Hacerlo todo para Gloria de su Padre

VI domingo del tiempo ordinario - Ciclo B
(Lev 13,1-2.45-46; 1Cor 10,31-11,1 Mc 1,40-45)
Publicado por Misioneros Monfortanos

Más que las demás enfermedades, la lepra llevaba, en el ambiente creyente de Israel, un significado espiritual. Era el signo de la infidelidad a Yahvé. El infiel no formaba parte del pueblo elegido. Por eso el leproso – también por motivos de higiene – “vivirá solo y tendrá su morada fuera del campamento”. (1ª lectura) El leproso que se acerca a Jesús ha desobedecido a la ley. Manifiesta hacia Jesús una confianza sin medida: “Si quieres puedes limpiarme”.

Jesús le da toda la razón: “Quiero, queda limpio”. Un gesto de bondad y misericordia que forma parte de la misión de Cristo de liberar a los hombres del mal que los agobia. Hizo falta, sin embargo, la oración y la confianza del enfermo. Y también es una intervención que no se debe publicar: “No se lo digas a nadie; pero para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés” Para ellos ha de ser un testimonio. El hombre lo ha oído, pero no lo ha escuchado, se va proclamando la noticia por todas partes.

La consecuencia es que Jesús se pone a actuar discretamente. Ya no entra en las ciudades. No quiere dejarse llevar a sufrir una celebridad ambigua, que podría hacer que se le considerase como una estrella, un héroe para su pueblo, lo que le impediría presentarse como el enviado de su Padre para una misión en vista del Reino al que son llamados todos los hombres.

Por eso Jesús se aparta de los lugares habitados, pero “aun así acudían a él de todas partes”. La desobediencia del leproso a su mandato atrae hacía él mucha gente. Jesús seguirá manifestando hacia ellos el signo de la presencia de Dios en medio de los suyos y de “hacerlo todo para la gloria de Dios su Padre” (2ª lectura)

Oración

Aislar en caso de epidemias es lo que se hace y se ha hecho siempre. El sistema funciona en caso de epidemias contra la salud pública, pero deja bastante que desear en el caso de las epidemias del espíritu.

La lepra espiritual corroe igual que lo hace la lepra, y es tremendamente contagiosa. Jesús cura al leproso porque siente “compasión”, por él. Y el enfermo siente

que alguien le mira y le trata como persona. Ante las lepras de nuestra socie-dad: sida, drogas, pornografía y tantas otras, el Señor nos llama a la “compasión”, activa. Tal vez no podamos hacer nada personalmente, pero sí podemos apoyar a las personas que en la Iglesia y fuera de la Iglesia dan la vida para que estas personas puedan reinsertarse en la sociedad.