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jueves, 12 de agosto de 2010

LA QUE CREYO


Asunción de María (Lc 1, 39-45) - Domingo 15 de Agosto
Por R. J. García Avilés

María es la figura más manipulada en toda la historia del Cristia nismo Con el pretexto de ensalzar su grandeza, hemos hecho lo contrario de lo que ella hubiera querido; y se nos ha olvidado imitarla y creernos, como ella lo creyó, que lo que ha dicho el Señor se cumplirá

MARIA

A Zacarías -varón, sumo sacerdote, profesional de la religión, rico, culto- se le había anunciado de parte de Dios que él y su mujer, a pesar de su avanzada edad, tendrían un hijo al que Dios le encargaría la misión de preparar el camino al Mesías. Pero no se lo creyó hasta que no vio a su mujer encinta.

María -una muchacha sencilla de un pueblo perdido en las montañas de Galilea, en el extremo norte del país, margi nada por ser mujer en la sociedad civil y en el ámbito religioso, pobre, sin preparación cultural alguna- escuchó también un mensaje de Dios: ella iba a ser la madre del Mesías. Y creyó. Y aceptó el papel que Dios le encomendaba llevar a cabo en el proceso de liberación que estaba a punto de iniciarse en la ya inminente intervención salvadora de Dios.

Cuando llegó a casa de Isabel, pariente suya, ya estaba sintiendo dentro de sí el cumplimiento de lo que se le había dicho, y su presencia llenó de Espíritu Santo a la mujer de Zacarías, en quien la palabra de Dios también se había hecho realidad. Esa fe es la que Isabel alaba cuando saluda a María con estas palabras: «¡Y dichosa tú por haber creído que lle gará a cumplirse lo que te han dicho de parte del Señor! »


LO QUE MARIA CREYO

María creyó, por supuesto, que ella iba a ser la madre del Mesías; María creyó en lo extraordinario de ese nacimiento. María se fió de Dios cuando aceptó jugar un papel tan decisivo en la historia de la salvación. Pero María creyó en todo eso porque su fe tenía raíces hondas y creía y esperaba que se cumplieran las promesas que Dios había hecho a su pueblo. Toda esa fe que Isabel alaba en su saludo la proclama María de manera solemne en su respuesta: el canto que conocemos con el nombre de «Magnificat»:


Proclama mi alma la grandeza del Señor

y se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador,

porque se ha fijado en la humillación de su sierva...


derriba del trono a los poderosos

y encumbra a los humildes;

a los hambrientos los colma de bienes

y a los ricos los despide de vacío.

Ha auxiliado a Israel, su servidor,

...como lo había prometido a nuestros padres...

(Lc 1,46-55)



María, como se ve, seguía creyendo en el carácter liberador del Señor, Dios de Israel. María seguía creyendo en la nece sidad y en la posibilidad de liberación. Y porque creía en todo lo que Dios había prometido a su pueblo, creyó que se cumpliría lo que se le había dicho a ella de parte del Señor. Y su fe se hizo realidad en Navidad.


CADA AÑO, NAVIDAD

No parece que los tronos y las coronas, los mantos de reina y los vestidos lujosos, el oro y las joyas estén muy de acuerdo con la fe de María, y sin embargo, ¿no es ésta la manera más frecuente de honrar a María, de manifestar nues tra fe en María? Sin embargo, todo eso es incompatible con la fe de María y con su compromiso personal, aceptando llevar a cabo la tarea que a ella le fue encomendada dentro del proyecto liberador de Dios.

Parece como si alguien quisiera encumbrarla en los tronos de los poderosos, o llenarla con las riquezas de los ricos para moderar así la fuerza de su grito que agradecía y anunciaba la intervención de Dios en favor de la liberación de los pobres y humillados de su pueblo.

Dentro de unos días celebraremos, un año más, la Navi dad. Sonarán los villancicos, se iluminarán las calles, se reuni rán muchas familias... Pero toda esta fiesta, ¿tendrá algo que ver con la alegría de María, que nacía de su fe y que iba acompañada de su compromiso con el proyecto de Dios? Dios no hará nada por el hombre sin la colaboración o la aceptación del hombre mismo; por eso, el sí de María a la palabra de Dios hizo posible la Navidad; cuando nosotros la celebramos, ¿la estamos haciendo posible? ¿Nos conformare mos simplemente con pasarlo bien con el pretexto de la Na vidad? Puede que demos limosna a algún pobre o que contri buyamos a alguna colecta para los pobres, pero ¿vamos a hacer algo para acabar con la pobreza, para devolver la dig nidad a los humillados, para desterrar de nuestro mundo la injusticia, la opresión, la explotación de los débiles...?

La Navidad fue posible porque María creyó en la libera ción, tuvo fe en el Dios liberador. En la medida en que nosotros creamos en la posibilidad de un mundo verdaderamente libre, en la medida en que creamos, como María, en que Dios está comprometido con la libertad de los hombres y, como ella, nos comprometamos a hacer todo lo posible para que este mundo sea la casa de los libres hijos de Dios, en esa medida estaremos llenando de sentido la celebración de la Navidad.

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