NO DEJES DE VISITAR
GIF animations generator gifup.com www.misionerosencamino.blogspot.com
El Blog donde encontrarás abundante material de formación, dinámicas, catequesis, charlas, videos, música y variados recursos litúrgicos y pastorales para la actividad de los grupos misioneros.
Fireworks Text - http://www.fireworkstext.com
BREVE COMENTARIO, REFLEXIÓN U ORACIÓN CON EL EVANGELIO DEL DÍA, DESDE LA VIVENCIA MISIONERA
SI DESEAS RECIBIR EL EVANGELIO MISIONERO DEL DÍA EN TU MAIL, DEBES SUSCRIBIRTE EN EL RECUADRO HABILITADO EN LA COLUMNA DE LA DERECHA

sábado, 18 de abril de 2009

Evangelio Misionero del Día: Domingo 19 de Abril de 2009 - II Domingo de PASCUA - ciclo B

Por CAMINO MISIONERO

Los que vieron, creyeron

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 20, 19-31

Al atardecer del primer día de la semana, los discípulos se encontraban con las puertas cerradas por temor a los judíos. Entonces llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: «¡La paz esté con ustedes!»
Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor.
Jesús les dijo de nuevo:
«¡La paz esté con ustedes!
Como el Padre me envió a mí,
Yo también los envío a ustedes».
Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió:
«Reciban el Espíritu Santo.
Los pecados serán perdonados
a los que ustedes se los perdonen,
y serán retenidos
a los que ustedes se los retengan».
Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Los otros discípulos le dijeron: «¡Hemos visto al Señor!»
Él les respondió: «Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré».
Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: «¡La paz esté con ustedes!»
Luego dijo a Tomás: «Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe».
Tomás respondió:
«¡Señor mío y Dios mío!»
Jesús le dijo:
«Ahora crees, porque me has visto.
¡Felices los que creen sin haber visto!»
Jesús realizó además muchos otros signos en presencia de sus discípulos, que no se encuentran relatados en este Libro. Estos han sido escritos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo, tengan Vida en su Nombre.

Palabra del Señor.


Compartiendo la Palabra
Por Pedro Garcia cmf

Jesús ha resucitado. Lo han visto las buenas amigas cuando iban al sepulcro muy de mañanita. Pedro atestigua que se le ha aparecido. Han venido los dos de Emaús contando maravillas... Pero los apóstoles permanecen encerrados, llenos de miedo a los jefes judíos.
Por más que Jesús, digamos, no se aguanta las ganas que tiene de verlos. Porque sigue tan bueno como antes, y con esas apariciones previas ha ido preparando así, paso a paso, gota a gota, poco a poco, el ánimo de los suyos para que no les sorprenda, no les asuste y acepten mejor su presencia. Es ya el atardecer, Jesús se deja ver en medio de ellos, y los saluda con un jubiloso ¡Paz! ¡Paz a vosotros!...
- ¡Sí! ¡No temáis! ¡Soy yo, yo mismo! ¡Mirad mis llagas!
Repuestos de la primera sorpresa, los apóstoles respiran hondo, sonríen casi forzadamente, no creen de tanta alegría, hasta que se van reponiendo de su emoción.
Jesús les infunde su Espíritu Santo, de modo que vayan comprendiendo las Escrituras y se den cuenta de que sí, que eso de la resurrección es verdad...
Esta primera aparición los deja felices, aunque se les echa de pronto una inquietud por culpa de la obstinación de un compañero. Tomás, testarudo empedernido, se mantiene en las suyas:
- Si yo no veo con mis propios ojos las señales de los clavos en sus manos, en sus pies y en su costado, y no meto mis dedos y mi mano en esos agujeros, ¡yo no creo!...
Así un día y otro día durante toda la semana.
Hasta que Jesús, de nuevo en medio de los Once:
- ¡Ven aquí, Tomás! Aquí tienes mis manos y mis pies, y también la herida de mi costado. Mete tus dedos y tu puño, a ver si te convences de una vez.
El pobre Tomás se rinde, y postrado de rodillas lanza unas palabras que después de siglos todavía no se nos caen a nosotros de los labios:
- ¡Señor mío y Dios mío!...
Una amable regañada de Jesús al empedernido discípulo:
- ¿Has creído, Tomás, porque has visto?...
Jesús aprovecha la ocasión para añadir a sus bienaventuranzas otra más, ¡y qué bienaventuranza!...:
- ¡Dichosos los que creen sin haber visto!...
Ya tenemos, de labios del mismo Jesús, lo que debe ser nuestra fe pascual.
¡Creo, aunque no veo!
¡Adoro, aunque tantos le vayan volviendo la espalda a Cristo!
¡Me rindo al Resucitado, aunque tantos se rebelen contra El!
Porque ésta, y no otra, es nuestra fe y así se muestra al mundo. Una fe firme, alegre, vivida en fraternidad.
Convencidos de que Jesús está en medio de nosotros. Seguros de que nos da su paz y su Espíritu para que los llevemos a todos.
No puede ser de otra manera, cuando estamos firmemente persuadidos de que Jesús está en medio de nosotros, seguros de que nos da su paz y su Espíritu para que los llevemos a todos.
La fe en Jesucristo nos hace vivir con esplendores de mediodía. La noche es sólo para los que no tienen fe en ese Resucitado que se ha convertido en la luz del mundo.
Cuando permanecemos en la obstinación de un Tomás no podemos disfrutar de las alegrías de la Pascua y no contribuimos a la felicidad del grupo. Mientras que cuando compartimos la fe con los hermanos llegamos, todos unidos, a formar un solo cuerpo, un pueblo que en la Pascua nació...
Demostramos al mundo que somos la Iglesia peregrina de Dios, en marcha al encuentro de Jesús que nos espera.
Proclamamos la Resurrección del Señor. Y ni nos espanta la muerte, porque sabemos que somos en la tierra semilla de otro Reino, semilla que germina y se convierte en cosecha abundante.
Los apóstoles se llamaron siempre a sí mismos los testigos de la Resurrección. Con ello nos señalaban a nosotros nuestra propia misión: ser testimonio de la misma Resurrección del Señor por la fuerza de nuestro amor.
Ser testimonio de amor es un deber que nos impone la conmemoración semanal de la Resurrección de Jesucristo cuando llega el Domingo, renovación constante en la Iglesia de la fiesta de Pascua.
La vida del cristiano es una Pascua ininterrumpida.
El cristiano va sembrando alegría silenciosamente, sin meter ruido. Su semblante risueño se convierte en el mejor misionero del Señor Resucitado.
El cristiano, cuando así vive la fe y el amor, proclama que Jesucristo está vivo, y que en la Iglesia se le encuentra a ese Jesucristo que llena de felicidad los corazones.

¡Señor Jesucristo!

Tú no resucitaste para irte al Cielo y desentenderte de nosotros. Tú, resucitado, estás más cerca de nosotros que nunca.
Que adivinemos tu presencia. Que seamos tus testigos. Que creamos cada vez más fuerte, aunque la incredulidad crezca a nuestro alrededor. Los que duden, que tengan bastante con mirar nuestra cara: la felicidad que irradiamos es nuestro mejor sermón...

No hay comentarios: