Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 15, 18-21
A la Hora de pasar de este mundo al Padre, Jesús dijo a sus discípulos:
Si el mundo los odia,
sepan que antes me ha odiado a mí.
Si ustedes fueran del mundo,
el mundo los amaría como cosa suya.
Pero como no son del mundo,
sino que Yo los elegí y los saqué de él,
el mundo los odia.
Acuérdense de lo que les dije:
el servidor no es más grande que su señor.
Si me persiguieron a mí,
también los perseguirán a ustedes;
si fueron fieles a mi palabra,
también serán fieles a la de ustedes.
Pero los tratarán así a causa de mi Nombre,
porque no conocen al que me envió.
La primera parte del capítulo 15 de Juan fue desplegando progresivamente el tema del amor. Ahora, en Jn 15,18-20, nos encontramos con la otra cara de la moneda: el odio. Mientras el amor le dice “sí” al otro y está feliz porque el otro existe, el “odio” le dice “no” y se esfuerza por eliminarlo.
Precisamente en la evangelización (“os he destinado para vayáis y deis fruto”, 15,16), deja expuesto al discípulo en medio de grandes dificultades: oposiciones, presiones de todo tipo, persecuciones, resistencias de parte de los destinatarios, entre otras. De ahí que tenga que aprender una nueva lección: cómo lidiar con las personas y con las situaciones adversas.
Lo común es que una persona que comienza seriamente un camino de fe en Jesús, rápidamente encuentre resistencias en su propia familia, entre sus amigos, en los círculos en que se mueve. En el pasado, cuando ellos compartían sus alegrías ellos reaccionaban positivamente, pero apenas les habla de Cristo lo rechazan. Esto es lo que se llama la hostilidad del mundo y causa mucho desánimo en los recién convertidos.
En el pasaje de hoy Jesús nos ayuda a afrontar la hostilidad del mundo. Para ello da tres cosas básicas que debemos tener presentes:
1. Contemplar el rechazo del Crucificado (15,18)
Lo primero que hay que hacer es comprender que no se trata de nada personal. Jesús dice: “Si el mundo os odia, sabed que a mí me ha odiado antes que a vosotros” (15,18). Jesús también vivió el rechazo y en Él no había culpa.
No hay que reaccionar con agresividad. Es útil recordar que Jesús vivió la misma experiencia.
2. Tomar conciencia de que se es un hombre nuevo (15,19)
Luego Jesús dice que esto sucede porque el discípulo es ahora una persona distinta a lo que antes era. Por eso dice: “Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero, como no sois del mundo, porque yo al elegiros os he sacado del mundo, por eso os odia el mundo” (15,19).
Al mundo no le gusta lo que es diferente. La sociedad siempre lo presiona a uno para que se configure según ella, para que se amolde y ande igual a la mayoría. No es sino recordar que cuando la persona que inventó el paraguas salió por las calles de Londres a final del siglo XIX, le tiraron piedras y tomates porque era diferente. Lo mismo le pasó a la primitiva Iglesia (ver 1 Pedro 4,3-4).
Cuanto un discípulo más se une a Jesús, tanto más se aleja de los criterios de vida del mundo, tanto más es visto como una persona extraña.
Tengamos presente que con el término “mundo” no se está hablando de la humanidad que no pertenece al grupo de los discípulos y a la cual han sido enviados. El “mundo” son las personas que cierran a sí mismas y no están interesadas en saber nada de Dios como Padre ni de su Hijo Jesús, no les dice nada su mensaje de amor ni sus enseñanzas. Los discípulos tienen que saber que se encontrarán personas así en su camino y que no deben dejarse poner en crisis por el hecho de que ellas los rechacen, los critiquen y los ataquen.
3. Mirar hacia delante, desde la perspectiva del seguimiento (15,20)
La persecución no puede ser evitada, pero sí puede ser manejada con una actitud cristiana distinta. Aún en esto el comportamiento de un discípulo debe ser diferente al de una persona del mundo. Por eso Jesús llama la atención enseguida sobre el seguimiento de Él: “Acordaos de la palabra que os he dicho: El siervo no es más que su señor” (15,20ª).
El discípulo comparte el destino de su Maestro: “Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros; si han guardado mi Palabra, también la vuestra guardarán” (15,20b). Precisamente esta es una consecuencia de estar unidos a Jesús, como los sarmientos a la vid: cuanto más se une un discípulo a la gracia de su Señor, tanto más experimenta su Cruz.
Todo este odio del mundo hay que verlo desde la raíz más profunda: es continuación de la cruz de Jesús. Uno no puede eliminar la persecución, al menos de la manera como uno quisiera.
Pero también hay buenas noticias. Este último punto es importante: “Si han guardado mi Palabra, también la vuestra guardarán” (15,20). No se puede olvidar que muchas cosas buenas pasarán: habrá quien escuchará y cambiará.
4. El problema mayor: el rechazo de Dios (15,21)
Jesús identifica la causa del rechazo: el problema es el rechazo de la revelación de Dios hecha por Jesús, “porque no conocen al que me ha enviado” (15,21b).
La mayor parte de las persecuciones suceden por esto, porque creen que conocen a Dios, pero en realidad no lo conocen. El punto aquí es importante, porque en Jesús ha habido una revelación inédita del rostro de Dios.
Se manifiesta así un nuevo tipo de pecado. Con la revelación del Padre y de su amor, realizado en las palabras y obras de Jesús, se hace posible un nuevo reconocimiento o rechazo, un “sí” o un “no” de calidad hasta ahora desconocida. Puesto que Dios hasta el momento no era conocido como Padre de Jesús, él no podía ser rechazado como Padre. Pero ahora que ha sido revelado como Padre de Jesús, el rechazo de esta revelación constituirá un rechazo aún más profundo del Dios que era apenas conocido genéricamente (ver el v.24).
En los versículos siguientes (vv.22-25), Jesús dice que sus detractores no tienen excusa porque oyeron sus palabras y vieron sus obras. Entonces la condenación es doble. Al rechazar las obras de Jesús, rechazaron al Padre. Dice entonces que fue para que se cumpliera la profecía: “me odiaron sin motivo” (Salmo 35,19; 69,4).
Cultivemos la semilla de la palabra en lo profundo del corazón
1. ¿Cómo se conectan entre sí la unión con Jesús y el rechazo del “mundo”?
2. ¿En qué aspectos tengo conflictos con el “mundo”? ¿Cómo reacciono cuando alguien me desprecia por mi opción por Jesús?
3. ¿Por qué la revelación que Jesús hace del Padre hace posible un nuevo tipo de pecado? ¿Qué me dice esto?
P. Fidel Oñoro, cjm
Centro Bíblico del CELAM
Si el mundo los odia,
sepan que antes me ha odiado a mí.
Si ustedes fueran del mundo,
el mundo los amaría como cosa suya.
Pero como no son del mundo,
sino que Yo los elegí y los saqué de él,
el mundo los odia.
Acuérdense de lo que les dije:
el servidor no es más grande que su señor.
Si me persiguieron a mí,
también los perseguirán a ustedes;
si fueron fieles a mi palabra,
también serán fieles a la de ustedes.
Pero los tratarán así a causa de mi Nombre,
porque no conocen al que me envió.
Compartiendo la Palabra
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Precisamente en la evangelización (“os he destinado para vayáis y deis fruto”, 15,16), deja expuesto al discípulo en medio de grandes dificultades: oposiciones, presiones de todo tipo, persecuciones, resistencias de parte de los destinatarios, entre otras. De ahí que tenga que aprender una nueva lección: cómo lidiar con las personas y con las situaciones adversas.
Lo común es que una persona que comienza seriamente un camino de fe en Jesús, rápidamente encuentre resistencias en su propia familia, entre sus amigos, en los círculos en que se mueve. En el pasado, cuando ellos compartían sus alegrías ellos reaccionaban positivamente, pero apenas les habla de Cristo lo rechazan. Esto es lo que se llama la hostilidad del mundo y causa mucho desánimo en los recién convertidos.
En el pasaje de hoy Jesús nos ayuda a afrontar la hostilidad del mundo. Para ello da tres cosas básicas que debemos tener presentes:
1. Contemplar el rechazo del Crucificado (15,18)
Lo primero que hay que hacer es comprender que no se trata de nada personal. Jesús dice: “Si el mundo os odia, sabed que a mí me ha odiado antes que a vosotros” (15,18). Jesús también vivió el rechazo y en Él no había culpa.
No hay que reaccionar con agresividad. Es útil recordar que Jesús vivió la misma experiencia.
2. Tomar conciencia de que se es un hombre nuevo (15,19)
Luego Jesús dice que esto sucede porque el discípulo es ahora una persona distinta a lo que antes era. Por eso dice: “Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero, como no sois del mundo, porque yo al elegiros os he sacado del mundo, por eso os odia el mundo” (15,19).
Al mundo no le gusta lo que es diferente. La sociedad siempre lo presiona a uno para que se configure según ella, para que se amolde y ande igual a la mayoría. No es sino recordar que cuando la persona que inventó el paraguas salió por las calles de Londres a final del siglo XIX, le tiraron piedras y tomates porque era diferente. Lo mismo le pasó a la primitiva Iglesia (ver 1 Pedro 4,3-4).
Cuanto un discípulo más se une a Jesús, tanto más se aleja de los criterios de vida del mundo, tanto más es visto como una persona extraña.
Tengamos presente que con el término “mundo” no se está hablando de la humanidad que no pertenece al grupo de los discípulos y a la cual han sido enviados. El “mundo” son las personas que cierran a sí mismas y no están interesadas en saber nada de Dios como Padre ni de su Hijo Jesús, no les dice nada su mensaje de amor ni sus enseñanzas. Los discípulos tienen que saber que se encontrarán personas así en su camino y que no deben dejarse poner en crisis por el hecho de que ellas los rechacen, los critiquen y los ataquen.
3. Mirar hacia delante, desde la perspectiva del seguimiento (15,20)
La persecución no puede ser evitada, pero sí puede ser manejada con una actitud cristiana distinta. Aún en esto el comportamiento de un discípulo debe ser diferente al de una persona del mundo. Por eso Jesús llama la atención enseguida sobre el seguimiento de Él: “Acordaos de la palabra que os he dicho: El siervo no es más que su señor” (15,20ª).
El discípulo comparte el destino de su Maestro: “Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros; si han guardado mi Palabra, también la vuestra guardarán” (15,20b). Precisamente esta es una consecuencia de estar unidos a Jesús, como los sarmientos a la vid: cuanto más se une un discípulo a la gracia de su Señor, tanto más experimenta su Cruz.
Todo este odio del mundo hay que verlo desde la raíz más profunda: es continuación de la cruz de Jesús. Uno no puede eliminar la persecución, al menos de la manera como uno quisiera.
Pero también hay buenas noticias. Este último punto es importante: “Si han guardado mi Palabra, también la vuestra guardarán” (15,20). No se puede olvidar que muchas cosas buenas pasarán: habrá quien escuchará y cambiará.
4. El problema mayor: el rechazo de Dios (15,21)
Jesús identifica la causa del rechazo: el problema es el rechazo de la revelación de Dios hecha por Jesús, “porque no conocen al que me ha enviado” (15,21b).
La mayor parte de las persecuciones suceden por esto, porque creen que conocen a Dios, pero en realidad no lo conocen. El punto aquí es importante, porque en Jesús ha habido una revelación inédita del rostro de Dios.
Se manifiesta así un nuevo tipo de pecado. Con la revelación del Padre y de su amor, realizado en las palabras y obras de Jesús, se hace posible un nuevo reconocimiento o rechazo, un “sí” o un “no” de calidad hasta ahora desconocida. Puesto que Dios hasta el momento no era conocido como Padre de Jesús, él no podía ser rechazado como Padre. Pero ahora que ha sido revelado como Padre de Jesús, el rechazo de esta revelación constituirá un rechazo aún más profundo del Dios que era apenas conocido genéricamente (ver el v.24).
En los versículos siguientes (vv.22-25), Jesús dice que sus detractores no tienen excusa porque oyeron sus palabras y vieron sus obras. Entonces la condenación es doble. Al rechazar las obras de Jesús, rechazaron al Padre. Dice entonces que fue para que se cumpliera la profecía: “me odiaron sin motivo” (Salmo 35,19; 69,4).
Cultivemos la semilla de la palabra en lo profundo del corazón
1. ¿Cómo se conectan entre sí la unión con Jesús y el rechazo del “mundo”?
2. ¿En qué aspectos tengo conflictos con el “mundo”? ¿Cómo reacciono cuando alguien me desprecia por mi opción por Jesús?
3. ¿Por qué la revelación que Jesús hace del Padre hace posible un nuevo tipo de pecado? ¿Qué me dice esto?
P. Fidel Oñoro, cjm
Centro Bíblico del CELAM
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