Jesús dijo a sus discípulos:
«No son los que me dicen: "Señor, Señor", los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo.
Muchos me dirán en aquel día: "Señor, Señor, ¿acaso no profetizamos en tu Nombre? ¿No expulsamos a los demonios e hicimos muchos milagros en tu Nombre?"
Entonces Yo les manifestaré: "Jamás los conocí; apártense de mí, ustedes, los que hacen el mal".
Así, todo el que escucha las palabras que acabo de decir y las pone en práctica puede compararse a un hombre sensato que edificó su casa sobre roca. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa; pero ésta no se derrumbó, porque estaba construida sobre roca.
Al contrario, el que escucha mis palabras y no las practica puede compararse a un hombre insensato, que edificó su casa sobre arena. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa: ésta se derrumbó, y su ruina fue grande».
Cuando Jesús terminó de decir estas palabras, la multitud estaba asombrada de su enseñanza, porque Él les enseñaba como quien tiene autoridad y no como sus escribas.
Para tener mayor claridad sobre el evangelio de hoy es bueno remitirnos al párrafo anterior, el cual se omitió, por ser la fiesta del nacimiento de Juan Bautista. En él Jesús define quienes son los “falsos profetas”
Hoy, en cambio, Jesús aclara quienes son los “verdaderos discípulos”.
Jesús empieza diciendo que ‘no todos los que lo llamen a Él con el nombre de Señor, para pedir algo, entrarán en el Reino de los cielos. Solamente entrarán quienes a esta súplica añadan, de buen corazón, el cumplimiento de la Voluntad de su Padre.
Aún más. Jesús nos dice que en el último día muchos le dirán: “Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre y en tu nombre expulsamos demonios y en tu nombre hicimos muchos milagros?” (22). En otras palabras. Con todo esto ya tenemos el pasaporte asegurado para el Reino de los Cielos. ¡Fácil!. Jesús precisa muy bien que esto no es suficiente para ser reconocido como verdadero discípulo y que si no está a la raíz el buscar la Voluntad del Padre Jesús mismo en aquel día les dirá: “Jamás os conocí, apartaos de mi agentes de iniquidad” (23). Son palabras muy duras. No sólo les dirá que no los conoce sino que todo lo que ellos han hecho, sí hayan sido milagros, no ha sido otra cosa que ‘iniquidad’.
Se trata pues, como Jesús mismo dice a continuación, de “oír sus palabras y ponerlas en práctica” (24).
Jesús ilustra esta sentencia con una bella parábola: la casa que se construye sobre la roca o sobre la arena.
El verdadero discípulo es el que construye sobre roca una casa con suficientes cimientos y estos cimientos son la misma roca. El escuchar la Palabra y ponerla en práctica garantiza la solidez de la vida del verdadero discípulo. Todo lo que le pueda venir encima a esa casa: lluvia, torrentes, cientos, etc. no la afectarán. Todo lo que le pueda suceder al discípulo prudente: dificultades, sufrimientos, calamidades, no lo podrán derribar porque la roca en la cual descansa su vida es la Palabra.
No así quien construye sobre arena. sobre cimientos no confiables. No será capaz de sobrevivir a las adversidades que le presenta la vida. Y Jesús termina diciendo: “Y fue grande su ruina” (27).
Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
1. ¿Qué me hace pensar que estoy construyendo mi vida sobre roca o sobre arena?
2. ¿Qué hago concretamente para que la Palabra de Dios sea día a día el cimiento de mi vida?
3. Recuerdo un momento de dificultad en la vida de mi comunidad, de mi familia o de mi grupo en el cual nos olvidamos de habernos apoyado en la Palabra de Dios. ¿Qué hubiéramos podido haber hecho?
«No son los que me dicen: "Señor, Señor", los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo.
Muchos me dirán en aquel día: "Señor, Señor, ¿acaso no profetizamos en tu Nombre? ¿No expulsamos a los demonios e hicimos muchos milagros en tu Nombre?"
Entonces Yo les manifestaré: "Jamás los conocí; apártense de mí, ustedes, los que hacen el mal".
Así, todo el que escucha las palabras que acabo de decir y las pone en práctica puede compararse a un hombre sensato que edificó su casa sobre roca. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa; pero ésta no se derrumbó, porque estaba construida sobre roca.
Al contrario, el que escucha mis palabras y no las practica puede compararse a un hombre insensato, que edificó su casa sobre arena. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa: ésta se derrumbó, y su ruina fue grande».
Cuando Jesús terminó de decir estas palabras, la multitud estaba asombrada de su enseñanza, porque Él les enseñaba como quien tiene autoridad y no como sus escribas.
Compartiendo la Palabra
Por CELAM - CEBIPAL
Un llamado a la solidez
Mateo 7,21-29
“No cayó porque estaba cimentada sobre roca”
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Un llamado a la solidez
Mateo 7,21-29
“No cayó porque estaba cimentada sobre roca”
Para tener mayor claridad sobre el evangelio de hoy es bueno remitirnos al párrafo anterior, el cual se omitió, por ser la fiesta del nacimiento de Juan Bautista. En él Jesús define quienes son los “falsos profetas”
Hoy, en cambio, Jesús aclara quienes son los “verdaderos discípulos”.
Jesús empieza diciendo que ‘no todos los que lo llamen a Él con el nombre de Señor, para pedir algo, entrarán en el Reino de los cielos. Solamente entrarán quienes a esta súplica añadan, de buen corazón, el cumplimiento de la Voluntad de su Padre.
Aún más. Jesús nos dice que en el último día muchos le dirán: “Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre y en tu nombre expulsamos demonios y en tu nombre hicimos muchos milagros?” (22). En otras palabras. Con todo esto ya tenemos el pasaporte asegurado para el Reino de los Cielos. ¡Fácil!. Jesús precisa muy bien que esto no es suficiente para ser reconocido como verdadero discípulo y que si no está a la raíz el buscar la Voluntad del Padre Jesús mismo en aquel día les dirá: “Jamás os conocí, apartaos de mi agentes de iniquidad” (23). Son palabras muy duras. No sólo les dirá que no los conoce sino que todo lo que ellos han hecho, sí hayan sido milagros, no ha sido otra cosa que ‘iniquidad’.
Se trata pues, como Jesús mismo dice a continuación, de “oír sus palabras y ponerlas en práctica” (24).
Jesús ilustra esta sentencia con una bella parábola: la casa que se construye sobre la roca o sobre la arena.
El verdadero discípulo es el que construye sobre roca una casa con suficientes cimientos y estos cimientos son la misma roca. El escuchar la Palabra y ponerla en práctica garantiza la solidez de la vida del verdadero discípulo. Todo lo que le pueda venir encima a esa casa: lluvia, torrentes, cientos, etc. no la afectarán. Todo lo que le pueda suceder al discípulo prudente: dificultades, sufrimientos, calamidades, no lo podrán derribar porque la roca en la cual descansa su vida es la Palabra.
No así quien construye sobre arena. sobre cimientos no confiables. No será capaz de sobrevivir a las adversidades que le presenta la vida. Y Jesús termina diciendo: “Y fue grande su ruina” (27).
Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
1. ¿Qué me hace pensar que estoy construyendo mi vida sobre roca o sobre arena?
2. ¿Qué hago concretamente para que la Palabra de Dios sea día a día el cimiento de mi vida?
3. Recuerdo un momento de dificultad en la vida de mi comunidad, de mi familia o de mi grupo en el cual nos olvidamos de habernos apoyado en la Palabra de Dios. ¿Qué hubiéramos podido haber hecho?





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