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miércoles, 22 de julio de 2009

XVII Domingo del T. O. (San Juan 6, 1-15) - Ciclo B: OTRA SOLUCION


La rica teología del relato de la multiplicación de los panes puede tener una resonancia muy particular para estos tiempos de crisis, agotamiento de recursos energéticos, escasez de trabajo, miseria creciente de los pueblos subdesarrollados.

¿Cómo resolver el problema de la subsistencia de hombres y pueblos enfrentados a una situación de escasez y falta de bienes necesarios para una vida digna?

El relato evangélico propone una primera solución insuficiente e inviable. No bastarían doscientos denarios para comprar un pedazo de pan para cada uno.

La solución no está en el dinero. Los hombres y mujeres sumidos en la necesidad no pueden «comprar pan». Por otra parte, «comprar pan» significa que hay hombres y pueblos que disponen de alimentos en abundancia pero que no los ceden si no es imponiendo un precio y unas condiciones que aumentan su poder sobre los necesitados.

Jesús orienta a sus discípulos hacía una solución distinta que no cree nuevas dependencias de opresión y explotación. Una solución enormemente sencilla y que consiste en compartir con los necesitados lo que tenemos cada uno, aunque sea tan poco y desproporcionado con la magnitud del problema como los cinco panes y el par de peces de aquel muchacho.

Pero no hemos de olvidar algo que el relato quiere subrayar. Jesús, antes de comenzar a repartirlos, pronuncia la acción de gracias al Padre. Sólo cuando reconocemos que nuestros bienes son regalo del Padre a la humanidad, podemos ponerlos al servicio de los hermanos. Al restituir a Dios con su acción de gracias los bienes de la tierra, Jesús los orienta hacia su verdadero destino que es la comunidad de todos los hombres y mujeres.

No es posible reconocer sinceramente a Dios como Padre de los hombres y fuente de todos nuestros bienes y seguir acaparándolos egoístamente, desentendiéndonos de los pueblos hambrientos y de los hombres sumidos en la miseria.

Los bienes de la tierra no han de servir para acrecentar nuestra discordia y mutua explotación sino para crear mayor fraternidad y comunión.

La vida no se nos ha dado para hacer dinero sino para hacernos hermanos. La vida consiste en aprender a convivir y a colaborar en la larga marcha de los hombres hacia la fraternidad.

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