Por Card. Nguyen van Thuan
Pero ¿qué puede ayudar en la vida cotidiana, en la rutina normal de trabajo y de relaciones, a mantenerse en un estado de oración, de unión con Dios?
Me ha impresionado, leyendo a los Padres del desierto —para los cuales la soledad es una conditio sine qua non de una oración continua—, un episodio poco conocido pero muy significativo.
Se dice que un día el gran Antonio tuvo una revelación sorprendente: «En la ciudad hay uno que se te parece; es médico de profesión, da lo que le sobra a los necesitados y todo el día canta el trisaghio con los ángeles». ¿Cómo podía este médico desconocido de Tebas practicar una forma tan alta de oración? Quizá la clave nos la da Agustín cuando afirma: «Tu desiderium es tu oratio; si el deseo es continuo, la oración también lo es».
Para Agustín, su desiderium se identifica con la caritas, y la caritas conduce a hacer el bien, de modo que otra forma de hacer continua la oración consiste en hacer el bien, en el bene agere.
«¿Quién podrá repetir con la lengua todo el día las alabanzas de Dios? [...] ¿Quién puede perseverar en alabar a Dios todo el día? Te sugiero un medio con el que alabar a Dios todo el día, si quieres. Todo lo que haces, hazlo bien, y has dado gloria a Dios».
Ser oración
La última etapa de la oración continua, según los autores espirituales, es cuando no sólo se ora siempre, sino que se es oración. Isaac de Nínive describe con estas palabras a quien vive así:
«Tanto si come, bebe o duerme o hace cualquier otra cosa, incluso en el sueño más profundo, el perfume de la oración se eleva sin esfuerzo en su corazón. [...] Los movimientos del corazón y del intelecto purificado son las voces llenas de dulzura con las cuales tales hombres no cesan de cantar en secreto al Dios escondido».
Un moderno experto en espiritualidad ha condensado en pocas palabras toda la tradición y el sentir actual sobre la oración diciendo:
«El verdadero camino de la oración es la vida [...]. Una oración continua es una vida completamente dedicada al servicio de Dios. Ésta es la única manera de orar siempre. La oración es continua cuando es continuo el amor. El amor es continuo cuando es único y total».
Si nuestra vida se convierte en «un único acto de amor desplegado en el tiempo», si refleja momento por momento la vida del Señor Jesús, entonces se puede comprender esta afirmación sencilla y concisa de Chiara Lubich: «¿Qué hacer para orar siempre? Ser Jesús. Jesús ora siempre».
Esta breve fórmula encierra toda la esencia de la oración, en la cual es Jesús mismo quien —como dice san Agustín— orat pro nobis ut sacerdos noster; orat in nobis ut caput nostrum; oratur a nobis ut Deus noster — «ora por nosotros como sacerdote nuestro; ora en nosotros como cabeza nuestra; es orado por nosotros como Dios nuestro».
(F. X. Nguyen van Thuan, Testigos de esperanza, Ed. Ciudad Nueva, 7ª Ed., Buenos Aires, 2003, pp. 132-134)
Me ha impresionado, leyendo a los Padres del desierto —para los cuales la soledad es una conditio sine qua non de una oración continua—, un episodio poco conocido pero muy significativo.
Se dice que un día el gran Antonio tuvo una revelación sorprendente: «En la ciudad hay uno que se te parece; es médico de profesión, da lo que le sobra a los necesitados y todo el día canta el trisaghio con los ángeles». ¿Cómo podía este médico desconocido de Tebas practicar una forma tan alta de oración? Quizá la clave nos la da Agustín cuando afirma: «Tu desiderium es tu oratio; si el deseo es continuo, la oración también lo es».
Para Agustín, su desiderium se identifica con la caritas, y la caritas conduce a hacer el bien, de modo que otra forma de hacer continua la oración consiste en hacer el bien, en el bene agere.
«¿Quién podrá repetir con la lengua todo el día las alabanzas de Dios? [...] ¿Quién puede perseverar en alabar a Dios todo el día? Te sugiero un medio con el que alabar a Dios todo el día, si quieres. Todo lo que haces, hazlo bien, y has dado gloria a Dios».
Ser oración
La última etapa de la oración continua, según los autores espirituales, es cuando no sólo se ora siempre, sino que se es oración. Isaac de Nínive describe con estas palabras a quien vive así:
«Tanto si come, bebe o duerme o hace cualquier otra cosa, incluso en el sueño más profundo, el perfume de la oración se eleva sin esfuerzo en su corazón. [...] Los movimientos del corazón y del intelecto purificado son las voces llenas de dulzura con las cuales tales hombres no cesan de cantar en secreto al Dios escondido».
Un moderno experto en espiritualidad ha condensado en pocas palabras toda la tradición y el sentir actual sobre la oración diciendo:
«El verdadero camino de la oración es la vida [...]. Una oración continua es una vida completamente dedicada al servicio de Dios. Ésta es la única manera de orar siempre. La oración es continua cuando es continuo el amor. El amor es continuo cuando es único y total».
Si nuestra vida se convierte en «un único acto de amor desplegado en el tiempo», si refleja momento por momento la vida del Señor Jesús, entonces se puede comprender esta afirmación sencilla y concisa de Chiara Lubich: «¿Qué hacer para orar siempre? Ser Jesús. Jesús ora siempre».
Esta breve fórmula encierra toda la esencia de la oración, en la cual es Jesús mismo quien —como dice san Agustín— orat pro nobis ut sacerdos noster; orat in nobis ut caput nostrum; oratur a nobis ut Deus noster — «ora por nosotros como sacerdote nuestro; ora en nosotros como cabeza nuestra; es orado por nosotros como Dios nuestro».
(F. X. Nguyen van Thuan, Testigos de esperanza, Ed. Ciudad Nueva, 7ª Ed., Buenos Aires, 2003, pp. 132-134)
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