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sábado, 8 de mayo de 2010

ORACIONES EUCARISTICAS: VI Domingo de Pascua (Jn 14, 23-29) - Ciclo C


ACTITUD DE SERVICIO

Sabemos que es nuestra obligación darte continuas gracias,
Señor y Dios nuestro, por todo lo que nos has dado.
Pero lo hacemos de corazón, como hijos bien nacidos, porque te debemos la vida.
Nuestra mente no está capacitada para comprenderte
No te define bien el calificativo de todopoderoso
aunque te llamemos así en muchas de nuestras oraciones.
Tienes tanto poder como para crear el universo,
pero sólo te mueve el amor cuando nos das tu vida.
Tenemos una larga historia plagada de falsos dioses,
los que hemos creado confundiéndolos contigo.
Nos hemos empeñado en hacerte como nosotros, vengativo y justiciero,
te hemos puesto en una nube, guardando las distancias,
pero sólo eres Padre, cercano, accesible, eres pura bondad y amor.
Tenemos mucho que aprender de Ti, querríamos imitarte
y superar nuestros egoísmos y el afán por dominar a los demás.
Ayúdanos a sustituir estas ansias de poder por la pasión del servicio.
Bendecimos ahora tu santo nombre, Padre Dios, Dios Padre,
con este sencillo canto de alabanza,

Santo, santo…

Gracias, Padre santo, por tu hijo Jesús, tu encarnación en esta tierra,
porque escuchando su palabra llegamos a saber lo que quieres de nosotros
y porque admirando toda su vida es como mejor podemos conocerte.
Jesús nos ha enseñado que la felicidad se alcanza sirviendo a los demás,
ayudándoles realmente y solucionando sus problemas.
Nos ha dicho, y queremos creerle, que estás presente en el pobre y desvalido,
y que acogerlo y cuidarlo es la única forma de servirte y amarte a Ti.
Hemos de reconocerte, Padre, nuestra falta de voluntad real,
porque no es nuevo para nosotros este mensaje de Jesús,
se lo hemos oído muchas veces, y aunque nos parece admirable
no nos decidimos a seguirlo rompiendo la inercia de nuestro egoísmo.
Ojalá que el ejemplo de tu hijo Jesús, nos mueva a ser más generosos.

El mismo Jesús, la noche en que iban a entregarlo, cogió un pan,
te dio gracias, lo partió y dijo:
«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros;
haced lo mismo en memoria mía».

Después de cenar, hizo igual con la copa, diciendo:
«Esta copa es la nueva alianza sellada con mi sangre;
cada vez que bebáis, haced lo mismo en memoria mía».

Rememoramos la vida de Jesús, pura entrega en servicio a los demás,
que se partió como el pan para poder darse a todos
y que por ser fiel mensajero de tu Reino derramó su sangre en la cruz.
Por todo ello, bendito sea Jesús, tu hijo y Señor nuestro.
Llénanos de tu espíritu, Padre santo,
para que hagamos nuestra la jerarquía de valores de Jesús.
Que optemos por servir y no por imponernos a los demás,
que antepongamos el diálogo a la violencia,
y la comunidad, la amistad y la familia frente al individualismo,
que seamos dueños de nosotros y no nos domine el dinero,
que busquemos dónde está la verdad y luego le seamos fieles.
Ayúdanos a ser sencillos, accesibles, sinceros.
Queremos ser amables, comprensivos y serviciales.
Te prometemos cuidar de todos tus hijos, en especial de los más necesitados.
Inspira, Padre, a esta comunidad y a todas las iglesias cristianas
para que demos testimonio vivo de los valores de tu Reino
y toda la humanidad te respete y bendiga tu nombre.
Por Jesús, que nos sirve de modelo y guía, y en su presencia,
brindamos en tu honor con este pan y vino,
consagrados como símbolos de tu amor.
AMÉN.

Rafael Calvo Beca


PRINCIPIO

Aquí nos tienes Padre, alrededor de tu mesa.
Somos tu Iglesia, pecadora y mediocre,
y estamos aquí porque necesitamos renovar nuestro Espíritu, tu Espíritu.
Gracias, Padre, porque nos invitas a tu mesa, la mesa del Pan y la Palabra.
Por Jesús, tu hijo, nuestro Señor.


OFRENDA

Queremos comulgar con Jesús y con toda la Iglesia,
y ponemos en tu mesa nuestro cuerpo y nuestra sangre,
nuestra vida entera representada por el pan y el vino.
Haz tú, Padre, que esta ofrenda sea realmente
la entrega de nuestra vida a la misión de Jesús.
Por el mismo Jesús, tu hijo, nuestro Señor.


DESPEDIDA

Que tu Espíritu, Padre, sople en nuestras vidas.
Que la fuerza de la eucaristía nos acompañe.
Que seamos capaces de hacer presente el amor de Jesús,
que vivamos a su estilo, que anunciemos con toda nuestra vida su Buena Noticia.
Por Jesús, tu hijo, nuestro Señor.

José Enrique Galarreta



NUNCA NOS DEJAS HUÉRFANOS

No nos dejas huérfanos, Señor,
nunca nos dejas huérfanos.

Cuando amamos
y seguimos tus mandatos,
tu Espíritu de amor nos hace compañía
y es, para nosotros, fuerza y aliento,
soplo gratis de vida
y tregua en el trabajo
para continuar con amor y fidelidad.

Cuando obramos mal,
tu Espíritu de verdad
remueve nuestras entrañas
y es para nosotros luz en la oscuridad,
agua viva para limpiarnos,
bálsamo para las heridas
y garantía de tu amor y fidelidad.

No nos dejas huérfanos, Señor,
nunca nos dejas huérfanos.

A la hora de testimoniar la fe
y dar razón de nuestra forma de vivir,
tu Espíritu de vida nos acompaña siempre
y pone, a nuestro alcance,
las palabras adecuadas,
esas que necesitan
quienes buscan y ofrecen amor y fidelidad.

Y si el miedo a la libertad
y la pobreza de nuestros proyectos
secan el corazón y lo hacen yermo,
tu Espíritu, manantial de agua viva,
lo riega para convertirlo en oasis fecundo
donde florezca, a tiempo y a destiempo,
tu amor y tu fidelidad.

No nos dejas huérfanos, Señor,
nunca nos dejas huérfanos.

Vivimos el presente con serenidad
y miramos el futuro con esperanza,
porque tú no te olvidas de nosotros
aunque nosotros nos olvidemos de ti.
Tú estás en lo más hondo de nosotros
Derramando en nuestros corazones,
a manos llenas, tu amor y fidelidad.

Aunque pasemos dificultades,
aunque fracasemos en nuestros intentos,
aunque la desgracia nos visite,
aunque nos rompamos a jirones,
aunque la muerte nos recoja antes de tiempo,
confiamos en tu promesa
de amor y fidelidad.

No nos dejas huérfanos, Señor,
nunca nos dejas huérfanos.

Florentino Ulibarri

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