, dónde a la gente ya no se le puede hacer nada. Lo mismo da que haga frío o que haga calor, ya ni la temperatura sienten. Lo mismo da que sea de día o que sea de noche, ¿qué diferencia existe?
Y entre aquella gente, había uno, solamente uno que cuando yo le ofrecía algo él volteaba y me sonreía, y me decía: gracias padre, y sus ojos brillaban.
Quise saber la razón de aquel milagro. ¿Qué era lo que hacía que aquel buen hombre en una situación tan deprimente fuera capaz de sonreír y de agradecer. Y me dedique a observarlo.
Y observaba yo, que todas las tardes, aquel buen hombre salía de su cuarto y se dirigía hacia aquel patio, y miraba pacientemente hacia ese grueso muro que separaba el hospital de la calle...
Y de pronto, aparecía un rostro frágil, un rostro pequeño, el rostro de una mujer que le sonreía y él también sonreía. ¡Era como el pan de su vida!, ¡Era como el pan de su esperanza! Y de pronto el rostro desaparecía, y él regresaba sonriente e ilusionado a su habitación,... pero se dio cuenta de que yo le observaba, y un tanto con timidez solamente acertó a decirme: “Es mi mujer padre”.
Después de guardar silencio, volteó a mirarme y continuó: Padre, antes que me trajeran aquí ella me cuidaba, ella hizo todo lo que pudo: consiguió medicina, consiguió yerbas, consiguió pomadas... Todos los días me untaba toda la cara, toda,… excepto un rincón, un espacio pequeño, mis labios padre. El espacio preciso para inclinarse en mi lecho de enfermedad, darme un beso y decirme: “Querido estés como estés y pase lo que pase, yo te sigo amando” ¡Me entiendes!...
Pero un día no se pudo más, y un día me trajeron aquí. Y ella sufrió como yo estoy sufriendo ahora. Pero ella me ha seguido, y cada vez que yo la veo y cada vez que ella me sonríe, sé padre que hay alguien en este mundo que me sigue amando.
Cada vez que yo la veo, y cada vez que ella me sonríe, mi corazón empieza a latir aceleradamente y me doy cuenta de que aún no he muerto.
Cada vez que yo la veo, y cada vez que ella me sonríe, la sangre corre vertiginosamente por mis venas y me doy cuenta de que sigo amando, de que hay alguien para quien yo soy un hombre a pesar de mi aspecto”.
3.- Queridos amigos:
El amor auténtico consiste en ese esperar “a pesar de...” y la fidelidad será el nombre que el amor tome cuando los años hayan pasado.
Pero para que podamos esperar la fidelidad en el amor, de nuevo aquí tenemos que hablar sobre nuestros criterios de discernimiento.
Y es que todo hombre sensato debe ser consciente de que en los momentos importantes de la vida, Elegir es un valor que tiene simultáneamente un costo por cubrir: la renuncia. La elección implicará siempre una ruptura.
Aquellos que en los momentos que definen el rumbo de nuestra existencia, queramos elegir pactando negociaciones, iremos cayendo en esas medianías llamadas tibieza, y que no nos permiten ser aptos ni para la vida cristiana ni para ningún otro tipo de vida, especialmente la vida en la familia, el matrimonio y el ministerio sagrado.
En la vida cristiana, sabemos que Jesús nos ha mostrado la dignidad de su origen divino y de su Palabra: Él jamás esperó aplausos, ni reconocimientos humanos. Jesucristo renunció a esas simpatías que se obtienen a costa de la reducción de la verdad. Jesucristo estuvo dispuesto a quedarse sólo, antes que pactar sobre las condiciones de su seguimiento.
Para todos aquellos que tantas veces aplicamos el populómetro como criterio de nuestro éxito, debemos recordar que al Señor no le interesaron las cantidades de las multitudes sino la calidad del cristiano que se quiera comprometer, por aquella perla que ha encontrado o el tesoro hallado en el terreno de nuestra existencia.
4.- Pero hay un factor que también es importante en nuestra elecciones: la alegría. La tristeza se convierte en esa nube que eclipsa el brillo del sol en la vida cristiana.
En las personas verdaderamente comprometidas con Dios, se nota esa gran diferencia: viven contentos. En ellos sobresale el gozo y la seguridad que Dios nos da. A ellos no hay que arrastrarlos para que cumplan con sus deberes. No hay que forzarlos para que sus costumbres sean limpias y para que ellos mismos sean luz ante los otros. Ellos se han dejado fascinar por las cosas de Dios.
El auténtico cristiano no es el que añora lo mundano que se ha dejado atrás, más bien, se alegra de haber encontrado “un tesoro” en su nueva manera de vivir.
Lo incoherente y lamentable en la vida cristiana de muchos de nosotros, será ese rostro de tristeza y de amargura que aleja del cristianismo a cualquier persona que quisiera conocer a Jesús. Los rostros acartonados y sin ilusión de muchos bautizados son nuestra más lamentable “mala propaganda” y nuestra peor predicación.
Diría la Madre Teresa de Calcuta, la cual encontró un día el tesoro y la perla preciosa del Reino y ejercitó una elección que bien valió cualquier tipo de renuncia: “Aquellos que están llenos de gozo no necesitan palabras para predicar”. Nuestra alegría y buen ejemplo se convertirán en la más excelente campana que llamará a la muchedumbre a la Iglesia de Cristo.
5.- ¡Oye!, crees que lo que te comento no tiene algo que ver con el sí que fue no y el no que fue sí,… ¿No lo quieres creer? Entonces pregúntale a los jóvenes el porque hoy en día no optan por formar familias como Dios nos manda y te dirán para tu sorpresa: ¿Para qué?, ¿Para vivir como viven mis papás? ¿Para sufrir como sufre mi mamá?
El sí que es sí, no se queda tan sólo en un permanecer o en un no marcharse, sino en el testimonio auténtico y coherente del sí que se ha pronunciado, ya que nuestras acciones dicen mucho más que nuestras palabras.
6.- La fidelidad será el propio amor en su existir, que debe contentarse con la garantía que da la libertad del amado; por eso el acto de amor es, en su reiteración, un continuo reencontrarse, un perpetuar el clima de los orígenes, un pasar de la inicial emoción y conmoción provocada por la diversidad, unicidad y riqueza del otro sexo a una entrega recíproca en la que ambos pueden sentirse definitivamente aceptados en el amor.
Estar con quien se quiere cuando la vida te sonríe, estar con quien se quiere cuando se está en plenitud de vigor, estar con quien se quiere cuando tienes algunos billetes en los bolsillos eso es relativamente fácil. Pero..., estar con quien quieres cuando la vida parece haberte volteado la cara, estar con quien se quiere cuando se presenta la enfermedad, estar con quien se quiere cuando no tienes ni una sola moneda en el bolsillo, es entonces cuando el amor se llama fidelidad y, se manifiesta plenamente en su pureza.
¿Sabes? Cuando el amor es auténtico, el corazón es el único instrumento que funciona aunque esté destrozado.
IV - EL HIJO QUE DIOS ESPERA QUE TODOS SEAMOS.
Entonces Jesús les dijo: “Yo les aseguro que los publicanos y las prostitutas se les han adelantado en el camino del Reino de Dios. Porque vino a ustedes Juan, predicó el camino de la justicia y no le creyeron; en cambio, los publicanos y las prostitutas sí le creyeron; ustedes, ni siquiera después de haber visto, se han arrepentido ni han creído en él.”
1.- Muy queridos amigos:
En la viña de Dios hace falta un tercer hijo que sepa decir que sí y que obre consecuentemente,… y más aún, en lo óptimo, un hijo que sea capaz quizá de no recibir una sola orden, de no pronunciar una sola palabra, pero que sea capaz de hacer la voluntad del Señor y así pueda convertirse en una verdadera bendición para todos los que vivimos en esta viña de Dios, que es este nuestro mundo.
Hoy hacen falta más hijos de Dios que sean también hijos del silencio, de la discreción y de la ocultación. Hijos, que más que saber hablar tenga buenos oídos para escuchar. Más aún, que tengan ojos penetrantes para ver lo que hay que hacer sin que nadie se lo diga. Mejor dicho, que tenga ojos para ver aquello que él debe y quiere hacer. Digámoslo en las palabras de nuestro muy querido y recordado Juan Pablo II: “Este nuestro mundo no necesita maestros sino testigos”.
Hoy hace falta en este mundo y en esta Iglesia ese “tercer hijo” que no está a gusto ni en los palcos ni en las plazas donde abundan los aplausos y los honores, y que jamás se le ve sentado en torno a mesas redondas donde se debaten los grandes problemas y las tendencias (es más, a nadie se le ocurriría invitarle a esas mesas de los intelectuales); en compensación él se deja encontrar discretamente en todas esas citas que son decisivas con los quehaceres más ingratos.
2.- Para ese “tercer hijo” resultaría suficiente que el Padre le indicara donde esta la viña. Esa viña donde no todo está en orden. Donde abundan los hierbajos, las espinas, los cardos, las ortigas, las piedras, la aridez... y el desinterés. Pero donde existe, al mismo tiempo, una esperanza prometedora de una gran cosecha, a condición de que alguien se decida a doblar la espalda para convertir en frutos la potencia.
El Padre mira complacido y sumamente orgulloso a este tipo de hijos. Dios sabe que puede contar con aquel hijo, aunque ni siquiera haya sido capaz de decir “sí”, y por supuesto “que nunca pensó en decir que no”. Precisamente como lo ha sido el señor san José, esposo de la Virgen María y padre de adopción para Jesús. Son los santos de la discreción.
¡Que qué! ¿Hay oscuridad absoluta en la viña? ¿Existen grandes sombras? Este hijo, intrépido, es capaz de trabajar durante el día y de encender una lámpara para trabajar durante la noche.
¡Que qué! ¿Hay mucho fango en todas partes? ¿Abunda la basura en la viña? ¿Existen condiciones insalubres? Este hijo es capaz de crear, personalmente, un espacio limpio.
¡Que qué! ¿Existe mucha falsedad entre algunos de los que trabajamos en la viña? ¿La mentira es el pan de todos los días? Este hijo es capaz de producir sinceridad y transparencia.
¡Que qué! ¿Existen infinidad de deslealtades, incongruencias, desconfianzas, egoísmos, mezquindades en el ámbito laboral? Él logra presentar en el mercado el producto genuino que necesita la gente.
¡Que qué! ¿Le lapidan los inconformes? ¿Le llueven las piedras de la maledicencia? Él se inclina a recogerlas, puesto que le pueden servir para construir una protección para la viña o para ponerles redondeles a los árboles.
¡Que qué! ¿Existen muchas cosas que están torcidas? ¿Existen arreglos en lo oscurito? Él se preocupa exclusivamente de caminar derecho y en la dirección justa.
¡Que qué! ¿Hay demasiada palabrería? ¿Son demasiados los discursos? ¿Abundan los panegíricos y las peroratas? Él suele cerrar la boca, se acomoda las mangas de la camisa y abre las manos para trabajar.
3.- Por supuesto que las manos de este tercer hijo no están cuidadas, más bien suelen raspar al saludarle. Al contacto con las espinas, la grama, las ortigas, las piedras, es normal que a la tarde sus manos queden un poco desolladas y no muy limpias,... quizá perforadas por ese metal que en el amor a su obra perfecta se le ha hendido en sus carnes, como un día le sucederá al dueño de la viña.
Pero tendrá una gran compensación: la viña aparecerá un poco más limpia, los frutos aparecerán progresivamente y, sobre todo, se habrá borrado del rostro del Padre esa sombra que provoca la desilusión.
El Padre, después de muchos “sí” que resultaron ser “no”, y muchos “no” que pueden convertirse en un “sí”, y de tantos “peros”,... y de tantos “consejeros”,... finalmente escuchará satisfecho el elocuente silencio de este hijo y disfrutará de la música que emite el azadón y de ese bello canto que entona la pala al contacto con la tierra.
4.- Querido amigo:
En realidad, el Padre no pretende que tú le digas “sí” inmediatamente. Él está a la espera. Tampoco está esperando un “sí” aunque sea retardado, sino que aquello que está esperando es vernos trabajar. ¡Hacer algo por este mundo y por nuestros hermanos!
Las solas palabras, con frecuencia, son somníferas o ésas sí que “suelen ser el verdadero opio de los pueblos”, que no la vida de Cristo. Las solas palabras se convierten en una especie de cortina de humo. Hay que esperar a que el humo desaparezca, aunque sea el humo del incienso de muchos de nosotros, para poder conocer la realidad, solamente después puede ser posible ver y valorar el comportamiento de las personas.
Se plantea así un cuestionamiento fundamental: ¿quiénes somos los individuos auténtica y verdaderamente confiables?
5.- Es tiempo de que revisemos el verdadero sentido de nuestra obediencia a Dios. En efecto, puede haber gente que se muestre rebelde por amor. Y puede haber quien es fiel... pero con amargura.
Hay quienes somos un poco indisciplinados, descarados y desgarbados, pero sustancialmente obedientes, animados por un amor real. Y, hay quien cubre, bajo la costra de un respeto formal, de un cumplimiento superficial y presuntuoso, una realidad profundamente más ambigua.
Los aplausos con frecuencia se usan para cerrar un discurso, o hasta lo llegan a interrumpir... Pero, los aplausos difícilmente abren un compromiso concreto.
Para ser agradable a Dios, lo importante no es el “decir con tu boca y con tu corazón”, sino que hay que saber hacer y decir con tus manos, tanto, que hasta se te hagan callos en ellas, aunque la boca y el corazón no digan nada.
Y, a pesar de todo, nosotros, impertérritos, no dejamos de “decir”, no dejamos de “pronunciar con los labios”. Nos limitamos a “decir”.
Hablamos sobre pobreza, humildad, obediencia, amor, unidad, paz, diálogo, tolerancia, pluralismo, dignidad de la persona, papel de la mujer en la Iglesia. Y no se nos ocurre pensar que hay que ser pobres, humildes, obedientes, tolerantes, obrar conforme a la fe, amar concretamente al prójimo, respetar de verdad al otro...
6.- Quisiera comentarte otra cosa:
Un factor importante del mensaje evangélico, que en lo personal me ha ayudado en mi vida cristiana: ¿Sabes cuál es?...
Parece ser que Cristo tuvo una especie de simpatía especial hacia “los rebeldes”, hacia aquellas ovejas que en muchas ocasiones no están con el grueso del rebaño, hacia aquellos que sobradas veces echaron su vida por el drenaje de la existencia pero que un día se arrepienten y son capaces de llorar hasta el cansancio su desventura, hacia aquellos que en la ignorancia hasta llegaron a cometer injusticias aprovechando su buen posicionamiento pero que un día en la curiosidad llegan a subirse al sicomoro de la conversión y después compartieron sus bienes con los desposeídos... podríamos seguir hablando de mil imágenes más entresacadas del mismo Evangelio, y una y otra vez nos encontraremos que Jesucristo es seducido por los que vivieron un tiempo bajo el signo de la necedad... Su postura le parece a Él que se origina en un malentendido. Malentendido que no puede durar y que, sobre todo, más tarde puede revelarse como benéfico...
7.- Esto me ha traído consuelo en muchas ocasiones. La parábola de este domingo lo confirma: al final, ése se arrepiente.
Esta “conversión” probablemente no ha acaecido sin una historia, sin dificultades, pero ahí queda el hecho de que él, “el rebelde”, el “mal visto” ha entrado a la viña. El “no” pronunciado momentáneamente ha desembocado en un verdadero “sí”.
Jesús nos muestra que un camino de la rebelión no es necesariamente un camino sin salida, todo lo contrario al camino de la hipocresía religiosa llamada fariseísmo. Y este es precisamente el broche final que Él mismo le ha puesto al Evangelio que hemos leído:
“Entonces Jesús les dijo: “Yo les aseguro que los publicanos y las prostitutas se les han adelantado en el camino del Reino de Dios”.
8.- Esta es la razón, por la que a “la fe que se profesa con los labios y con el corazón” y a esa caridad que se llega a mostrar con las manos encallecidas, les debe acompañar una virtud llamada esperanza.
Puedes no coincidir pero creo que esto nos ayuda a comprender el porque Charles Peguy en su libro: “El Misterio de la Esperanza” hablaba de la esperanza como superior a la fe y a la caridad y para muestra basta este botón:
“Es ella, la esperanza, la que arrastra tras de sí todas las cosas.
La fe ve sólo lo que es.
La esperanza, sin embargo, vislumbra lo que será.
El amor ama únicamente lo que es.
La esperanza, empero, ama lo que será,
En el tiempo y por toda la eternidad.”
La parábola tiene dos caras: ¿sobre cuál de ellas ha de ponerse el acento? Si se dirige a los que se sienten justos, los salvos, los santos de los últimos días, les advierte que tengan cuidado ya que el “sí” puede convertirse en un “no”, y ese salón del reino puede quedarse en un solo pedazo de hermosa construcción, hecho aquí en la tierra con los mejores materiales, pero que en nada se compara con el premio que Jesucristo nos ha ofrecido en la eternidad y que se nos está yendo de las manos. Esta parábola es giratoria, y si se dirige a aquellos que podemos ser acusados de pecadores por tantos predicadores callejeros, tenemos que ser conscientes de que nuestras posibilidades están intactas: el “no” puede convertirse en un “sí”
Para Dios nunca será demasiado tarde, mientras que quede, aunque sea sólo un segundo en el reloj de nuestra vida...
9.- Querido Amigo:
Nunca será demasiado tarde como para empezar a trabajar en la viña de Dios, jamás será inoportuno el que seamos empleados por esas necesidades que tienen nuestros hermanos; en ningún tiempo dejaremos de ser colocables en un buen puesto para que hagamos oración, vivamos la esperanza o ejerzamos la justicia y la caridad.
Hay muchas personas que pronunciaron constantemente un “no” con sus labios, y un día el Señor, que nunca se cansa de esperarnos, les dirige nuevamente una invitación ante la cual llegan a pronunciar por primera vez un “sí”, y en la propia congruencia esto les sirve para toda la eternidad.
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