El día que conocí a Hans Küng estabámos junto al sacerdote periodista Martín Descalzo. Me pareció ya entonces, para su edad, un hombre joven, vivo, con una inteligencia muy práctica y una gran capacidad de comunicación. Entonces sus libros de teología eran auténticos best sellers, quizá porque conseguía acercar la teología a la gente de la calle. Ser cristiano se vendió como rosquillas y durante mucho tiempo era recomendado sin miedo como una síntesis inteligente de cristianismo para poner en manos de cualquier persona de cultura media.
Pasó el tiempo y cambiaron tanto las cosas en la Iglesia, a partir de Juan Pablo II, que Küng junto a otros teólogos pasaron a ser simplemente “herejes”. Recogí este fenómeno y la reacción en mi libro La rebelión de los teólogos y posteriormente en mi biografía de Juan Pablo II, Hombre y papa.
El hecho singular de que dos compañeros de cátedra Ratizinger y Küng ostentaran magisterios paralelos -el primero como arzobispo, luego prefecto de la Fe y más tarde papa- y el segundo simplemente como un teólogo de resonancia mundial, nos ha hecho asistir a una confrontación curiosa. Ratzinger recién elegido tuvo el acierto de invitarle a charlar durante cuatro horas, en las que el teólogo abrigó esperanzas. Ahora, después de otros textos disidentes, ha destapado en su carta abierta a los obispos, que acabo de leer, su caja de los truenos.
Evidentemente que no es lo mismo ser presidente del gobierno que estar en la oposición, o lo que sería equivalente ser papa y ser profeta. El profeta puede apuntar a la utopía, el jerarca tiene que llevarla a la práctica.
Coincido con un elevado tanto por ciento de las peticiones que hace Küng y creo que los obispos deberían despertar y apoyar al menos algunas. Pero me parecería un error constituir al teólogo Küng, por mucho que lo admire, en pontífice alternativo con certezas dogmáticas. Su voz profética y testimonial es necesaria, pero no debería ser escuchada como la única. De hecho ya se hizo pública hace poco una carta al papa quizás menos radical pero muy interesante del jesuita Henri Boulad.
Lo que si parece necesario es que salgamos de este sopor y atonía en que parece estar sumida la Iglesia y que, junto a la palabra, surjan testimonios que nos hagan despertar. Quizás no sea posible realizar de golpe y porrazo todo lo que pide Hans Kúng. Pero hay un paso que los contiene todos y al que me apunto decididamente y de forma urgente: la convocatoria de un Concilio. Pocos momentos como éste ha necesitado la Iglesia una renovación profunda.
Pasó el tiempo y cambiaron tanto las cosas en la Iglesia, a partir de Juan Pablo II, que Küng junto a otros teólogos pasaron a ser simplemente “herejes”. Recogí este fenómeno y la reacción en mi libro La rebelión de los teólogos y posteriormente en mi biografía de Juan Pablo II, Hombre y papa.
El hecho singular de que dos compañeros de cátedra Ratizinger y Küng ostentaran magisterios paralelos -el primero como arzobispo, luego prefecto de la Fe y más tarde papa- y el segundo simplemente como un teólogo de resonancia mundial, nos ha hecho asistir a una confrontación curiosa. Ratzinger recién elegido tuvo el acierto de invitarle a charlar durante cuatro horas, en las que el teólogo abrigó esperanzas. Ahora, después de otros textos disidentes, ha destapado en su carta abierta a los obispos, que acabo de leer, su caja de los truenos.
Evidentemente que no es lo mismo ser presidente del gobierno que estar en la oposición, o lo que sería equivalente ser papa y ser profeta. El profeta puede apuntar a la utopía, el jerarca tiene que llevarla a la práctica.
Coincido con un elevado tanto por ciento de las peticiones que hace Küng y creo que los obispos deberían despertar y apoyar al menos algunas. Pero me parecería un error constituir al teólogo Küng, por mucho que lo admire, en pontífice alternativo con certezas dogmáticas. Su voz profética y testimonial es necesaria, pero no debería ser escuchada como la única. De hecho ya se hizo pública hace poco una carta al papa quizás menos radical pero muy interesante del jesuita Henri Boulad.
Lo que si parece necesario es que salgamos de este sopor y atonía en que parece estar sumida la Iglesia y que, junto a la palabra, surjan testimonios que nos hagan despertar. Quizás no sea posible realizar de golpe y porrazo todo lo que pide Hans Kúng. Pero hay un paso que los contiene todos y al que me apunto decididamente y de forma urgente: la convocatoria de un Concilio. Pocos momentos como éste ha necesitado la Iglesia una renovación profunda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario