Es el Señor en quien confiamos
Sal 117 (116), 1-2
Alabad al Señor todas las naciones
Rom 2, 12-16
Los que ponen en práctica la ley serán justificados
Mc 7, 24-30
A causa de esta palabra, el demonio salió de tu hija
Cada día o casi siempre, hablamos de violencias que, en muchas regiones del mundo, son provocadas por fieles de diversas religiones. En cambio, Corea se presenta como un país donde religiones diferentes -budistas, cristianos, confucianos - consiguen la mayoría de las veces coexistir en paz.
¡En un gran himno de alabanza, el profeta Isaías anuncia que Dios secará toda lágrima y preparará un rico festín para todos los pueblos y todas las naciones! Un día -dice el profeta- todos los pueblos de la tierra glorificarán a Dios y exultarán porque los habrá salvado. El Señor en quien confiamos es el huésped del festín eterno del que habla Isaías en su acción de gracias.
Cuando Jesús encuentra a una mujer no judía que le pide curar a su hija, le responde de manera sorprendente y se niega primero a ayudarla. La mujer insiste en el mismo tono que él: "pero los pequeños perros, bajo la mesa, comen las migajas de los niños". Jesús reconoce la sagacidad de esta mujer que comprendió que la misión de Cristo se dirigiera a los judíos y a los no judíos, y le invita a regresar a su casa prometiéndole curar a su hija.
Las Iglesias se comprometieron a dialogar para promover la unidad de los cristianos. En el curso de los últimos años, el diálogo se afirmó también para los fieles de otras religiones, en particular las religiones de "Libro" (judaísmo, islamismo). Se trata de encuentros que son solo enriquecedores sino que contribuyen a promover el respeto y las buenas relaciones de unos con otros, construyendo la paz en zonas de conflictos. Si nosotros, cristianos, estamos unidos en nuestro testimonio contra los prejuicios y la violencia, todo será más eficaz. Y si atentamente escuchamos a nuestros hermanos de otras religiones, ¿no podremos aprender más sobre la universalidad del amor de Dios y de su reino?
El diálogo con otros cristianos no deberá significar una pérdida de nuestra respectiva identidad cristiana; por el contrario, debemos alegrarnos de obedecer a la oración de Jesús, para que ellos sean uno, como Él es uno con el Padre. La unidad no se hará de la noche a la mañana. Se trata más bien de una peregrinación que hacemos con otros fieles y que nos lleva hacia un destino común de amor y de salvación.
Señor Dios, te agradecemos la sabiduría que nos transmiten tus escrituras. Danos el coraje de abrir nuestro corazón y nuestro espíritu a nuestro prójimo, sea de una confesión cristiana o de otra religión. Concédenos la gracia de superar las barreras de la indiferencia, de los prejuicios y del odio. Refuerza nuestra visión de los últimos días, cuando todos los cristianos caminen juntos hacia el festín final y cuando toda lágrima y todo desacuerdo sean vencidos por el amor. Amén.
Sal 117 (116), 1-2
Alabad al Señor todas las naciones
Rom 2, 12-16
Los que ponen en práctica la ley serán justificados
Mc 7, 24-30
A causa de esta palabra, el demonio salió de tu hija
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Cada día o casi siempre, hablamos de violencias que, en muchas regiones del mundo, son provocadas por fieles de diversas religiones. En cambio, Corea se presenta como un país donde religiones diferentes -budistas, cristianos, confucianos - consiguen la mayoría de las veces coexistir en paz.
¡En un gran himno de alabanza, el profeta Isaías anuncia que Dios secará toda lágrima y preparará un rico festín para todos los pueblos y todas las naciones! Un día -dice el profeta- todos los pueblos de la tierra glorificarán a Dios y exultarán porque los habrá salvado. El Señor en quien confiamos es el huésped del festín eterno del que habla Isaías en su acción de gracias.
Cuando Jesús encuentra a una mujer no judía que le pide curar a su hija, le responde de manera sorprendente y se niega primero a ayudarla. La mujer insiste en el mismo tono que él: "pero los pequeños perros, bajo la mesa, comen las migajas de los niños". Jesús reconoce la sagacidad de esta mujer que comprendió que la misión de Cristo se dirigiera a los judíos y a los no judíos, y le invita a regresar a su casa prometiéndole curar a su hija.
Las Iglesias se comprometieron a dialogar para promover la unidad de los cristianos. En el curso de los últimos años, el diálogo se afirmó también para los fieles de otras religiones, en particular las religiones de "Libro" (judaísmo, islamismo). Se trata de encuentros que son solo enriquecedores sino que contribuyen a promover el respeto y las buenas relaciones de unos con otros, construyendo la paz en zonas de conflictos. Si nosotros, cristianos, estamos unidos en nuestro testimonio contra los prejuicios y la violencia, todo será más eficaz. Y si atentamente escuchamos a nuestros hermanos de otras religiones, ¿no podremos aprender más sobre la universalidad del amor de Dios y de su reino?
El diálogo con otros cristianos no deberá significar una pérdida de nuestra respectiva identidad cristiana; por el contrario, debemos alegrarnos de obedecer a la oración de Jesús, para que ellos sean uno, como Él es uno con el Padre. La unidad no se hará de la noche a la mañana. Se trata más bien de una peregrinación que hacemos con otros fieles y que nos lleva hacia un destino común de amor y de salvación.
Oración
Señor Dios, te agradecemos la sabiduría que nos transmiten tus escrituras. Danos el coraje de abrir nuestro corazón y nuestro espíritu a nuestro prójimo, sea de una confesión cristiana o de otra religión. Concédenos la gracia de superar las barreras de la indiferencia, de los prejuicios y del odio. Refuerza nuestra visión de los últimos días, cuando todos los cristianos caminen juntos hacia el festín final y cuando toda lágrima y todo desacuerdo sean vencidos por el amor. Amén.
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