La Palabra ha acampado, ha puesto su tienda entre nosotros. El hecho no merece grandes ni pequeños titulares de la prensa. ¿A quién le puede interesar una chabola más en la periferia del mundo? Vende más la violencia, el dinero. Y la Palabra pretende desde ahí, una insignificante tienda en medio de la ciudad, poner paz en toda frontera, bendecir a manos llenas, iluminar las mentes y los rostros de las gentes. ¡Qué lógica tan rara la de Dios!
La Palabra ha acampado entre nosotros y desea conversar con nosotros. Por eso, habla primero para que aprendamos su lenguaje. Dios nos ora primero para que sepamos orarle a El. Se presenta como “verdadera novedad que supera todas las expectativas de la humanidad”. Los orantes que han probado este diálogo de amistad con Él dicen que nada puede suplir al calor humano, la belleza y la sabiduría que se desvelan en estos encuentros.
1.- Vino a su Casa. Y viene cada día. Viene como niño y mira todo con ojos de niño. Y orar es mirar el mundo con los ojos nuevos, recién estrenados, de Jesús. Y orar es gritar que el mundo es la casa de todos, porque es la casa de Dios. Y cuida la tierra donde viven los vecinos del otro lado del océano tiene sentido, porque toda tierra es el nido de Dios y el nuestro. Y llorar con el sufrimiento de los hermanos que viven en las tierras del Sur tiene sentido, porque Dios ha venido a su casa, que es el Norte y el Sur. Y gozar con los avances de la técnica, que ha convertido al mundo en una aldea global tiene sentido, pero también sentir el corazón desgarrado al ver a miles de niños hurgando en los basureros y comprobar cómo en los últimos 25 años se ha duplicado el número de pobres. Dios Niño viene hoy a cada casa, a cada corazón, y llama a cada puerta con los nudillos de su mano, por si le abren, para dejar como regalo la paz.
2.- Hemos contemplado su gloria. No nos es nada fácil contemplar lo pequeño. Nos cuesta detenernos ante el paisaje que nos acompaña cada día y dejar que nos empape de belleza. Pasamos de prisa ante las arrugas del rostro de un anciano, sin tiempo para descubrir la sabiduría acumulada detrás de sus ojos. Pero si hoy tenemos la suerte de detener por unos momentos nuestros pasos acelerados y acallar el rumor de la mente entretenida con mil cosas; si nos atrevemos a mirar despacio a la Palabra que se hace Niño, a esa mujer que se hace sierva por amor, a ese joven del barrio que se ha apuntado como voluntario entre los artesanos de paz, podemos conocer a Dios, el Dios sorprendente que recoge en su odre nuestros llantos y pone en los nuestros la alegría; podemos “quedar divinizados, y por tanto, ser mejores hombres y mujeres” (Bula del Jubileo).
3.- Recibirá alabanzas de la muchedumbre. A los que van por la vida contemplando las transparencias de Dios, les sale la alabanza más bonita, la que más agrada a Dios, porque brota de un corazón unificado, pacificado. Y les sale también el servicio más comprometido para que el mundo sea la casa de todos. Nos unimos a María, la mujer embellecida, la que lleva la paz dentro de tanto mirar a su Hijo, para entonar con ella un cantar entretejido por todos los cantares, un canto que alabe a Dios y muestre el mundo nuevo que Dios sueña cada día.
La Palabra ha acampado entre nosotros y desea conversar con nosotros. Por eso, habla primero para que aprendamos su lenguaje. Dios nos ora primero para que sepamos orarle a El. Se presenta como “verdadera novedad que supera todas las expectativas de la humanidad”. Los orantes que han probado este diálogo de amistad con Él dicen que nada puede suplir al calor humano, la belleza y la sabiduría que se desvelan en estos encuentros.
1.- Vino a su Casa. Y viene cada día. Viene como niño y mira todo con ojos de niño. Y orar es mirar el mundo con los ojos nuevos, recién estrenados, de Jesús. Y orar es gritar que el mundo es la casa de todos, porque es la casa de Dios. Y cuida la tierra donde viven los vecinos del otro lado del océano tiene sentido, porque toda tierra es el nido de Dios y el nuestro. Y llorar con el sufrimiento de los hermanos que viven en las tierras del Sur tiene sentido, porque Dios ha venido a su casa, que es el Norte y el Sur. Y gozar con los avances de la técnica, que ha convertido al mundo en una aldea global tiene sentido, pero también sentir el corazón desgarrado al ver a miles de niños hurgando en los basureros y comprobar cómo en los últimos 25 años se ha duplicado el número de pobres. Dios Niño viene hoy a cada casa, a cada corazón, y llama a cada puerta con los nudillos de su mano, por si le abren, para dejar como regalo la paz.
2.- Hemos contemplado su gloria. No nos es nada fácil contemplar lo pequeño. Nos cuesta detenernos ante el paisaje que nos acompaña cada día y dejar que nos empape de belleza. Pasamos de prisa ante las arrugas del rostro de un anciano, sin tiempo para descubrir la sabiduría acumulada detrás de sus ojos. Pero si hoy tenemos la suerte de detener por unos momentos nuestros pasos acelerados y acallar el rumor de la mente entretenida con mil cosas; si nos atrevemos a mirar despacio a la Palabra que se hace Niño, a esa mujer que se hace sierva por amor, a ese joven del barrio que se ha apuntado como voluntario entre los artesanos de paz, podemos conocer a Dios, el Dios sorprendente que recoge en su odre nuestros llantos y pone en los nuestros la alegría; podemos “quedar divinizados, y por tanto, ser mejores hombres y mujeres” (Bula del Jubileo).
3.- Recibirá alabanzas de la muchedumbre. A los que van por la vida contemplando las transparencias de Dios, les sale la alabanza más bonita, la que más agrada a Dios, porque brota de un corazón unificado, pacificado. Y les sale también el servicio más comprometido para que el mundo sea la casa de todos. Nos unimos a María, la mujer embellecida, la que lleva la paz dentro de tanto mirar a su Hijo, para entonar con ella un cantar entretejido por todos los cantares, un canto que alabe a Dios y muestre el mundo nuevo que Dios sueña cada día.
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