1.- En el comer y en el beber, España puede considerarse una sociedad opulenta. ¿Cómo debemos entender la mayoría de nosotros el precepto del ayuno y la abstinencia cuaresmal? Quizá la mejor respuesta está ya escrita, en un dicho antiguo que todos conocemos: no debemos vivir para comer, sino comer para vivir. Para vivir íntegramente bien, se entiende, corporal y espiritualmente bien. Es decir, que el ayuno y la abstinencia no deben ser sólo un precepto válido para la cuaresma, sino una norma para toda la vida. Comer cada día, dentro de mis posibilidades, lo que es mejor para mi salud corporal y espiritual. San Agustín, tan genial en esto como en algunas otras cosas, decía que deberíamos comer siempre lo que favorezca nuestra libertad y nuestra caridad. Libertad para el bien, por supuesto, porque a la libertad para el mal San Agustín la llama libertinaje. Y caridad, amor, en sentido evangélico, es decir, no sólo un amor vertical, hacia Dios, sino un amor horizontal, hacia los hermanos. La comida y la bebida deben ayudarnos a eliminar de nuestro cuerpo y de nuestra vida todas las grasas de pecado que nos impiden caminar resueltamente hacia el bien. No se trata de una práctica del ayuno y la abstinencia fácil de cumplir, sino todo lo contrario. Es mucho más fácil, y más perjudicial para la salud, abstenerme durante unos determinados días del año de ciertos manjares, si me permito comer desordenadamente durante muchos otros días de la semana y del año. Comer y beber cada día sólo lo que debo, sin dejarme llevar nunca por la gula o el capricho, es algo extremadamente difícil.
2.- Pero es verdad que el ayuno y la abstinencia pueden y deben tener en cuaresma una práctica y una intención especial. El ayuno, decía también San Agustín, es más cuestión de corazón que de estómago. El ayuno, practicado de manera especial en tiempo de cuaresma, puede consistir en privarme de algunos manjares o de algunas bebidas especialmente agradables para mí, pero de las que puedo prescindir sin perjudicar mi salud. Si soy muy goloso, puedo privarme hasta de los pocos dulces que como de ordinario; si me gusta tanto el chocolate, puedo dejar bien guardado, sin tocarlo en cuaresma, el chocolate; si me gusta beber mi copita de coñac después de una buena comida, en cuaresma voy a dejar la botella de coñac bien cerrada. Que cada uno ponga los ejemplos que más le convengan. Y no olvidar nunca el precepto de la caridad. Con lo me ahorre comiendo o bebiendo algo menos, o comiendo y bebiendo algo igualmente sano pero de menor coste, voy a ayudar, a dar mi limosna, a alguna persona o a algún proyecto de cáritas que necesita ayuda económica. El ayuno y la abstinencia cuaresmal no deben ayudarme sólo a mí, sino al prójimo necesitado.
3.- Y, para aludir de alguna manera al evangelio de este día, que nuestra mano izquierda no sepa lo que hace la derecha. No se trata de presumir, ni de contar virtudes propias a nuestros amigos. Nuestro Padre, que ve en lo secreto, nos lo pagará, desde luego, pero aunque no nos lo pagara. Un corazón bueno y bondadoso no necesita que nadie le pague externamente sus buenas obras; la paga de amor la tiene siempre escrita e inscrita en su propio corazón. Que durante esta cuaresma que ahora empieza cumplamos con el precepto del ayuno y la abstinencia con libertad y amor, es decir, como Dios quiere.
2.- Pero es verdad que el ayuno y la abstinencia pueden y deben tener en cuaresma una práctica y una intención especial. El ayuno, decía también San Agustín, es más cuestión de corazón que de estómago. El ayuno, practicado de manera especial en tiempo de cuaresma, puede consistir en privarme de algunos manjares o de algunas bebidas especialmente agradables para mí, pero de las que puedo prescindir sin perjudicar mi salud. Si soy muy goloso, puedo privarme hasta de los pocos dulces que como de ordinario; si me gusta tanto el chocolate, puedo dejar bien guardado, sin tocarlo en cuaresma, el chocolate; si me gusta beber mi copita de coñac después de una buena comida, en cuaresma voy a dejar la botella de coñac bien cerrada. Que cada uno ponga los ejemplos que más le convengan. Y no olvidar nunca el precepto de la caridad. Con lo me ahorre comiendo o bebiendo algo menos, o comiendo y bebiendo algo igualmente sano pero de menor coste, voy a ayudar, a dar mi limosna, a alguna persona o a algún proyecto de cáritas que necesita ayuda económica. El ayuno y la abstinencia cuaresmal no deben ayudarme sólo a mí, sino al prójimo necesitado.
3.- Y, para aludir de alguna manera al evangelio de este día, que nuestra mano izquierda no sepa lo que hace la derecha. No se trata de presumir, ni de contar virtudes propias a nuestros amigos. Nuestro Padre, que ve en lo secreto, nos lo pagará, desde luego, pero aunque no nos lo pagara. Un corazón bueno y bondadoso no necesita que nadie le pague externamente sus buenas obras; la paga de amor la tiene siempre escrita e inscrita en su propio corazón. Que durante esta cuaresma que ahora empieza cumplamos con el precepto del ayuno y la abstinencia con libertad y amor, es decir, como Dios quiere.
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