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miércoles, 4 de agosto de 2010

Apoyo para la Homilía y la Reflexión personal: XIX Domingo del Tiempo Ordinario (Lc 12, 32-48) - Ciclo C



T E M A S Y C O N T E X T O S

EL LIBRO DE LA SABIDURÍA
Ya sabemos que este libro se llamaba "Libro de la Sabiduría de Salomón", y que se escribió en griego probablemente en Alejandría a finales del siglo I aC o principios del siglo I dC. Su "Sabiduría", como toda la Sabiduría de Israel consiste en interpretar y aplicar a la vida diaria las Escrituras. Este fragmento tomado de la parte final del libro hace una interpretación de la salida de Egipto. Se presenta a los egipcios culpables de asesinato contra Israel, y la acción de Dios como justo castigo de los asesinos y justa protección del pueblo "justo".
Esta super-piadosa y super-maniquea interpretación muestra una concepción extraña de la acción de Dios. Ignoro por qué ha sido traído este texto a la eucaristía de hoy, y no alcanzo a encontrar ninguna aplicación aceptable, ni siquiera en relación con el evangelio.

LA CARTA A LOS HEBREOS
Es famoso este canto a la fe de los antepasados, que ocupa todo el capítulo 11, interpretando toda la "historia" de Israel, desde Abel a los profetas, mostrando su inquebrantable fe en Dios y, al mismo tiempo, lo inacabado de su esperanza, que sólo en Cristo alcanza su cumplimiento.
En realidad, todo este largo parlamento está dirigido a una conclusión, el principio del capítulo 12, pero esta será la lectura del próximo domingo.
Una vez más, la fragmentación de los textos que perpetramos habitualmente en la eucaristía les hace perder sentido y los deja incompletos y casi incomprensibles.

EL EVANGELIO DE LUCAS
Todo el capítulo 12 de Lucas es una recopilación de palabras de Jesús, de marcado carácter escatológico: la cintura ceñida, la lámparas, la espera del señor que viene ...
resuenan en estas expresiones varias e importantes enseñanzas evangélicas: las diez doncellas, los talentos ... En tal sentido, no se añade ninguna idea no conocida, sino que se abunda en lo mismo, incluso con imágenes semejantes.


R E F L E X I Ó N

En mitad del verano, en ambiente nacional de vacaciones y de disfrutar de la vida benigna y relajada, las palabras de Jesús suenan como un trompetazo en mitad de la siesta.
El verano (el verano mediterráneo en especial y como prototipo) se presenta a menudo como el ideal de la vida. Trabajar poco o no trabajar, dedicarse enteramente al ocio (más bien pasivo), trasnochar relajadamente, .... en una palabra, disfrutar, deseando con toda el alma que se detenga el tiempo, que esta excepción anual de las vacaciones se conviertan en norma.
La cintura desceñida, las lámparas apagadas, sin esperar a nadie que interrumpa el disfrutar... toda una imagen. Una imagen terriblemente falsa de este mundo, de esta vida.
Contemplando muchos ambientes vacacionales, que tan generosamente nos regala la TV, acabamos experimentando la sensación de que todos se han vuelto niños, de que los valores serios de la humanidad están aparcados, de que están jugando a cuentos de hadas. La vida, la humanidad, giran en la oscuridad en torno a este brillante círculo "caribeño": el hambre del mundo, la opresión creciente de los abusos de la globalización, los integrismos asesinos, la incultura envilecedora, la corrupción, el tráfico de armas y de drogas .... Se sigue naciendo y muriendo, envejeciendo y enfermando, enriqueciéndose y arruinándose .... mientras nuestra burbuja caribeña se evade por unas semanas de la vida real.
Esta imagen es más honda que lo que parece: muestra, me parece, el fondo de nuestros ideales y la contradicción básica que existe entre nuestros criterios y los de Jesús.
Caricaturizando un poco, lo que más íntimamente deseamos, lo que solemos pedir a Dios en nuestras oraciones de petición, se puede resumir en: una vida sin esfuerzo ni dolor, que Dios nos libre de cosas desagradables; si se pudiera, no envejecer, no enfermar, no tener problemas económicos; que se pueda disfrutar de la vida tranquilamente; y que no se acabe, que nuestra salud no vaya declinando, que nuestras capacidades no se vayan apagando, que nos libre alguien del angustioso fantasma de la vejez y de la muerte.
Pero, si algún mensaje es inseparable del evangelio, éste es precisamente la trascendencia: esta vida está dirigida a LA VIDA, y no tiene sentido en sí misma si se le priva de esa relación. Se ha hablado demasiado de la escatología reduciéndola al convencimiento de las primeras generaciones cristianas de que el mundo estaba a punto de terminar. La escatología de Jesús es más seria: es cada una de las personas las que se dirigen a un destino que no es esta vida sino LA VIDA. Y si esta vida no es entendida como camino hacia LA VIDA, deja de tener sentido y validez.
En realidad, ¿a mí qué me importa cómo ni cuándo se acabará el universo, si estaré muerto mucho antes de que eso suceda?. A mí me importa a dónde voy yo, qué va a ser de mí. Y a Jesús le importa, le importa muchísimo, se nota en la gravedad de las expresiones, en la escenografía que emplea, en lo drástico de sus expresiones. En resumen, Jesús plantea una disyuntiva: vivir para disfrutar sin más, o vivir para el Reino. Y nos insta, repetidamente, con apremio, a elegir bien, a no tirar la vida, ni un mes ni una semana ni un segundo, de la misma manera que no desperdiciamos un solo euro y buscamos la mayor rentabilidad en nuestras inversiones.
Todas estas consideraciones pueden hacer pensar que seguir a Jesús, buscar el Reino, estropea esta vida, destruye el disfrutar, amarga la existencia. Pero se trata de todo lo contrario. Se trata de disfrutar mejor, de dar sentido a la existencia, de vivir la vida con más plenitud. Es, en resumen, un mensaje mucho más realista. Querer convertir la vida en Paraíso, precisar como ideal de vida una perpetua vagancia en las Bahamas, es utópico e infantil. La vida no son vacaciones: la vida es un trabajo, la vida es una misión. Es ésta nuestra primera aceptación de Jesús: aceptar la vida como una misión.
La misión es doble: realizarme yo hasta el límite de mis posibilidades y mis ambiciones, y desarrollar el mundo, las demás personas y el planeta entero, hasta el límite de los sueños de Dios.
Esta es la maravilla de "El Reino": que nada de lo humano se queda sin sentido, que todo puede incluirse en el proyecto, que el esfuerzo y el descanso tienen valor, que todo es construir, que merece la pena. El objetivo del Reino no es la renuncia, sino la plenitud. Hay muchas renuncias que hacer, como hay siempre precios que pagar: pero las renuncias son liberaciones, renunciamos a lo que nos empequeñece, renunciamos a nuestras cadenas; y los precios son irrisorios en comparación con lo que se compra.
Quizá el problema más agudo de todo ser humano es el conocimiento de los fines y los medios, y ser consecuente con tal conocimiento. Disfrutar es muy bueno, pero es un medio: convertirlo en fin es desastroso. Trabajar no es agradable, pero es un medio: utilizarlo bien es de sabios. Y, mucho más adentro, perdonar o vengarse, acumular o compartir, consumir a tope o ser austero .... son medios y expresiones del sentido de la vida y muestran a qué satisfacciones aspiramos. Jesús no es conformista: no se satisface con una mariscada, cuatro helados y una noche bailando salsa. Jesús sueña con que todos sean personas, es decir Hijos y le molesta que nos conformemos con menos y que nos dejemos engañar. Por eso repite tantas veces "estad alerta".

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