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martes, 29 de diciembre de 2009

Año Nuevo - Santa María, Madre de Dios (Lc 2, 16-21)


Se supone que hoy es el primero de Enero, el primer día del año, en que los pueblos de cultura occidental celebran el Año Nuevo. La fiesta de hoy ha sufrido una serie de cambios. Hace años, esta era la fiesta de la Circuncisión, a los ocho días del nacimiento.
Después se celebró, como extensión de esa fiesta, el Nombre de Jesús, puesto que era el día de la circuncisión cuando se imponía el nombre. Últimamente se celebra la fiesta de Santa María, la Madre de Jesús, con el título de Madre de Dios. Las lecturas de la Eucaristía, sin embargo, no han cambiado, así que no vamos a fijarnos en estas cambiantes "advocaciones", sino más bien en el mensaje que sugieren los textos por sí mismos.

El centro del mensaje de estos texto es sin duda la circuncisión y la imposición del nombre de Jesús. El hecho de la circuncisión en sí nos resulta a nosotros lejano, de escaso interés. Nosotros entendemos la circuncisión como un rito propio de algunos pueblos, y practicado también entre nosotros en algunas ocasiones, con más o menos sentido higiénico o iniciático, según las culturas, sin más trascendencia.
Para el pueblo de Israel, la circuncisión era la señal externa, impresa en la propia carne, de la Alianza con el Señor. Era la señal visible de la consagración a Yahvé. Y así, "incircunciso" es un término peyorativo, significa que no pertenece al pueblo, que es gentil, pagano, que no tiene nada que ver con Yahvé, con la Alianza, con la Promesa.
Circuncidarse significa por tanto comprometerse con Dios, aceptar la Ley. La circuncisión de Jesús es la expresión de pertenecer al pueblo y aceptar la Ley del Señor. Es una acción normal para cualquier israelita, todos los niños se someten a ella. El hecho de que el evangelista lo recoja tiene además un sentido añadido. Jesús, nacido bajo la Ley, como se recoge en la carta a los Gálatas.
"Nacido bajo la Ley". Esto planteaba para aquellos israelitas un tema de suma importancia. Observar fielmente la Ley era para Israel la garantía de que Dios estaba con ellos, garantizaba la existencia del pueblo contra sus enemigos, le mantenía su protección. La fe más antigua de Israel consiste en un pacto con Dios: la parte de Israel es cumplir la Ley; la parte de Dios es proteger a Israel contra sus enemigos. cuando ocurren desgracias, cuando se pierden batallas, todo esto se atribuye siempre a la infidelidad del Pueblo, o del rey. Cuando el pueblo es llevado al destierro, Jerusalén y el Templo son destruídos, se entiende que el Señor castiga la infidelidad, pero mantiene su Promesa para el futuro, cuando vuelvan a cumplir la Ley. Así, la religión de Israel es una religión nacional, tiene un peligroso parecido con otras religiones, y su dios se parece a otros dioses, que también defienden a sus pueblos con tal que el pueblo les ofrezca la veneración debida.
En el Destierro y al regresar a la Tierra, la reflexión de los Profetas irá entendiendo que todo eso es muy exterior, que no es suficiente. La relación con Dios va adquiriendo cada vez más un sentido personal, espiritual. Dios no quiere tanto sacrificios en el Templo como verdad y justicia. Israel no es tanto el pueblo favorito de Yahvé cuanto Luz de las naciones
Pero esto es lo máximo a lo que puede llegar la fe de Israel. Jesús nace en esa fe... para ir mucho más lejos, y el que entendió perfectamente esto fue precisamente Pablo. En los primeros tiempos después de Jesús, muchos judíos convertidos a Jesús siguieron pensando que seguía en vigor la Ley antigua, perfeccionada por Jesús. Primero fue una sorpresa que hubiera que anunciar el evangelio también a los paganos. Luego fue un escándalo que para seguir a Jesús no hubiera que circuncidarse, ni observar el Sábado y los otros preceptos de la Ley. Esto produjo una fuerte polémica e incluso divisiones muy serias: aparecen con claridad en Los Hechos de los Apóstoles. Finalmente se impone la tesis de Pablo. No hay que circuncidarse, no hay que observar la ley de Moisés, se trata de algo nuevo, no simplemente de perfeccionar la Ley antigua.
Toda esta polémica, que fue crucial para la primera Iglesia, a nosotros nos resulta lejana, pero tiene un sentido profundo que nos importa mucho. Hemos heredado de la primitiva Iglesia el nombre de "Pueblo de Dios", como un nuevo Israel. Sabemos que la circuncisión corporal fue sólo un rito externo y que lo que importa es, como dijeron los Profetas, "la circuncisión del corazón". Sabemos que la expresión "Pueblo de Dios" no tiene nada que ver con una nación, una raza, una organización. Pero es el momento de reflexionar sobre el pecado de Israel y nuestro pecado. "Somos el Pueblo de Dios" ... ¿y otros no?. Israel pensó que Dios estaba con ellos "contra otros". Nosotros sabemos que Dios está con nosotros, con todos nosotros, con todos lo humanos, contra el pecado.
Israel pensó que era un privilegiado entre los demás porque conocía a Dios: ¿lo pensamos así nosotros?. Hemos sido capaces de formular aquello de "fuera de la iglesia católica no hay salvación", y algunos hasta lo han defendido como un dogma. Quizá nosotros no seríamos ya capaces de afirmar todo esto, pero sin duda seguimos creyendo que somos nosotros los que sabemos algo de Dios, y otros no; que, acerca de Dios, no tenemos que aprender nada de los que no conocen a Jesucristo; y quizá también que para nosotros la salvación es más sencilla que para ellos... En resumidas cuentas, que seguimos pensando que pertenecer al Pueblo de Dios es una prebenda, un privilegio, un don que nosotros tenemos y otros no. Seguimos teniendo en la cabeza una arcaica noción: hemos recibido la Palabra de Dios, luego Dios es nuestro.
Pero la Palabra de Dios no está encadenada, ni siquiera a su Pueblo, ni a su Iglesia, ni a nada. La palabra de Dios es la luz del mundo y está en toda verdad, en toda belleza, en toda sabiduría, en todo bien. Y el corazón de los seres humanos de todas las razas y culturas y épocas, la siente, la recibe o la rechaza. Nosotros hemos llegado a pensar que Jesús puso en marcha otra Religión, la Verdadera, la Definitiva, y así, hemos equiparado lo de Jesús con las demás religiones, que siempre expresan la manera de ser de cada pueblo, que hablan siempre de "nuestro Dios", y rechazan los dioses de los demás como ídolos o demonios....
Lo de Jesús está más en el fondo. Revela lo que hay de verdad en toda religión, cultura o comportamiento, y saca a la luz sus carencias. Y nuestra religión puede ser iluminada por la luz de Jesús, mostrando sus verdades y sus carencias, o puede creerse tranquilamente que, puesto que somos El Pueblo de Dios, todo en nosotros es verdad y somos la Luz de las Naciones.
Le pusieron por nombre Jesús, el libertador. El pueblo de Israel tuvo que ser liberado incluso de su concepto de sí mismo, de su concepto de pueblo elegido. Podemos preguntarnos de qué tenemos que ser liberados nosotros, la Iglesia, y si el concepto de Pueblo de Dios que tenemos no es nuestro primer pecado, uno de los más viejos de todos los pueblos: querer apropiarnos de Dios, pensar que somos más que otros porque "Dios está con nosotros".


PALABRA DE DIOS PARA NOSOTROS

1 - CONTEMPLACIÓN.
Pasear la mirada por todos los pueblos del mundo y todas sus religiones. Dejar que desfilen los budistas, los hinduístas, los musulmanes, todas las confesiones cristianas. Mirar a la buena gente del pueblo que cree lo que les han enseñado y transimitido, y se esfuerza en ser fiel a su fe. Sentir admiración por tanta presencia de la Palabra, dispersa por el mundo entero. Sentirse hermano en la fe profunda, hermano de todos los creyentes del mundo.
Sentir la responsabilidad de anunciar a Jesús, como plenitud, como liberación. Sentir cómo en mi corazón hay un punto de soberbia, cómo me creo más porque se me ha dado conocer a Jesús.
Pedir a Dios humildad y sinceridad. Pedir a Dios sentirnos abrumados por tanto que hemos recibido, sentir la necesidad de responder ante Dios.


NOTA SOBRE "SANTA MARÍA MADRE DE DIOS"

Decir "Madre de Dios" implica que conocemos los dos términos:
"Madre" y "Dios".
"Madre" es la que engendra, para lo cual tiene que existir antes que el hijo.
"Dios" es el ser eterno, trascendente, creador de todo lo demás. Así que no puede tener madre pues nada puede ser anterior a él.
Esto quiere decir que vamos por mal camino. Cuando decimos "Madre de Dios" decimos algo tan ininteligible como "Jesús es Dios". Ya hablamos de esto a propósito de la divinidad de Jesús en la fiesta de la Navidad.
La Iglesia, de siempre, ha intentando honrar a la madre de Jesús con todo lo más hermoso que se le ha ocurrido: Inmaculada, Mediadora Universal, Madre de la Iglesia... Madre de Dios... Es magnífico. Todo lo que se nos ocurra y más es poco para honrar a la Madre de Jesús. Al decir "Madre de Dios" queremos decir "Madre de Jesús", que es "El Hijo Único", "El Primogénito", "en quien reside toda la plenitud de la divinidad"... Conforme: y con todo eso no hacemos más que expresar nuestra admiración, nuestra sospecha de que hay más de lo que podemos entender, y mucho más de lo que estos pobres términos contradictorios pueden expresar.
Y no se arme más líos, que no va usted a entender más.


MIS PALABRAS PARA TI

Feliz año nuevo, hermanos,
feliz, que no se cumplan
vuestros deseos, que siempre son para mal.
Que no os toque la Lotería, que con el dinero
se os endurecerá el corazón y miraréis
al suelo, sólo al suelo,
y dejaréis de caminar.
Que no os sonría la salud, que un día
el dolor os haga comulgar con el dolor
de los hermanos.
Y que no os quiera todo el mundo,
que el mundo sólo quiere a los suyos
y vosotros no,
no sois del mundo.
Feliz año, hermanos, año nuevo,
nuevo de nuevas ganas de vivir caminando,
nuevo de caminar mejor, de ser más libres,
año de servir más, año de conocer
a Jesús, el Libertador.
Feliz año libre, hermanos, libre
de necesitar más tierra en vuestras bolsas, libre
de no pensar en que otros pasan hambre, libre
de medir a los otros como ellos os miden, libre
de estar histéricos porque os quieran y os alaben, libre
de estar angustiados por vuestros propios pecados, libre
de prescindir de Dios, y de temerle, libre
hasta de la Ley, que ya ha venido
Jesús Libertador, que se muera la muerte
de servir al dinero y al confort y a la envidia,
que se muera la muerte del temor a Dios juez,
que se muera y se pudra el precepto,
el castigo, que se muera el infierno, que se muera
ese viejo de tierra calculador y corto de vista
que nació con nosotros en nuestra propia carne,
que se muera la carne, que ya está entre nosotros
La Vida, Nueva de primavera, brillante de pura aurora,
que todo es nuevo, que nos han roto las cadenas,
que los montes y las estrellas van radiando
la Gran Noticia, el Evangelio eterno,
que Dios te quiere, que ya te han Liberado, que eres
Hijo, que nunca, nadie
podrá apartarte del amor de tu Padre,
manifestado en Jesús,
nuestro hermano mayor, nuestra cabeza
de puente, el caminante
que ya está allí, arrastrando la cordada
de todos los hermanos
desde la casa de la luz eterna.

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