Por amor, sólo por amor
¡Está tan lleno y repleto el Jueves Santo que siempre se hace difícil seleccionar alguna escena! Con todo, nos quedaremos con el texto evangélico de la eucaristía vespertina de hoy.
Es uno de los relatos más impresionantes y emblemáticos de toda la vida de Jesús. Es una escena que merece y justifica toda una vida, aun cuando el Amor de Jesús fue tan exigente que aún nos dio más; nos dio su Cuerpo y su Sangre, en don total de sí mismo.
Está entre nosotros como el que sirve
Pero hoy fijemos nuestra mirada y nuestro corazón en el pasaje del lavatorio de los pies, que recapitula toda su existencia y misión entre nosotros. Jesús, el Señor, el Maestro, el Dios y Hombre verdadero, lava los pies a sus apóstoles. Demuestra de manera fehaciente e inequívoca que El no vino al mundo a ser servir sino a servir y dar su vida en rescate por muchos. Él está entre nosotros como el que sirve.
"¿Sabéis lo he hecho con vosotros?", preguntó Jesús a sus apóstoles nada más concluir con el rito del lavatorio. "Si yo os he lavado los pies -respondió Jesús-, siendo vuestro Señor y Maestro, también habéis de lavaros vosotros los pies unos a otros. Porque yo os he dado ejemplo, para que vosotros hagáis también como yo he hecho".
La mayor revolución de la historia
"Únicamente una madre o un esclavo -escribió Giovanni Papini- hubiera podido hacer lo que Jesús aquella noche. La madre, a sus hijos pequeños y a nadie más; el esclavo, a sus dueños y a nadie más. La madre, por amor; y el siervo, por obediencia".
Por su parte, Williams Froester, afirmó: "si hubo en el mundo una revolución, fue en este momento. Aquí fue donde el César quedó destronado, el orgullo abatido, proscrita la explotación y condenado todo servicio que no sea recíproco... Esta revolución no atenta contra ninguna autoridad, no entorpece ninguna obediencia, no siembra ningún odio. Lo divino desciende a nosotros bajo la forma del servicio más humilde para mostrarnos que sólo sirviendo con toda humildad podemos alcanzar lo divino".
Y todavía, ¿podemos creernos superiores y más importantes que los demás? Y todavía ¿podemos sentirnos humillados si servimos en humildad y en fraternidad? "Os he dado ejemplo, para que vosotros hagáis también como yo he hecho: yo estoy entre vosotros como el que sirve". ¿Y todavía desdeñaros de servir o le buscaremos las vueltas a esta inexcusable vocación de servicio radical y hasta el extremo? Esto y no otra cosa es ser cristiano.
¡Está tan lleno y repleto el Jueves Santo que siempre se hace difícil seleccionar alguna escena! Con todo, nos quedaremos con el texto evangélico de la eucaristía vespertina de hoy.
Es uno de los relatos más impresionantes y emblemáticos de toda la vida de Jesús. Es una escena que merece y justifica toda una vida, aun cuando el Amor de Jesús fue tan exigente que aún nos dio más; nos dio su Cuerpo y su Sangre, en don total de sí mismo.
Está entre nosotros como el que sirve
Pero hoy fijemos nuestra mirada y nuestro corazón en el pasaje del lavatorio de los pies, que recapitula toda su existencia y misión entre nosotros. Jesús, el Señor, el Maestro, el Dios y Hombre verdadero, lava los pies a sus apóstoles. Demuestra de manera fehaciente e inequívoca que El no vino al mundo a ser servir sino a servir y dar su vida en rescate por muchos. Él está entre nosotros como el que sirve.
"¿Sabéis lo he hecho con vosotros?", preguntó Jesús a sus apóstoles nada más concluir con el rito del lavatorio. "Si yo os he lavado los pies -respondió Jesús-, siendo vuestro Señor y Maestro, también habéis de lavaros vosotros los pies unos a otros. Porque yo os he dado ejemplo, para que vosotros hagáis también como yo he hecho".
La mayor revolución de la historia
"Únicamente una madre o un esclavo -escribió Giovanni Papini- hubiera podido hacer lo que Jesús aquella noche. La madre, a sus hijos pequeños y a nadie más; el esclavo, a sus dueños y a nadie más. La madre, por amor; y el siervo, por obediencia".
Por su parte, Williams Froester, afirmó: "si hubo en el mundo una revolución, fue en este momento. Aquí fue donde el César quedó destronado, el orgullo abatido, proscrita la explotación y condenado todo servicio que no sea recíproco... Esta revolución no atenta contra ninguna autoridad, no entorpece ninguna obediencia, no siembra ningún odio. Lo divino desciende a nosotros bajo la forma del servicio más humilde para mostrarnos que sólo sirviendo con toda humildad podemos alcanzar lo divino".
Y todavía, ¿podemos creernos superiores y más importantes que los demás? Y todavía ¿podemos sentirnos humillados si servimos en humildad y en fraternidad? "Os he dado ejemplo, para que vosotros hagáis también como yo he hecho: yo estoy entre vosotros como el que sirve". ¿Y todavía desdeñaros de servir o le buscaremos las vueltas a esta inexcusable vocación de servicio radical y hasta el extremo? Esto y no otra cosa es ser cristiano.
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