NO DEJES DE VISITAR
GIF animations generator gifup.com www.misionerosencamino.blogspot.com
El Blog donde encontrarás abundante material de formación, dinámicas, catequesis, charlas, videos, música y variados recursos litúrgicos y pastorales para la actividad de los grupos misioneros.
Fireworks Text - http://www.fireworkstext.com
BREVE COMENTARIO, REFLEXIÓN U ORACIÓN CON EL EVANGELIO DEL DÍA, DESDE LA VIVENCIA MISIONERA
SI DESEAS RECIBIR EL EVANGELIO MISIONERO DEL DÍA EN TU MAIL, DEBES SUSCRIBIRTE EN EL RECUADRO HABILITADO EN LA COLUMNA DE LA DERECHA

viernes, 10 de octubre de 2008

SALGAN A LOS CRUCES DE LOS CAMINOS Y CONVIDEN AL BANQUETE DE BODAS A TODOS LOS QUE ENCUENTREN.

DOMINGO XXVIII DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO
LECTURAS: IS 25, 6-10; SAL 22; FIL 4, 12-14. 19-20; MT 22, 1-14
Publicado por Homilia Católica

Comentando la Palabra de Dios

Is. 25, 6-10. En Sión, finalmente, Dios preparará un banquete con el que dará vida eterna a todos. Mediante el Misterio Pascual de Cristo, aquellos que lo acepten como Señor, Salvador y Mesías en su vida, participarán de la salvación que Dios ofrece a todos; salvación hecha realidad a costa de la muerte redentora del Salvador. Él se convierte para nosotros en pan de vida; Él nos sienta a su mesa para que participemos del banquete-sacrifico que Él mismo ha preparado.
Hechos uno en Cristo; unidos por un sólo Espíritu formamos el Cuerpo del Señor, del que Él es Cabeza. Si nosotros vivimos a plenitud este compromiso que brota de nuestra fe en Él, viviremos como hermanos, libres del llanto, del sufrimiento, de la persecución y de los asesinatos. Más todavía, gracias a Jesús, resucitado de entre los muertos, los que participamos de su Vida y de su Espíritu sabemos que la muerte no tendrá en nosotros ningún dominio, pues, aun cuando tengamos que pasar por ella, no nos detendremos en ella, sino que, destruida la muerte, viviremos para Dios eternamente.
No desaprovechemos esta gracia que Dios nos ha ofrecido en Cristo Jesús, su Hijo hecho uno de nosotros.

Sal. 23 (22). Por medio de su propio Hijo, hecho uno de nosotros, el Padre Dios nos manifiesta su voluntad salvadora. En Cristo la Palabra se ha encarnado, convirtiéndose así para nosotros en el Evangelio viviente del Padre. A nosotros corresponde permanecer ante Él como discípulos fieles, escuchando, como María, la Palabra de Dios, meditándola en nuestro corazón, experimentando en nosotros el amor misericordioso de Dios, y dando testimonio de esa Palabra ante nuestros hermanos, tanto con las palabras, como con las obras, con las actitudes y con la vida misma. El Señor nos sienta a su Mesa para hacernos participar del Pan de Vida, que es Cristo.
Mediante la Eucaristía entramos en una auténtica comunión de Vida con el Señor, de tal forma que nos convertimos en aquellos que, a través de la historia, continuarán su obra salvadora en el mundo, como signos de Cristo muerto y resucitado por amor a toda la humanidad, para ganar a todos para Él. Y el Señor nos unge con su Espíritu Santo, para que vayamos con la valentía que nos viene de Él, a dar testimonio de la fe recibida y del Evangelio que se nos ha confiado. Así el Buen Pastor no sólo nos alimenta para que vivamos nuestra fe de un modo personalista, sino que nos envía como testigos suyos, continuadores de su obra de salvación a favor de todos.

Fil. 4, 12-14. 19-20. Cristo, el Señor de la Iglesia, no sólo se ha preocupado de remediar nuestras necesidades temporales, sino también de remediar nuestros males espirituales, dándonos la paz. Pues, efectivamente, a través de su entrega, hemos recibido el perdón de nuestros pecados, y hemos sido hechos hijos de Dios. A nosotros se nos ha anunciado el Evangelio de salvación, que nos impulsa a ir tras las huellas de Cristo, cargando nuestra propia Cruz.
El Señor espera de nosotros que florezcan nuestros buenos sentimientos para con Él, de tal forma que nuestra vida de fe no se nos quede en vana palabrería, ni en un culto vacío del amor verdadero; en cambio hemos de procurar que nuestra fe se traduzca en obras de amor; entonces nos manifestaremos realmente como hijos de Dios.
Pidámosle al Señor que nos fortalezca de tal forma que en verdad podamos dar testimonio de nuestra fe, socorriendo las necesidades de los demás, pues una fe que no se traduzca en obras de amor es una fe inútil.

Mt. 22, 1-14. Aún antes de la creación ya Dios tenía en su pensamiento divino las bodas de su Hijo con su Esposa, la Iglesia, bella y resplandeciente, adornada con la Gloria y la Santidad del mismo Dios. Pero, llegado el momento, muchos rechazaron la invitación ¿a la boda como invitados? o ¿no más bien a la boda para desposarse en Alianza nueva y eterna con el Cordero Inmaculado? Rechazada esta invitación a desposarse con el Hijo del Rey eterno, para hacerse uno con Él como las ramas se unen al tronco y los miembros del cuerpo a la cabeza ¿habrá otro camino para llegar a poseer los bienes definitivos, que le corresponden al Hijo único de Dios?
Puesto que muchos de los primeros elegidos rechazaron la oportunidad que Dios les daba, se abre ahora la invitación a la humanidad entera para que todos puedan llegar y participar de la Gloria de Cristo Jesús, Hijo de Dios. Pero no podemos permanecer en Cristo con un corazón manchado. Ante nuestras miserias y pecados no podemos quedarnos callados.
Mientras aún es tiempo hemos de abrir la boca para confesar nuestras culpas; y Dios, rico en misericordia, tendrá compasión de nosotros y, perdonándonos, nos hará partícipes de su Reino eterno. Sea Él bendito por siempre.

La Palabra de Dios y la Eucaristía de este Domingo.

Hoy hemos acudido al llamado de Dios, que nos ha invitado a participar del Banquete Eucarístico que ha preparado para nosotros. Venimos con la intención de renovar nuestra Alianza, siempre nueva y eterna, con Él. Reconocemos que somos pecadores; pero no dudamos del amor misericordioso que Dios nos tiene.
Pedimos perdón; y, como el barro tierno, nos ponemos en manos de nuestro Dios y Padre, para que nos moldee conforme a la imagen de su propio Hijo, e infunda en nosotros su Espíritu Santo para que en adelante no vayamos ya tras las obras de la maldad, sino que demos frutos, y frutos en abundancia, frutos de santidad, de justicia, de amor y de paz. Entonces realmente Dios hará nuevas todas las cosas, pues nos habrá renovado para enviarnos a darle al mundo un nuevo rostro, el Rostro del Reino de Dios entre nosotros.

La Palabra de Dios, la Eucaristía de este Domingo y la vida del creyente.

El Señor nos quiere totalmente comprometidos con su Evangelio. Ese Evangelio no puede ser proclamado sólo con los labios. Los que creemos en Cristo hemos de ser los primeros comprometidos en la corresponsabilidad con la Iglesia para transformar las estructuras de injusticia, de maldad y de pecado, en estructuras de justicia, de amor y de gracia. Tal vez nos guste ver con agrado el trabajo que hacen los demás para hacer surgir una nueva humanidad, renovada en Cristo, capaz de amar, de perdonar, de compartir lo propio con los demás, de vivir la auténtica justicia social. Pero eso de involucrarse uno mismo en el trabajo para que el Reino de Dios se haga realidad entre nosotros puede llevar a muchos a excusarse y a retirarse para dedicarse a otras labores, eludiendo la invitación del Señor a participar del Banquete de Bodas para unirnos a Él, y hacer nuestras la vida y las perspectivas de Dios sobre la humanidad.
No basta ni siquiera anunciar el Evangelio con los labios, pensando que ya hemos hecho mucho por el Reino. Aquel que hable de justicia social e ignore a los trabajadores injustamente tratados; aquel que denuncie los sistemas injustos que han dejado a muchos al borde del camino sin ilusiones ni esperanzas, pero pase de largo ante su dolor sin detenerse para curar sus heridas; aquel que hable de la necesidad de remediar el hambre que muchos padecen, pero no siente a su mesa a los hambrientos, no puede decir que realmente esté revestido de Cristo; ese no tiene el traje de bodas, y difícilmente permanecerá en el Reino eterno de Dios, pues Él no lo reconocerá como a su Hijo, el cual no sólo anunció el Evangelio, sino que se hizo, con sus obras y su vida misma, el Evangelio viviente del amor del Padre Dios para la humanidad entera.

Roguémosle al Señor que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de dejarnos transformar por Él de tal manera que, fortalecidos por su Espíritu Santo en nosotros, seamos un verdadero signo creíble del amor de Dios para todo el mundo, hechos Evangelio encarnado para la humanidad entera. Amén.

No hay comentarios: