por Agenzia Fides
“El momento de actuar es ahora o será demasiado tarde para todos. Urgen respuestas inmediatas, y no seguir la práctica de adoptar medidas aisladas y desarticuladas que sólo apuntan a mantener o restaurar el sistema actual”, se lee en la Declaración emitida al termino del Simposio celebrado en la Ciudad del Vaticano el 6, 7 de marzo, en el que han participado el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) y la Obra Episcopal para el Desarrollo de Alemania (MISEREOR) y que lleva por titulo “El bien común global ante la escasez de recursos”. En el Simposio se ha buscado analizar la situación actual en el contexto del cambio climático, de la crisis financiera internacional y la limitación de los recursos naturales, para hacer una aportación a la sociedad desde la fe.
En primer lugar los Obispos realizan un análisis de la situación actual caracterizada por la globalización y el límite cada vez más visible de los bienes del planeta, así como la grave crisis del mercado. Consideran que “la limitación de los recursos naturales y su distribución afecta la justicia en sus diferentes dimensiones”. Además en varios países se observa la privatización de bienes públicos. En este sentido afirman con claridad que el “acceso al agua al alcance de los pobres es un derecho humano, fuera de la lógica del mercado, lo que debería reflejarse en los sistemas de abastecimiento”. Y también que la crisis alimentaria “se caracteriza no tanto por la insuficiencia de alimentos, sino por las dificultades para obtenerlos y por fenómenos especulativos”.
Por otro lado esta crisis económica global se siente más en los países en vías de desarrollo que en los países ricos y en este sentido “los países latinoamericanos y otros están sufriendo la reducción de las exportaciones e ingresos, el aumento de la desocupación, de precios más bajos de las materias primas y del aumento de la deuda pública”. Según los Obispos “hasta ahora las políticas nacionales e internacionales no han podido dar respuestas adecuadas a estos grandes retos”.
Para los Prelados “es necesario definir nuevamente el concepto de bien común” en este contexto. Bien común que “no es la simple suma de los bienes particulares de cada persona o grupo social” y que “se fundamenta en la dignidad de la persona humana que, creada a imagen y semejanza de Dios”. “El bien común a custodiar - continúa el texto - no es ya aisladamente el bien de cada pueblo. Sus dimensiones, cada vez más universales, nos permiten hablar del bien común global”.
La Iglesia se siente interpelada por esta realidad y desde la Doctrina Social de la iglesia puede formular algunas exigencias éticas que ofrezcan soluciones practicas. “Es la hora de una nueva actitud de la Iglesia dentro de su propia Misión , convocada a la tarea de buscar caminos para un nuevo orden global, en colaboración con otros grupos y organizaciones. Los pobres y excluidos han de ser también sujetos y actores de un nuevo orden político, económico, social, ecológico. En el ejercicio de la solidaridad y subsidiariedad con auténtica voz profética, se impone un cambio en los estilos de vida y modos de producción”. En este sentido proponen en cuanto a las personas “promover actitudes que alejen del consumismo y derroche de recursos naturales... dentro de un comportamiento ético que valore más el ser que el tener y que supere el mero afán de lucro o beneficio individual”.
A nivel de los Estados nacionales, proponen entre otras cosas: incrementar la eficiencia en el uso de los recursos naturales; promover políticas públicas que favorezcan el cuidado de los bienes; favorecer los mercados locales y regionales dentro del intercambio con equidad; garantizar la plena vigencia de los derechos humanos tanto los que tienen que ver con el cuidado y sostenimiento de la vida, como los que tienen que ver con su aporte y participación en la sociedad civil; fomentar el criterio de uso eficiente, eficaz, equitativo, sostenible y suficiente de los recursos naturales.
A nivel global proponen promover un acuerdo internacional de reducción de emisiones a no menos del 50% hasta el año 2050; definir una ética en las relaciones de comercio internacional; establecer nuevos mecanismos de reducción de la deuda externa de los países empobrecidos.
En primer lugar los Obispos realizan un análisis de la situación actual caracterizada por la globalización y el límite cada vez más visible de los bienes del planeta, así como la grave crisis del mercado. Consideran que “la limitación de los recursos naturales y su distribución afecta la justicia en sus diferentes dimensiones”. Además en varios países se observa la privatización de bienes públicos. En este sentido afirman con claridad que el “acceso al agua al alcance de los pobres es un derecho humano, fuera de la lógica del mercado, lo que debería reflejarse en los sistemas de abastecimiento”. Y también que la crisis alimentaria “se caracteriza no tanto por la insuficiencia de alimentos, sino por las dificultades para obtenerlos y por fenómenos especulativos”.
Por otro lado esta crisis económica global se siente más en los países en vías de desarrollo que en los países ricos y en este sentido “los países latinoamericanos y otros están sufriendo la reducción de las exportaciones e ingresos, el aumento de la desocupación, de precios más bajos de las materias primas y del aumento de la deuda pública”. Según los Obispos “hasta ahora las políticas nacionales e internacionales no han podido dar respuestas adecuadas a estos grandes retos”.
Para los Prelados “es necesario definir nuevamente el concepto de bien común” en este contexto. Bien común que “no es la simple suma de los bienes particulares de cada persona o grupo social” y que “se fundamenta en la dignidad de la persona humana que, creada a imagen y semejanza de Dios”. “El bien común a custodiar - continúa el texto - no es ya aisladamente el bien de cada pueblo. Sus dimensiones, cada vez más universales, nos permiten hablar del bien común global”.
La Iglesia se siente interpelada por esta realidad y desde la Doctrina Social de la iglesia puede formular algunas exigencias éticas que ofrezcan soluciones practicas. “Es la hora de una nueva actitud de la Iglesia dentro de su propia Misión , convocada a la tarea de buscar caminos para un nuevo orden global, en colaboración con otros grupos y organizaciones. Los pobres y excluidos han de ser también sujetos y actores de un nuevo orden político, económico, social, ecológico. En el ejercicio de la solidaridad y subsidiariedad con auténtica voz profética, se impone un cambio en los estilos de vida y modos de producción”. En este sentido proponen en cuanto a las personas “promover actitudes que alejen del consumismo y derroche de recursos naturales... dentro de un comportamiento ético que valore más el ser que el tener y que supere el mero afán de lucro o beneficio individual”.
A nivel de los Estados nacionales, proponen entre otras cosas: incrementar la eficiencia en el uso de los recursos naturales; promover políticas públicas que favorezcan el cuidado de los bienes; favorecer los mercados locales y regionales dentro del intercambio con equidad; garantizar la plena vigencia de los derechos humanos tanto los que tienen que ver con el cuidado y sostenimiento de la vida, como los que tienen que ver con su aporte y participación en la sociedad civil; fomentar el criterio de uso eficiente, eficaz, equitativo, sostenible y suficiente de los recursos naturales.
A nivel global proponen promover un acuerdo internacional de reducción de emisiones a no menos del 50% hasta el año 2050; definir una ética en las relaciones de comercio internacional; establecer nuevos mecanismos de reducción de la deuda externa de los países empobrecidos.
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