Por Jorge Humberto Peláez, S.J.
Libro del Eclesiástico 27, 33 – 28, 9 /Carta de San Pablo a los Romanos 14, 7-9 /Mateo 18, 21-35
* Poco a poco y con gran dificultad se va haciendo luz en el tenebroso mundo de la guerrilla y de las autodefensas. Décadas de inimaginable violencia. Al oír sus declaraciones nos preguntamos cómo es posible que hayan llegado a tales extremos de crueldad. Su sed de sangre no ha conocido límites.
* Las razones de esta locura colectiva que ha azotado los campos y las ciudades de Colombia son enormemente complejas. Los científicos sociales, en particular los llamados “violentólogos”, han formulado sus hipótesis y las han desarrollado con inteligencia.
* Sin querer entrar en esta discusión, que es más propia de un aula universitaria que de una homilía dominical, quisiera subrayar un factor de violencia, íntimamente ligado con el evangelio de hoy: muchos jóvenes campesinos, que terminaron convertidos en fríos asesinos en las filas de la guerrilla o de las autodefensas, llegaron a esos extremos por venganza. Juraron vengar la sangre de sus familiares, muchas veces torturados y asesinados delante de unos niños aterrorizados.
* La sed de venganza produce una avalancha de destrucción y muerte. Por eso el libro del Eclesiástico nos dice, en la primera lectura que escuchamos: “Cosas abominables son el rencor y la cólera; sin embargo, el pecador se aferra a ellos”, “piensa en tu fin y deja de odiar, piensa en la corrupción del sepulcro y guarda los mandamientos”
* El evangelio de hoy se refiere al perdón. El mundo sería diferente si acogiéramos esta invitación; recordemos los conflictos que desangran nuestro país, los atentados de la ETA en España, los enfrentamientos de Israel y los países árabes, Irak, Afganistán, los enfrentamientos tribales en el África. Estos sangrientos hechos implican el desplazamiento de millones de seres humanos. Ante este doloroso espectáculo podemos exclamar: ¡Qué importante es la reconciliación, pero qué difícil es perdonar!
* En el evangelio de hoy el tema del perdón es planteado mediante una pregunta que formula el apóstol Pedro: “Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?”
* Esta misma pregunta se la plantean a diario cónyuges heridos por la infidelidad y el maltrato de sus parejas. ¿Hasta cuándo? Esta misma pregunta se la hacen los amigos sorprendidos por el comportamiento indelicado de su amigo y socio de muchos años. ¿Hasta dónde hay que perdonar?
* La respuesta de Jesús no deja dudas: “No sólo hasta siete, sino hasta setenta veces siete”. En el reino que Jesús ha venido a inaugurar, no hay límites para el perdón.
* Jesús explica su enseñanza sobre el perdón utilizando una parábola, amable recurso literario que facilitaba la comprensión de complejos asuntos por parte de su heterogéneo público. Esta parábola es, al mismo tiempo, fácil y difícil. Es fácil en cuanto su texto describe realidades sencillas cercanas a la experiencia diaria de la gente; ¿quién no ha vivido los sobresaltos de deber plata? Pero es extremadamente difícil en cuanto a la aplicación de la enseñanza: el rencor y la venganza son ríos de lava que todo lo destruyen a su paso.
* En esta parábola sobre el perdón, el mismo personaje se enfrenta a dos situaciones diferentes: por una parte, debe a su jefe una suma astronómica de dinero y carece de recursos para responder; por otra parte, un compañero le debe una pequeña suma de dinero y, a pesar de haber sido objeto de una inmensa generosidad, responde de manera despiadada.
* ¿Qué nos quiere decir Jesús a través de esta parábola?
- La parábola nos muestra la deuda inmensa que tenemos con Dios y la gran misericordia de Él hacia nosotros.
- Somos deudores insolventes. Pero el Padre perdona nuestras deudas porque Cristo las ha respaldado con su sangre. Cristo es el fiador que ha respondido por nosotros.
- Ciertamente, el Padre nos perdona, pero se trata de un perdón condicionado, como lo expresamos en la oración del Padrenuestro: “Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”
* Los seres humanos tenemos la tendencia a exagerar las pequeñas experiencias negativas de la vida diaria. Hacemos un drama porque me dijo o porque no me dijo, porque me contaron o porque me imaginé… ¡Tonterías! ¿Qué son esos pequeños incidentes comparados con nuestras infidelidades con este Dios que nos ha rodeado de beneficios?
* La fuerza argumentativa de esta parábola radica en la desproporción en el comportamiento del personaje: aquel que fue objeto de la generosidad sin límites de su rey, se comporta de manera miserable. Este contraste debe abrirnos los ojos.
* En la eucaristía que celebramos cada domingo abundan las exhortaciones al perdón:
- Al comienzo de la misa nos reconocemos pecadores ante Dios y ante la comunidad. Y solicitamos el perdón de Dios.
- Antes de la comunión recitamos el Padrenuestro, donde decimos: “Perdona nuestras ofensas, como también perdonamos a los que nos ofenden”
- Después intercambiamos el saludo de la paz, que es reencuentro y reconciliación.
* Ahora bien, estas palabras y gestos de perdón que se viven dentro de la misa deben superar los límites del rito e impregnar todas nuestras actividades.
* Es hora de terminar nuestra meditación dominical. Los rencores nos roban la alegría de vivir, envenenan las relaciones familiares y sociales. El odio hace que la vida se convierta en un infierno. Al escuchar esta parábola sobre el perdón, pidámosle a Dios que nos dé la generosidad para superar los resentimientos y la capacidad de perdonar. Que como personas y como sociedad seamos capaces de pasar la página, de cerrar capítulos, de dejar atrás las experiencias amargas. Perdonando a los que nos han hecho sufrir recuperaremos la paz interior, obtendremos el perdón de Dios y construiremos un futuro diferente.
* Las razones de esta locura colectiva que ha azotado los campos y las ciudades de Colombia son enormemente complejas. Los científicos sociales, en particular los llamados “violentólogos”, han formulado sus hipótesis y las han desarrollado con inteligencia.
* Sin querer entrar en esta discusión, que es más propia de un aula universitaria que de una homilía dominical, quisiera subrayar un factor de violencia, íntimamente ligado con el evangelio de hoy: muchos jóvenes campesinos, que terminaron convertidos en fríos asesinos en las filas de la guerrilla o de las autodefensas, llegaron a esos extremos por venganza. Juraron vengar la sangre de sus familiares, muchas veces torturados y asesinados delante de unos niños aterrorizados.
* La sed de venganza produce una avalancha de destrucción y muerte. Por eso el libro del Eclesiástico nos dice, en la primera lectura que escuchamos: “Cosas abominables son el rencor y la cólera; sin embargo, el pecador se aferra a ellos”, “piensa en tu fin y deja de odiar, piensa en la corrupción del sepulcro y guarda los mandamientos”
* El evangelio de hoy se refiere al perdón. El mundo sería diferente si acogiéramos esta invitación; recordemos los conflictos que desangran nuestro país, los atentados de la ETA en España, los enfrentamientos de Israel y los países árabes, Irak, Afganistán, los enfrentamientos tribales en el África. Estos sangrientos hechos implican el desplazamiento de millones de seres humanos. Ante este doloroso espectáculo podemos exclamar: ¡Qué importante es la reconciliación, pero qué difícil es perdonar!
* En el evangelio de hoy el tema del perdón es planteado mediante una pregunta que formula el apóstol Pedro: “Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?”
* Esta misma pregunta se la plantean a diario cónyuges heridos por la infidelidad y el maltrato de sus parejas. ¿Hasta cuándo? Esta misma pregunta se la hacen los amigos sorprendidos por el comportamiento indelicado de su amigo y socio de muchos años. ¿Hasta dónde hay que perdonar?
* La respuesta de Jesús no deja dudas: “No sólo hasta siete, sino hasta setenta veces siete”. En el reino que Jesús ha venido a inaugurar, no hay límites para el perdón.
* Jesús explica su enseñanza sobre el perdón utilizando una parábola, amable recurso literario que facilitaba la comprensión de complejos asuntos por parte de su heterogéneo público. Esta parábola es, al mismo tiempo, fácil y difícil. Es fácil en cuanto su texto describe realidades sencillas cercanas a la experiencia diaria de la gente; ¿quién no ha vivido los sobresaltos de deber plata? Pero es extremadamente difícil en cuanto a la aplicación de la enseñanza: el rencor y la venganza son ríos de lava que todo lo destruyen a su paso.
* En esta parábola sobre el perdón, el mismo personaje se enfrenta a dos situaciones diferentes: por una parte, debe a su jefe una suma astronómica de dinero y carece de recursos para responder; por otra parte, un compañero le debe una pequeña suma de dinero y, a pesar de haber sido objeto de una inmensa generosidad, responde de manera despiadada.
* ¿Qué nos quiere decir Jesús a través de esta parábola?
- La parábola nos muestra la deuda inmensa que tenemos con Dios y la gran misericordia de Él hacia nosotros.
- Somos deudores insolventes. Pero el Padre perdona nuestras deudas porque Cristo las ha respaldado con su sangre. Cristo es el fiador que ha respondido por nosotros.
- Ciertamente, el Padre nos perdona, pero se trata de un perdón condicionado, como lo expresamos en la oración del Padrenuestro: “Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”
* Los seres humanos tenemos la tendencia a exagerar las pequeñas experiencias negativas de la vida diaria. Hacemos un drama porque me dijo o porque no me dijo, porque me contaron o porque me imaginé… ¡Tonterías! ¿Qué son esos pequeños incidentes comparados con nuestras infidelidades con este Dios que nos ha rodeado de beneficios?
* La fuerza argumentativa de esta parábola radica en la desproporción en el comportamiento del personaje: aquel que fue objeto de la generosidad sin límites de su rey, se comporta de manera miserable. Este contraste debe abrirnos los ojos.
* En la eucaristía que celebramos cada domingo abundan las exhortaciones al perdón:
- Al comienzo de la misa nos reconocemos pecadores ante Dios y ante la comunidad. Y solicitamos el perdón de Dios.
- Antes de la comunión recitamos el Padrenuestro, donde decimos: “Perdona nuestras ofensas, como también perdonamos a los que nos ofenden”
- Después intercambiamos el saludo de la paz, que es reencuentro y reconciliación.
* Ahora bien, estas palabras y gestos de perdón que se viven dentro de la misa deben superar los límites del rito e impregnar todas nuestras actividades.
* Es hora de terminar nuestra meditación dominical. Los rencores nos roban la alegría de vivir, envenenan las relaciones familiares y sociales. El odio hace que la vida se convierta en un infierno. Al escuchar esta parábola sobre el perdón, pidámosle a Dios que nos dé la generosidad para superar los resentimientos y la capacidad de perdonar. Que como personas y como sociedad seamos capaces de pasar la página, de cerrar capítulos, de dejar atrás las experiencias amargas. Perdonando a los que nos han hecho sufrir recuperaremos la paz interior, obtendremos el perdón de Dios y construiremos un futuro diferente.
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