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miércoles, 31 de marzo de 2010

JUEVES SANTO: El Amor entregado

Publicado por CIPECAR

“Se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido” (Juan 13,4-5).


Tu vida, en esta noche, es acorralada, perseguida, calumniada.
Fuera de la cena hay demasiado odio contra la verdad y la vida.
Pero, dentro, también tus amigos te dan la espalda.
Y yo también estoy en esta escena.

¿Qué harás Tú, Jesús, en esta hora?
Contigo están los íntimos, los tuyos.
¿Cómo dirás tu parábola del Reino en esta noche?
¿Cómo hablarás a los tuyos de tu Padre?

En la cena que recrea y enamora,
allí abres tu pecho y lo das todo.
Tu amor, ¡hasta el extremo!, va brotando de tu fuente.
Sin quedarte nada en los adentros, todo lo pones en manos de los tuyos.

Como grano de trigo que se esconde en la tierra,
así escondes tu rostro para lavar los pies a tus amigos.
Dices tu amor, poniéndote en medio, como un siervo.
¡Qué sorprendente tu gesto, el de esta noche!

Los pies de los tuyos, Mis pies… incapaces ya de caminar.
Pies ateridos por el dolor y la tristeza de esta hora oscura.
Pies manchados por el pecado de la cobardía y el miedo.
Pies lavados por el agua de tu amor, pies besados una y otra vez con tu perfume.

¿Aceptaré ser amado de esta manera?
¿Dónde quedan mis deseos de ser grande?
Me quedo mudo por el asombro.
¡Qué manera la tuya de decirme el amor, de contar cómo es tu Abbá!

Un poco de pan, un poco de vino, como el niño aquel en la explanada del lago.
Lo partes y lo das: “Tomad y comed”. Y das también el vino.
Y el Cenáculo, la casa del Espíritu,
queda sobrecogido ante tanto amor.

¡Demasiados gestos para tus amigos en la noche!
Ni siquiera los rumiarán junto a los olivos, en el huerto.
Pero tu amor se abre paso, como luz que alumbra el corazón.
De tanto recibir, algún día se les despertará el amor.

¡Qué tardío soy de darte todo a Ti, que me das todo!
Ven, Espíritu, y recuérdame siempre los Amores
del que, por mí, se hizo el último de todos,
partió su pan y me lo ofreció para el camino.

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INVERTIR EN ECONOMÍA SALVÍFICA


Publicado por Nano Cartoon

Que todo conlleva un riesgo, eso lo sabe hasta mi vecino Teófilo, el que dice que "este mundo no anda bien", sin caer en la cuenta que él es cojo. Que ese riesgo es proporcional a los beneficios que se pueden obtener, también es cierto en la mayoría de los casos. Por tanto, quien crea que puede conseguir algo –o a alguien– sin correr ningún riesgo, se "arriesga" –aunque parezca contradictorio– al inmovilismo o al desengaño.
Estamos en Semana Santa, fiesta cristiana, donde se celebra la muerte y resurrección de Jesús de Nazaret. Muerte que fue consecuencia de un estilo de vida concreto, de un arriesgarse hasta el extremo, tanto que lo ejecutaron por razones religiosas y políticas.

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Homilía de Jueves Santo: en la escuela de la Eucaristía


La conocida, certera y repetida frase “La Eucaristía hace a la Iglesia. La Iglesia hace la Eucaristía” bien podríamos traducirla y parafrasearle por esta otra: “La Eucaristía hace a los cristianos. Los cristianos hacen la Eucaristía”. Y dentro de la grandeza y de la hermosura de estos axiomas, surge también el reto y el desafío: ¿Cómo hacemos los cristianos la Eucaristía? ¿La hacemos como debemos hacerla, esto es, dejamos que sea ella quien nos haga a nosotros? Nuestra vivencia de la Eucaristía nos modela, nos transforma, nos retrata, nos perfila y hasta nos delata. Una Eucaristía rutinaria, despistada, con prisas, sin la atención precisa, irá poco a poco modelando de este mismo modo nuestra vida cristiana.
Por ello, en esta tarde del Jueves Santo, en esta tarde del cumpleaños de la Eucaristía, bueno será nos hagamos y nos dejemos examinar por la Eucaristía. Y es que la Eucaristía es la escuela de la vida. Simplemente desde los mismos ritos, partes y significados de la Eucaristía, he aquí diez actitudes cristianas al estilo de la Eucaristía, diez actitudes eucarísticas para hacer de la vida eucaristía y de la eucaristía vida.


1.- Una actitud orante. A la Eucaristía vamos a rezar, a tratar de amistad con quien sabemos nos ama. El –el Señor de la Eucaristía- nos mira con amor en la Eucaristía. ¿Cómo le miramos nosotros? ¿Cómo es nuestra mirada? Esta actitud orante se traduce a la alabanza (el Gloria), es impetración e intercesión (Preces u oraciones de los fieles). Es acción de gracias (Doxología final). Es Padre Nuestro. Es diálogo de intimidad (Oración de postcomunión).

2.- Una actitud, un estilo comunitario, eclesial. En la Eucaristía nunca estamos ni vamos solos. Ni siquiera en las llamadas misas privadas. La Eucaristía es la fiesta de la Iglesia. Estamos con los hermanos. Somos asamblea, reunión, “Ecclesia”, Iglesia. La Eucaristía nos hace más “iglesia”, más hermanos, más solidarios. La Eucaristía es y nos introduce en el banquete de la fraternidad y de la nueva humanidad.

3.- Un actitud, un estilo humilde y penitente. Toda celebración de la Eucaristía –a través de sus distintas formas y ritos- comienza por el rito penitencial. Nos hace sentirnos humildes, pequeños, pecadores, necesitados del perdón y de la gracia de Dios. “Quien esté limpio de pecado…”. Vivir la Eucaristía como la Eucaristía es nos ha de hacer humildes, ha de fomentar en nosotros la humildad, virtud religiosa capital, virtud clave del cristianismo.

4.- Una actitud escuchante. Es la Palabra de Dios la que se proclama en la Eucaristía. Dios nos habla a través de los textos bíblicos elegidos por la liturgia para las distintas ocasiones. Dios tiene algo muy importante y vital que contarnos. Debemos abrir bien los oídos y el corazón. En la Eucaristía, Dios mismo nos habla. Nos da su Palabra, la fuente y el manantial de la verdadera sabiduría.

5.- Una actitud confesante. La Palabra proclamada, sentida, escuchada, dispuesta a traducir en vida nos lleva a confesar y a proclamar nuestra fe. Es el Credo. La Eucaristía es escuela de la fe. Es escuela del testimonio de esa fe que es también Eucaristía. La Iglesia y la humanidad necesitan de cristianos de la Eucaristía, de cristianos confesantes.

6.- Una actitud oferente. El ofertorio de cada Eucaristía nos enseña a ser también nosotros ofrenda permanente. Pone en valor y en relieve la importancia de nuestro trabajo y de nuestro afán. Habla asimismo de solidaridad a favor de los que menos tienen. Y nos muestra que la ofrenda agradable a Dios siempre se transforma en vida y en fruto para nosotros mismos y para los demás.

7.- Una actitud sacrificada, abnegada, entregada, generosa, hecha oblación. Es la consagración. Es la memoria y la actualización sacramental del único y perfecto sacrificio de Jesucristo, que nos da ejemplo y nos llama a ser también nosotros sacrificio de expiación. Es la reiteración de la parábola, de la imagen del grano de trigo que, al caer en la tierra -en la besana abierta de nuestra vida- y al ser enterrado en ella, no muere sino que solo es puede brotar y florecer en la espiga de oro.

8.- Una actitud pacífica y pacificadora. Tiene su emblema en el momento del rito de la paz. A ejemplo y modelo de Jesús, el Príncipe de la Paz, quien hizo con su sangre derramada en la cruz. La Eucaristía es paz, la Eucaristía sella la paz, es compromiso de paz. Es promesa y prenda ciertas de paz.

9.- Un actitud comulgante, un estilo de cristianos de comunión. No de cristianos por libre, sino de cristianos de comunión con el Señor a quien recibimos sacramental en la Eucaristía de su Iglesia. De comunión con El, sí, y con su Iglesia. Con su Iglesia, representada por sus pastores y fieles. De una Iglesia que es tanto más Iglesia cuánto más comunión es. De una Iglesia que es misterio como la Iglesia y que es misión desde el misterio y la comunión.

10.- Un actitud y un estilo misioneros. La Eucaristía es para la vida. La Eucaristía es vida. Y la Eucaristía nos lleva a la vida. Nos trae de ella, no nos abstrae de ella mientras participamos en la misma y nos devuelve, transformados como misioneros, a la vida. La Eucaristía es misión. “Glorificad a Dios con vuestras vidas. Podéis ir en paz” reza la fórmula de despedida de la Misa, una fórmula que nos envía a la misión: a glorificar a Dios con nuestras vidas. Y –sabido es- la gloria de Dios es la vida del hombre, de todo hombre. Y la Eucaristía nos pone al servicio incondicional de la vida, de toda vida y de toda la vida.

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Anselm Grün en la Argentina

Del 6 al 11 de abril el sacerdote benedictino alemán Anselm Grün visitará nuevamente la Argentina para brindar una serie de conferencias y predicar retiros en distintas ciudades del país.
El programa se iniciará el martes 6 con dos conferencias en el auditorio Belgrano, en la ciudad de Buenos Aires, tituladas: “Rituales que sanan la vida”, a las 16.30; y “Hacia una nueva espiritualidad eucarística”, a las 20.

El miércoles 7, se presentará en Córdoba, en el hotel Holliday Inn, también con dos conferencias: “Los jóvenes y su camino a la fe”, a las 17, y a las 20: “El rol de la familia en tiempos de crisis”.

El jueves 8 será el turno de Salta. A las 20 disertará sobre “El misterio del dolor”, en el Teatro Provincial.

El sábado 10, en el colegio Goethe, de San Isidro, predicará de 8 a 13 un retiro para jóvenes cuyo tema será “Los jóvenes y su camino a la fe”.

Ese mismo día se presentará nuevamente en la Capital Federal, en el Espacio Lasalle, con dos disertaciones: “Liderazgo, un enfoque espiritual” (16.30) y “La fuerza sanadora de los gestos” (20).

Por último, el domingo 11 de abril regresará a San Isidro para predicar un retiro que se desarrollará de 8 a 16: “Una jornada con Anselm Grün”.

La visita es organizada por las editoriales San Pablo, Lumen, Guadalupe, Ágape y Bonum.

Para mayor información: agape@agape-libros.com.ar y www.grunenargentina.blogspot.com.+

AICA - Toda la información puede ser reproducida parcial o totalmente, citando la fuente

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Recrean el rostro de Jesús en 3D

EL MISTERIO ALREDEDOR DE SU ASPECTO FÍSICO

A través de información codificada y la sangre del Santo Sudario de Turín, fue digitalizado el rostro de Jesucristo. Lo polémico es que según la compañía que digitalizó la imagen, la misma no se parece a la versión popularizada.
La imagen fue creada a través de información codificada y la sangre de la Sábana Santa de Turín - la ropa manchada de sangre que muchos creen que fue el paño de entierro de Cristo crucificado Jesús - , lo que permitió después, su transformación en una imagen 3D.
Sin embargo, los resultados pueden sorprender a algunos espectadores. Según la compañía que hizo la imagen no se parece a la versión popularizada de Jesús.
El artista digital, Ray Downing, presidente del Estudio Macbeth, dijo: "Nosotros levantamos la sangre del sudario y la aislamos a la computadora"
En tanto, explicó que debido a que la Sábana Santa de Turín fue envuelto alrededor, en lugar de ser envuelto en el cuerpo, la sangre fue transferido a la tela.
"Tengo un montón de información sobre esa cara y mi estimación es que estamos cerca de lo que imaginábamos, aunque hay algunas diferencias", dijo Downing.

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ORACIÓN EUCARÍSTICA: JUEVES SANTO (Jn 13,1-15)


Publicado por Fe Adulta

A ti, Dios y Señor nuestro, dirigimos esta plegaria
para bendecir tu nombre y darte gracias
porque estás siempre con nosotros y nos das la vida que disfrutamos.
Queremos proclamar tu bondad ante el mundo,
para que todos sepan que por encima de tu poder y tu grandeza
está tu amor infinito, incondicional, de Padre y Madre.
Gracias, Dios santo, porque no tenemos por qué temerte
y sólo nos das motivos para quererte.
Uniendo nuestras voces a las de todo el género humano,
entonamos con alegría este himno en tu honor.

Santo, santo…

Te damos las gracias, Padre santo, de modo muy especial,
por habernos dado como hermano y amigo a Jesús de Nazaret,
que nos ha servido de guía para llegar a ti y conocerte mejor.
Sabemos, Señor, que esto no es propiamente un altar
desde el que estuviéramos ofreciéndote el sacrificio de algún cordero.
Ha sido Jesús, tu hijo, quien nos ha congregado alrededor de esta mesa
para que celebremos una comida de hermandad
y recordemos así toda su vida consagrada al bien de la humanidad.
Vivir conscientemente esta eucaristía nos compromete,
porque ahora nos toca imitar a Jesús
y poner al servicio de los demás todo lo que somos.
Pero es lo que queremos: ser fermentos de buena voluntad y buen hacer
para que todos los seres humanos nos sintamos amigos y hermanos.
Tratamos ahora de reproducir los gestos y palabras de Jesús,
cuando en su cena de despedida, rodeado de sus íntimos,
partió y repartió un pan y bebieron todos ellos de una copa de vino.

Jesús, la noche en que iban a entregarlo, cogió un pan,
dio gracias, lo partió y dijo:
«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros;
haced lo mismo en memoria mía».

Después de cenar, hizo igual con la copa, diciendo:
«Esta copa es la nueva alianza sellada con mi sangre;
cada vez que bebáis, haced lo mismo en memoria mía».

Te agradecemos, Dios santo, la presencia de Jesús en medio de nosotros.
Eso creemos, porque es sencillamente lo que nos prometió tu hijo
siempre que estuviéramos como ahora reunidos en su nombre.

Dios invisible, pero presente en la inmensa creación y en nuestro interior,
derrama tu espíritu de amor sobre todos nosotros
para que seamos amigos de la verdad y la verdad nos haga libres,
para que tengamos entrañas de misericordia
y nos duelan las desgracias que sufren tantos hermanos,
para que siempre estemos disponibles para ayudar a los demás,
para que seamos entusiastas constructores de tu Reino.
Queremos hacer una gran iglesia, una comunidad universal,
donde tenga cabida toda la gente de buena voluntad y buen corazón.
Ensancha nuestras miras,
que aprendamos de ti a entender y a querer a propios y extraños.
Y todos juntos, como testimonio de la gran familia que formamos en ti,
invocamos tu nombre y brindamos en tu honor,
con este pan y este vino, como en un banquete,
por Jesús y con Jesús, tu hijo, hermano, guía y maestro nuestro.
AMÉN.


Rafael Calvo Beca


SALUDO

Hoy nuestra eucaristía es más entrañable, más emocionante que ningún domingo.
Alrededor de la mesa, sintiendo la presencia de Jesús en el pan, en el vino,
invitados a celebrarlo siempre como Él quiso,
preparamos nuestro espíritu
y nos sentimos agradecidos al Padre que nos invita a esta Cena del Señor.


PRINCIPIO

Gracias, Padre, porque nos invitas.
Haz que surjan en nosotros los mismos sentimientos que tuvo Jesús
al celebrar esta Cena de Despedida.
Por el mismo Jesús, tu hijo, nuestro Señor.

OFRENDA

Nuestro pan y nuestro vino, como el pan y el vino de Jesús,
los ponemos en tu mesa para mostrar que así queremos que sea nuestra vida:
pan y vino para la vida de otros.
Por Jesús, tu hijo, nuestro Señor.


DESPEDIDA

Gracias, Padre, por la eucaristía.
Gracias por Jesús que la inventó y nos encargó celebrarle en su recuerdo.
Gracias por el pan, por el vino, porque das sentido a nuestra vida.
Por Jesús, tu hijo, nuestro Señor.


José Enrique Galarreta

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Evangelio Misionero del Día: Jueves 1 de Abril de 2010 - JUEVES SANTO


Lectura del santo evangelio según san Juan 13, 1-15

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.
Estaban cenando, ya el diablo le había metido en la cabeza a judas 1scariote, el de Simón, que lo entregara, y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido.
Llegó a Simón Pedro, y éste le dijo:
- «Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?»
Jesús le replicó:
- «Lo que yo hago tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde.»
Pedro le dijo:
- «No me lavarás los pies jamás.»
Jesús le contestó:
- «Si no te lavo , no tienes nada que ver conmigo.»
Simón Pedro le dijo:
- «Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza.»
Jesús le dijo:
- «Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos.»
Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: «No todos estáis limpios.»
Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo:
- «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis "el Maestro" y "el Señor", y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis.»

COMPARTIENDO LA PALABRA
Por Pedro Garcia cmf

¡Señor Jesucristo! Hoy no vengo a hablar de ti. Hoy quiero hablar contigo. Con la intimidad y con el calor con que Tú me hablaste en aquella Ultima Cena que en este día celebraste con tus apóstoles.
Juan, al llegar a este momento de tu vida, tiene una expresión que se ha hecho de las más famosas del Evangelio, cuando nos dice: Jesús, habiendo amado siempre a los tuyos, ahora los amaste hasta el fin, hasta el extremo, hasta no poder más...
Había llegado tu HORA. Y tu Hora, para ti, era la tu Glorificación, que Tú la hacías consistir, a la vez, en tu pasión, tu muerte, tu resurrección y tu entronización a la derecha del Padre.
A ti, Jesús, no te vamos a entender nunca. ¿Por qué tenías que sufrir por nosotros y morir de esa manera?... ¿Que no tenías bastante, si querías salvarnos, con decirle a Dios que nos perdonase, que olvidara toda nuestra culpa, y, por ser Tú quien lo pedía, hubiera habido bastante, y el mundo se hubiese librado de la condenación y adquirido la Gloria? ¿Que no podías haberlo hecho así, o qué?...
Pero oigo que me respondes Tú:
- Sí, es muy cierto lo que dices. Me bastaba una súplica, y quedaba zanjada toda la cuestión entre Dios y vosotros. Pero, ¿hubierais entendido mi amor? ¿Hubierais sos-pechado el amor de un Dios que os quiere tanto? Todo lo hubierais medido con una ley del derecho, la del “tanto cuanto”:
un Dios ofendido,
un Dios que aboga y pide,
un Dios que se da por satisfecho y no pide nada más... Mientras que ahora...
No sigas, Jesús. Ahora, con esos azotes y esa corona de espinas, con esa cruz a cuestas, con esas tres horas de tormento infernal en el patíbulo, nos dejas aniquilados, y nuestros labios se quedan mudos... Tu pasión no fue una broma, por cierto.
¿Y qué nos pides a cambio de tanto amor? Nuevo desconcierto para nosotros, cuando nos dices:.
- Me contento con que os acordéis de mí, con que no olvidéis lo que por vosotros he hecho. Y para que tanto amor mío, tanto sufrimiento por vosotros, tanta ilusión mía mientras os espero en mi Gloria, para que todo esto no lo echéis al olvido, “tomad, tomad y comed, porque esto es mi Cuerpo. Tomad, tomad y bebed, porque esta es mi Sangre... Haced esto como memorial mío”.
¿Cómo, Señor, qué estás haciendo?... Para que no olvidemos tu amor, añades a tanto amor más amor, y un amor tal que te lleva a hacerte apariencia de pan y apariencia de vino, porque el pan y vino los conviertes en tu propio Cuerpo y en tu propia Sangre, para que te comamos sin miedo, y, al comerte, puedas meterte dentro de nosotros, de cada uno de nosotros, y hacer de los dos, de ti y de mí una sola cosa?
Tú permaneces en mí, y yo permanezco en ti. Tú te metes en mi carne mortal como semilla inmortal, de modo que mi carne, convertida un día en podredumbre y en polvo, deba resucitar para estar contigo en tu propia Gloria.
Para que no olvide yo tu amor, ¿me das otra prueba de amor como ésta: comerte a ti, beberte a ti, para hacerme una cosa contigo?...
Un santo de nuestra tierra que te quería mucho, Pedro Betancur, decía que se volvía loco al pensar en este divino Sacramento de la Eucaristía que Tú instituiste hoy.
Y otro santo como Gerardo Mayela te dijo delante de tu Sagrario algo que te debió hacer reír con gusto en esa tu divina prisión:
- Jesús, si yo estoy loco por ti ante el Sacramento, ¿no estabas Tú un poco más loco que yo cuando te quisiste quedar así por mí?...
Tú, Jesús, estás loco de amor por mí, y yo quisiera enloquecer también por ti.
Pero siento que me dices, Jesús, como advertencia muy grave:
- ¡Muy bien! ¿Has visto mi amor por vosotros? Pues, así quiero que sea el amor vuestro con los demás. por eso “os digo, os mando, que os améis los unos a los otros como yo os he amado”. Este es mi mandamiento de amor en el día en que yo he llevado mi amor hasta el extremo, hasta el no poder más...
¡Señor! Empeñado en acrecentar el amor, nos mandas hacer del amor el signo y la prueba del amor que te tenemos a ti. ¿Cómo no voy a amar yo a los demás, y cómo no me voy a deshacer en su servicio, ante lo que te veo hacer a ti y ante lo que Tú me mandas?...
¡Jueves Santo, día del amor! Día del amor tuyo por nosotros, Jesús, y del nuestro por ti, Señor.
Amor de locura, que te lleva a la Cruz.
Amor de locura, que te lleva al pan y al vino, para venir bien escondido, en la realidad de tu Cuerpo y de tu Sangre, hasta encerrarte en nuestro corazón.
Jesús, ¿quién no te amará!...
Jesús, ¿quién no querrá hacer algo por ti?
¡Jesús! Ya pasaron los primeros minutos de tu Hora, tan amarga.
Ahora, ya no quedan más que los minutos finales de esa Hora bendita: la de tu glorificación, y esos minutos últimos de tu Hora son eternos, no acabarán jamás.
A mí, a todos mis hermanos, métenos en esa Hora, la Hora tuya última, para gozar todos juntos contigo, en la Gloria del Padre, de las inefables delicias de ese amor que Tú llevaste hasta el fin...

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Lecturas y Liturgia de las Horas: Jueves 1 de Abril de 2010


JUEVES SANTO

Lectura del libro del Éxodo 12. 1-8. 11-14

En aquellos días, dijo el Señor a Moisés y a Aarón en tierra de Egipto:

- «Este mes será para vosotros el principal de los meses; será para vosotros el primer mes del año. Decid a toda la asamblea de Israel: "El diez de este mes cada uno procurará un animal para su familia, uno por casa. Si la familia es demasiado pequeña para comérselo, que se junte con el vecino de casa, hasta completar el número de personas; y cada uno comerá su parte hasta terminarlo.

Será un animal sin defecto, macho, de un año, cordero o cabrito.

Lo guardaréis hasta el día catorce del mes, y toda la asamblea de Israel lo matará al atardecer. Tomaréis la sangre y rociaréis las dos jambas y el dintel de la casa donde lo hayáis comido.

Esa noche comeréis la carne, asada a fuego, comeréis panes sin fermentar y verduras amargas.

Y lo comeréis así: la cintura ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la mano; y os lo comeréis a toda prisa, porque es la Pascua, el paso del Señor.

Esta noche pasaré por todo el país de Egipto, dando muerte a todos sus primogénitos, de hombres y de animales; y haré justicia de todos los dioses de Egipto. Yo soy el Señor.
La sangre será vuestra señal en las casas donde estéis: cuando vea la sangre, pasaré de largo; no os tocará la plaga exterminadora, cuando yo pase hiriendo a Egipto.

Este día será para vosotros memorable, en él celebraréis la fiesta al Señor, ley perpetua para todas las generaciones." »

Palabra de Dios.

Salmo
Sal 115, 12-13. 15-16bc. 17-18
R. El cáliz de la bendición es comunión con la sangre de Cristo.

¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación,
invocando su nombre. R.

Mucho le cuesta al Señor la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo,
hijo de tu esclava;
rompiste mis cadenas. R.

Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando tu nombre, Señor.
Cumpliré al Señor mis votos en presencia de todo el pueblo. R.


Segunda lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 11, 23-26

Hermanos:

Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido:

Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo :-

«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía.»

Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo:

«Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía.»

Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva.

Palabra de Dios.


Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Juan 13, 1-15

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.

Estaban cenando, ya el diablo le había metido en la cabeza a judas 1scariote, el de Simón, que lo entregara, y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido.

Llegó a Simón Pedro, y éste le dijo:

- «Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?»

Jesús le replicó:

- «Lo que yo hago tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde.»


Pedro le dijo:

- «No me lavarás los pies jamás.»

Jesús le contestó:

- «Si no te lavo , no tienes nada que ver conmigo.»

Simón Pedro le dijo:

- «Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza.»

Jesús le dijo:

- «Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos.»

Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: «No todos estáis limpios.»

Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo:

- «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis "el Maestro" y "el Señor", y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis.»

Palabra del Señor.



LITURGIA DE LAS HORAS
TIEMPO DE CUARESMA
JUEVES SANTO
Propio del Tiempo. Vísperas del Jueves de la cena del Señor.

1 de abril

LAUDES
(Oración de la mañana)

INVOCACIÓN INICIAL

V. Señor, abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

INVITATORIO

Ant. A Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió, venid, adorémosle.

Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.

Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Himno: NO ME MUEVE, MI DIOS, PARA QUERERTE

No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido;
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.

Tú me mueves, Señor, muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido;
muéveme ver tu cuerpo tan herido,
muéveme tus afrentas y tu muerte.

Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,
que, aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y, aunque no hubiera infierno, te temiera.

No tienes que me dar porque te quiera;
pues, aunque cuanto espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera. Amén.

SALMODIA

Ant. 1. Mira, Señor, y contempla que estoy en peligro, respóndeme en seguida.

Salmo 79 - VEN A VISITAR TU VIÑA

Pastor de Israel, escucha,
tú que guías a José como a un rebaño;
tú que te sientas sobre querubines, resplandece
ante Efraím, Benjamín y Manasés;
despierta tu poder y ven a salvarnos.

¡Oh Dios!, restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve.

Señor Dios de los ejércitos,
¿hasta cuándo estarás airado
mientras tu pueblo te suplica?

Le diste a comer llanto,
a beber lágrimas a tragos;
nos entregaste a las disputas de nuestros vecinos,
nuestros enemigos se burlan de nosotros.

Dios de los ejércitos, restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve.

Sacaste una vid de Egipto,
expulsaste a los gentiles, y la trasplantaste;
le preparaste el terreno y echó raíces
hasta llenar el país;

su sombra cubría las montañas,
y sus pámpanos, los cedros altísimos;
extendió sus sarmientos hasta el mar,
y sus brotes hasta el Gran Río.

¿Por qué has derribado su cerca
para que la saqueen los viandantes,
la pisoteen los jabalíes
y se la coman las alimañas?

Dios de los ejércitos, vuélvete:
mira desde el cielo, fíjate,
ven a visitar tu viña,
la cepa que tu diestra plantó,
y que tú hiciste vigorosa.

La han talado y le han prendido fuego:
con un bramido hazlos perecer.
Que tu mano proteja a tu escogido,
al hombre que tú fortaleciste.
No nos alejaremos de ti:
danos vida, para que invoquemos tu nombre.

Señor Dios de los ejércitos, restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Mira, Señor, y contempla que estoy en peligro, respóndeme en seguida.

Ant. 2. Él es mi Dios y Salvador: confiaré y no temeré.

Cántico: ACCION DE GRACIAS DEL PUEBLO SALVADO - Is 12, 1-6

Te doy gracias, Señor,
porque estabas airado contra mí,
pero ha cesado tu ira
y me has consolado.

Él es mi Dios y salvador:
confiare y no temeré,
porque mi fuerza y mi poder es el Señor,
él fue mi salvación.
Y sacaréis aguas con gozo
de las fuentes de la salvación.

Aquel día, diréis:
Dad gracias al Señor,
invocad su nombre,
contad a los pueblos sus hazañas,
proclamad que su nombre es excelso.

Tañed para el Señor, que hizo proezas;
anunciadlas a toda la tierra;
gritad jubilosos, habitantes de Sión:
«¡Qué grande es en medio de ti
el Santo de Israel!».

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Él es mi Dios y Salvador: confiaré y no temeré.

Ant. 3. El Señor nos alimentó con flor de harina, nos sació con miel silvestre.

Salmo 80 - SOLEMNE RENOVACIÓN DE LA ALIANZA

Aclamad a Dios, nuestra fuerza;
dad vítores al Dios de Jacob:

acompañad, tocad los panderos,
las cítaras templadas y las arpas;
tocad la trompeta por la luna nueva,
por la luna llena, que es nuestra fiesta;

porque es una ley de Israel,
un precepto del Dios de Jacob,
una norma establecida para José
al salir de Egipto.

Oigo un lenguaje desconocido:
«Retiré sus hombros de la carga,
y sus manos dejaron la espuerta.

Clamaste en la aflicción, y te libré,
te respondí oculto entre los truenos,
te puse a prueba junto a la fuente de Meribá.

Escucha, pueblo mío, doy testimonio contra ti;
¡ojalá me escuchases, Israel!

No tendrás un dios extraño,
no adorarás un dios extranjero;
yo soy el Señor Dios tuyo,
que te saqué del país de Egipto;
abre tu boca y yo la saciaré.

Pero mi pueblo no escuchó mi voz,
Israel no quiso obedecer:
los entregué a su corazón obstinado,
para que anduviesen según sus antojos.

¡Ojalá me escuchase mi pueblo
y caminase Israel por mi camino!:
en un momento humillaría a sus enemigos
y volvería mi mano contra sus adversarios;

los que aborrecen al Señor te adularían,
y su suerte quedaría fijada;
te alimentaría con flor de harina,
te saciaría con miel silvestre.»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. El Señor nos alimentó con flor de harina, nos sació con miel silvestre.

LECTURA BREVE Hb 2, 9b-10

Vemos a Jesús coronado de gloria y de honor por haber padecido la muerte. Así, por amorosa dignación de Dios, gustó la muerte en beneficio de todos. Pues como quisiese Dios, por quien y para quien son todas las cosas, llevar un gran número de hijos a la gloria, convenía ciertamente que perfeccionase por medio del sufrimiento al que iba a guiarlos a la salvación.

RESPONSORIO BREVE

V. Nos has comprado, Señor, por tu sangre.
R. Nos has comprado, Señor, por tu sangre.

V. De entre toda raza, lengua, pueblo y nación.
R. Nos has comprado, Señor, por tu sangre.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Nos has comprado, Señor, por tu sangre.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Con verdadero anhelo he deseado comer esta Pascua con vosotros antes de padecer.

Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR Lc 1, 68-79

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Con verdadero anhelo he deseado comer esta Pascua con vosotros antes de padecer.

PRECES

Oremos a Cristo, Sacerdote eterno, a quién el Padre ungió con el Espíritu Santo, para que proclamara la redención a los cautivos, y digámosle:

Señor, ten piedad.

Tú que subiste a Jerusalén para sufrir la pasión y entrar así en la gloria,
conduce a tu Iglesia a la Pascua eterna.

Tú que, elevado en la cruz, quisiste ser atravesado por la lanza del soldado,
sana nuestras heridas.

Tú que convertiste el madero de la cruz en árbol de vida,
haz que los renacidos en el bautismo gocen de la abundancia de los frutos de este árbol.

Tú que, clavado en la cruz, perdonaste al ladrón arrepentido,
perdónanos también a nosotros, pecadores.

Se pueden añadir algunas intenciones libres.

Como Cristo nos enseñó, pidamos al Padre que perdone nuestros pecados, diciendo:

Padre nuestro...

ORACIÓN

Dios nuestro, digno, con toda justicia, de ser amado sobre todas las cosas, derrama sobre nosotros los dones de tu gracia, para que la herencia celestial, que la muerte de tu Hijo nos hace esperar confiadamente, logre ser alcanzada por nosotros en virtud de su resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.


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VÍSPERAS
Oración de la tarde

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Himno: EN LA CENA DEL CORDERO

En la Cena del Cordero
y habiendo ya cenado,
acabada la figura,
comenzó lo figurado.

Por mostrar Dios a los suyos
cómo está de amor llagado,
todas las mercedes juntas
en una las ha cifrado.

Pan y vino material
en sus manos ha tomado
y, en lugar de pan y vino,
cuerpo y sangre les ha dado.

Si un bocado nos dio muerte,
la vida se da en bocado;
si el pecado dio el veneno,
el remedio Dios lo ha dado.

Haga fiesta el cielo y tierra
y alégrese lo criado,
pues Dios, no cabiendo en ello,
en mi alma se ha encerrado. Amén.

SALMODIA

Ant. 1. El primogénito de entre los muertos, el príncipe de los reyes de la tierra ha hecho de nosotros un reino para Dios, su Padre.

Salmo 71 I - PODER REAL DEL MESÍAS

Dios mío, confía tu juicio al rey,
tu justicia al hijo de reyes,
para que rija a tu pueblo con justicia,
a tus humildes con rectitud.

Que los montes traigan paz,
y los collados justicia;
que él defienda a los humildes del pueblo,
socorra a los hijos del pobre
y quebrante al explotador.

Que dure tanto como el sol,
como la luna, de edad en edad;
que baje como lluvia sobre el césped,
como llovizna que empapa la tierra.

Que en sus días florezca la justicia
y la paz hasta que falte la luna.

Que domine de mar a mar,
del Gran Río al confín de la tierra.

Que en su presencia se inclinen sus rivales;
que sus enemigos muerdan el polvo;
que los reyes de Tarsis y de las islas
le paguen tributo.

Que los reyes de Saba y de Arabia
le ofrezcan sus dones;
que se postren ante él todos los reyes,
y que todos los pueblos le sirvan.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. El primogénito de entre los muertos, el príncipe de los reyes de la tierra ha hecho de nosotros un reino para Dios, su Padre.

Ant. 2. El Señor librará al pobre que clamaba, al afligido que no tenía protector.

Salmo 71 II

Él librará al pobre que clamaba,
al afligido que no tenía protector;
él se apiadará del pobre y del indigente,
y salvará la vida de los pobres;

él rescatará sus vidas de la violencia,
su sangre será preciosa a sus ojos.

Que viva y que le traigan el oro de Saba;
él intercederá por el pobre
y lo bendecirá.

Que haya trigo abundante en los campos,
y ondee en lo alto de los montes,
den fruto como el Líbano,
y broten las espigas como hierba del campo.

Que su nombre sea eterno,
y su fama dure como el sol;
que él sea la bendición de todos los pueblos,
y lo proclamen dichoso todas las razas de la tierra.

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
el único que hace maravillas;
bendito por siempre su nombre glorioso,
que su gloria llene la tierra.
¡Amén, amén!

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. El Señor librará al pobre que clamaba, al afligido que no tenía protector.

Ant. 3. Los santos vencieron en virtud de la sangre del Cordero y por la palabra del testimonio que dieron.

Cántico: EL JUICIO DE DIOS Ap. 11, 17-18; 12, 10b-12a

Gracias te damos, Señor Dios omnipotente,
el que eres y el que eras,
porque has asumido el gran poder
y comenzaste a reinar.

Se encolerizaron las naciones,
llegó tu cólera,
y el tiempo de que sean juzgados los muertos,
y de dar el galardón a tus siervos los profetas,
y a los santos y a los que temen tu nombre,
y a los pequeños y a los grandes,
y de arruinar a los que arruinaron la tierra.

Ahora se estableció la salud y el poderío,
y el reinado de nuestro Dios,
y la potestad de su Cristo;
porque fue precipitado
el acusador de nuestros hermanos,
el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche.

Ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero
y por la palabra del testimonio que dieron,
y no amaron tanto su vida que temieran la muerte.
Por eso, estad alegres, cielos,
y los que moráis en sus tiendas.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Los santos vencieron en virtud de la sangre del Cordero y por la palabra del testimonio que dieron.

LECTURA BREVE Hb 13, 12-15

Jesús, para santificar con su propia sangre al pueblo, padeció la muerte fuera de la ciudad. Salgamos, pues, hacia él fuera del campamento, cargando con su oprobio. Porque no tenemos aquí ciudad permanente, sino que vamos buscando la futura. Por medio de él ofrezcamos continuamente a Dios un sacrificio de alabanza, es decir, el tributo de los labios que van bendiciendo su nombre.

RESPONSORIO BREVE

En lugar del responsorio breve se dice la siguiente antífona:

Cristo, por nosotros, se sometió incluso a la muerte.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Cuando estaban cenando, Jesús tomó pan, rezó la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Cuando estaban cenando, Jesús tomó pan, rezó la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos.

PRECES

Adoremos a nuestro Salvador, que en la última Cena, la noche misma en que iba a ser entregado, confió a su Iglesia la celebración perenne del memorial de su muerte y resurrección; oremos, diciendo:

Santifica, Señor, al pueblo que redimiste con tu sangre.

Redentor nuestro, concédenos que por la penitencia nos unamos más plenamente a tu pasión,
para que consigamos la gloria de la resurrección.

Concédenos la protección de tu Madre, consuelo de los afligidos,
para poder nosotros consolar a los que están atribulados, mediante el consuelo con que tú nos consuelas.

Haz que tus fieles participen en tu pasión mediante los sufrimientos de su vida,
para que se manifiesten a los hombres los frutos de la salvación.

Tú que te humillaste, haciéndote obediente hasta la muerte y una muerte de cruz,
concede a tus fieles obediencia y paciencia.

Se pueden añadir algunas intenciones libres.

Haz que los difuntos sean transformados a semejanza de tu cuerpo glorioso,
y a nosotros concédenos también que un día participemos de su felicidad.

Unidos fraternalmente, acudamos ahora al Padre de todos:

Padre nuestro...

ORACIÓN

Dios nuestro, que, para tu mayor gloria y para la salvación del género humano, has constituido a Jesucristo como sumo y eterno sacerdote, haz que el pueblo que él conquistó con su sangre reciba plenamente, al participar del memorial de su pasión, los tesoros que dimanan de su muerte y resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.


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COMPLETAS
(Oración antes del descanso nocturno)

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

EXAMEN DE CONCIENCIA

Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados.

Yo confieso ante Dios todopoderoso
y ante vosotros, hermanos,
que he pecado mucho
de pensamiento, palabra, obra y omisión:
por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.

Por eso ruego a santa María, siempre Virgen,
a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos,
que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.

V. El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

Himno: TÚ, A QUIEN HE BUSCADO, SEÑOR

Tú, a quien he buscado, Señor,
en este día,
a quien he escuchado,
dame el reposo de esta noche.

Tú, a quien he cantado, Señor,
en este día,
a quien he orado,
dame el reposo de esta noche.

Tú, a quien yo he negado, Señor,
en este día,
a quien he amado,
dame el reposo de esta noche. Amén.

SALMODIA

Ant. Al amparo del Altísimo no temo el espanto nocturno.

Salmo 90 - A LA SOMBRA DEL OMNIPOTENTE.

Tú que habitas al amparo del Altísimo,
que vives a la sombra del Omnipotente,
di al Señor: «Refugio mío, alcázar mío.
Dios mío, confío en ti.»

Él te librará de la red del cazador,
de la peste funesta.
Te cubrirá con sus plumas,
bajo sus alas te refugiarás:
su brazo es escudo y armadura.

No temerás el espanto nocturno,
ni la flecha que vuela de día,
ni la peste que se desliza en las tinieblas,
ni la epidemia que devasta a mediodía.

Caerán a tu izquierda mil,
diez mil a tu derecha;
a ti no te alcanzará.

Tan sólo abre tus ojos
y verás la paga de los malvados,
porque hiciste del Señor tu refugio,
tomaste al Altísimo por defensa.

No se te acercará la desgracia,
ni la plaga llegará hasta tu tienda,
porque a sus ángeles ha dado órdenes
para que te guarden en tus caminos;

te llevarán en sus palmas,
para que tu pie no tropiece en la piedra;
caminarás sobre áspides y víboras,
pisotearás leones y dragones.

«Se puso junto a mí: lo libraré;
lo protegeré porque conoce mi nombre,
me invocará y lo escucharé.

Con él estaré en la tribulación,
lo defenderé, lo glorificaré;
lo saciaré de largos días,
y le haré ver mi salvación.»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Al amparo del Altísimo no temo el espanto nocturno.

LECTURA BREVE Ap 22, 4-5

Verán el rostro del Señor, y tendrán su nombre en la frente. Y no habrá más noche, y no necesitarán luz de lámpara ni de sol, porque el Señor Dios alumbrará sobre ellos, y reinarán por los siglos de los siglos.

RESPONSORIO BREVE

En lugar del responsorio breve se dice la siguiente antífona:

Cristo, por nosotros, se sometió incluso a la muerte.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.

CÁNTICO DE SIMEÓN Lc 2, 29-32

Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz,

porque mis ojos han visto a tu Salvador,
a quien has presentado ante todos los pueblos

luz para alumbrar a las naciones
y gloria de tu pueblo Israel.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.

ORACIÓN

OREMOS,
Humildemente te pedimos, Señor, que después de haber celebrado en este día los misterios de la resurrección de tu Hijo, sin temor alguno, descansemos en tu paz, y mañana nos levantemos alegres para cantar nuevamente tus alabanzas. Por Cristo nuestro Señor.
Amén

BENDICIÓN

V. El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte.
R. Amén.

ANTÍFONA FINAL DE LA SANTÍSIMA VIRGEN

Madre del Redentor, Virgen fecunda,
puerta del cielo siempre abierta,
estrella del mar,

ven a librar al pueblo que tropieza
y se quiere levantar.

Ante la admiración de cielo y tierra,
engendraste a tu santo Creador,
y permaneces siempre virgen.

Recibe el saludo del ángel Gabriel,
y ten piedad de nosotros, pecadores.

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JESÚS, PAN MOLIDO EN LA CRUZ

JUEVES SANTO (Jn 13,1-15)
Por José Enrique Galarreta sj

El Jueves Santo se centra en la Cena Pascual. Tenemos el peligro, (hemos caído de hecho en él) de celebrar ante todo "la presencia de Cristo en el Santísimo Sacramento", reduciendo la celebración de la Cena del Señor a la adoración del Santísimo Sacramento.

La celebración se debe centrar, por tanto, en la Cena de despedida, y en nuestra Cena. Es realmente preocupante la tendencia del pueblo cristiano a reducir los sacramentos a acciones físicas que deben tener el poder de producir efectos por sí mismas, "por su propia virtud", y para el individuo.

En la eucaristía, apenas ponemos el acento en la reunión, en la oración, en el perdón, en el encuentro con la Iglesia... tendemos a poner el acento en la unión personal con el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Incluso tendemos a entender la presencia "real" de Cristo en la Eucaristía como una presencia casi "física" del Cuerpo de Cristo en la Hostia y de la Sangre de Cristo en el Vino... que demanda, ante todo, la adoración.

Una hermosa frase de Panikkar lo resume bien: "No es que en la Eucaristía el pan se transforme en Cristo, sino que Cristo es pan, y como tal se le reconoce en la liturgia eucarística".

Aplicándolo a la celebración diríamos que no se trata tanto de que nosotros comemos ese pan sino que aceptamos ser pan, grano triturado y entregado para la vida del mundo. Sin esta dimensión de compromiso, de entrega al servicio, ni la vida ni la pasión de Jesús, ni nuestra vida ni la celebración de la eucaristía tienen ningún sentido.

Por esto resultan tan acertadas las lecturas. Nos recuerdan ante todo la celebración, la reunión, la Cena del Señor, que es lo que celebramos cada domingo. Y, por encima de ello, el espíritu de esta celebración, la comunidad de la Iglesia con su Cabeza, en aquello que define precisamente a Cristo, ser pan y vino, servicio que se entrega para dar vida.

Hoy es día para emocionarse. Dios es tan "para nosotros" que lo que mejor le representa es el pan. Jamás nadie ha sido tan osado como Jesús. Jamás nadie se ha atrevido a tanto. Jesús pan molido en la cruz, Jesús nuestro alimento, Jesús levadura de nuestra masa insípida, Dios nuestro pan. Ahora entendemos mucho mejor lo que decimos al rezar:
"Danos hoy nuestro pan de cada día"

Es también preocupante que la legislación de la Iglesia haya insistido tanto en asistir a Misa y tan poco en comulgar con Jesús: “oír misa entera todos los domingos y fiestas de guardar”, “comulgar por Pascua Florida”, los dos mandamientos de la Iglesia que aprendíamos de niños.

Para la teología catequética habitual hace algunos años, la Misa era ante todo “El Santo Sacrificio” y su momento culminante era la Consagración.

La teología oficial actual sigue insistiendo fuertemente en el aspecto sacrificial y añade, generalmente a modo de verdadero añadido, el aspecto “convivial”. Pero no es suficiente: el aspecto que llaman pomposamente “convivial” es lo esencial de nuestra reunión eucarística. El aspecto sacrificial es la esencia de la vida entera de Jesús, y esto se simboliza perfectamente en el pan y el vino.

En la misa no estamos ofreciendo a Dios el Sacrificio de Cristo en la cruz. Estamos uniéndonos a la entrega completa de toda la vida de Jesús.

La veneración del Santísimo Sacramento y la Hora Santa.

Después de la celebración de la Eucaristía, hay dos costumbres tradicionales y muy hermosas del pueblo cristiano: la veneración del Pan y el Vino de la Eucaristía, y la Hora Santa.

Guardar el Pan y el Vino de la Eucaristía para los enfermos, los ausentes... fue una costumbre que la Iglesia fue adquiriendo. Era lógico venerarlo con sumo respeto. De aquí hemos ido muy lejos, tan lejos que a veces algunos cristianos se parecen mucho a los paganos que creían tener a sus dioses guardados en casa. Nosotros no tenemos a Dios guardado en una cajita, ni Jesús necesita compañía. Jesús está resucitado a la diestra de Dios y Dios está en todas partes, no lo olvidemos.

Nuestra veneración del Pan y el Vino de la Eucaristía debe remontar esas imágenes, que pueden ser válidas, pero que son insuficientes. El centro de nuestra atención es la Celebración de la Cena del Señor, y el Mensaje: Dios es el Pan y el Vino de la Vida, y esto lo hemos descubierto en Jesús.

La increíble novedad de ese mensaje es muy superior a todo lo demás. La veneración del Pan y el Vio eucarísticos tienen poco sentido si los desligamos del sentido mismo de la celebración eucarística.


En la "Hora Santa" prevalecen algunas veces en demasía los aspectos sentimentales excesivamente subjetivos e imaginativos. "Acompañamos a Jesús en su desamparo". Está muy bien como aplicación de nuestros sentidos, y nos ayuda a identificarnos con Él, pero hay que ir más lejos, eso no es más que el ambiente: se nos ofrece una magnífica oportunidad de asimilar el profundo mensaje del abandono de Jesús, de su oración angustiada, de la noche del hombre... Y es una preparación magnífica para vivir intensamente la celebración del Viernes.

Tradicionalmente se dedica parte de esta "Hora Santa" a la consideración del lavatorio de los pies. Y es claro que en ese relato del cuarto evangelio se encuentra una admirable síntesis. Tan admirable que, como hemos visto, para el evangelista puede desplazar incluso el relato mismo de la Eucaristía.

Se nos muestra, muy acertadamente, que la contemplación de Jesús no termina en el sentimiento, ni en el acompañamiento emocionado: termina en la Misión. "Os he dado ejemplo para que, como yo lo he hecho con vosotros, así también vosotros lo hagáis".

Por eso, la veneración del Santísimo Sacramento y la Hora Santa deben estar orientadas a unir el jueves y el viernes. Comulgamos con Jesús, el que se entrega hasta la muerte, el que sirve hasta la muerte, el que se pone a los pies de todos aunque le cueste la vida.

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Jueves Santo: Cena del Señor

Por P. Fidel Oñoro, cjm
Centro Bíblico del CELAM

Lavatorio de los pies: el camino de la comunión con Jesús
Juan 13, 1-15
“Los amó hasta el extremo”

Entremos en el Triduo Pascual

Con la celebración vespertina llamada “Misa en la Cena del Señor”, evocamos y hacemos presente la última cena de Jesús con sus discípulos antes de su Pasión. Así entramos en el corazón del año litúrgico, que es el gran Triduo Pascual.

Precisamente el triduo pascual se coloca en el centro del año litúrgico por su función de “memorial” de los eventos que caracterizan la Pascua “cristiana”. Como la comunidad de Israel, también la Iglesia mantiene viva la memoria de la misericordia de Dios que “pasa” continuamente por su historia y refunda su existencia como “pueblo de Dios” con base en esta perenne voluntad de reconciliación.

El centro de este “memorial” es el Misterio Pascual, la muerte y resurrección de Jesús. En la muerte de Jesús, Dios ha asumido la naturaleza humana hasta la muerte, “hasta la muerte de Cruz” (Filipenses 2,8). A través de ella, Jesús “se convirtió en causa de salvación eterna para todos aquellos que le obedecen” (Hebreos 5,9; idea importante del Viernes Santo). De hecho, la cruz de Jesús no se puede separar de la resurrección, fundamento de nuestra esperanza. Y este es nuestro futuro: “Sepultados... en su muerte, para que también nosotros vivamos una vida nueva” (Romanos 6,4; idea central de la Vigilia Pascual).

Todo esto se recoge en la gran Eucaristía que se celebra entre hoy y el Domingo de Pascua. Hoy hacemos “memoria” de aquella primera Eucaristía que Jesús celebró y al mismo tiempo la actualizamos como recuerdo del pasado, como presencia en el hoy de nuestras comunidades, al mismo tiempo de esperanza y profecía para el futuro.

El cuerpo y la sangre eucarísticos de Jesús nos aseguran su presencia a lo largo de la historia. Es Jesús mismo quien establece de manera concreta, en la Eucaristía, la permanencia visible y misteriosa de su muerte en la Cruz por nosotros, de su supremo amor por la humanidad, de su venida continua dentro de nosotros para salvarnos y santificarnos. Es así como en cada celebración su corazón, traspasado por la lanza, sea abre para derramar el Espíritu Santo sobre la Iglesia y el mundo.

Para profundizar en esto, se nos propone leer hoy el relato del “lavatorio de los pies” (Juan 13,1-15). Notemos que en la última cena, el evangelista Juan no habla de la institución de la Eucaristía (que se encuentra ampliamente tratada en el discurso del “Pan de Vida” en Jn 6). Juan prefiere colocar aquí un gesto que indica el significado último de la Eucaristía, como acto de amor extremo de Jesús por los suyos, manifestación de un servicio pleno hacia los discípulos.

(1) Introducción: la hora del amor supremo (13,1)

La última parte del evangelio de Juan (13-21) se abre con una introducción solemne: “Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo” (13,1).

El evangelista Juan nos ayuda a recorrer atentamente el último día de Jesús con sus discípulos. Así nos hace comprender que efectivamente ha llegado la “hora” tan esperada por Jesús, la “hora” ardientemente deseada, cuidadosamente preparada, frecuentemente anunciada (ver 12,27-28). Es la “hora” en que manifiesta su amor infinito entregándose a quien lo traiciona, en el don supremo de su libertad.

Dos aspectos se ponen de relieve:
- Esta es la hora en que Jesús regresa a la casa del Padre: “había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre”. Él conoce el camino y la meta.
- Esta es la hora en la que Jesús da la máxima prueba de su amor: “los amó hasta el extremo”.

Juan señala que el amor de Jesús viene de Dios y es, por lo tanto, un amor gratuito y total. La cruz de Jesús será la manifestación de este amor divino, afecto supremo que ama hasta las últimas consecuencias, hasta el extremo de sus fuerzas.

El marco es el de la Pascua hebrea: “Antes de la fiesta de la Pascua”. En ella el pueblo de Israel celebra con gratitud los beneficios de Dios, quien lo liberó de la esclavitud y lo hizo su pueblo. Jesús lleva a su cumplimiento esta liberación, arrancando al hombre de la esclavitud del pecado y de la muerte y dándole la comunión plena con Dios.

El gesto simbólico del lavatorio de los pies muestra la significación de la entrega de su vida y el valor ejemplar que ésta tiene para todo discípulo.

(2) El lavatorio de los pies (13,2-5)

El episodio del lavatorio de los pies es un “signo” que revela un misterio mucho más grande que lo que una primera lectura inmediata puede sugerir.

El gesto contiene una catequesis bautismal y al mismo tiempo una enseñanza sobre la humildad, una ilustración eficaz del mandamiento del amor fraterno a la manera de Jesús: el amor que acepta morir para ser fecundo.

“Durante la cena” (13,2ª). En la cena, donde el vivir en comunión encuentra su mejor expresión, pesa la sombra de la traición que rompe la amistad. Pero mientras el traidor se mueve orientado por el diablo (13,2b), Jesús lo hace dejándose determinar por Dios (13,3). Lo que Jesús ha hecho y va a hacer proviene de su comunión con Dios. Ahí radica la libertad que hará que la muerte que le aguarda sea realmente un don de amor por los suyos y por los hijos de Dios dispersos.

“El Padre le había puesto todo en sus manos” (13,3ª). El amor del pastor (10,28-29) protegerá los discípulos de un mundo que quisiera poder arrancarlos de la comunión de vida con su Maestro. Y aunque ellos lo traicionen, Jesús reforzará los vínculos con ellos y les ofrecerá un perdón pleno. Por lo tanto, lavar los pies constituye una promesa de aquel perdón que el Crucificado le ofrecerá a los discípulos en la tarde del día de la resurrección (ver Jn 20,19ss).

“Y se puso a lavar los pies de los discípulos”. Notemos en el v.4 los movimientos de Jesús. Para demostrar su amor: (a) se levanta de la mesa, (b) se quita los vestidos (el manto), (c) se amarra una toalla alrededor de la cintura, (d) echa agua en un recipiente, (e) le lava los pies a los discípulos y (f) se los seca con la toalla que lleva en la cintura.

El lavatorio de los pies está enmarcado por el “quitarse” (13,4) y “volver a ponerse” los vestidos (13,12). Este movimiento nos reenvía al gesto del Buen Pastor de las ovejas, quien se despoja de su propia vida para dársela a sus ovejas. De hecho, se puede notar que los verbos que se usan en el texto son los mismos verbos que se utilizan en el capítulo del Buen Pastor, cuando se dice que “ofrece su propia vida” y “la retoma” (ver Jn 10,18).

El despojo del manto y del amarrarse la toalla son, por lo tanto, una evocación del misterio de la Pasión y de la Resurrección, que el lavatorio de los pies hace presente de manera simbólica. Jesús se comporta como un servidor (a la manera de un esclavo) de la mesa ya que su muerte es precisamente eso: un acto de servicio por la humanidad.

Así llegamos a entender que el lavatorio de los pies sustituye el de la institución de la Eucaristía precisamente porque explica precisamente lo que sucede en el Calvario. En el lavatorio de los pies contemplamos la manifestación del Amor Trinitario en Jesús que se humilla, que se pone al alcance y a disposición de todo hombre, revelándonos así que Dios es humilde y manifiesta su omnipotencia y su suprema libertad en la aparente debilidad.

(3) El diálogo con Pedro (13,6-11)

La reacción de Pedro no tarda. En el evangelio de Juan, Pedro representa al discípulo que tiene dificultad para entender la lógica de amor de su Maestro y para dejarse conducir con docilidad por la voluntad de su Señor.

Pedro no puede aceptar la humildad de su Maestro: se trata de un acto de servicio que, según él, no está a la altura de la dignidad de su Maestro (13,6). En la cultura antigua los pies representan el extremo de la impureza, por eso lavar los pies era una acción que solo podían realizar los esclavos. Pedro se escandaliza de lo que Jesús está haciendo y dicho escándalo pone en evidencia la distancia entre su modo de ver las cosas y el modo como Jesús las ve.

Jesús entonces le explica a Pedro que él ahora no puede comprender lo que está haciendo por él, pero en sus palabras le hace una promesa: “¡Lo comprenderás más tarde!” (13,7). A la luz de la Pascua no se escandalizará más por todo lo que el Señor hizo por él y por los otros discípulos. Más bien, aquel gesto constituirá un comentario brillante al misterio de amor “purificador” de la Pasión: amor que los hace capaces de amor en la perfecta unión con Dios (13,8-11). De esta forma se podrá tomar parte en su propio destino.

(4) El valor ejemplar del gesto de Jesús (13,12-15)

Los vv. 12 a 15 hacen la aplicación del lavatorio de los pies a la vida de los discípulos, para sugerir el estilo de la comunidad de los verdaderos discípulos: cómo debemos comportarnos los unos con los otros (ver 13,12).

Precisamente aquél que es el “Señor y el Maestro” (13,13) se ha hecho siervo por nosotros y por tanto la comunidad de los discípulos está llamada a continuar esta praxis de humillación en los servicios –a veces despreciables a los ojos del mundo- para dar vida en abundancia a los humillados de la tierra.

Este estilo de vida estará marcado por la reciprocidad, irá siempre en doble dirección, ya que se trata de estar disponibles para hacerse siervos de los hermanos por amor, pero también para saber acoger con sencillez, gratitud y alegría los servicios que otros hacen por nosotros.

Juan subraya que tal servicio será un “lavarse los pies unos a otros” (13,14); en otras palabras consistirá en aceptar los límites, los defectos, las ofensas del hermano y al mismo tiempo que se reconocen los propios límites y las ofensas a los hermanos.

En fin, retengamos la doble lección:

Sólo del reconocimiento del gran amor con el cual hemos sido amados podremos madurar nuevas actitudes de perdón y de servicio con todos los que nos rodean. Por lo tanto, dejémonos aferrar por el amor de Cristo para que nazca de nuestro corazón una caridad y una alabanza sincera.

Jesús pide que lo imitemos para que a través de los servicios humildes de amor a los hermanos podamos transformar el mundo y ofrecerlo al Padre en unión con su ofrenda en la Cruz. Ésa es la raíz de la sacerdotalidad.



Para cultivar la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón:

1. ¿Qué relación hay entre el gesto del lavado de los pies, la Eucaristía y la muerte de Jesús en la Cruz?

2. ¿Por qué Pedro no quería dejarse lavar los pies? ¿Qué le enseña Jesús? ¿Qué relación tiene con el bautismo?

3. ¿Qué servicios concretos me está pidiendo Jesús en esta etapa de mi vida? ¿Estoy disponible con libertad de corazón o estoy resistiendo?

4. ¿Qué gestos concretos de amor humilde y servicial podría hacer hoy o en estos días para aliviar el dolor de mis hermanos que sufren y para dar repuesta a sus necesidades?

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SEMANA SANTA

GABRIEL Mª OTALORA
Publicado por ECLESALIA

En estos días se celebra el misterio de todo un Dios que decide hacerse hombre como expresión máxima de cercanía y encuentro, llevando siempre la iniciativa como ejemplo y oferta de amor para todas y cada una de las personas, a las que se dirige por su nombre en los pliegues más recónditos del Yo más íntimo aprovechando los acontecimientos de la vida.

En este tiempo marcado por los escándalos de pederastia, la Buena Nueva no puede quedar eclipsada en la semana cristiana más importante del año. El ejemplo de Jesús de Nazareth nos invita con insistencia a cambiar la manera de ver a las personas y a los acontecimientos. Su mensaje de compasión y amor fue tan deslumbrante que no lo aceptaron entonces como tampoco lo aceptamos ahora.

El domingo de Ramos todo parecía en su sitio. Jesús entra en Jerusalén aclamado y reconocido por el bien que hacía. Era un personaje famoso y querido, al que se le tributa una manifestación de afecto espontáneo cuando aparece a lomos de un borrico, símbolo de mansedumbre y paz. Pero, pocos días después, esas mismas gentes gritaban histéricos ante Pilatos “¡crucifícale!” Ellas y cualquier otra generación, nosotros mismos, hubiésemos sido aquellas gentes con la misma actitud.

Qué tensión tan insoportable sentiría Jesús viendo como se le estrechaba el acoso en medio de sus seguidores, buenas personas pero frágiles, que acabaron por hacerle sentir la soledad más amarga. Pero aceptó el desafío del amor, aquél amor desconcertante que superaba el formalismo legal de quienes lo utilizaban para sí y que ahora veían peligrar su status personal y “religioso”. Se fraguó el asesinato con la apariencia de que se ajusticiaba a un blasfemo y peligroso personaje que el pueblo debe abatir por el bien del pueblo. Allí se juntaron todos: autoridades, pueblo e invasores romanos.

El Jueves Santo o día del amor fraterno, es cuando Jesús lanza el mensaje revolucionario en su última Cena: “amaos los unos a los otros como yo os he amado”. El amor de Cristo nos incluye a todos pero sólo desde la práctica de los hechos se sabrá quienes se comportan como cristianos: sólo así. La Eucaristía nos remite al prójimo. Compartir la mesa es compartir su estilo de vida basado en el servicio como lo remarcó en el lavatorio de los pies, una tarea que entonces era propia de esclavos: acogida y servicio al otro: “Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve”.

El Viernes Santo es el paso (la Pascua) de Dios por la noche del hombre. En esta madrugada comienza el tiempo de la Pasión, con la angustia y soledad de quien espera lo que le viene encima. Pero no deja de dialogar con el Padre, sobre todo en el huerto de los olivos, un ejemplo para todos de que la oración es imprescindible si queremos estar por encima de nuestras limitaciones. En cambio su silencio ante las autoridades sometía a prueba a sus acusadores culpables.

El Sábado de Pascua es la fiesta grande cristiana. Es el día de alegría por saber del triunfo del amor y la Resurrección de quien ha transformado el dolor en fuente de vida. Sólo el amor desde la fe puede comprender la Resurrección de Jesús; por eso no fue un acontecimiento de masas. Y tuvo que ser una mujer la que sería el primer testigo de la resurrección de Jesús.

La Pascua no ha terminado; no termina: la celebramos no solo en la Eucaristía sino en cada encuentro con el prójimo. Cada día podemos resucitar un poco más de nosotros renovando y humanizando nuestro entorno. Vivir la Pascua es florecer nuestra vida, ver con ojos nuevos y actuar sabiendo que el silencio de Dios no es ausencia. Dios transforma el sufrimiento; nos asegura que es vencible, que podemos mitigarlo, incluso evitarlo y, sobre todo, convertirlo en amor. Que la muerte no es el final: lo último será el amor total y para siempre. Así es como deberíamos vivir la Semana Santa para ser luz de quienes nos rodean. Pero todavía no hemos aprendido a reconocer la viga en nuestros ojos, se llame pederastia o de cualquier otra forma. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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JUEVES SANTO (Jn 13,1-15): SIGNIFICADO PROFUNDO, SORPRENDENTE, ROMPEDOR


1.- Todas las actuaciones de Jesús de Nazaret tenían un significado profundo, sorprendente, rompedor para las personas de la comunidad judía de aquellos tiempos. Está claro que muchas de las cosas que nos narran los evangelios adquieren para nosotros una dimensión profunda, grande y que nos deja huella, pero, tal vez, no apreciamos esas fórmulas radicales que afectaban, sorprendían y, por supuesto, irritaban a muchos judíos de entonces. En fin… es sabido pero es bueno reseñarlo. Entre el pueblo judío solo los esclavos lavaban los pies al resto de los mortales. Si no había esclavos en una casa, cada uno limpiaba el polvo del camino de sus pies por si mismos. Cuando Jesús, anudándose una toalla a la cintura, decide lavar los pies a sus discípulos sabe lo que hace: se convierte en esclavo de sus discípulos, de sus “alumnos”. Por eso Pedro se escandaliza. Comprende perfectamente el gesto y con su habitual sinceridad se opone a que Jesús, su Maestro, le lave a él los pies. Y este episodio de una gran belleza plástica nos lo narra el Evangelista San Juan. Su evangelio se escribió mucho después de los otros tres Sinópticos y por eso Juan pudo meditar más ese significado de servicio de Jesús a todos los hombres y mujeres de todos los tiempos.

2.- El lavatorio se produce durante la cena de Pascua y fue durante su celebración cuando Jesús realizó otra prueba de amor, perfectamente correspondiente –y aún superior, si se quiere—con el regalo sublime de dejarnos su presencia total en el Pan y en el Vino consagrado. Fue la primera Eucaristía de la historia y el relato preciso de la misma la hemos escuchado en la Primera Carta a los Corintios, uno de los textos más antiguos de los evangelios. Y, obviamente, el texto nos resulta conocido porque las palabras de Jesús, que transcribe San Pablo, son la fórmula litúrgica utilizada para la Consagración, para la conversión del pan y del vino en Cuerpo y Sangre de Nuestro Señor Jesucristo. La primera lectura, procedente del Libro de Éxodo narra las instrucciones dadas por Dios a Moisés para la celebración de la Pascua y es correspondiente, entonces, con la Cena que celebró Jesús y cuyo ritual utilizó.

3.- Con esta celebración de la Cena del Señor entramos en el Triduo Pascual, en el cual vamos a asistir a ese milagro de amor que es la muerte y la Resurrección de Jesús. Esta celebración nos prepara para esas horas y nos deja con la tristeza de lo que ocurrirá un poco después de la cena. Getsemaní aparece en el horizonte y también la detención, la tortura y la falsa condena a muerte de un hombre justo. No hemos de perder la oportunidad de entrar fuerte, con toda nuestra alma y todo nuestro corazón, en lo que se abre para nosotros a partir de esta hora. El sacrificio de Jesús nos ha hecho libres, pero hemos de tener conciencia y consciencia de lo que significa. No perdamos, hoy esa oportunidad. No es difícil es tan sólo un lenguaje de amor, de supremo amor.

Y hemos de ser coherentes con ese amor. No sólo vivir esta celebración como un culto más, como un rito al uso. Jesús de Nazaret nos ha dado una lección de amor supremo. Se ha hecho esclavo de nosotros al lavarnos los pies. Y si esa radicalidad sorprendía al pueblo judío de hace más de dos mil años, el amor por los hermanos, y a toda costa y con un muy alto precio, también marca una diferencia radical con nuestro tiempo, en el que cada uno va a lo suyo, y a lo sumo se practica una solidaridad pública, por ser lo habitual y políticamente correcto. No se trata de decir que nadie ama. No es así hay muchos ejemplos del amor de Cristo a nuestro alrededor: aquellos que cuidan enfermos hasta enfermar ellos mismos, esas madres –y padres—que en estos tiempos de crisis comen menos de lo necesario, para que sus hijos no noten que hay menos alimentos por culpa de la crisis, esas personas que dan –como la viuda del templo de Jerusalén—todo lo que tienen para las víctimas de Haití y Chile… Pero también –tal vez nosotros mismos—que ejercita su egoísmo en todo momento, que hace un uso farisaico de ese principio un tanto dudoso de que “la caridad comienza por uno mismo”. Lo he dicho antes. Hoy el Día del Gran Amor. Entremos en ello. No lo dejemos a un lado. Nadie es cristiano de verdad si no ama. Y hoy en ese día especial que el desamor se presenta como el gran mal de la humanidad. ¡Remediémoslo!

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JUEVES SANTO (Jn 13,1-15): SE BUSCAN “LAVADORES DE PIES”


1.- Dentro de un momento repetiremos el gesto de Jesús de lavar los pies de sus discípulos. Fue una acción simbólica de Jesús, pero fue reflejo de aquello a lo que dedicó toda su vida: lavar pies “sucios”, corazones “sucios”, personas “sucias”. Jesús iba siempre con los “sucios”: pecadores, publicanos, enfermos, pobres, prostitutas…; y había muchas suciedades que lavar: hambre, violencia, exclusión, enfermedad, tristeza...

Cuando Jesús hace este gesto les dice a sus discípulos: se buscan “lavadores de pies”, ¿quién quiere serlo? Hoy de nuevo hace el mismo gesto delante de nosotros y nos vuelve a preguntar: necesito “lavadores de pies”, ¿tú quieres serlo?

2.- AL SERVICIO DE LA HUMANIDAD. - Los “lavadores de pies” que Jesús busca han de ponerse a los pies de la humanidad, a la altura de los más pequeños, de los más necesitados, a los pies del hermano que necesita ayuda. Caritas, en un día tan señalado como hoy, nos recuerda que Dios es amor, que un cristiano que no ama, no está a la altura de Jesucristo. El amor de Jesús por los más pobres nos hace tratar con veneración al prójimo, procurar los cuidados necesarios que toda persona merece, comprometernos con los más necesitados. “Lo que hagáis a uno de estos, a mi me lo hacéis”.

La Eucaristía está unida a la Caridad. “Os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis”. Y la Caridad va de la mano con el Servicio. Por eso San Juan sustituye el relato de la institución de la Eucaristía por el gesto del lavatorio de los pies. El “lavador de pies” alimenta su fe y su amor en la Eucaristía, y lo desgasta en el servicio a los demás. Se buscan “lavadores de pies” que no tengan miedo de mancharse las manos en el barro de la vida, ¿tú quieres ser uno de ellos?

3.- COMO PARTE DE UNA COMUNIDAD DE HERMANOS. - El Jueves Santo es el día de la unidad, de la comunidad. Jesús nos invita a vivir su amor en comunidad, fraternalmente, con las manos unidas a las de nuestros hermanos, a los que están a nuestro lado en este momento, uniendo las manos y el corazón y haciéndonos prójimos. Jesús, “habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo”.

El “lavador de pies” que busca Jesús, promueve y procura la unidad. Jesús nos invita a afrontar solidariamente los retos de la vida, a ser Iglesia viva en el corazón del mundo, en comunión, haciendo parroquia, haciendo Iglesia, haciendo comunidad. Se buscan “lavadores de pies” que no vayan a la suya, sino que lo hagan con otros, que inviten a otros a unirse, que siempre sumen y no resten, que acojan a todas las personas sin mirar sus papeles, el color de su piel, su condición sexual, legal, civil o política. “Haced esto en memoria mía”. ¿Quieres ser un “lavador de pies” al estilo de Jesús?

4.- CELEBRANDO LA FE YLA VIDA. No hay nada más grande que vivir la fe con el corazón de par en par, agradecidos por descubrir la presencia de Dios en nuestras vidas, su paso, su Pascua. El pueblo de Israel recordaba cada año el acontecimiento que les había marcado para siempre, la intervención de Dios a favor suyo liberándolos de la esclavitud de Egipto. “Decretaréis que sea fiesta para siempre”.

Nosotros recordamos su Pascua, pero celebramos la nuestra, la de Jesús, la resurrección. Y lo celebramos hoy y siempre, cada día, en cada Eucaristía, porque Dios sigue vivo y presente en medio de nosotros, en nuestra comunidad, en nuestra familia, entre nuestros amigos y compañeros. Se buscan “lavadores de pies” que den gracias a Dios cada día por poder hacerlo, que tengan por guía la Palabra de Dios, que se sientan acompañados y acompañantes de otros cristianos que también leen la Palabra, que vivan a Dios en su vida de cada día y lo muestren a los demás con un testimonio valiente y agradecido. “Cada vez que coméis de este pan y bebéis de la copa, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva”. ¿Estás dispuesto a responder con generosidad a la invitación de Jesús a ser “lavador de pies”?

Nada de esto ha de ser impuesto, sino como fruto del encuentro amoroso con Jesucristo. En ese momento nos convertimos en “lavadores de pies”, de manera natural, sin forcejeos, sino sólo y únicamente por amor. Por amor a los más pobres, a los más necesitados, a los “sucios”, a los favoritos de Dios, a aquellos con los que iba Jesús. En este momento del lavatorio, que vamos a hacer a continuación, se nos invita a sentir esa cercanía amorosa de Dios con cada uno de nosotros. Siente como te llama y te invita a remangarte las manos, a ser “lavador de pies”. Pero antes, déjate lavar por él. No seas reacio, si quieres ser de los suyos, déjate lavar. Dile como Pedro: “Señor, no solo los pies, sino también las manos y la cabeza”. Ahora eres “lavador de pies”, lavador especialmente de los más pobres, por puro amor, como Dios hace contigo.

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Miércoles Santo: Nuevas posibilidades

Publicado por CIPECAR
“¿Qué estáis dispuestos a darme si os lo entrego?”
(Mateo 26,15).

¿Qué recibo, Señor, cuando te entrego?
¿Qué alegrías recorren mi vida cuando te olvido?
¿Qué son treinta monedas comparadas con lo que tú me has dado?

He visto tu gran misericordia para conmigo a lo largo de los años. .
Me has pagado con creces hasta los más pequeños deseos buenos que he tenido.
Tú has mejorado mi vida con los años.
Me has dado valor para vivir en tantos momentos.
¿Tan poco ha contado todo eso en mi vida?


Ante mis males y mis pecados has hecho la vista gorda.
Todo lo has escondido ante tu mirada.
Has puesto a mi lago gentes que me quieren bien.
Siempre he tenido una mano amiga para alentarme en las dificultades.
¿Cómo es posible que haya olvidado todo esto?

Tú has dorado mis pecados.
Tú has sembrado en mi corazón muchas cosas buenas.
Cuando me he marchado, Tú me has esperado con la puerta abierta.
¿Por qué te pago tus besos con un beso de despedida?

Cuando te he preguntado, Tú me has respondido.
Cuando me he encontrado en cañadas oscuras, Tú has enviado mensajeros a ayudarme.
Siempre has estado a mi lado.
¿Cómo es que ahora te doy la espalda?

Y no es el otro, el de al lado, no. Soy yo.
Soy yo el que va a entregar.
Y tú te callas. Sorprendentemente, te callas.
Me miras en silencio, pero no rompes conmigo.

“Que lo que haga o no haga a los pequeños, es a Ti a quien lo hago o no lo hago”.
Tú me los has dicho muchas veces y yo me lo he creído.
Pero ahora veo que a menudo he pasado de largo, sin mirar sus rostros.
Se han quedado llorando. ¡Tanto tiempo contigo y no he entendido nada de nada!
Y aún me justifico: “¿Qué tengo que ver yo con lo que les pasa a mis hermanos?”
¿Y cómo termina todo?
De forma sorprendente: Me das nuevas posibilidades.
¡Hasta ahí llega tu amor!

Judas, uno de tus amigos, te entrega y te vende.
La noche es muy oscura.
Mientras, Tú sigues recorriendo el camino del amor.

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JUEVES SANTO (Jn 13,1-15): El servicio es la muestra de un amor hasta el extremo


Publicado por Servicios Koinonía

Ex 12,1-8.11-14: Prescripciones sobre la cena pascual
Salmo: 115: El cáliz de la bendición es comunión con la sangre de Cristo.
1Cor 11,23-26: Cada vez que comen y beben, proclaman la muerte del Señor
Jn 13,1-15: El servicio es la muestra de un amor hasta el extremo

Jesús pasó la última tarde de su vida en Jerusalén en el círculo de sus discípulos, probablemente también en compañía de las mujeres que habían ascendido a la ciudad santa con él.

Fue esa tarde, la tarde de una fiesta pascual? Parece superflua la pregunta. Sin embargo hay razones para establecerla. Y de la relación que se establezca entre el ambiente pascual y la cena de Jesús depende en gran parte la interpretación que se deba hacer del acontecimiento histórico de la muerte y resurrección del Señor.

Si de todos modos aceptamos que Jesús y sus discípulos se reunieron para celebrar una cena pascual, entonces conviene que recordemos los pormenores de esta celebración. En Num 9,13 se deja entrever la seriedad que reviste para un judío celebrar la fiesta: no celebrarla es como no pertenecer ya al pueblo. Según Ex 12,3, la fiesta debía ser una fiesta familiar. La inmolación y el ofrecimiento del cordero, que debía ser realizada por algunos de los miembros de la familia en representación de la comunidad, debía tener lugar en el atrio de los sacerdotes “entre las tardes”, es decir, en el tiempo que precedía al comienzo de la puesta del sol. (cfr Ex 12,6).

La Haggada pascual orientaba la celebración, en el sentido de la memoria de la liberación de la esclavitud de Egipto (Ex 12,26s). Comer las carnes del cordero, beber el vino, compartir el pan sin levadura, que debía recordar con las hierbas amargas la miseria vivida en el Egipto, constituían el ritual que estaba acompañado de bendiciones y de la recitación de los salmos del Hallel.

En la cena festiva, el ambiente estaba impregnado por el recuerdo alegre y confiado de la liberación, que tuvo siempre una eficacia esperanzadora en épocas difíciles. En estas circunstancias Jesús tenía conciencia de su muerte y habló de ella. Los textos de Mc 14,25 y Lc 22,18 constituyen una profecía de la muerte. Jesús expresa, ante la probabilidad de su muerte, la confianza y la confirmación de su mensaje del Reino. No es necesario señalar que en esta sentencia de Jesús hubiera otras intenciones que tener en cuenta. Es suficiente y fundamental pensar, al leer estos textos, la intención escatológica de Jesús, que él relaciona estrechamente con la convicción de la posibilidad de su muerte.

En estas circunstancias, Jesús ha realizado una verdadera interpretación teológica de su propia muerte, en un sentido salvífico, indisolublemente ligada con su proyecto del Reino de Dios. Y, de nuevo, en este contexto tiene una importancia muy grande la relación que Jesús establece entre su muerte, así interpretada, y los elementos de la cena: el pan y la copa de vino. Comer el pan y beber la copa constituyen algo completamente comprensible en el contexto de una cena judía, pero ahora esta acción tiene que ver con la interpretación de la muerte de Jesús, que él mismo ofrece.

Jesús debió haber dicho otras cosas y debió haber compartido otros sentimientos con sus discípulos. Pero la tradición ha conservado sus sentimientos ligados principalmente con la acción del pan y de la copa. En cuanto a la última, no sabemos con seguridad si en la cena pascual, en tiempos de Jesús, se utilizaba o no una sola copa, en un momento determinado, pues todos tenían sus propias copas. La tradición cristiana recuerda, en todo caso, la utilización de una sola copa como característica de la cena del Señor (cfr 1 Cor 10,16).

Las palabras de Jesús que nos han sido conservadas para comprender el sentido del pan y de la copa compartidos, implican pues una interpretación salvífica de su muerte, tanto en el sentido de al expiación y de la representación (”morir por”, “para el perdón de los pecados”), como en el sentido de una nueva alianza.

Jesús, que interpretó así su muerte y la relacionó intrínsecamente con los dones de la cena, le dejó a la comunidad de sus discípulos la posibilidad de vivir siempre la realidad de una nueva alianza con el Dios salvador, en el sentido del Reino definitivo que había anunciado. La relación entre alianza y Reino ya tenía una tradición importante, pero en la acción de Jesús adquirió una importancia trascendental y original para sus seguidores.

Haced esto en memorial mío: Este mandamiento del Señor es verdaderamente sagrado para los seguidores de Jesús. La experiencia comunitaria vivida originalmente por los discípulos se convierte en algo posible en todos los tiempos para los cristianos. Se trata de entrar en el destino histórico de Jesús, que es la historia misma de Dios, su Reino, que acontece definitivamente en la manifestación suprema del amor.

Participar así en el destino del Maestro significa hacer, de manera insuperable, la fraternidad humana. La cena del Señor es la asunción, por parte de los cristianos, de lo que nos une más profundamente: la vida misma del Maestro, la historia del Hijo del Padre en la que participamos todos como hijos también y como hermanos los unos de los otros.

Y la cena Pascual cristiana fue originalmente una pascua judía. Para los cristianos es el modelo de la celebración eucarística, el modelo de la celebración del misterio de la Pascua. Cada uno de nosotros somos los protagonistas de la Cena del Señor. Y cuando celebramos hoy una comida juntos, tenemos que hacerlo con la mentalidad de Jesús, una comida que anticipa el reino de Dios, una comunidad dispuesta al servicio que la fortalece y enriquece, pero sobre todo una comunidad de todos los hombres unidos por el lazo más fuerte: el amor.

Primera lectura:

Éxodo 12,1-8.11-14: De la esclavitud a la libertad

La Pascua siempre ha sido una fiesta de liberación cuyos orígenes se remontan a costumbres anteriores ala Pascua del pueblo judío. En efecto, los pastores nómadas antes de emprender su viaje, en busca de mejores pastos para sus rebaños en la noche de luna llena, más cercana al equinoccio de primavera, sacrificaban un cordero o un cabrito nacido el año anterior, macho, sin defecto; para que no perdiera su energía vital, al comerlo no podían romperle ningún hueso. Además como estaban en una región desértica, sin agua, el animal no era cocido en agua, sino asado al fuego.

Con su sangre rociaban las entradas de sus tiendas de campaña para evitar la entrada de los espíritus malignos portadores de enfermedades y desgracias. Como debían partir antes de la salida del sol, comían de prisa, calzadas las sandalias, el bastón en la mano y listos para partir. El sacrificio y la comida tenían como fin asegurarse la protección de sus dioses en el camino que iban a emprender, donde podían encontrar salteadores y otros peligros.

Estos mismos ritos fueron adoptados por los israelitas cuando celebraron la Pascua; pero para ellos cambiaron de significado. Con la sangre del cordero marcan sus puertas para evitar la entrada del ángel exterminador; el cordero no sólo era inmolado, sino también comido; de esta manera los comensales se comprometían aún más con el misterio de la fiesta. La Pascua entre los judíos, unida indisolublemente a la liberación de Egipto, se reactualizaba en la liturgia, es decir se hacía presente como si ellos fueran los protagonistas y de esta manera el pasado se mantuvo vivo y los proyectaba hacia el futuro.

La mención de la sangre nos introduce en pleno sacramentalismo del Antiguo Testamento y por ella se opera la continuidad entre la Pascua judía y la Pascua cristiana. Pascua es la gran fiesta de la liberación de la servidumbre y de la muerte, donde la sangre del cordero juega una función redentora; más aún, como Egipto en el Antiguo Testamento es la tierra del pecado, la salida de Egipto es una liberación de la esclavitud material y de la del pecado. La Biblia concibe la salvación a medida que se desarrolla la revelación como una salvación del pecado. San Pedro desarrollando esta idea nos dice: habéis sido rescatados de vuestro vano vivir según la tradición de nuestros padres, no con plata y oro, sino con la sangre preciosa de Cristo, como cordero sin defecto ni mancha ( 1Pe 1,18b-19).

Salmo 115 (116): Señor, yo soy tu siervo, hijo de esclava, pero rompiste mis cadenas.

Este salmo es un cántico de acción de gracias y de confianza en el Señor que le ha librado de las cadenas de la esclavitud. Este salmo lo podemos leer a tres niveles: el canto del pueblo de Israel que en la libertad sabe que el Señor lo ha librado de la esclavitud en que vivía en Egipto. También es el canto de Cristo resucitado, que sabe que su Padre lo ha liberado de las cadenas de la muerte. Pero también es el canto de toda la Iglesia cristiana, liberada de las cadenas del pecado por la Pascua de su Salvador.

La respuesta del orante a la liberación con el voto de alabanza y sacrificio de acción de gracias, parece privilegiar la alegría y el agradecimiento del pueblo cristiano liberado definitivamente del pecado, de la muerte y de la ley, que celebra esta reconciliación en la eucaristía en presencia de su Señor muerto y resucitado por él.

Segunda lectura:

1Cor 11,23-26: Cada vez que comen de ese pan y beben de esa copa, proclaman la muerte del Señor.

Encontramos aquí el testimonio más antiguo de la celebración eucarística. Pablo transmite la tradición que él recibió de los discípulos de Jesús, al mismo tiempo que muestra que la eucaristía no es una celebración que recuerda un hecho pasado, sino que está abierta al futuro, a todos los tiempos, porque en ella anunciamos la muerte del Señor, la obra salvífica de Dios que ofrece a todos, en todas las épocas.

La Pascua judía tiene para los cristianos un nuevo sentido; como el texto del éxodo narraba la celebración litúrgica judía, Pablo muestra la celebración litúrgica cristiana como una nueva pascua, con el anuncio de la liberación bajo el signo de la sangre que ahora se ha transformado en pan y vino. Es el mismo rito de la alianza y de la reconciliación, con paralelos que permiten comprender la celebración cristiana desde el sentido de la Pascua judía:

la noche de la salida de Egipto/la noche de la Pasión

el cordero del éxodo/el cordero pascual memorial de las pruebas del desierto/memorial del sacrificio de Jesús

Pablo dirige su atención sobre todo a la asamblea y muestra como una celebración indigna de la Eucaristía desemboca en el menosprecio del Cuerpo místico de Cristo constituido por la asamblea y cómo ésta es el símbolo de la reunión de todos los hombres y mujeres en el reino y en el Cuerpo de Cristo. Una comunidad dividida por el odio y el desprecio a los demás no puede dar testimonio de esa unión, es más bien un escándalo.

Evangelio:

Juan 13,1-15: ¿Comprenden lo que hecho por ustedes?

Jesús antes de partir de esta vida, quiere que sus discípulos comprendan, con un gesto simbólico, lo que significa su misión: el lavatorio de los pies es la expresión del compromiso por el servicio a la comunidad que se le ha encargado. Es muy significativo que en el lugar en que los evangelios sinópticos colocan la última cena, Juan, sin decir una palabra sobre esta cena, describe el signo más diciente del amor y del servicio, porque cuando había llegado la hora, en el momento en que su misión termina, Jesús quiere demostrar su compromiso definitivo con la humanidad por medio del servicio.

El lavado de los pies era un gesto que en la antigüedad mostraba acogida y hospitalidad; de ordinario lo hacía un esclavo o una mujer, la esposa a su marido, los hijos o las hijas al padre un gesto de deferencia o de consideración excepcional para con los huéspedes. Jesús rompe con la tradición: no pide ayuda. Él, que preside la cena y dentro de ella, realiza el lavatorio de los pies, demostrando que no hay alguno mayor que pudiera ser el primero; la comunidad de sus discípulos se conforma en la igualdad y en la libertad como fruto del amor; y el Señor se convierte en el servidor, porque la verdadera grandeza no está en el honor humano sino en el amor que transforma a los hombres y mujeres en la presencia de Dios en el mundo.

Dicho gesto se comprende bien dentro de la teología de la encarnación del mismo Juan y también en el sentido de la misma en Pablo (cfr. Flp 2,5-8). Pero el gesto no apunta simplemente a presentarnos una teología propia de Juan, puesto que no es difícil encontrar en la otra tradición evangélica, la de los sinópticos, la misma inspiración naturalmente no dramatizada: por ejemplo en Lc 22,27, en el contexto de la cena, nos son transmitidas palabras muy significativas de Jesús en el mismo sentido: Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve.

Por otra parte, el mismo relato indica que el lavatorio de los pies es un medio por el cual los discípulos “tienen parte con” su Maestro (Tendrás parte conmigo: 13,8), lo que nos hace comprender que dicho gesto pertenece al cuerpo general de los preceptos destinados a los discípulos como comunidad cristiana, aunque no sea difícil referirlo a la actitud de quienes son asociados a la misión del Maestro en cuanto tal.

Estaba cenando con sus discípulos, nos dice el evangelista Juan que se levantó de la mesa, dejó el manto y, tomando un paño, se lo ató a la cintura. Minuciosamente nos describe la escena porque cada uno de estos detalles revelan el verdadero sentido de la acción que Jesús va a ejecutar: el verdadero amor se traduce en acciones concretas de servicio. Cuando se dice que Jesús dejó el manto se expresa cómo deja de lado su vida, la vida que él da por sus amigos. Luego toma un paño, como el que usaban los sirvientes que es, por lo tanto, símbolo del servicio.

Jesús niega la validez de los valores que el mundo ha creado; al ponerse de rodillas ante sus discípulos, Jesús, Dios entre los hombres, destruye la imagen de Dios creada por la religión: Dios recupera su verdadero rostro con el servicio. Dios no actúa como un soberano celeste, sino como un servidor del hombre porque el Padre que no ejerce dominio sino que comunica vida y amor, no legitima ningún poder ni dominio. Lo que Dios hace por el hombre es levantarlo a su propio nivel; Jesús es el Señor, pero al lavar los pies a los suyos haciéndose su servidor, les da también a ellos la categoría de señores. Su servicio por tanto elimina todo rango porque en la comunidad que él funda cada uno ha de ser libre; son todos señores por ser todos servidores, y el amor produce libertad.

Sus discípulos tendrán la misma misión: crear una comunidad de hombres y mujeres iguales y libres porque el poder que se pone por encima del hombre, se pone por encima de Dios. Jesús destruye toda pretensión de poder, ya que la grandeza y el poderío humanos no son valores a los que él renuncia por humildad, sino una injusticia que no puede aceptar.

Pedro rechaza que el Señor le lave los pies lo que indica que éste no ha entendido la acción de Jesús. Él piensa en un Mesías glorioso, lleno de poder y de riqueza y no admite la igualdad. Aún no sabe lo que significa amor, pues no deja que Jesús le manifieste la grandeza de su amor y su medida: igual que yo he hecho con vosotros, hagáis también vosotros. La medida de nuestro amor a los demás es la medida en que Jesús nos ha amado y esto que parece imposible, se puede hacer realidad si nos identificamos con él. Deberíamos poder decir como Pablo: No soy yo quien vive, sino Cristo quien vive en mí (Gal 2,20).

En cuanto a su significación, cada vez tenemos que repetir con el mismo entusiasmo que este relato del evangelio de San Juan nos transmite un mensaje verdaderamente central de la existencia en Jesucristo: la vida del Maestro ha sido un testimonio constante de la inversión de valores que hay que establecer para poder hacer parte del Reino de Dios. No es el poder, ni la dignidad accidental, ni ningún otro motivo de dominación lo que constituye el secreto de la verdadera sabiduría de Dios. El gran valor que ennoblece al hombre es el de tener la disposición permanente para servir.

Jesús lo ha proclamado, según el evangelio de Juan, por medio de una parábola que tiene fuerza incomparable: el Maestro se ha convertido en un esclavo. El verdadero sentido profundo de la existencia del Maestro es el de ser servidor. Una lógica así se convierte en el secreto para edificar un mundo, cuya razón de ser no nos puede ser revelada sino por Dios mismo.

No celebramos la ceremonia del lavatorio de los pies simplemente para recordar un episodio interesante y conmovedor de la vida de Jesús, sino para reconocer en una expresión sacramental la única manera posible de ser discípulos del Maestro.

También Jesús nos enseñó que hay más gozo en dar que en recibir; hermosamente lo expresó Rabindranath Tagore: “Dormí y soñaba que la vida era alegría. Me desperté y vi que la vida era servicio. Serví y vi que el servicio era alegría”.

También hoy es la fiesta de los ministros en la Iglesia. Es el día de recordar el espíritu del Señor en el servicio. El no vino para ser servido sino para servir. Una Iglesia pobre, que sirve, estará siempre cerca de los que aspiran a una liberación material y espiritual, de los que han emprendido el camino del éxodo.

El evangelio de hoy está recogido en la serie «Un tal Jesús» de los hermanos López Vigil, en el capítulo 110, que puede ser escuchado aquí (http://www.untaljesus.net/audios/cap110b.mp3) y cuyo guión –con un comentario bíblico-teológico incluido- puede ser recogido aquí (http://www.untaljesus.net/texesp.php?id=1600110). También el capítulo siguiente se refiere al Jueves santo.

La serie «Otro Dios es posible», de los mismos autores, tiene un capítulo, el 64, que se titula «¿El Cuerpo y la Sangre de Cristo?», que puede ser útil para suscitar un diálogo-debate sobre el tema. Su guión y su audio puede recogerse en http://www.emisoraslatinas.net/entrevista.php?id=160064 Hay varios otros varios guiones con temas relacionados, que se prestan a un debate-catequesis.

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