NO DEJES DE VISITAR
GIF animations generator gifup.com www.misionerosencamino.blogspot.com
El Blog donde encontrarás abundante material de formación, dinámicas, catequesis, charlas, videos, música y variados recursos litúrgicos y pastorales para la actividad de los grupos misioneros.
Fireworks Text - http://www.fireworkstext.com
BREVE COMENTARIO, REFLEXIÓN U ORACIÓN CON EL EVANGELIO DEL DÍA, DESDE LA VIVENCIA MISIONERA
SI DESEAS RECIBIR EL EVANGELIO MISIONERO DEL DÍA EN TU MAIL, DEBES SUSCRIBIRTE EN EL RECUADRO HABILITADO EN LA COLUMNA DE LA DERECHA

domingo, 8 de febrero de 2009

LOS CRISTIANOS ANTE EL DINERO


A la Sagrada Familia siempre la relacionamos con la carencia material. Hoy, cuando el dinero marca el ritmo al que debemos movernos, nos vendría bien indagar en qué consistía verdaderamente la pobreza de Jesús, María y José, y tratar de aprender algo de ellos.

«Alguien más despierto, más hábil que el pobre José, hubiera encontrado mejor alojamiento que un establo (...). Del mismo modo habría que preguntarse qué hizo con el oro que recibió de los Reyes Magos. Es probable que no supiera a qué destinarlo. Seguro que se lo dio a quien primero le pidió ayuda al salir de Belén. Si lo hubiera dedicado a encontrar un lugar donde esconderse y ponerse a salvo no hubiese tenido que huir a Egipto. Lo cierto es que, como listo, dejaba mucho que desear». Así escribe el periodista español Alfredo Amestoy en su divertido artículo «La insólita aventura del hombre de la vara de nardo» (Alfa y Omega Nº 572 / 20 de diciembre de 2007).

Al parecer, san José habría sido un desastre de hombre porque sólo un zoquete haría algo tan ridículo como regalar el oro y seguir pasando angustias . No sólo tenía la desgracia de ser pobre, sino que fue suficientemente tonto para seguir siéndolo. Éste sería el razonamiento lógico de la actual sociedad, sometida al yugo del dinero.

Pero Cristo no piensa así. De hecho, advierte: «Ustedes no pueden servir al mismo tiempo a Dios y al dinero» (Lc 16, 13b). Y, claro, «los fariseos oían todo esto, y por ser hombres apegados al dinero, se burlaban de Jesús» (16, 14).

María, de familia rica
Lo anterior, sin embargo, no significa que Dios sea enemigo de la riqueza; el problema consiste en cómo se utilice ésta. Así, el Evangelio atestigua que Jesús tenía amigos ricos —Lázaro, por ejemplo—, y que lo seguían varias mujeres «que lo atendían con sus propios bienes» (cfr. Lc 8, 1-3). Además, según revelaciones privadas, la Virgen María procedía de una familia adinerada.

La beata Ana Catalina Emmerick, religiosa alemana del siglo XIX, que llevó los estigmas de la Pasión, tuvo la visión de los antepasados de la Virgen: «Los padres de Ana eran más bien ricos; tenían mucho ganado, hermosos tapices, notable menaje y siervos y siervas (...). A menudo partían sus ganados en tres partes: daban una parte al templo (...). La otra parte la daban a los pobres o a los parientes necesitados (...), y la tercer parte la guardaban para sus necesidades. Vivían muy modestamente y daban con facilidad lo que se les pedía (...) He visto que esta tercera parte siempre se aumentaba y que muy luego estaban de nuevo con lo que habían regalado, y podían repartir de nuevo su hacienda entre los demás».

Los votos de la Virgen
Así las cosas, lógicamente santa Ana heredó una buena posición económica, pero la Virgen, a los tres años, cuando se fue a vivir al templo de Jerusalén, comenzó libremente un camino de privaciones que aventajarían con mucho a la santa vida de sus padres y demás antepasados:
«Los sacerdotes —dice la beata Ana Catalina— le dijeron, entre otras cosas: ‘Tus padres, al consagrarte la templo, han hecho votos de que no beberás vinagre, ni comerás uvas ni higos. ¿Qué quieres agregar a este voto?’ (...) María dijo que no pensaba comer carne ni pescado ni tomar leche (...). Prometió no gustar especias y no comer en frutas más que unas bayas amarillas». Pero los sacerdotes mitigaron sus abstinencias y «le impusieron comer otros alimentos, como el pescado, en las grandes festividades».

Por cierto, estas revelaciones coinciden con las recibidas por la mística religiosa española Sor María de Jesús de Ágreda en el siglo XVII. Dice en su Mïstica Ciudad de Dios que la Virgen «nunca comió carne, aunque él [san José] la comiese y ella la aderezase. Su sustento era fruta, pescado, y lo ordinario pan y yerbas cocidas, pero de todo tomaba en medida».

San José no era ambicioso
San José tampoco tenía apego a los bienes materiales, y esto desde niño. Ana Catalina tuvo una visión de la vida del santo: «José tendría unos ocho años más o menos. De natural muy distinto a sus hermanos, era muy inteligente, y aprendía todo muy fácilmente, a pesar de ser sencillo, apacible, piadoso y sin ambiciones». Sus padres «hubieran deseado que empleara su talento en conquistarse una posición en el mundo; pero José no aspiraba a nada de esto». Y, de hecho, cuando fue llamado a Jerusalén por el Sumo Sacerdote para acabar convirtiéndose en el esposo de María, no tenía bienes que ofrecerle, pues ganaba poco trabajando a las órdenes de otro carpintero. Por ello, tras el desposorio, fueron a vivir a una «casita de Nazaret que Ana había preparado para María y José, perteneciente a la misma santa Ana».

Luego, a decir de la mística española, María y José procedieron así: «Distribuyeron la hacienda heredada de san Joaquín y santa Ana (...); una parte ella la ofreció al templo, donde había estado; otra se aplicó a los pobres y la tercera quedó a cuenta del santo esposo José para que la gobernase». San José «preguntóle a la Santísima Esposa si gustaría que ejercitase el oficio de carpintero para servirla y granjear algo para los pobres; pues era forzoso trabajar y no vivir ocioso».

Jesús tenía dos pañales
Volviendo con la estigmatizada alemana, ella pudo ver los preparativos al nacimiento de Jesús: «Desde hace varios días veo a María en casa de Ana (...), ocupada en preparativos para el nacimiento de Jesús: cose colchas, tiras y pañales (...). Ana poseía considerables bienes en rebaños y campos, y proporcionaba con abundancia todo lo que necesitaba María, en avanzado estado de embarazo. Como creía que María daría a luz en su casa (...), hacía allí toda clase de preparativos, disponiendo entre otras cosas hermosas colchas y preciosas alfombras». Esas colchas «tenían figuras simbólicas y sentencias hechas con trabajos de aguja. Hasta he visto algunos hilos de oro y plata entremezclados en el trabajo de aguja. Todas estas prendas no eran únicamente para uso de la futura madre: había muchas destinadas a los pobres, en los que siempre se pensaba en tales ocasiones solemnes».

Pero la voluntad de Dios era diversa de lo que Ana había creído: José había ido a Jerusalén, y en Belén se detuvo «a tomar informes sobre un empadronamiento». Cuando regresaba a Nazaret «se le apareció un ángel, indicándole que partiera con María a Belén, pues era allí donde debía nacer el Niño. Le dijo que debía llevar pocas cosas, y ninguna colcha bordada». Y «María, presintiendo que no había de ser al lado de sus padres» el nacimiento de su Hijo, «tomó consigo, con admirable humildad, sólo dos pañales entre todo lo que estaba preparado».

¿Y el oro de los Magos?
¿Y qué fue del oro recibido de los Magos de Oriente? Tras la huída de éstos, Herodes mandó a su gente a indagar en las inmediaciones de la gruta de Belén, y José acudió a una «casa, donde había sido llamado, y vi que fue interrogado por unos ancianos judíos. Lo he visto volver al Pesebre y retornar ante el tribunal de ancianos. La segunda vez llevaba un poco del oro que le habían dado los Reyes, y lo entregó a esos hombres, que luego lo dejaron en paz».

En la presentación del Niño en el templo, «en apariencia la Sagrada Familia había presentado de las ofrendas la más pobre, pero José dio al anciano Simeón y a la profetisa Ana, secretamente, muchas pequeñas monedas amarillas triangulares, con el objeto de favorecer especialmente a las vírgenes pobres que se educaban en el templo y que no tenían medios para costearse el mantenimiento».

Cuando, por orden expresa de un ángel, se preparaban para huir a Egipto, José cargó al asno «con un odre lleno de agua y un cesto lleno de objetos, como panecillos, aves vivas y un cantarito. El pobre equipaje de los viajeros, junto con las colchas, iba empaquetado alrededor del asiento». Es probable que ya entonces no tuvieran más oro.

Egipto los trató mal
Y en el país africano no les fue nada bien económicamente, a pesar de que «José halló trabajo arreglando las cabañas del país», y es que «la gente lo trataba como a un pobre esclavo, pagándole el trabajo con lo que les parecía; a veces un salario, otras veces nada». María tuvo que coser para los judíos radicados en Egipto, que le pagaban con pan. Así, en la casa de la Sagrada Familia «se sufrían grandes privaciones».

Un mensaje para los hombres de hoy
Ciertamente Dios no pide a todas las familias vivir con toda la clase de renuncias con que vivió la Sagrada Familia, pero no les haría nada mal vivir con moderación. El Señor declara «bienaventurados» a los pobres de espíritu, es decir, a aquellos que, ricos o pobres, no tienen el corazón en el dinero; sin embargo, el mundo parace más bien lleno de pobres de bolsillo pero con espíritu de ricos.

No hay comentarios: