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jueves, 9 de octubre de 2008

¡Todo esta listo, vengan a la boda!

Mt 22,1-14
XXVIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO A
Por Neptalí Díaz Villán CSsR. - Publicado por Misioneros Redentoristas

La parábola de hoy está cargada de símbolos: un Padre, su Hijo, una Boda, una Fiesta, unos invitados que se niegan a ir, las consecuencias de dicho rechazo, la invitación que se generaliza a todos y un personaje anónimo que por no llevar traje de fiesta es expulsado del banquete.

La figura de la boda es común a todas las culturas, siempre como signo de alegría y esperanza, amor y entrega confiada. Los profetas para anunciar la acción gratificante y salvífica de Dios, lo mostraron como el novio que se desposa con su novia: “como un joven que se casa con su novia, así te desposa el que te construyó; la alegría que encuentra el marido con su esposa, la encontrará tu Dios contigo” (Is 62,5). Jesús igualmente, nos mostró la relación con Dios por medio de signos que expresan alegría, misericordia y perdón: el Padre que recibe lleno de alegría a su hijo pródigo, el pastor que encuentra a su oveja perdida, la señora que encuentra la moneda y llama a sus vecinas para que compartan su alegría… y no podía faltar la figura de la boda.

Y con la boda, el banquete. En aquella situación que le tocó vivir a Jesús, la comida era uno de los grandes problemas sin resolver. Hoy el mundo ha pasado de 800 a 920 millones de hambrientos. Especialmente en los llamados países del tercer mundo hay más de 750 millones de seres humanos, entre ellos 150 millones de niños menores de 5 años, según la ONU, padecen hambre, desnutrición y sus consecuencias. Comer para muchos es un lujo, y un banquete algo que tan sólo pueden imaginar.

La Parábola, al igual que todo el nuevo testamento, con una redacción marcada por la resurrección y la concepción de Jesús como el Hijo de Dios, nos muestra al Padre Dios alegre por la celebración de la Boda de su Hijo. Las comunidades cristianas vieron en Jesús al Verbo encarnado enviado para desposarse con ellas y entregarles todo el amor de Dios. Descubrieron cómo con él se veían realizadas las promesas hechas a sus padres y a los profetas, porque rescató el Proyecto de Yahvé, dándole un impulso renovador y universal, buscando el bien común y rompiendo todas sus cadenas. No quería ver a su Pueblo esclavo, cansado y extenuado, triste y encorvado; lo quería ver como la esposa se su Hijo: alegre, bienaventurada, plena y realizada.

En el presente relato encontramos a unos primeros invitados: el pueblo de Israel, en especial sus autoridades, encargadas de llevar la batuta. Pero estos no aceptaron la invitación, es más, maltrataron y mataron a los que insistían en invitarlos al banquete. Algo que ellos consideraban más importante les impidió ir a la fiesta: sus tierras y sus negocios, que en aquella época eran los medios de producción y las estructuras de comercio. Elementos básicos para el desarrollo de un pueblo cuando están al servicio de la sociedad; o también, el complemento para manipular la economía, aumentar los ingresos de los poderosos y la desgracia de los empobrecidos víctimas del egoísmo, la codicia y la explotación del hombre por el hombre.

Jesús no excluyó a nadie; reconoció que era muy importante contar con estas personas para construir su Proyecto. De esta manera, las autoridades civiles y religiosas, los medios de producción y el mercado estarían al servicio de la vida. Su aporte era muy importante para construir una nueva humanidad y celebrar el gran banquete de bodas.

Pero no fueron. Bien decía Marco Tulio Cicerón: “No solamente es ciega la fortuna, sino que de ordinario vuelve también ciegos a aquellos a quienes acaricia.” En vez de poner su vida y sus bienes al servicio del Reino, prefirieron continuar con su egoísmo. Se auto excluyeron del banquete y eso generó caos, muerte, tanto para ellos como para el resto de la humanidad. Los anhelos de justicia se vieron truncados por el egoísmo y la voracidad de los que manipulaban el mundo contemporáneo de Jesús.

¿Porque ellos no quisieron unirse al Reino todo se acabó? ¿Porque los poderosos sólo quisieron más poder y los ricos más riqueza, no se pudo trabajar por el Reino? ¡De ninguna manera! Dios no se dio por vencido. La Boda estaba lista, el Reino no podía detenerse. Buscó otro camino, un plan B que resultó mejor: construir su Reino desde abajo, desde otro lugar social, con la gente del común, con los que andaban a pie por los cruces de los caminos, malos y buenos. El montón de gente que el mundo desechaba, los no invitados al banquete, los que no gozaban del “mundo de privilegios”, y los gentiles que no pertenecían al “pueblo de Dios”. Ellos aceptaron mejor la invitación, no porque fueran mejores, sino sencillamente porque no tenían nada que perder, su condición los hacía más asequibles a la propuesta. “Y la sala del banquete se llenó de comensales”.

La última parte de la parábola fue introducida por el redactor final del evangelio; la versión lucana (Lc 14,15-24) no la tiene. Pero alguien no tenía traje de fiesta…y fue echado del lugar. Alguien podía preguntar: ¿pero cómo iba a tener traje de fiesta si lo encontraron en el camino y lo invitaron al banquete? Pero tiene su sentido simbólico. Para realizar su proyecto Jesús no cobró derechos de autor, lo ofreció gratuitamente a toda la humanidad e invitó a todos a construirlo, pero exigió una transformación de vida. El evangelio no defiende de manera romántica y paternalista a los pobres, no quiere generar dependencia e irresponsabilidad, al contrario quiere despertar las conciencias.

Tenemos varios textos donde se nos habla del traje para la fiesta, sobre todo en el libro del Apocalipsis: el vestido blanco (Ap 3,4-5.18) o el vestido de lino fino deslumbrante de blancura (19,8) “en todos estos pasajes el vestido blanco o el vestido de la vida y de la gloria que nunca envejece ni pasa, es símbolo de la justicia dada por Dios (Is 61,10), y el hecho de revestirse con este vestido es símbolo de la pertenencia a la comunidad de los redimidos… conversión en el sentido de Jesús, es el vestido de boda y la luz que arde (Mt 5,16), es el rostro ungido con óleo (6,17), es la música y el baile (Lc 15,25), es la alegría, la alegría del hijo que puede volver a casa y la alegría de Dios, mayor que la tiene por noventa y nueve justos. Pero el regreso a casa sólo es auténtico cuando renueva la vida”. (Joachim Jeremías).

Hoy la invitación al banquete esta dada, es universal, a todo el mundo, y a cada uno. Miremos nuestra vida, seamos de los primeros o de los segundos, estamos invitados de igual manera. Todos podemos dar nuestro aporte al Reino desde nuestros diferentes carismas. ¡Pero ojo! Pongámonos el traje de fiesta. Veamos si tenemos un traje blanqueado con la sangre del Cordero o si estamos manchados con la sangre inocente derramada por nuestra culpa o con nuestra mirada indiferente. Cada uno pude auto excluirse o aceptar esta invitación gratuita. Aceptar la invitación dignamente y disponernos a vivirla es la mejor opción: pues como dice Isaías (1ra lect.) Él aniquilará la muerte, enjugará las lágrimas.... celebremos, gocemos con su salvación... Aquí está nuestro Dios.

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