Un cura que llena iglesias

Publicado por Religión Digital

Es conocido que Cabranes es el segundo municipio de Asturias más envejecido, pero, en contrapartida, tiene a uno de los alcaldes más jóvenes de la región (Alejandro Vega) y también al párroco de menos edad, con 31 años, después de un sacerdote de Avilés. El cura cabranés (aunque ovetense de nacimiento), Gaspar Muñiz, se hizo cargo de la parroquia el 25 de octubre de 2003 y con él llegaron aires nuevos a esta iglesia rural, convirtiéndose en uno más del pueblo. Lo cuenta Mariola Menéndez en La Nueva España.

Es habitual verle departir con sus vecinos durante el vermú, después de la misa dominical, una tradición en el municipio, y donde los feligreses comentan sus sermones.

Gaspar Muñiz ha conseguido que sean muchos los cabraneses que acuden a misa e incluso llenar la iglesia ¿El secreto? Lo achaca a que procura «ser sincero en lo que hago y nunca predico lo que no creo. Digo las cosas con una claridad excesiva, que a veces no gusta».

Parece que en Cabranes, en la mayoría de las ocasiones, sí que gusta. Afirma que comenzó a darse cuenta del éxito de sus sermones en las bodas, ya que en demasiados enlaces tras la expectación que suscita ver a la novia, muchos no entran en la iglesia. Pero en los matrimonios que oficia Gaspar Muñiz, los invitados escuchan con sorpresa y atención, quizá porque habla sobre situaciones de la vida cotidiana. El párroco tiene claro que «ser un buen cristiano no es ir a misa y quiero dar qué pensar». Parece que lo logra.

Aunque también ha recibido críticas, los cabraneses le demuestran su afecto, y su juventud le ha permitido congeniar con los más jóvenes. «Cuando llegué no había ningún monaguillo y ahora tengo doce. Es un regalo de Dios», asegura. Son como una pequeña familia en la que cuando no hacen las cosas bien, les regaña. «Después de la misa, siempre les "pego" y si lo han hecho muy bien, el doble», bromea. Uno de sus monaguillos, Pablo Monestina, afirma: «Nos quiere y le queremos mucho. Somos amigos». Como tal, organizan excursiones improvisadas. Eso sí, el viernes no faltan «pizza y peli» en casa de Gaspar Muñiz. Su éxito de convocatoria obligó al párroco a tirar un tabique de la casa para acoger a todos.

El sacerdote apostilla que «si no fuera cura hubiera sido monje» y confiesa que le movió el sacerdocio «porque los curas que conocí fueron muy ejemplares y muy excepcionales». Recuerda en especial a dos: Alfredo de la Roza, ya fallecido, y antiguo maestro de capilla de la catedral de Oviedo.

«Sus misas duraban doce minutos, pero sus homilías eran memorables», asegura Muñiz. También tiene excelentes palabras para su director espiritual, Andrés Pérez, vicario judicial de la diócesis. De él cuenta que «es un santo en la tierra. Tiene la misa llena a las once en la Catedral».

El párroco de Cabranes se define como «horrorosamente comunicativo. A veces me dan palos y otras, besos». Incluso tiene su propio blog en internet. Agrega que los principales escollos los ha creado el «descubrir que en la Iglesia no está todo claro, pero jamás me sentí solo». Destaca la importancia de «adaptarse a la realidad en la que estás. No predico igual, por ejemplo, en Covadonga que en Cabranes».

Y considera «absurdo dos horas de misa el día de la fiesta del pueblo, «trato de tocar el corazón porque para contar un tratado de teología les compro un libro. Quiero demostrar que ser cristiano hoy es posible y razonable».