“José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia y lo puso en su sepulcro nuevo que había hecho excavar en la roca; luego, hizo rodar una gran piedra hasta la entrada del sepulcro y se fue” (Mt 27, 59-60).
Todo parece irremediable, el sepulcro ha quedado cerrado. Además, según el Evangelio de San Mateo, las autoridades dispusieron una estrategia de seguridad, por si los discípulos pretendían volver por el cuerpo de su Maestro. “Los sumos sacerdotes y los fariseos se reunieron ante Pilato y le dijeron: «Señor, recordamos que ese impostor dijo cuando aún vivía: "A los tres días resucitaré." Manda, pues, que quede asegurado el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vengan sus discípulos, lo roben y digan luego al pueblo: "Resucitó de entre los muertos", y la última impostura sea peor que la primera».
Pilato les dijo: «Tenéis una guardia. Id, aseguradlo como sabéis». Ellos fueron y aseguraron el sepulcro, sellando la piedra y poniendo la guardia. (Mt 27, 62-67)
No se explica cómo se pudieron atrever las mujeres a ir de noche, y sabiendo que estaban los guardias, al sepulcro. Para siempre las mujeres serán las primeras en conocer los hechos pascuales. “Muy de madrugada, el primer día de la semana, a la salida del sol, van al sepulcro. Se decían unas otras: «¿Quién nos retirará la piedra de la puerta del sepulcro?» (Mc 16, 2-3)
Lo normal hubiera sido que las mujeres fueran acompañadas por algún discípulo u hombre de confianza. ¿Por qué se atrevieron a ir solas, de madrugada, sabiendo además que tendrían la seria dificultad de la piedra del sepulcro?
Lo último que hicieron José de Arimatea y Nicodemo fue dejar a seguro el cuerpo de Jesús y recorrieron la piedra de la puerta para que nadie pudiera violar la sepultura del Señor. Desde un sentido espiritual, la piedra o losa también se puede interpretar lo que aprisiona, enquista, corrompe, por haber cerrado la puerta del corazón y haber quedado el interior de la persona al igual que un sepulcro sellado.
Del relato evangélico, por la conversación de las mujeres en el camino, se desprende la preocupación que tenían. Pero para sorpresa de aquellas que habían previsto circunstancias difíciles y hasta insuperables, la piedra del sepulcro estaba corrida.
Y levantando los ojos, ven que la piedra estaba ya retirada; y eso que era muy grande (Mc 16, 4). “Encontraron que la piedra había sido retirada del sepulcro, y entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús”. (Lc 24, 2-3) “El primer día de la semana va María Magdalena de madrugada al sepulcro cuando todavía estaba oscuro, y ve la piedra quitada del sepulcro” (Jn 20, 1).
Es muy significativo el dato señalado en todos los Evangelios: la piedra estaba corrida. Las mujeres no habrían podido entrar en la cámara funeraria, donde estaba el cuerpo de Jesús; de no haber sucedido el corrimiento de la losa sepulcral, ellas no habrían visto el sepulcro vacío.
Es importante señalar, cómo el amor no encuentra obstáculos para emprender caminos imposibles, desaconsejados, ilógicos, pero al final, el amor llevaba razón, el obstáculo no existía.
Sin prescindir del posible sentido literal de los textos, podemos descubrir si hemos participado vivamente de la Pascua según sintamos levantada la losa que nos impedía ver, comprobar, aunque sólo sea el vacío del sepulcro, es decir, nuestra propia conciencia sin los vestigios de ningún cadáver, de ningún pecado.
A la luz del símbolo de la piedra corrida, que demuestra que sin concurso humano se da la desaparición del impedimento, descubro la interpretación espiritual posible de lo que acontece en el corazón, que sin saber cómo, se disipa la oscuridad, huye la tristeza, entra la luz hasta dentro, se recupera la alegría, en verdad se quita la losa opresora.
El corazón humano, por la gracia, se abre, se desbloquea, se siente libre, por don de Dios. Aunque en el relato se nos dice que las mujeres madrugaron y llevaban lo mejor se sí mismas, no tuvieron que correr la piedra.
Pido a Dios que como fruto de la celebración pascual se os hayan quitado pesos de encima, abierto ventanas de luz, y podáis sentir dentro de cada uno de vosotros la presencia viva del Señor.
Todo parece irremediable, el sepulcro ha quedado cerrado. Además, según el Evangelio de San Mateo, las autoridades dispusieron una estrategia de seguridad, por si los discípulos pretendían volver por el cuerpo de su Maestro. “Los sumos sacerdotes y los fariseos se reunieron ante Pilato y le dijeron: «Señor, recordamos que ese impostor dijo cuando aún vivía: "A los tres días resucitaré." Manda, pues, que quede asegurado el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vengan sus discípulos, lo roben y digan luego al pueblo: "Resucitó de entre los muertos", y la última impostura sea peor que la primera».
Pilato les dijo: «Tenéis una guardia. Id, aseguradlo como sabéis». Ellos fueron y aseguraron el sepulcro, sellando la piedra y poniendo la guardia. (Mt 27, 62-67)
No se explica cómo se pudieron atrever las mujeres a ir de noche, y sabiendo que estaban los guardias, al sepulcro. Para siempre las mujeres serán las primeras en conocer los hechos pascuales. “Muy de madrugada, el primer día de la semana, a la salida del sol, van al sepulcro. Se decían unas otras: «¿Quién nos retirará la piedra de la puerta del sepulcro?» (Mc 16, 2-3)
Lo normal hubiera sido que las mujeres fueran acompañadas por algún discípulo u hombre de confianza. ¿Por qué se atrevieron a ir solas, de madrugada, sabiendo además que tendrían la seria dificultad de la piedra del sepulcro?
Lo último que hicieron José de Arimatea y Nicodemo fue dejar a seguro el cuerpo de Jesús y recorrieron la piedra de la puerta para que nadie pudiera violar la sepultura del Señor. Desde un sentido espiritual, la piedra o losa también se puede interpretar lo que aprisiona, enquista, corrompe, por haber cerrado la puerta del corazón y haber quedado el interior de la persona al igual que un sepulcro sellado.
Del relato evangélico, por la conversación de las mujeres en el camino, se desprende la preocupación que tenían. Pero para sorpresa de aquellas que habían previsto circunstancias difíciles y hasta insuperables, la piedra del sepulcro estaba corrida.
Y levantando los ojos, ven que la piedra estaba ya retirada; y eso que era muy grande (Mc 16, 4). “Encontraron que la piedra había sido retirada del sepulcro, y entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús”. (Lc 24, 2-3) “El primer día de la semana va María Magdalena de madrugada al sepulcro cuando todavía estaba oscuro, y ve la piedra quitada del sepulcro” (Jn 20, 1).
Es muy significativo el dato señalado en todos los Evangelios: la piedra estaba corrida. Las mujeres no habrían podido entrar en la cámara funeraria, donde estaba el cuerpo de Jesús; de no haber sucedido el corrimiento de la losa sepulcral, ellas no habrían visto el sepulcro vacío.
Es importante señalar, cómo el amor no encuentra obstáculos para emprender caminos imposibles, desaconsejados, ilógicos, pero al final, el amor llevaba razón, el obstáculo no existía.
Sin prescindir del posible sentido literal de los textos, podemos descubrir si hemos participado vivamente de la Pascua según sintamos levantada la losa que nos impedía ver, comprobar, aunque sólo sea el vacío del sepulcro, es decir, nuestra propia conciencia sin los vestigios de ningún cadáver, de ningún pecado.
A la luz del símbolo de la piedra corrida, que demuestra que sin concurso humano se da la desaparición del impedimento, descubro la interpretación espiritual posible de lo que acontece en el corazón, que sin saber cómo, se disipa la oscuridad, huye la tristeza, entra la luz hasta dentro, se recupera la alegría, en verdad se quita la losa opresora.
El corazón humano, por la gracia, se abre, se desbloquea, se siente libre, por don de Dios. Aunque en el relato se nos dice que las mujeres madrugaron y llevaban lo mejor se sí mismas, no tuvieron que correr la piedra.
Pido a Dios que como fruto de la celebración pascual se os hayan quitado pesos de encima, abierto ventanas de luz, y podáis sentir dentro de cada uno de vosotros la presencia viva del Señor.
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